22 noviembre 2005

parashah: Parashát Jaiéi-Saráh, por Rav Daniel Oppenheimer: Toráh o Ficción

Parashát Jaiéi-Saráh, por Rav Daniel Oppenheimer: Toráh o Ficción
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Tuesday, 22 de November de 2005, 00:04
 
Parashát Jaiéi-Saráh
TORÁ o FICCIÓN

por Rav Daniel Oppenheimer

“Y el rey David estaba anciano... y lo cubrieron con vestimentas, mas no sentía calor”. (Melajim I 1:1 - Haftará de Jaié Sará)

¿Por qué la ropa no abrigaba al rey David? Porque muchos años antes, cuando estaba siendo perseguido por el rey Shaul, en cierto momento en que este dormía, David se le acercó y le cortó una punta de la túnica para luego enseñársela y demostrarle que él no le guardaba rencor, aludiendo a que si realmente lo hubiese deseado, David tenía a su alcance matarlo fácilmente. De todos modos, el acto de cortarle la ropa le fue considerado a David como un desprecio por la vestimenta (posiblemente hubiese sido suficiente con quitarle un botón...).

Si a Ud. le parece exagerada la consecuencia de un acto aparentemente tan trivial como el corte de la ropa en circunstancias tan difíciles como estar siendo perseguido por el rey (posiblemente Ud. esté pensando que hoy acostumbramos despreciar bastante más que meramente “la punta de la túnica”...), entonces preste atención a esta otra instancia de un acto “sutil” del rey David que tuvo repercusiones trágicas.

Avshalom se rebeló contra su padre David. Este debió huir con un puñado de hombres para salvar su vida. Mefiboshet descendiente de la diezmada familia del rey Shaul, protegido de David, no pudo escapar porque era rengo. Su esclavo y sirviente, Tziva, fue ante David y falsamente acusó a Mefiboshet de haberse plegado a la rebelión para recuperar el status de la familia de Shaul. David, enojado con Mefiboshet por lo que acababa de escuchar de Tziva, le prometió regalarle los campos de Mefiboshet a él. Aun cuando David recuperó el trono y conoció la verdad (Que Mefiboshet no lo había traicionado), dividió los campos de Mefiboshet entre su dueño original y Tziva, el embustero, para cumplir con su promesa . Salió una voz Di-vina y exclamó: “Tú (aceptaste la difamación de Tziva y) repartiste el campo de Mefiboshet, D”s dividirá tu reino entre (tu nieto) Rejavam y Ieravam ben N’vat”.

Detengámonos un momento para contemplar el terrible desenlace de lo que sucedió. El pueblo de Israel se dividió y terminó perdiendo diez de sus doce tribus... a manos de los Asirios como resultado de una actitud equivocada de David quien admitió como verdadera la acusación de Tziva. ¿Ud. se pregunta por qué?, porque David, al igual que nuestros patriarcas (Avraham, Itzjak y Ia’acov) no eran personas comunes y ordinarias. Cada actitud por parte de ellos fue medida cautelosamente con el máximo rigor de la Justicia Di-vina. ¿Por qué? Porque escalaron por los senderos que los acercaron a lo Di-vino y en la dimensión espiritual que lograron, sus actos tienen una repercusión mayor.

Nuestra matriarca Sará, vivió menos años de los que tenía destinado por haber dicho a su marido: “que juzgue D”s entre mi y entre ti”... (Bereshit 16:5) pues no se debe invocar la Justicia, sino la Misericordia Di-vina.

Ia’acov vivió menos años de los que tenía asignados, por haberse manifestado anciano y quejarse ante el Faraón que “sus años fueron pocos y malos”. (Bereshit 47:9)

Iosef, a su vez, falleció de modo prematuro por haber callado cuando sus hermanos y los intérpretes hablaban de su padre Ia’acov como “tu esclavo, nuestro padre” (Bereshit 44:27) sin objetarles la expresión.

Moshé perdió la oportunidad de ingresar en la tierra de Israel solo por haber golpeado la piedra en lugar de hablarle y se le acusa de “rebelde”, “falto de fe”... (Bamidbar 20:12) ¡justo a Moshé!

Ahora bien, estamos tan acostumbrados a que los “astros y estrellas” como así también los “dignatarios” de los países, elegidos democráticamente o pertenecientes a las dinastías monárquicas, de nuestra época y los de la historia, llevaron en su mayoría una vida promiscua, tal como la idealizaron los griegos en su mitología de los habitantes del Olimpo (en los cuales reflejaron sus propios deseos e instintos descontrolados), que nos cuesta un buen rato entender que aquí no estamos hablando de novelas, sino de “tzadikim” (personas sagradas). Y cuando nos referimos a “tzadikim” no estamos hablando de ángeles incorruptibles, sino de seres humanos, de carne y hueso que tuvieron las mismas oportunidades espirituales que posee cualquiera de nosotros - y las aprovecharon al máximo. Es por eso, que la Torá se detiene a relatarnos los detalles de sus vidas, pues se convirtieron en ejemplos de conducta para nosotros.

Es así que nuestros Sabios nos dicen que “todo aquel que afirma que David pecó, está equivocado”. A lo cual explica el Rabino Eliahu Dessler sz”l en Mijtav Me’eliahu que los Sabios nos quisieron dar a entender que los “pecados” de estos personajes santos del Tana”j no deben ser interpretados en su forma de lectura literal, pues D”s (Quien fue extremadamente riguroso con ellos, como ya lo hemos visto) toma sus deslices y los muestra en la Torá totalmente ampliados porque se trata de quien se trata, y juzgados frente a la Perfección y Objetividad Di-vina, tomaron una dimensión substancialmente magnificada.

¿Por qué? Pues porque nosotros tenemos la blandura de juzgar al otro de acuerdo a las hipocresías subjetivas propias, considerando como “exagerado” a aquel que actúa con mayor exigencia moral que la nuestra, y “corrupto” aquel que se anima a ser peor que nuestra propia forma de vivir. Mas ante D”s, Quien es el bien absoluto, todas estas escalas de valores relativas y fluctuantes no existen. Y a los “tzadikim” legendarios se les computa cada acción microscópica tal como se refleja ante el potencial que tenía aquel “tzadik”, y no por haber sido simplemente “mejor que los demás”.

Sin embargo, tristemente, hoy se puso de moda crear imágenes falsas de nuestros patriarcas y modelos del TaNa”J. Por desconocimiento de lo que nos transmitieron los Sabios (lo cual no se justifica) o simplemente para distorsionar la historia con “interpretaciones” nos quieren despojar de nuestros “tzadikim”. Obviamente, se trata de autores que no creen que realmente existan hoy o en algún momento hayan existido “tzadikim”. Reconocer la existencia de personas auténticamente santas, obliga a pensar que uno mismo también debería aspirar a serlo...

Encontramos, pues, novelas pasionales (inventadas) acerca de David, Shlomó, Shimshón... que no reflejan en absoluto la tradición judía. Si fuera verdad como aquello que proponen estos autores, que se sienten con el derecho de criticar a Sará como aquella “que fomentó la pelea entre hermanos” pues ¿por qué bendecimos a nuestra hijas para que sean como Sará, Rivká...?

Si Itzjak quedó “sin iniciativa propia a partir de la Akeidá”... ¿por qué lo consideramos patriarca y mencionamos en los rezos tres veces al día “D”s de Itzjak”?

Si David “se sacó la corona” y vivió una vida como la quieren pintar... ¿por qué D”s le promete que su simiente seguirá reinando a Israel para siempre? ¿por qué nuestros abuelos desde tiempo inmemorial siguen recitando esos versículos de los Salmos con semejante reverencia? ¿Porqué el Mashíaj es su descendiente?

No da el espacio de este fascículo para terminar de explicar todo el significado de lo que fue, por ejemplo, el rey David. Basta, sin embargo, con afirmar que para conocer la historia de verdad - y no la ficción - se debe tomar las fuentes tradicionales en mano y sentarse a estudiar.

¡Pues, estudiemos!


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