30 mayo 2008

parashah: BAMIDBAR - Un Privilegio de Alto Precio, por Malcah 5767

BAMIDBAR - Un Privilegio de Alto Precio, por Malcah 5767
de Josefina Navarro - Friday, 30 May 2008, 00:39
 

B''H

Shalom javerim, aquí les comparto el comentario de Malcah del año pasado de la parashah de Bamidbar.

B''H

De Malcah para la Quebutzah

 

Comentario a la Parashah de Bamidbar

Sábado 19 de mayo de 2007

2 de Siván de 5767

día 46 del Omer

 

 

 

 

BAMIDBAR

 

UN PRIVILEGIO DE ALTO PRECIO

 

 

 

                                               Cuatro días después de leer la parashah que es objeto del presente comentario, es decir, el Miércoles 23 de Mayo, día 6 de Siván, habremos terminado la cuenta del Omer y estaremos celebrando Shavuot, según lo estipulado en el capítulo 23 de Vaykra. La palabra Shavuot significa "semanas" porque esta fiesta clausura el período de siete semanas que empieza en Pésaj. Hoy en día, vemos ante todo en ella la conmemoración del don de la Torah en el Monte Sinaí, pero inicialmente fue la Fiesta de las Primicias, y esto es lo señalado en Vaykra donde se estipula: "entonces presentaréis ofrenda vegetal nueva al Eterno" Desd la desaparición del Beit – Hamiqdash (el Templo), la ofrenda de los Bikurim (las Primicias) ha pasado a un segundo lugar, pero no se ha olvidado, por supuesto. Incluso, es costumbre en nuestras familias servir frutas que todavía no s han consumido desde el año anterior. Al fin y al cabo, lo escrito en el texto, como ya lo hemos mencionado, designa Shavuot como fiesta de la cosecha primaveral. Se lee la Meguilah de Ruth… y no sólo en hebreo. Aquí, en Madrid, todavía tenemos a unos señores que la leen en lengua sefardita. Es una gozada.

 

                                               Ahora, volviendo a la parashah de Bamidbar, que, como casi todos los años, precede inmediatamente la fiesta de Shavuot, constataremos que empieza por un censo con una larguísima enumeración de nombres propios que corresponde a los descendientes de cada uno de los jefes de las doce tribus, siendo los hijos de Yosef: Efraín y Manasé, dos tribus distintas. La lista de nombres propios no se encuentra en la Torah por casualidad o por el afán de rellenar pergamino, cualquiera lo entiende, ni para demostrar que el estado civil y el empadronamiento no son ningún hallazgo de las autoridades actuales. Se trata con toda seguridad, de estampar en la conciencia de los israelitas  la noción de identidad. Volvemos siempre a lo mismo: durante la travesía del desierto, (estamos en el libro de Bamidbar = "en el desierto"), Israel es un pueblo que se libera de la esclavitud, o sea de un estado de infravida en el cual la identidad se difumina. Los modernos totalitarismos también tienen por costumbre despojar a sus prisioneros de identidad. Los designan por un número. El ser humano provisto de identidad se piensa, se concibe a sí mismo, no sólo como un organismo sino como un individuo regido por su alma, por su "nefesh", palabra que, en hebreo, es a menudo utilizada para expresar el concepto de persona.

 

                                               Naturalmente con el nombre de cada jefe de familia viene señalado el nombre de su padre. Por mucho que la moda actual consista en convencer a la gente de la inutilidad absoluta de las genealogías, como si el hecho de ser hijo de una u otra persona no tuviera relevancia alguna, ni la propia administración ha encontrado el medio de identificar a la gente sin mencionar a sus padres. Cualquier DNI nos lo demuestra. No obsta, sin embargo, para que la mayoría de nuestros contemporáneos ignoren quiénes fueron sus tatarabuelos. Parecen creerse el producto de una especie de generación espontánea… No se les ocurre pensar en el posible origen de tal o cual predisposición, talento, inclinaciones, circunstancias… el hecho de ser descendiente de campesinos sometidos a las actitudes de la Naturaleza conforma una psique más propensa a la observación y a la prudencia que el hecho de ser descendiente de una estirpe de militares siempre dispuestos a las reacciones rápidas y la conciencia del peligro… pero, bueno, las generaciones modernas son el producto de una enseñanza masiva, bastante despersonalizadota que inculca a la población la idea de que cada individuo es un ser único e irremplazable que debe tener las mismas cosas, los mismos comportamientos, en suma, la misma vida que todos los demás para no sentirse marginado y excluido. No tiene antepasados, tiene enciclopedias para explicarle quién es y de qué animal ha salido. Los Hebreos, en cambio, tenían familia.

 

                                               El Eterno no ve las cosas así, manda a Moisés hacer un censo de la población casa paterna por casa paterna. A quienes se cuenta es a los varones que pueden ser soldados. Esto significa que el pueblo hebreo, conjunto de familias identificables, debía saber exactamente con qué fuerzas podía contar si era atacado.

 

                                               En resumen, la parashah de Bamidbar nos enseña a organizar un pueblo de forma que le garantice la supervivencia en tanto que grupo consciente a la vez de su unidad y de la interdependencia de sus miembros, porque hay tribus más numerosas que otras y, con toda evidencia, es este un hecho que nunca se podrá desdeñar. Pero no se limitan a estos extremos la enseñanzas de la Parashah. El Eterno también va a completar la educación del pueblo dotándole de alma colectiva. Para esto, Moshé indica a cada una de las tribus cuál será su misión en los desplazamientos del Santuario hacia la Tierra Prometida.

 

                                               El Santuario es el corazón de Israel, el lugar por excelencia de la comunicación con el Creador. En él confluyen los anhelos de todos y las realizaciones colectivas. En él convergen quienes aportan las ofrendas y quiénes la presentan al Eterno. Para que la armonía presida el resultado de todos estos esfuerzos, cada tribu debe saber exactamente cuál es su misión. El texto, por consiguiente, indica con toda precisión el lugar de cada familia alrededor del Santuario que se ha de custodiar con sumo cuidado. El pueblo ya sabe cumplir con su misión y la misión es movilidad del alma, capacidad para avanzar hacia una meta con entusiasmo unificado. El pueblo hebreo entrará en Eretz Israel.

 

                                               Si, entrará, organizado alrededor de su Santuario cuyo servicio está a cargo de los levitas, los hijos de Leví que, por cierto, y por orden expresa de Hashem fueron excluidos del censo que hemos venido comentando hasta ahora. Efraín y Manasé fueron contados como dos tribus, por lo que se mantuvo el número de doce, pero los Levitas fueron puestos aparte.

 

                                               No deja de llenarnos de asombro a primera vista, esta peregrina orden, enunciada en Bamidbar 1/vers.49 "Sin embargo, de la tribu de Leví, no harás el censo, ni el cómputo de entre los hijos de Israel". La verdad es que para entender el significado de este mandato hemos de esperar hasta el versículo 12 del capítulo 3 donde viene una explicación, misteriosa, ciertamente, pero explicación que abre la puerta a la reflexión. Dice Hashem que la misión esencial de los levitas es sustituir a los primogénitos del pueblo y lo dice en los términos siguientes: "… en lugar de todo primogénito que abre la matriz de su madre". Después de esta orden, sí recibió Moshé la orden de contar a los levitas. Así se hizo y los varones levitas fueron veintidós mil, o sea, mil por cada letra del alfabeto hebraico. Entonces Hashem ordenó a Moshé hacer el recuento de los primogénitos del pueblo. Fueron veintidós mil doscientos setenta y tres. Estos doscientos setenta y tres fueron redimidos a cambio de un dinero que se entregó a Aarón, según lo ordenado por el Eterno. Está claro: cada Levita servía de rescate para un hijo de Israel. Hashem explica: "Los Levitas son míos porque todos los primogénitos son míos" (Hoy en día, seguimos rescatando a nuestros primogénitos según el equivalente de la tarifa prevista en la Torah). Ahora nos preguntamos por qué los primogénitos son objeto de un trato muy especial que parece un privilegio pero, al mismo tiempo, encierra una serie de obligaciones muy duras en ocasiones. Los Levitas tenían unas reglas de vida muy estrictas.

 

                                               Ser el primogénito es una condición muy especial en todas las culturas. Por lo general, la palabra se refiere al primogénito del padre, pero, en Israel, se refiere al primogénito de la madre. En todo lo referente a la judeidad de los hijos y por razones evidentes, la madre representa la garantía biológica. En nuestra época, cuando se plantean cuestiones tan espinosas como la de los vientres de alquiler, el judaísmo lo tiene claro, la madre es la que ha dado a luz un bebé y se acabó; lo cual, a mi modesto entender es muy sensato e indiscutible.

 

                                               Volviendo a los primogénitos, lo primero que vamos a apuntar en su relación con las famosas primicias sobre las cuales nos hemos explayado en anteriores párrafos. El primer fruto, el primer hijo, etc. tienen una consideración especial en todas las culturas sin olvidar las sociedades modernas que profesan un culto no disimulado a la primacía, culto plasmado tanto en los exámenes como en los campeonatos o las inauguraciones que tanto gozo les proporciona a los políticos. La costumbre de cortar una cinta, por cierto, nos devuelve a la expresión bíblica: "abrir la matriz de su madre".

 

                                               En esta expresión podemos ver una alusión a la escena terrible vivida en el Gan Eden cuando Hashem vaticina a nuestra Primera Madre: "multiplicaré tus partos" porque si hay múltiples partos habrá forzosamente un primogénito, un "bejor" y éste será alguien especial, alguien que inaugura (¿buen o mal augurio?) la maternidad de una mujer. Los hijos que vengan después formarán parte de otro grupo, de un conjunto ya existente. Nacen teniendo ya un hermano o una hermana, están dentro de un conjunto, mientras que el primogénito es simplemente "hijo o hija" porque, realmente sólo será primogénito cuando otros hijos o hijas le sigan y, a este respecto, es interesante resaltar que la palabra hebrea "bejor" contiene las tres letras ligadas a la dualidad: beit = 2, kaf = 20 y resh = 200. Hay dualidad en la primogenitura.

 

                                               La existencia el primogénito es, sin ningún juego de palabras, algo singular. Es el primer fruto de la unión conyugal, puede existir sin que le sigan otros hijos, aunque, como hemos apuntado anteriormente, entonces, más que primogénito, es hijo único. De todas formas, no deja de ser alguien que pertenece a la vez al mundo de los genitores y al mundo de los hijos porque él transforma el cuerpo de la madre, cosa que no harán los hijos siguientes. Él goza de su privilegio semejante al privilegio del esposo que casó con mujer virgen. Pero es hijo, nadie lo puede poner en duda. Pertenece al ámbito de la dualidad que es el de la Creación. Todos sabemos que el Eterno creó el mundo con la letra Beit ques la segunda del alfabeto. El "Bejor" lleva pues en su esencia, la sagrada dualidad que le señala a los ojos de toda la sociedad como un ser atado, muy estrechamente atado a la santidad, a lo sagrado, a lo que siempre está puesto aparte.

 

                                               El primogénito es el heredero de la fortuna familiar, el futuro cabeza de familia, es el hijo mayor de quien se espera que sea ejemplar. Con el primer hijo los padres aprenden a asumir la paternidad y la maternidad. No tienen la menor idea de lo que, razonablemente, se puede exigir a un niño y, luego, a un adolescente. Esperan todo de él, cosa que no hacen ni por asomo con los hijos siguientes. El primogénito tiene cierta autoridad sobre los demás hijos… sobre los niños, pero, muy a menudo, él también quisiera ser un niño… y no puede. Tiene que cuidar de la familia como los Levitas cuidaban del Santuario. Él es responsable antes de ser niño. Todos los que somos primogénitos/as sabemos lo que esto significa y sabemos que es una grandísima simjah este privilegio que tan alto precio tiene, pero que nos permite cuidar de los chiquitines y … gozar de la confianza paterna y materna.

 

                                               ¡Bendito Sea Hashem que adoptó a los desamparados primogénitos!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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