23 julio 2008

parashah: PINJAS - La Herencia, por Malcah 5768

PINJAS - La Herencia, por Malcah 5768
de Josefina Navarro - Wednesday, 23 de July de 2008, 12:06
 

B''H

Shalom javerim, aquí les comparto otro comentario de Malcah, esta vez el que ha escrito este año para la parashah Pinjas.

 

Parashah Pinjás  - La Herencia

B"H

Sábado 19 de Julio de 2008, día 16 de Tamuz del año 5768 de la Creación del Mundo por Haqadosh Baruj Hu

De Malcah

 

            Si las palabras exactas de la bendición que Hashem concedió a los Benei-Israel por el órgano de Balaam han quedado intactas en nuestra memoria y figuran en la Torah, es menester admitir que fueron oídas, sea que el Eterno se las repitiera a Moshé, cosa improbable porque el Todopoderoso no repite las palabras de un hombre, sino que son los hombres quienes  repiten las Suyas, sea que el pueblo, o una parte de él las oyera. Con esto y con todo, los Benei Israel, en vez de apartarse a toda prisa de aquellos moabitas que se habían empeñado en que fueran malditos, se precipitaron a sus brazos para compartir orgías.

              Hoy en día, estamos tan acostumbrados a una llamada "cultura progresista" patrocinadora de toda clase de desenfreno y de orgía que son promocionados  como algo valioso y respetable,  que nada nos extraña, aunque todavía quedamos algunos para atrevernos a afirmar, frente a la moderna policía del pensamiento, que la virtud existe y que, lejos de ser una mutilación, aporta a la vida un enriquecimiento muy grande.  En esto seguimos en la tradición de todos cuantos han pensado, a lo largo de los siglos,  que el comportamiento de los Benei-Israel fue abominable, unos porque pecaron sin reparos y otros porque no fueron capaces de impedírselo. Estamos aquí en el nudo de una cuestión ética muy delicada. En efecto, una colectividad, sea la que sea, incluso si es un club de coleccionistas, necesita una moral colectiva aceptada por todos sus miembros. Si alguien que forma parte de una asociación de beneficencia destinada a cuidar de niños enfermos, utiliza sus locales para ofrecer un aperitivo a sus amigos, no está cometiendo ningún delito, pero está abusando y lo más probable es que los demás socios le llamen la atención o le echen. Es un deber que tienen si quieren evitar el derrumbe de su organización. Pasa lo mismo cuando un pueblo quiere sobrevivir en tanto que tal: Debe impedir que las malas costumbres se enseñoreen de una parte importante de sus componentes,  porque, de no hacerlo  a tiempo, se encontrará impotente frente a los transgresores y entonces tendrá que intervenir el Poder de modo brutal o toda la sociedad será aniquilada por su propia depravación. Imaginemos un instante que, en nombre de su libertad individual, los panaderos no hagan el pan, los maestros sólo repartan su enseñanza cuando les dé la gana,  los funcionarios atiendan al público únicamente cuando estén de buen humor etc.  Si nadie cumple con su deber siempre y bien, la vida colectiva se torna un infierno. Por otra parte, no faltan quienes arguyen que, una vez cubierto el expediente profesional, cada uno es libre de disponer de su  vida privada a su antojo, entregándose a sus caprichos o a sus "opciones personales" (dicho en claro, a sus vicios). Pero éste también es un argumento falaz: los alcohólicos matan a inocentes, los drogadictos hacen sufrir a su familia y los adúlteros priven a sus hijos de la concordia parental a la que tienen derecho, incluso cuando uno de los padres, si no son los dos, cree tener licencia para anteponer sus preferencias a las obligaciones matrimoniales que ha contraído libremente. Ninguna elección personal puede transgredir la moral colectiva y quedarse impune. L a parte del pueblo que se mantiene en el cumplimiento del deber no puede,  por una tolerancia mal  entendida, permitir que se traicionen los principios fundamentales de la convivencia. En los años 60, cuando mi marido y yo éramos profesores en una universidad muy progresista de los Estados Unidos, nos costaba ímprobos esfuerzos convencer a nuestros alumnos, que casi todos habían sido educados según las normas de un judaísmo "light", muy "light",  de estas verdades básicas, porque ya, en aquel entonces, la llamada "mayoría silenciosa" no se atrevía a abrir la boca ante la "minoría aullante" (esta expresión la forjó Diego, mi esposo y yo la sigo encontrando muy acertada). Esto es  lo que sigue pasando y esto es lo grave, que en una sociedad que pretende regirse por la voluntad de la mayoría, se imponga siempre el criterio de una minoría que acapara la palabra y se ha adueñado de los medios informativos. A los que nos vienen a contar que los transgresores de la moral, los que no quieren asumir sus obligaciones, son la mayoría, les contestaremos que no es cierto, porque de serlo, ni el trigo sería segado, ni los niños atendidos, ni las casa limpiadas, ni hecha ninguna cosa necesaria. Con todo lo antedicho, nos proponemos ilustrar un hecho que se hace patente en la historia  de Pinjás y que es el siguiente: si la gente honrada se calla cuando la relajación de las costumbres empieza a invadir la sociedad, luego será preciso utilizar la violencia más despiadada y feroz para que las cosas  vuelvan a su curso. Los que han creído en la virtud de la neutralidad  se han hecho cómplices del crimen: Lo pagarán sus hijos que se verán entregados sin defensa al poder de la iniquidad.

             Esto lo intuyo Pinjás, nieto de Aarón e hijo de Eleazar que, sin pensarlo un instante, atravesó con una lanza los cuerpos de un israelita y de una madianita que estaban exhibiendo su relación en la mismísima entrada del Tabernáculo. Con este ajusticiamiento sumario, aplacó la Ira del Eterno Que ya había hecho veinticuatro mil víctimas por medio de una plaga.

             Todo esto, realmente ocurre al final de la parashah anterior a la que estamos comentando, lo cual es lógico, porque el propósito de Balak era conseguir el exterminio de Israel: No lo consiguió por medio de la maldición, porque Balaam se vio obligado a bendecir, pero estuvo a punto de conseguirlo por medio de la seducción. Con la actuación salvadora de Pinjás se vuelve a la normalidad, la idolatría queda atrás.

            Vemos pues que Pinjás es un mediador que permite a Israel comprender la necesidad de ponerle un freno al pecado antes de que sobrevenga una catástrofe y recobrar el afecto de Haqadosh Baruj Hu Quien, por cierto, desde los primeros versículos de la parashah siguiente que se caracteriza por un cambio total de ambiente y se titula "Pinjás" da muestras de gran predilección por este hombre que tanto celo había mostrado por el Honor de su Elohim. Es realmente conmovedora la amistad, incluso podríamos decir, la ternura con la que Hashem habla de Pinjás  Moshé, de Su agradecimiento y le comunica Su decisión de concederle un pacto de sacerdocio eterno.               

              No faltará quien nos objete que tanto reconocimiento hacia un hombre que, al fin y al cabo, se limitó a hacer un ejemplo, resulta un poco chocante. Si lo quieren pensar  más detenidamente, verán que no lo es, porque Pinjás, al igual que Moshé en circunstancias parecidas ha evitado males mayores y, sobre todo, ha dejado bien claro ante los ojos del pueblo, igual que en el episodio del Becerro de Oro, que un pueblo extraviado debe entrar en razón, por las buenas o por las malas, siendo un héroe quien consigue limitar los daños.  

              Como para señalar que tanto la acción de Pinjás como su valoración, forman parte de la transición entre la Travesía del Desierto y la entrada en la Tierra Prometida, se cierra aquí el capítulo 25 de Bamidbar y se abre el 26 con la orden de proceder a un nuevo censo de los Benei-Israel, porque, al haber muerto ya la generación que protagonizó la salida de Egipto, se hace imprescindible saber cuántos hombres  "de veinte años para arriba" serán capaces de empuñar un arma para defender a Israel. Desde luego, esta nueva  cuenta, como lo venimos mencionando, cabe en las categorías de la sana y estricta lógica. Sin embargo, no podemos por menos de recordar que al Eterno, los censos no Le gustan demasiado y que, en la Torah, por lo general  van unidos al recuerdo de un castigo colectivo, de forma que es lícito pensar que, además de su aspecto más práctico, también están destinados a recordar a las generaciones posteriores a los acontecimientos que, después del pecado…  ¡quedan menos! Es ésta una herencia de sabiduría que los futuros israelitas deberán aceptar para evitarse desgracias.    

              De herencias se va a hablar ahora en el texto. Cinco hermanas cuyo padre ha muerto sin heredero varón se acercan a Moshé para reivindicar el derecho a heredar como si fueran hombres. Al no tener noción de lo que cabe decidir, Moshé, siempre humilde, no les da ninguna respuesta personal, sino que lo consulta con Hashem Quien le ordena satisfacer la petición que las huérfanas le han presentado, con mucha entereza, delante de toda la congregación. Así quedó establecida la protección de las mujeres en caso de que tíos o primos tuvieran la tentación de despojarlas de la hacienda paterna.

             Inmediatamente después, Haqadosh Baruj Hu informa a Moshé de que la hora de su muerte se acerca inexorablemente y  éste se preocupa de saber quién será su heredero espiritual, el hombre capaz de sustituirle en el mando, cosa bastante difícil como todos sabemos. Es designado Josué hijo de Nun (Yehoshua  bin Nun, en hebreo), hombre dotado del Espíritu y cuya  investidura será muy solemne, realizada en presencia del sumo sacerdote Eleazar y de toda la congregación. El poder le será  transferido cuando Moshé al imponerle las manos, ponga también sobre él una parte de su majestad, afín de que todo el pueblo le venere y le obedezca.   

             Ya está todo organizado. A Moshé sólo le queda contemplar la Tierra de Promisión desde la cumbre del monte y, como decimos los judíos, reunirse con los suyos en el seno del Eterno cuyo Santo Nombre siempre hemos de bendecir por habernos concedido la merced de contar con un jefe que fue ejemplo de humildad y dedicación y de cuya herencia pedimos no vernos nunca privados ¡BARUJ HASHEM!

 

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