22 noviembre 2005

parashah: Parashát Jaiéi-Saráh, por Rav Daniel Oppenheimer: La ida de un grande

Parashát Jaiéi-Saráh, por Rav Daniel Oppenheimer: La ida de un grande
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Tuesday, 22 de November de 2005, 00:06
 
Parashát Jaiéi-Saráh
LA IDA DE UN GRANDE

por Rav Daniel Oppenheimer

La siguiente extraordinaria historia fue relatada por el Rabino Ia’acov Zaretzky del Kollel (casa de estudios superiores de Torá) “Jazón Ish” de Bnei Brak:
“Él había crecido en el pueblo polaco de Lejovitch y estudiaba en el Jeider (“escuelita”) local. Cuando tenía once años, un día el Jeider recibió la visita de un muchacho que parecía tener no más de 25 años. El muchacho estaba en camino a la Ieshivá de Kletzk y tenía que cambiar de tren en Lejovitch. Dado que tenía varias horas de demora entre su tren y el próximo, decidió visitar el Jeider local. Pidió permiso al maestro para examinar oralmente los conocimientos de los chicos, lo cual le fue concedido de inmediato.
La prueba fue una experiencia estimulante: Varios niños demostraron que tenían una mente muy aguda y respondieron correctamente las difíciles preguntas. A continuación, el forastero preguntó al maestro acerca de dónde los muchachitos seguirían sus estudios después de culminar el Jeider, para lo cual ya no faltaba mucho. Meneando la cabeza, el maestro respondió que lamentablemente el pueblo no poseía un lugar de estudio más avanzado y que los padres no tenían intención de enviarlos a estudiar a otro sitio. Al terminar el Jeider, cada niño recibiría aprendizaje relacionado con algún oficio del cual viviría, y – con cierta ilusión – seguiría manteniéndose dentro de la observancia dedicando parte de su día al estudio de la Torá.
El joven estudiante se mostró muy apenado por la situación. ¡Estos muchachitos auguraban tanta grandeza - y ahora se les iban a cortar las posibilidades siendo ellos tan jóvenes! ¡Había que hacer algo al respecto!
Miró su reloj. Quedaba aún tiempo hasta la partida de su tren. Pidió al maestro que convocara a los padres de los alumnos para una reunión de emergencia en el Jeider.
En la reunión, el visitante explicó a los padres cuán impresionado había quedado con los conocimientos de sus hijos. Estos jóvenes recién comenzaban a florecer y ya mostraban un gran potencial. ¡Qué trágico sería si su estudio de Torá queda truncado a esta altura!
El joven ofreció a los padres ocuparse de encontrar una ubicación en una Ieshivá Guedolá (una institución de estudios superiores). Solamente pedía su consentimiento al respecto.
Seis de los padres consintieron a la propuesta del joven. Tomó sus nombres, trató ciertos temas y salió corriendo al tren.
Cada uno de los seis muchachos fue a estudiar a una Ieshivá y tuvo éxito en sus estudios, convirtiéndose cada uno en un Talmid Jajam, siendo el Rabino Ia’acov Zaretzky uno de ellos.
¿Y quién fue el joven visitante que hizo posible esto? Nada menos que quien luego sería el Rosh Ieshivá de Ponevitz: Rav Eliezer Menajem Man Shach sz”l, uno de los líderes máximos del pueblo judío quien acaba de fallecer esta semana.
 
Esto ocurrió a comienzos de los años ’80. Por cierto problema que aquejaba a un muchacho el Rav Shach se comunicó con una persona en Ierushalaim para que atienda al joven. Dado que se trataba del día anterior a Bedikat Jametz, la noche en que los judíos debemos revisar la casa para cerciorarnos que no haya Jametz en nuestra posesión, el Rav Shach se disculpó y le explicó la urgencia del tema a este individuo. El señor entendió y respondió que con gusto recibiría al muchacho aquella misma noche, indicándole la hora en que debía llegar.
“Bien” - respondió el Rav Shach – “entonces estaremos allí hoy a la noche”.
“¿Estaremos?” – preguntó el buen hombre “¡No querrá insinuarme que Ud. acompañará al joven hasta Ierushalaim en la noche de Bedikat Jametz!”. “El muchacho está muy preocupado y creo que será conveniente que lo escolte” – respondió nuevamente el Rav Shach.
“Disculpe por lo que voy a decir, pero estoy únicamente motivado por la salud del Rosh Ieshivá” – insistió la persona – “pero cuando abra la puerta hoy a al noche quiero ver solamente al joven”. Rav Shach no respondió.
Cuando llegó la hora convenida, el muchacho golpeó la puerta del buen hombre, quien se sintió aliviado que estaba solo. Conversó varias horas con él brindándole la asistencia que estaba a su alcance. Satisfecho, el joven se retiró.
Al día siguiente, una persona del barrio se le aproximó y le preguntó: “¿Qué pasó en tu casa anoche?”
“¡Nada especial! - ¿por qué preguntás...?”
“Pues lo vi al Rosh Ieshivá (al Rav Shach) caminando ida y vuelta en las inmediaciones de tu casa por varias horas. No me animé a preguntarle qué es lo que pasaba...”
 
Una historia más:
A pesar de su avanzada edad, el Rav Shach decidió participar de un funeral de una persona anciana en Bnei Brak. El sepelio se llevó a cabo bajo a lluvia, y Rav Shach acompañó a pie hasta el cementerio. Uno de los alumnos le preguntó al Rosh Ieshivá por qué le pareció necesario hacer un esfuerzo tan importante en su estado precario de salud, siendo que podía haber cumplido la Mitzvá yendo en automóvil.
Cuando Rav Shach era joven, debido a algunas circunstancias, no estudió en una Ieshivá por cierto lapso de tiempo y prosiguió sus estudios en una pequeña sinagoga que quedaba lejos de su hogar. Comía cuando alguna de los habitantes generosos del pueblo lo invitaban a su hogar, y si no, se contentaba con conseguir algo de pan. Sin embargo, peor que el hambre era el frío, que, si bien de día lo toleraba por la concentración y diligencia que aplicaba al estudio, de noche, se tornaba muy intenso y padecía en los bancos duros y helados sobre los cuales intentaba descansar. La pequeña estufa no alcanzaba a entibiar el lugar y frazadas eran un lujo inalcanzable en aquellas épocas. Un buen día, una persona se acercó y le dio un saco con el cual se pudo proteger cubriéndose de noche y dedicarse a sus libros con más atención de día.
Esa era la persona a quien honró al participar en el funeral de aquel día lluvioso.
(Historias extraídas de “Shabbos Stories” Artscroll/Mesorah)
 
He traído a su lectura tres historias acerca de un líder de nuestro pueblo. Desde nuestro humilde ángulo, es difícil reconocer la altura de aquellos que no han derrochado ni desperdiciado su precioso tiempo en vanidades, tanto en momentos de paz como en época de guerra. Difícilmente podamos acercarnos a reconocer su estatura. No obstante, narré las historias que están más cercanas a nuestra vida, y que podemos intentar emular. Aquellas que se relacionan con la vida cotidiana y muestran el sentimiento de responsabilidad hacia la educación de los jóvenes, la demostración de solidaridad con el problema ajeno y el agradecimiento por aquellos que han hecho algo por nosotros.
 
Los medios, siempre ávidos de noticias que “hagan títulos”, no escatiman esfuerzo al crear y proyectar imágenes tremendistas donde no las hay. ¿Y por qué no? Necesitan vender cada día algo nuevo. ¡Qué más exótico y misterioso que un nonagenario dirigiendo un partido político de ultra-ortodoxos, fanáticos y extremistas!
En un mundo en el cual tantos se pelean por “figurar” o para lograr espacio publicitario en los medios, en una sociedad que se parece más a un canibalismo irracional donde el más poderoso consume al más débil, les cuesta creer a los consumidores diarios de esa clase de “información”, que exista realmente gente que se escapa del uso de la fuerza y quienes, como el Rosh Ieshivá, solo “abre la boca” cuando está en juego el honor de la Torá, de quienes la estudian y de quienes la practican, huyendo de todo lo que pudiera traerle honores, provecho propio o “ganancias” materiales.
Quien conoció al Rav Shach, o, por el caso haya estado cerca de cualquier Rosh Ieshivá, sabrá claramente qué falsa, ignorante y mal-intencionada es la imagen mediática. Sea en el ámbito individual o comunitario, los líderes genuinos del pueblo de Israel, están atareados y absortos en estudiar, enseñar y resolver las innumerables cuestiones y dificultades que se les presentan. ¿Es ocasionalmente necesario manifestarse abiertamente respecto a temas de dominio público? Aquellos que saben callar, guardar silencio y medir sus palabras, son los más escuchados cuando deben hablar, aun sin los medios.
 
Existe desafortunadamente una tendencia frecuente a deificar a los maestros o a otros seres queridos que uno idealizó en vida. No es ese el objetivo de este escrito. Los modelos que seguimos son aquellos que, siendo “de carne y hueso” al igual que nosotros y con los mismos “riesgos espirituales” con los que tenemos que lidiar nosotros, convirtieron su vida en una trayectoria de santidad y abnegación y de ese modo, se convirtieron en un ejemplo a seguir.

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