24 julio 2008

parashah: Matot-Masei Bamidbar 30:3

Matot-Masei Bamidbar 30:3
de yesid conde - Thursday, 24 de July de 2008, 18:02
 

Las tribus de Israel son llamadas en la Torá con dos nombres: SHBATIM y MATOT, cuya significancia simple es: ramas de un árbol. Shebet se refiere a una rama frágil, que aún está unida al árbol, mientras que Maté es un palo fuerte hecho de una rama que ya ha sido cortada. Ambos nombres nos muestran dos situaciones del Pueblo de Israel: el "árbol" del cual han sido extraídas las almas de los iehudim, es su Fuente Original, Hashem.
Cuando la relación entre las almas y Di-s está revelada éstas son llamadas Shbatim, pero cuando esta unión está oculta y desde un punto de vista externo no se ve, los iehudim son llamados Matot.

Relación limitada

En general la primer situación (shebet) se relaciona con el alma cuando ésta aún no ha descendido a este mundo y no se ha envestido en un cuerpo.
Está allí en un ámbito totalmente espiritual y elevado, apegada totalmente a Di-s, tal como la rama lo está al árbol. Pero después que el alma desciende a este mundo, dentro de un cuerpo físico, ya no siente su relación intrínseca con la Fuente, es decir, Di-s. Inclusive puede existir un sentimiento de desconexión, ya que el cuerpo y los instintos físicos luchan contra el alma y tratan de obstaculizar su relación con Hashem, pareciéndose a un Maté (palo)que fue cortado del árbol.

Afirmación y fortaleza

Analizando lo antedicho notamos que cuando la rama aún está unida al tronco se encuentra débil y blanda, y aparentemente luego de ser cortada adquiere mayor vigor y fortaleza, incomparable a su estado anterior. Y esto es, en realidad, el motivo del descenso del alma a nuestro mundo material, ya que justamente a través del aparente desprendimiento de la Fuente Divina, el alma revela un vigor y fortaleza colosales llegando a un nivel más elevado aún, ya que los obstáculos y el instinto del mal despiertan al "Maté" del alma que se empecina en permanecer unida a pesar de todo a Hashem, haciendo que su lazo con Él sea mucho más profundo.

El propósito de la destrucción

Todo esto es aplicable a nuestros días también. En la época en que el Beit
Hamikdash
(Gran Templo de Jerusalem) estaba en pié, la Santidad iluminaba
en forma revelada, reflejando la situación de Shebet. Pero luego de la destrucción, cuando el pueblo judío fue llevado al duro exilio donde reina una intensa oscuridad, nos parecemos al Maté, teniendo que sacar a la luz todo nuestro potencial interior, para poder enfrentar todos los impedimentos y pruebas de esta época que nos toca vivir. Encontramos una señal de esto en el hecho que esta Parshá es leída en "las tres semanas de duelo" que se extienden del 17 de Tamuz a Tishá beAv, quedando a la vista el verdadero sentido del galut (exilio), es decir, ¡lograr que emerja el Maté de nuestra neshamá, llegando a la revelación completa del Honor de Di-s, con la llegada del Mashíaj.

(Likutei Sijot, tomo 18, pag. 382. De las Enseñanzas del Rebe de Lubavitch)


Segundo comentario - Cuando hablamos por demás

"¿Estás seguro que tenés ganas de venir a pasear?" - pregunta Jaim. "Te juro que sí!" - responde Rafael con seguridad, tratando de dejar tranquilo a su interlocutor quien lo cree titubeante. ¿Escuchó Ud. alguna vez esta clase de conversación? ¿O este estilo de expresarse? Bien, es muy común que la gente se manifieste de este modo. Dada la creciente pérdida de credibilidad que creemos tener a ojos de los demás, pensamos que es conveniente reforzar nuestras declaraciones con el apoyo del "te lo juro" o de algún sinónimo. Esto no es nuevo ni privativo de nuestro idioma o de nuestra cultura. (En el idioma hebreo cotidiano se suele escuchar con frecuencia los términos "bejaiai" o "bejaieja", que equivalen a decir "te lo juro por mi vida o - por las dudas - por tu vida").

En el Talmud se debate ampliamente acerca del valor legal de las declaraciones que son obviamente exageradas o que surgen en momentos de apuro. La fuente de todo este tema está en la lectura de esta semana , en la cual se habla de la prohibición de "profanar" las palabras que salen de nuestra boca por el incumplimiento de nuestras promesas. La Torá nos enseña que nadie, por más sabio y santo que fuere, puede anular lo que dijo por si mismo, sino que depende de un tribunal experto, que es aquel que tiene la autoridad, luego de un minucioso análisis de las circunstancias bajo las cuales se había realizado el voto en primer término, más las razones por las cuales el declarante desea cancelar lo que ha dicho, para decidir si dicho voto puede ser anulado.

Si bien la Torá es muy breve al ocuparse de este tema, hay varios tratados completos en el Talmud que polemizan acerca de los detalles de esta ley que se denomina "Hatarat Nedarim" (revocación de los juramentos), y que la gente asocia habitualmente con uno de los preparativos para Rosh haShaná. El propio Kol Nidré (rezo inicial de Rosh Hashaná) está relacionado con la revocación de los juramentos asumidos durante el año en curso, si bien los Sabios ya nos hacen saber claramente que, tanto Hatarat Nedarim como el Kol Nidré, tienen ciertas limitaciones por las cuales una persona no debe basarse en ellos para descalificar sus compromisos sin previa consulta rabínica. El hecho que la Torá defina el no cumplimiento de las obligaciones contraídas por medio de un voto como una "profanación" de manera análoga a la violación de la palabra Di-vina es en si, digno de destacar. Pues, si bien los seres humanos no somos quienes definimos qué conducta es buena para nosotros y cuál no, D"s nos confió un fuero propio, en el cual estamos obligados a obedecer lo que hemos decretado mediante nuestra palabra.

Al mismo tiempo, y en las fuentes recién mencionadas (Nedarim 22.), los Sabios nos hacen saber que quien asume un voto, es considerado como si hubiese construido un altar (en la época y en el lugar en donde está prohibido hacerlo), y quien lo mantiene en pie, es como si trajera sacrificios sobre él, lo que torna peor su actitud (pues, si bien piensa que está obrando con santidad por prohibirse cosas permitidas, en realidad está actuando como si las leyes de D"s no fuesen lo suficientemente adecuadas - Ra"n).

El Talmud aclara, a su vez, que cuando hablamos de promesas, no es necesario haber utilizado esta expresión ("promesa" o "juramento"), sino que nos basamos en la manera habitual de expresarse de la gente, para requerir que, en caso que fuese posible, la declaración deba ser anulada. (Ver el Shulján Aruj, Ioré Deá 206:5 y 237:4, con los comentaristas). No sólo eso, sino que existen instancias en las cuales por el mero hecho de haber seguido un Minhag Tov (cierta costumbre adecuada) pero no obligatorio por ley, no se puede abandonarla, sin previamente haberla abolido frente a un Tribunal competente. (Ver Shulján Aruj, ibid 214:1) Antes de seguir con el tema de las promesas, nos debiera alarmar el hecho mismo que el valor de la palabra fluctúe de modo tal que en nuestros tiempos "se cotice en baja", posiblemente porque hablamos tanto que no se distinga el mérito de la palabra. Dicha sea la verdad, por más que la persona agregue las palabras "te lo juro", esto no le suma valor real a la declaración de una persona a quien creemos poco creíble. Y, si realmente es verosímil, pues entonces no requiere este sostén artificial. Antes de pasar de tema quiero dejar en manos de cada lector la autoevaluación de la exactitud de las cosas que va asegurando en el día. Luego, debemos dedicar una líneas a la prohibición de jurar en vano, que también consta en la Torá, y que, tristemente, es ampliamente ignorada aun en círculos observantes. Esta prohibición en si, se divide entre lo que es "shvuat shav" (un juramento innecesario, por el cual la persona jura ratificando lo que es evidente, lo imposible de llevar a cabo, lo que no depende de uno mismo para que se cumpla, lo que contradice una realidad incambiable), y "shvuat sheker" (una declaración no-veraz de lo que uno u otros hicieron o dejaron de hacer). (Ver Shulján Aruj, ibid 236)

El Jafetz Jaim era muy meticuloso en controlar los libros que vendía para corroborar que no tuvieran hojas en blanco o mal impresas. Por lo tanto, revisaba cada volumen que saliera a la venta. Cuando una vez le pidió a su hija Feigue Jaia (que tenía 10 años) que lo ayudara a revisar unos libros del Mishná Brurá, ella justo quería salir a jugar con las amigas. Antes de salir, le dijo al papá que cuando volviera controlaría "10 juegos de libros". Cuando regresó a casa, la niña encontró preparados los 10 juegos de Mishná Brurá (60 libros en total). Cuando le preguntó al padre, este le respondió que era la cantidad a la cual se había comprometido. "A Mensch darf wissen az a Wort is a Wort" (una persona debe saber que la palabra es palabra). Al leer la Meguilá de Eijá en Tish"á beAv encontramos que en varios capítulos los versículos comienzan sucesivamente según el orden de las letras del abecedario hebreo, salvo una excepción. La letra está antes que la Ayin. Los Sabios nos transmitieron que pusieron su boca (= ) antes que sus ojos (=Ayin), es decir, que no calcularon el daño que causaban con sus palabras indebidas. Y ahora nos queda por formular la pregunta: ¿existe alguna situación en la cual sí son positivas las promesas? La respuesta es un rotundo: "sí", si bien no deja de constituir una poderosa medicina que puede curar a quien realmente está preparado para administrarla correctamente, pero que, a su vez, tiene contraindicaciones para quien no está lo suficientemente aprestado para emplearla (a quien se refiere la comparación anterior de los Sabios con aquel que "construye el altar..."). ¿Para qué sirven, entonces, las promesas? El R. I.D.Salomon shlit"a lo explica en su libro "BeAyin Iehudit". Todas las personas tenemos momentos de debilidad espiritual. Es por eso que no actuamos en toda coyuntura a la altura que suponemos debiera caracterizarnos. Esto es más evidente que nunca para aquel que hace un análisis objetivo de su propia conducta cuando se acerca Iom Kipur. En aquel momento de reflexión, uno querría mantener esa objetividad e integridad durante el resto del año para que no volver a errar, si bien sabe que es muy difícil sostener ese nivel. Lo mismo acontece con cualquier otra circunstancia análoga que ocurriera a una persona en el momento en que se le muestra con evidencia el resultado nefasto de una actitud viciosa. ¿Cómo hacer para conservar aquel grado de claridad de visión? A tal fin, la Torá le dio a la gente la posibilidad de poder limitar la propia libertad de actuación con el objetivo de circunscribir su acción en el sentido correcto sin caer nuevamente en la tentación. La promesa que asume en tal situación no necesita ser eterna. Puede ser provisoria para canalizar su conducta restringiendo las facultades en forma voluntaria, para luego reanudar su vida de manera habitual. Sin embargo, para que la promesa tenga el efecto deseado, debe existir una premisa ineludible. La persona debe respetarse a si mismo, y por ende a su palabra. De otro modo, su voto no le ayudará en absoluto. La libertad es una de las cesiones Di-vinas de mayor alcance. Mediante ella, los judíos fuimos capaces de elegir el someternos a las leyes de la Torá. Por la misma vara, tenemos la oportunidad de exigirnos más, no por creernos superiores a la Sabiduía de D"s, sino - por el contrario - para obedecerla mejor. De todos modos, nuevamente vemos cómo el atributo del habla nos puede elevar. Sepamos cuidarlo.

Daniel Oppenheimer

De Simcha Benyosef

La prueba antes del ascenso

La lectura de la Torá con la que finaliza el libro de Números, Masé [Viajes] siempre se lee durante los Días de Aflicción, las tres semanas entre el 17 de Tamuz y el 9 de Ab. Masé comienza así:

Estos son los viajes de los israelitas, quienes habían salido de Egipto en grupos organizados bajo el liderazgo de Moisés y Aarón. Moisés recordó sus paradas por el camino, por orden del Eterno. Estas fueron sus paradas por el camino:

Los cuarenta y tres versículos siguientes enumeran los nombres de todos los lugares donde acamparon los hijos de Israel en camino a Tierra Santa. ¿Cuál es la importancia de estas cuarenta y dos paradas que merecieron ser mencionadas en la Torá?
Según el Midrash, cada parada constituyó un paso mas hacia la santidad, una senada en extremo valiosa para el Creador. En tal calidad, fueron inmortalizadas como preciosos recuerdos para las generaciones venideras.

El Arí enseña que con cada peldaño que ascendemos en la escalinata espiritual, no agregamos más a la estructura preexistente, sino que comenzamos a edificar un proyecto totalmente nuevo. El Maharal de Praga ilustra este patrón de progresión, recordándonos que el futuro redentor de Israel nacerá en el fatídico 9 de Ab.

El Maharal explica que la luz del Mesías no es una continuación de la que irradiaba el Templo, sino que, más bien, es una nueva forma de energía Divina que D-os dirigirá hacia nosotros. De aquí que esta nueva iluminación no podrá engendrase en tanto el Templo permaneciera en pie: la Luz del Mesías solo podría comenzar a resplandecer después de extinguirse su predecesora. Igualmente quien posee un edificio viejo no puede erigir un palacio en su lugar a menos que la estructura previa haya sido retirada del sitio.

Por ello, Israel se compara con la luna. Cuando la luz de la luna llega a su apogeo, debe por fuerza debilitarse hasta desaparecer antes de recibir la luz renovada del siguiente mes. El servicio divino que Israel debe cumplir obedece a una naturaleza similar. En el camino hacia la redención, nuestra labor consiste en construir una sucesión de estructuras en el mismo sitio. De ahi que cada una de nuestras estructuras debe ser destruida antes de iniciar una nueva. Así, cada estructura supera a su predecesora en complejidad y belleza.

Cada una de las cuarenta y dos paradas en el largo periplo de Israel hacia la Tierra Santa represento un peldaño de ascenso hacia un nivel superior de cercanía a D-os. En consecuencia, debían desplegarse redoblados esfuerzos para subir cada peldaño. Una vez finalizado con éxito cada viaje, el pueblo sintió una tangible perdida de conciencia de lo Divino. Esto permitió a su vez que el flujo renovado de luz Divina inundara la oscuridad. Algunos incidentes que ocurrieron como resultado del ocultamiento de la Presencia Divina se registran o aluden indirectamente en el listado de paradas.

[Ellos] acamparon en Refidim, donde no hubo agua para que bebiera el pueblo…Partieron del desierto de SINAB y acamparon en las Tumbas del Deseo…Aarón ascendió al monte Hor por orden del Eterno y ahí murió.

La Torá nos presenta aquí un patrón de conducta para todos los judíos para toda la eternidad. Cada integrante de Israel debe completar con éxito cuarenta y dos pruebas similares en el mundo físico. Desde que nace hasta que regresa el alma a su Creador, un judío vive diversos ascensos y descensos de distinta intensidad, iluminación seguida de oscuridad, cada cual ofreciéndole una forma peculiar de crecimiento capaza de ser alcanzado a partir de un punto de ocultamiento que le precede.
En cada parada, uno asciende al siguiente nivel. No obstante antes del ascenso en si, pasamos por una prueba. Al reflejar nuestra total confianza en D-os durante una "travesía desértica", demostramos ser merecedores de ascender.

En el libro de Salmos, el Rey David canto su propia travesía espiritual. Varado en el desierto de Judea, huyendo de sus enemigos y en un nivel bajo de conciencia de D-os, David compuso uno de sus Salmos mas emotivos:
Un cántico de David,
Cuando se encontraba en el desierto de Yehudá.
Oh D-os, eres mi D-os,
Te buscaré, sedienta por Ti está mi alma,
Te anhela a Ti mi carne;
En una tierra estéril
Y cansada, sin agua.
Así Te he contemplado en el Santuario;
Para observar Tu poderío y Tu gloria.

Antes de ascender a un nuevo nivel, la luz que nos ayudó a subir al nivel anterior queda opacada. Sin embargo, aunque sintamos que estamos nuevamente construyendo desde cero, en realidad estamos agregando altura al edificio que hemos estado erigiendo desde que fuimos creados. Mientras más crecemos más se espera de nosotros, con lo cual ciertos patrones de conducta que habrían sido dignos de elogio en una estructura inferior ahora pueden hacernos incurrir en el desagrado de D-os.

Ahora podemos entender por qué debemos pasar por los Días de Aflicción antes de recibir una nueva luz en el mes de Tishré. Las tragedias que ha sufrido Israel durante los Días de Aflicción le han dado a estas tres semanas una impronta desértica, evocando así los viajes de los israelitas en el Sinaí. Nuestros esfuerzos por mantener una fe radiante durante estas difíciles semanas forman los cimientos de las metas que nos fijamos en Elul. Un vistazo al pasado nos indica que este tiempo de sufrimiento tiene por objeto ayudar a Israel a remontar el vuelo hacia alturas incluso superiores.

Durante la era del Primer Templo, Israel aún no había aceptado cabalmente la Torá Oral. Fue solo después de la destrucción del Templo, el nueve de Ab, que asumieron gustosos este nuevo yugo sobre sí. El estudio de la Torá Oral durante la época del Segundo Templo. Empero, para que la luz de la futura redención comenzara a brillar. Esa luz que entonces refulgía sobre Israel debía ser extinguida. De ahí que el Mesías ha de nacer el mismo día que lamentamos la destrucción del Segundo Templo.

Por eso, los sabios decretaron que la porción de Masé fuera leída durante estas difíciles semanas, para recordarnos que sólo podemos avanzar "por orden del Eterno". Nuestra conciencia de que D-os nos guía constantemente es capaz de atraer una luz nueva sobre nosotros para iluminar cada paso que damos.
Otro ejemplo de este patrón de crecimiento lo representan los veintiún días de Aflicción, a los que siguen muy pronto los veintiún días desde Rosh Hashana hasta Hosanna Rabá, cuando recibimos nuestra sentencia definitiva para el año entrante. En conjunto ambos periodos totalizan cuarenta y dos días, el número de paradas en el viaje de Israel hacia Tierra Santa, demostrando que la esencia de los dias de oscuridad es iedentica a los de los días de luz.

Los cuarenta y dos días eslabonan el año anterior con el anio en ciernes. Finalizan en Sheminí Atzeret, cuando nos unimos a nuestro Amado en la unificación espiritual más intensa del año. Veintiuno es el valor numérico de Ehyé, el nombre Divino que alude a luz de la Corona y la luz renovada con que se imbuye el año entrante. También el valor numérico de la palabra aj/ciertamente, con la que comienza el Salmo: "Aj, Ciertamente, D-os es bueno con Israel" indicación adicional de que ambos conjuntos de veintiún días son igualmente provechosos para Israel.

likutei sijot

1. La Lectura de la Torá de este Shabat corresponde a las Secciones Matot y Maséi [1]. La Sección Matot aborda el tema de las promesas [que la persona, por propia voluntad, podría llegar a hacer, ya sea para prohibir algo sobre sí mismo o comprometerse a realizar cierta acción] y [explica el mecanismo a seguir cuando el individuo que ya hizo las promesas puede obtener] la anulación de éstas[2]. Existen tres maneras de [lograr la] anulación [de una promesa]: a) A través de [acudir a] un sabio experto[3], quien tiene la facultad de revocar la promesa con retroactividad[4], [es decir, una vez que el sabio la anula es como si nunca se hubiera hecho]; b y c) La derogación que efectúan, respectivamente, el padre[5] y el esposo[6] [de la niña[7] o esposa que hizo la promesa]; en estos dos últimos casos la anulación es efectiva sólo "de ahora en más"[8], [es decir, a partir del momento en que el padre o marido disuelven el compromiso asumido, pero no lo derogan retroactivamente, desde el momento en que fue formulado].

En el caso del marido que deroga una promesa existen dos situaciones posibles, [dependiendo del grado vincular existente en ese momento entre el hombre y la mujer]: a) Que esto se lleve a cabo antes del casamiento propiamente dicho –los nisuín– [pero luego de los esponsales, una vez asumido el compromiso, erusín[9]]; o b) Que ello suceda luego del matrimonio (nisuín). En ambos casos existe la posibilidad de derogar las promesas [formuladas por la mujer], pero hay diferencias entre las leyes [que rigen el caso] del "novio" (arús) y [aquellas que reglamentan las de] el esposo (baal).

Por lógica, la Halajá –Ley Judía– debería haber otorgado mayores facultades disolutorias al baal –esposo– que al arús –"novio"– [dado que el vínculo entre ambos es más sólido]. No obstante, respecto de la anulación de las promesas, [observamos que] el arús tiene más poder [disolutivo] que el baal: El baal no puede derogar ninguna promesa que su esposa haya formulado antes del matrimonio[10]. En contraste, el arús puede anular incluso aquellas promesas que su arusá ("novia") haya hecho antes de los esponsales[11].

A simple vista [no se entiende esta situación]: ¿Cómo es posible que el arús [por el sólo hecho de haberse comprometido mediante erusín,] tenga más fuerza [y potestad sobre los actos de su "novia",] que el baal [respecto de su esposa]? Una de las explicaciones [de esta aparente paradoja] es la siguiente: El arús solo no puede anular las promesas de su "novia" sino [que lo hace, liberando a la mujer de su compromiso,] junto con el padre [de ella en virtud de la potestad que aún conserva]. Al respecto declara el Talmud]: "En el caso de una joven comprometida (arusá), su padre y su "novio" (arús) derogan sus promesas"[12]. Y dado que sobre el padre no es aplicable la restricción de "promesas previas" [pues él fue padre desde el instante en que ella nació, en tanto que el "novio" sólo lo fue desde los erusín], éste arrastra consigo [en sus jurisdicciones sobre su hija] también al arús ["asociándolo" a sí en la anulación de las promesas de su hija]. Por lo tanto, el "novio" se ve favorecido con la posibilidad de derogar incluso las promesas que su "novia" hiciera antes de los esponsales.

El baal –esposo–, en cambio, "anula [las promesas de su mujer] solo [por su propio mérito]". El matrimonio (nisuín) deja sin efecto la potestad del padre [de la "novia"] sobre su hija. Y dado que ahora [el baal] sólo actúa en mérito de su propia capacidad [como marido], está sujeto a sus propias restricciones impuestas por su [exclusiva] condición de tal[13] [ya que no cuenta con su suegro como "socio"].

2. La traducción de estos conceptos, aplicados al servicio a Di-s de cada individuo, es la siguiente: Existen dos formas de avodá, [servicio a Di-s]: aquella que es análoga a [la unión del "novio" con su "novia",] erusín –esponsales– , y aquella que se compara con [el "casamiento" de Di-s y el pueblo judío,] nisuin –matrimonio–.

Si bien en términos generales [el nivel espiritual del judío durante] la época del galut (exilio diaspórico) se corresponde con [la relación parcial entre un "novio" y su "novia",] erusín, en tanto que el [nivel] de [unión plena entre Di-s y los judíos, análogo al vínculo del matrimonio,] nisuín, se logrará únicamente en el Futuro Venidero (la era Mesiánica)[14], no obstante, [si profundizamos en el concepto] de una manera más específica, [veremos que] incluso en el período de galut están presentes ambos estados [espirituales, el] de erusín y el de nisuín.

El servicio a Di-s que es análogo al estado de erusín implica apartarse de las cuestiones mundanas. Tal como el "novio" [por medio del acto de esponsales "aparta para sí" a su "novia" y] "la torna prohibida a [el resto de los hombres de] todo el mundo"[15], [del mismo modo la persona, para unirse a Di-s, precisa tomar distancia de la involucración absorbente con la materia]. Este modo de servicio a Di-s, sin embargo, no logra afectar al judío al grado [matrimonial] de "Y se unió...y fueron una sola carne"[16] – la persona todavía no consumó su unión absoluta con la Divinidad, volviéndose una única entidad con ésta, pero [al menos] ya logró separarse de las cuestiones mundanas.

La avodá de nisuín consiste en "...y fueron una sola carne". El judío y Di-s se convierten en una única entidad. En este estado [de conexión con Di-s] la persona "da a luz a su semejanza", que es el propósito del matrimonio. Este es el espíritu de la máxima de nuestros Sabios: "¿Cuál es la 'descendencia' de los tzadikím? ¡Las buenas acciones!"[17] En otras palabras, el hombre y todas sus acciones se vuelven "recipientes" –vehículos– para la Divinidad; sus acciones constituyen un "recipiente" que se anula a, y unifica con, su "contenido", [esto es, su propósito y esencia].

3. Si bien la avodá de nisuín trasciende a la de erusín, existe sin embargo un aspecto distintivo que otorga superioridad al servicio a Di-s a modo de erusín por encima del de nisuín. La persona podría pensar [erróneamente] que una vez que logró [conectarse tanto con Di-s que llegó a] el grado de nisuín puede considerarse un tzadík gamur –un judío recto perfecto y consumado– y ya no requiere [para su servicio,] la ayuda de Di-s. Este individuo [cree que] es un "esposo [que anula solo", o sea,] actúa en virtud de sus propias facultades, sin necesidad de recurrir al "padre".

En realidad, sin embargo, [no es así. En la historia del pueblo judío] hubo un individuo que [cuando luchaba contra los enemigos del Israel] hizo una declaración de este tenor; entonces, de inmediato, el pueblo reconoció que él no era "Bar Kojbá" –"el hijo de la estrella" [el Mashíaj], sobre quien fuera dicho: "Una estrella emergió de Iaacov"[18]– sino "Bar Kozíba" –"el hijo de la falsedad"[19]–. Esto sucedió en el contexto de una guerra en su sentido más literal, ¡y con mucha más razón se aplica este concepto a una "guerra" espiritual! [O sea, en la lucha para lograr que el espíritu domine y dé "forma" a la materia de modo que ésta se transforme en un "recipiente" para la Divinidad, es crucial que la persona –que si bien cuenta con fuerzas y facultades propias– reconozca su dependencia de la asistencia de Di-s, el "Padre" que se "asocia" a su labor].

Este es, entonces, el aspecto distintivo del arús, la supremacía de la avodá de erusín por sobre la de nisuín: Si bien el arús, por sí mismo, se encuentra en un nivel espiritual inferior, se distingue en el hecho de "anular [y actuar] en sociedad con el padre". El actúa con la fuerza del Todopoderoso. Y cuando la persona se conduce con la fuerza de Di-s, todas sus restricciones desaparecen y será capaz de acceder a un nivel espiritual tal, que por sí solo jamás hubiera podido alcanzar.

[El estado de] tóhu precede a [el estado de] tikún[20]. De tóhu provienen todas las cosas físicas[21], incluso el Iétzer HaRá –la Inclinación al Mal[22]– cuyos "argumentos son previos"[23]. [Es decir, el Alma Animal de la cual se origina el Ietzer Hará, ingresa plenamente en el cuerpo no bien nacida la persona, mientras que el Alma Divina lo hace en etapas, ingresando plenamente en el cuerpo recién a la edad de Bar o Bat Mitzvá. Es por eso, que el Ietzer Hará, que proviene de tóhu tiene la ventaja de "adelantar sus argumentos", influencia primero en la persona dejando su huella]. Por lo tanto, el hombre, únicamente con sus propias fuerzas, no puede "anular [el efecto de] aquello que fue previo" [a la llegada de su Alma a este mundo].

La persona, por sí sola, no puede alcanzar el [excelso] nivel de tóhu, [la raíz del plano físico, y elevar desde allí la materia,] por lo que no puede refinar aquellos aspectos que provienen de tóhu. Pero cuando la persona "libera" [el espíritu que se halla contenido en la materia] asociándose al "Padre" –al Todopoderoso que ciertamente no está restringido por un "antes" y un "después", por el hecho de que los aspectos de "tóhu precedieron a tikún"–, ello faculta[24] que incluso el arús llegue [a afectar incluso a] el nivel de tóhu y disponga de las fuerzas necesarias para vencer al Iétzer Hará "cuyos argumentos son previos". De esta forma, la persona tiene las fuerzas requeridas para [rescatar, extraer y] refinar las "chispas" de tóhu presentes en las entidades físicas[25]. Este es el concepto de "anular, liberar de una promesa": Permitir, e infundir la capacidad necesaria, para que el hombre, mediante su avodá, refine y eleve los objetos materiales[26].

4. El "punto" que sintetiza el concepto es el siguiente: Toda vez que el hombre logre niveles muy sublimes, e incluso llegue al nivel de "avodá de nisuín", ha de saber y reconocer que no puede ir con únicamente sus fuerzas; debe conectarse permanentemente con aquello que es superior a él, a sabiendas de que [siempre] hay niveles superiores, más y más alto, a los que todavía no ha llegado; respecto de esos niveles superiores, [debe ser conciente] aún si se encuentra en la fase inicial de su servicio.

Cuando la persona se conecta con aquello que es más elevado, y es consciente de que todavía no ha completado su tarea –pues hay niveles más excelsos [a los que todavía le falta llegar]–, el "Padre" –Di-s– atraerá hacia Sí incluso al arús, liberándolo de todas sus restricciones. De este modo, el arús tendrá la capacidad de "liberar aquello que antecedió", [las "chispas" de Divinidad contenidas en la materia].

rebe menachem schnerson

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