| B''H Saludos Amigos Aquí les comparto el comentario del año pasado de Malcah correspondiente a la porción de Torah de esta semana, Beha'alotja. Shabbat shalom B''H De Malcah para la Quebutzah Comentario a laParashah de Behaalotjá 2 de junio de 2007 16 de Siván de 5767 BEHAALOTJÁ EL MENSAJE DE LA CARNE Como todas las parashiot cuyo título empieza por la letra Beit, la de Behalotjá que, si el Todopoderoso así nos lo permite, leeremos el sábado, nos remite, de forma más o menos consciente, a Bereshit, es decir, al principio de la Creación. Si nos fijamos en el significado de la palabra Behaalotjá, sólo advertiremos que se trata del verbo "'alah" empleado en el infinitivo de su forma causativa (=hacer subir) prefijado con la partícula "be" (=en) y sufijazo con el posesivo de la segunda persona del masculino singular: "ja" (tu
). La traducción literal sería pues: "En tu hacer subir
". Esta indicación va destinada al sumo sacerdote, a Aarón, cuya misión es siempre "hacer subir" (el humo de los sacrificios, los rezos
). La Triple Bendición, el sacerdote no "la hace bajar" sino que "la deja bajar" a través de él, limitándose entonces a ser un sujeto pasivo. Cuando el sacerdote es sujeto activo es para "hacer subir".
Pues bien, estamos en Behaalotjá y Aarón debe hacer subir algo muy particular hacia Hashem, nada menos que las lámparas del Candelabro, de la sagrada Menorah. Así, en homenaje al Eterno Que creó la luz, Aarón debe encender las siete lámparas, colocadas encima de los siete brazos que representan los siete días de la semana. Naturalmente, las traducciones elegantes dicen "Cuando encendieres las lámparas
" con el espléndido futuro del subjuntivo propio de la lengua castellana y nos quedamos encantados, pero el "mot a mot" (traducción literal) resulta muy revelador de lo que pide Hashem. Quiere que los seres humanos, a través de la santidad sacerdotal, eleven hacia Él su ardor interno, el fuego de su deseo de vivir y esto debe hacerse con suma concentración. Lo sabemos porque nuestros sabios han entendido la expresión "el mul penei hamenorah" como "hacia la lámpara central del candelabro" y no como "hacia la parte delantera del candelabro". Según esta interpretación, las seis llamas laterales debían estar ligerísimamente inclinadas hacia la central. A continuación, la Torah se explaya sobre la purificación de los Levitas antes de pasar, en el capítulo 9, a las órdenes relativas a la conmemoración de la salida de Egipto, o sea, a la celebración de Pésaj (la Pascua), por parte de aquellas personas que, por razones ajenas a su voluntad, no han podido hacerlo en su momento. Lo harán un mes más tarde. Este precepto fundamenta uno de los grandes principios morales del judaísmo: la obligación de dejar una segunda oportunidad a quien ha fallado sin querer y lo lamenta con sinceridad, pero esto no podrá servir de pretexto a la negligencia, porque el hombre que pudiendo celebrar la Pascua, no lo ha hecho, no estará exento de pecado. La Torah siempre es firme y equitativa. También es benevolente y la hospitalidad espiritual es una de sus reglas: el extranjero que quiere unirse a los hijos de Israel en la celebración de Pésaj, podrá hacerlo. Dice el texto: "Vuestra regla será la misma para el extranjero y para el oriundo del país" ¡Muchos estados modernos podrían tomar ejemplo! Esta mención de la Pascua entre las leyes relativas a las luces de la Menorah y las indicaciones que siguen sobre la presencia de la nube, que, de noche se tornaba fuego, encima del Tabernáculo, no deja de llamar la atención. La celebración de Pésaj se sitúa en el centro del judaísmo, como la cuarta lámpara del candelabro garantiza la protección de la nube de fuego. Conviene pues reflexionar sobre esta celebración y es lo que vamos a tratar de hacer ahora. Pésaj es, como todos sabemos, la fiesta de la salida de Egipto y se caracteriza por unas prescripciones muy estrictas en lo referente a la comida. Esencialmente se trata de consumir pan ácimo durante una semana y, durante la cena pascual, hierbas amargas y cordero, prescripción esta última que no se puede cumplir desde la destrucción del Beit Hamiqdash (el Templo) pero que está clarísimamente estipulada en la Torah. En hebreo, la palabra "cordero" se dice "se" y se ortografía "sin he" letras que suman 305, igual que las de la palabra "deshé" o sea "hierba", utilizada por primera vez en el capítulo 1, versículo 11 de Bereshit, donde se dice: "que produzca la tierra césped (o hierba) etc." empleando un verbo imposible de traducir por falta de equivalente en nuestros idiomas. En efecto, decimos "produzca la tierra césped", pero lo que está escrito en hebreo realmente es: "cespede la tierra, césped, hierba
" es decir, con gran énfasis puesto en la noción de hierba, de vegetal humilde. Todo esto nos lleva a pensar que si "se", el cordero y "deshé", la hierba, el césped, se encuentran en el mismo conjunto energético, también comparten determinado tipo de consideración por parte de la Mente Suprema. No es, por lo tanto, un atrevimiento inadmisible afirmar que, ya en el día tercero de la Creación, el Eterno contemplaba la futura existencia del cordero como equivalente carnal de la hierba. En cierto sentido se podría, pues, entender que para el Eterno, el cordero, modesto, indefenso, humilde como la hierba a la que todos pisan sin miramiento alguno, viene a ser el primogénito de entre los mamíferos que serán creados el día sexto justo antes del hombre. Volviendo a la celebración de Pésaj, que es fiesta de reconciliación entre el Eterno y Su pueblo, comprobamos que el cordero, ligado en su concepción, por un lado a la hierba, primera comida de hombres y animales y, por otro, a la noción de primogenitura, y ligado en su consumición tanto al sacrificio, "comida" divina, como al sustento del ser humano, representa efectivamente el lazo carnal que, en la noche de la Liberación arranca al hombre de la maldición y le devuelve la amistad de su Creador. El capítulo 9 de Bamidbar gira en torno a la Pascua que resume la relación total entre el Eterno e Israel a través de la palabra y de la comida. Luego, en lo visual, la nube luminosa protegerá el campamento y las órdenes divinas que el pueblo ya será incapaz de oír directamente serán siempre transmitidas por Moshé e, incluso, altamente sonadas, en lo que a los desplazamientos colectivos se refiere, por dos trompetas de plata batidas a martillo que se tocarán para convocar al pueblo a caminar hacia su meta, confiando en Elohim Que les salvará de la mano de sus enemigos y recordará su amor por él en el júbilo de las fiestas. Está todo muy bien planeado para que la vida en este planeta sea lo más parecido posible a una perpetua delicia para los seres de carne y sangre destinados a poblar la tierra en promisión. Pero estos seres humanos que son los hebreos, todavía tienen de sí mismos la imagen que les impusieron sus opresores, son materia, no espíritu, son una fuerza de trabajo y nada más. Para ellos, haber salido de Egipto, de la esclavitud, es únicamente poder caminar en busca de comodidad, de sosiego, de condiciones materiales confortables, empezando por la buena comida y, desde luego, el desierto no es el lugar geométrico de la gastronomía. Entonces el pueblo, desconcertado y hastiado por una multiplicidad de ordenanzas que no acaba de entender, pero que trataría de asumir si le proporcionaran de inmediato el anhelado bienestar, empieza a patalear. Lo hemos dicho y repetido muchas veces a lo largo de los comentarios de los parashiot de Shemot y Vaykra: el pueblo hebreo todavía no ha alcanzado su madurez. Aquí, en Bamidbar, vuelve a las andadas. Ya no se fabrica un becerro de oro, es muy cierto. En algo ha evolucionado
el furor de Moshé y la muerte de los principales culpables no fueron ciertamente ajenos a esta evolución. Todos los seres inmaduros admiran la fuerza porque la entienden, es tangible y no deja lugar a dudas sobre quién es el jefe. Por lo tanto, después de dos años en el desierto, sin vislumbrar una mejora en sus condiciones de vida material, a pesar de todos los esfuerzos que han ido realizando para construir el Tabernáculo, centro y manantial de la vida espiritual, los hebreos, desconcertados e impacientes, se quejan de lo mal que les van las cosas. Desprecian lo espiritual que les parece un asunto sin interés y la Cólera Divina desencadena un incendio, lo cual es perfectamente lógico porque el fuego es la expresión de la actividad espiritual. Como era de esperar los pecadores se arrepintieron, suplicaron, pidieron merced y el fuego se apagó. Hoy en día, el castigo por este tipo de conducta no es tan rápido y espectacular. El apego por la luz del alma suele ser considerado en la sociedad actual como una enfermedad, una frivolidad
cuando menos, una muestra de irresponsabilidad que justifica a menudo la reflexión siguiente: "¿Pero, esto, te aporta algún dinero?", pero no cae ningún fuego del cielo a continuación. Simplemente percibimos la Protección del Santo a través del creciente número de "irresponsables" que se mueven por el ancho mundo. Nuestros antepasados, pues, consiguieron misericordia y, probablemente, empezaron a pensar que lo espiritual tiene su importancia. Pero, si bien le tomaron crecido respeto, no les llenó. Aun comprendiendo que Aquello venía de Jefe, seguían sin entenderlo. No les llenaba. Y fue entonces cuando sintieron un hueco en el estómago. Tuvieron hambre, hambre de carne fresca y sabrosa, no la carne santa, casi diría: "etérea" del cordero pascual. Dijeron que están hartos de este Manah que sí, caía del cielo puntualmente, pero era bastante soso, sabía siempre igual. Querían una carne consistente capaz de saciar el organismo. Y la tuvieron. Llegaron las codornices y el Eterno ordenó que las comieran durante un mes entero, hasta no aguantarla más. Comieron codornices que
que pasaron por allí. En hebreo, "carne" se dice "Basar", exactamente como el verbo "basar" que significa "anunciar" y también "quebrar, romper, destrozar" y "beser" que es confianza y fe. El ser humano es un ser de carne, es decir, que si se deja llevar por las necesidades materiales que le condicionan la supervivencia, puede caer en la profanación de su alma, pero si sabe ordenar sus deseos carnales de forma que honre su propia alma y, por lo tanto a su Creador, recibirá la buena noticia de que, en vez de destrozarle y romperle en mil fracturas, su carne le transmite la confianza y la fe que, en su vida y en su muerte, le darán el triunfo sobre la destrucción.
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