05 febrero 2008

parashah: TERUMAH - La Cosificación de la Fidelidad

TERUMAH - La Cosificación de la Fidelidad
de Josefa T.G. - Tuesday, 5 de February de 2008, 01:40
 

B''H

 

De Malcah para la Quebutzah

 

Parashah Terumah

 Shabbat 6 de Adar de 5767

24 de febrero de 2007

  

 

TERUMAH

LA COSIFICACIÓN DE LA FIDELIDAD 

                                               Lo primero que llama la atención en la parashah de Terumah es la extraordinaria belleza artística de su contenido. Las formas, los materiales, los colores, las texturas de los objetos que han de constituir el santuario vienen descritos en el texto a la vez con una sencillez y una expresividad que resultan embriagadoras. Hay en esta profusión de materiales un colorido típicamente oriental que nos sitúa de inmediato en una dimensión poética cercana a lo sobrenatural.

                                                 La segunda característica que nos impresiona de esta sobrecogedora parashah es su dinamismo. Se repite tantas veces el verbo hacer en el texto que la acción se hace patente a cada momento. Visualizamos el trabajo colectivo como en una película: "la cubrirás de oro, fundirás... pondrás... pasarás... colocarás... etc...". Una colectividad entera está actuando con entusiasmo para construir un santuario al Dio que así se lo pide.

                                                 ¡Qué fuerza tiene la Voz Divina, la Voz de Haqadosh Baruj Hu!

                                                 En efecto, todo este sagrado ajetreo viene provocado y dirigido por Boca del Eterno a través del órgano de Moshé.

                                                 Estamos leyendo el capítulo 25 de Shemot y tardamos en encontrar la palabra Terumah que da su título a la sección. Sólo lo haremos al final del primer hemistiquio del segundo versículo. Antes, hemos leído la indicación, ya tradicional: "Habló el Eterno a Moshe, diciéndole: habla a los hijos de Israel..." y, sin transición, añade el texto: "y ellos tomarán para mí un tributo", con lo cual la relación entre la Palabra Divina y la acción humana es prácticamente, de simultaneidad. Para quienes sólo leen el texto en una traducción, sobre todo si es una traducción elegante y bien pulida, este detalle pasa desapercibido porque se les suele presentar el texto más o menos con la frase siguiente: "Di a los israelitas que me ofrezcan un tributo" Está puesto en excelente castellano, nadie lo puede dudar, pero traiciona el texto. Primero, la orden divina a Moshe es "Daber" que significa "habla", no "di" Este verbo "daber" tiene una fuerza especial, sólo se utiliza en forma intensiva (la forma intensiva es característica de la conjugación hebrea. Como su nombre indica, señala un énfasis del pensamiento que enuncia una acción vigorosa). Pues bien, el verbo "Daber" es la primera palabra de la Parashah. Se refiere al Eterno y "leemos" que ocupa el quinto lugar en la frase y significa "diciendo" o "para decir" es el producto del potente "daber". El segundo versículo tiene una estructura parecida en sus cinco primeras palabras, con una sola diferencia: el resultado no es "diciendo" sino "y ellos tomarán", es la acción inmediata, efecto de la fuerza propulsora del "daber".

                                                 Haqadosh Baruj Hu, ya lo sabemos, clama, exige. Dice "tomarán para Mi un tributo" Tal vez, a la par que una demanda, una exigencia, nos encontremos ante una constatación: Moshe hablará y ellos actuarán, es inevitable. Es tanto más probable que el Eterno se esté refiriendo a un acto reflejo, fruto de un impulso, cuanto que a continuación añade: "de todo hombre cuyo corazón sea generoso, tomaréis ofrenda para Mí."

                                                 Está claro que sólo el tributo voluntario es digno de participar en la construcción del santuario. No es ningún pormenor baladí la presencia de la palabra "corazón" en este segundo versículo del texto. El santuario ha de ser el corazón de Israel y con corazón se ha de hacer.

                                                 Y aquí, volvemos al alegre entusiasmo del que estábamos hablando hace un rato, de este dinamismo que se desprende del texto y que no deja de constituir un maravilloso contrapunto a la imagen de los hebreos construyendo las pirámides bajo la férula del opresor.

                                                 Sí, la construcción del santuario es una obra de buena voluntad, de amor, de belleza y de gozo que se realiza en dichosa unión con el Creador. El da a su pueblo todas las indicaciones necesarias para realizar la obra. No se pueden equivocar, saben exactamente lo que tienen que hacer. Después de haber aprendido, en la Parashah de Mishpatim, cómo comportarse de un modo justo, noble y generoso, los hijos de Israel descubren que ellos son capaces de realizar una obra material, concreta, que vibre al compás del mutuo amor que les une a su Creador y a ellos.

                                                 No olvidemos que la proclamación de la Santa Torah en el Sinaí es considerada por toda nuestra tradición y desde tiempos inmemoriales, la celebración de la boda entre Israel y su D.os, siendo los Diez Mandamientos enunciados en la Parashah de Yitró, la ketubah (acta matrimonial) que sella el enlace.

                                               La construcción de la casa es obra de la esposa, de Israel, para morada del esposo y se hace, como ya hemos dicho, según las indicaciones precisas que Él da. De la misma forma que la esposa concretiza el amor de su marido al traer al mundo a los hijos, que son el mas hermoso y el más sagrado de todos los santuarios, Israel, al cosificar su fidelidad al Eterno, no hace una obra únicamente material. Construye una morada. Cada medida, cada objeto, cada elemento le recordará la consistencia del Compromiso Sagrado, y le permitirá enseñar a sus hijos las distintas facetas de este compromiso.

                                                 La exigencia de que le construya un santuario es el más apasionado abrazo del Eterno, Cuyo Nombre siempre bendeciremos, a Israel y también, el premio incomparable a sus esfuerzos: la gozosa constatación de que está haciendo algo perfecto.

                                                 Pretender que la perfección no es de este mundo, que ninguna obra humana puede alcanzarla, que sería totalmente ridículo atreverse siquiera a imaginarlo, es un lugar común que nadie se atreve a discutir. Además, la experiencia cotidiana lo refrenda: casi siempre encontramos algún fallo en las cosas que hacemos y si no lo encontramos, pensamos que no lo hemos advertido. Sin embargo, y con todo lo excelso que parece, este prejuicio no de ser, como todos los prejuicios, una media verdad. La Parashah de Terumah nos muestra que, cuando el ser humano obedece escrupulosamente y con júbilo las órdenes divinas, puede alcanzar la perfección, la santidad. Si lo dice Él: "haced esto y lo otro y así estará todo bien" o "sed santos porque Yo Soy Santo" ¿Qué excusa tenemos para no creer-Le? Nos creó a Su imagen y semejanza. Si Le obedecemos, seremos perfectos. Nadie nos lo puede prohibir.

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