06 diciembre 2005

parashah: Parashát Toldót, por Rav Daniel Oppenheimer: Arroz con leche.... (IV)

Parashát Toldót, por Rav Daniel Oppenheimer: Arroz con leche.... (IV)
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Monday, 5 de December de 2005, 23:15
 
Parashát Toldót
ARROZ CON LECHE... (IV)

por Rav Daniel Oppenheimer

En el capítulo anterior, mencionamos que el sirviente de Avraham se dirigió a Aram Naharaim, ciudad natal de Avraham, a fin de encontrar una muchacha adecuada para Itzjak, hijo de Avraham.
Si creemos que descubrir a la persona que encuentre gracia en nuestros propios ojos para compartir toda nuestra vida - es difícil, cuanto más si se debe cumplir con esa tarea y tomando la decisión final - para otra persona que no es uno mismo.
Eliezer (según los Sabios era el nombre del sirviente) era plenamente conciente de lo complejo de su misión.  Después de implorar al Todopoderoso - como ya señalamos, decidió cual era la estrategia apropiada a la situación: la característica más saliente del hogar de Avraham era su constante y abnegada apertura a las necesidades de todo ser humano que requiera su asistencia.  Es conocida la historia que da comienzo a Parshat Vaierá, en donde Avraham recibió - como era su costumbre - a tres individuos itinerantes extraños con los mayores honores.  En dicho relato, cada acto de hospedaje de Avraham se adelanta con las palabras “y apuró”, “y corrió”, o sea que había un fervor en las acciones de anfitrión de Avraham en su búsqueda de complacer a los invitados.
La esposa de Itzjak no podría carecer de estos atributos (Bereshit 24:14).
Por lo tanto, pidió a la muchacha (aun desconociendo su nombre) que le diera agua para beber.  Rivká no solamente respondió positivamente a su solicitud, sino que ofreció también agua para los 10 camellos de Eliezer.  El modo en que la Torá nos describe sus actos nos suena conocido: “y apuró”, “y corrió”…     
A partir de la observación de ese acto, los hechos se desencadenan hasta que Rivká se convirtió en la esposa de Itzjak.
 
Las características de la casa de Avraham se convirtieron en elemento íntegro del pueblo de Israel.  Es impensable considerar la comprensión de la historia y la esencia de nuestra nación sin tomar en cuenta el ingrediente del Jesed.
¿Por qué la Torá dedica tanto espacio en narrarnos el modo en que el sirviente de Avraham encontró a Rivká?
Para enseñarnos a saber priorizar los elementos primordiales y cardinales que forman a la persona con quien deseamos unir nuestras vidas, y construir nuestro hogar.
El Rav Avraham Pam sz”l, decía que en el momento que se sabe que el cónyuge posee buenas cualidades humanas, llevarse bien se torna mucho más fácil.  Al mismo tiempo, el factor de la preeminencia del Jesed, radica en el hecho de que los hijos suelen aprender y copiar las características de los padres.  Y no menos importante es la consideración de que es tanto más factible cumplir con la Mitzvá de “amar al prójimo” tratándose de una persona que posee características compasivas y sensibles, a quien uno tiene a su lado.
 
Antes de seguir con todo lo relacionado a la elección del/a cónyuge adecuados, es menester aclarar este punto básico: Jesed y Midot - tal como lo vio Eliezer en Rivká.
Jesed es algo visible: son acciones de generosidad reales hacia personas que lo necesitan.  Pero requieren de criterio y sensibilidad.  Los actos de Jesed no se deben realizar para que sean vistos por terceros.  La persona que es genuinamente generosa no habla a terceros acerca de sus acciones de nobleza.  Es menester que la asistencia a terceros sea un tema natural.  Las cosas obvias no requieren explicación.  Si la predisposición hacia la solución de las necesidades ajenas es auténtica, se debe llevar a la práctica sin hacer alarde de la acción realizada.
En relación a las Midot, esto es más complejo aun.  Las Midot no están a la vista de los individuos, y hasta la misma persona puede y suele errar en reconocer sus cualidades.
Midot no son modales.  Los modales son, frecuentemente, gestos externos de conducta.  Los gestos existen para que los vean los demás. Los gestos, si bien no son una virtud en sí, se emplean para demostrar un sentimiento al prójimo y sirve, en muchas instancias, para que el otro se sienta bien.  No a ellos nos referimos.  Lo que la Torá espera de la persona es que realmente sea íntegra en el corazón.  Es lo que denominamos “Midot” en el idioma hebreo.  No son modales, sino el perfeccionamiento de las cualidades humanas, lo que ocurre en lo recóndito del alma, lejos de la vista de los demás “pues el hombre mira a los ojos y D”s mira el corazón”.
 
Volviendo a nuestro tema principal, El Rav Pam nos llama la atención sobre un punto adicional:
En Shidujim lo que se busca es la persona apropiada.  De considerarse que cierto/a joven reúne las condiciones que se pretende, y al salir la pareja ambos lo consideran viable (es “la horma de uno”), no se debe seguir pensando que quizás haya aun “algo mejor”.  Pensar en “algo mejor” responde a nuestra mente mercantilista de buenos comerciantes: encontrar mercadería a precio más barato.  Esto no tiene relación alguna con el matrimonio.  Toda persona puede ser mejor o peor en su conducta.  Todos somos mejores y peores que otros en cierto sentido (al margen que las personas no somos “algo”…).
El sirviente de Avraham vio que Rivká cumplía con los requisitos que él se había propuesto.  De inmediato se arrodilló y agradeció a D”s por haber logrado su objetivo. No buscó más “algo mejor” (Bereshit 24:27).
Aun la familia de Rivká, reconoció después del relato del enviado de Avraham que la mano de D”s había asistido en realizar el encuentro “casual” del sirviente y Rivká, y expresó: “MeHaShem iatzá hadavar” (Bereshit 24:50), de lo cual deriva el Talmud que las parejas están designadas por el Todopoderoso.
 
Avraham y Sará habían dedicado su vida a mostrar al mundo pagano de entonces, que existe un Creador y que a Él se debe servir.  Sus seguidores fueron numerosos y Avraham era conocido como el príncipe de D”s (Bereshit 23:6).  Habiendo tantos creyentes en D”s en C’naan entre sus discípulos y admiradores - ¿qué razón impulsó a Avraham a insistir en la elección de una muchacha de su terruño, un lugar al que  sus propias enseñanzas no habían llegado?
Varios comentaristas deducen y demuestran a partir de esta situación que la adaptación a una conducta de Midot para aquel/la que no fue educado así desde pequeño, es mucho más compleja que el ajuste a cuestiones relacionadas con la fe y la creencia.  Aun si Rivká no tuviera el conocimiento filosófico de la casa de Avraham, sus Midot eran ejemplares, y justamente por eso, estaría predispuesta a adherir a las máximas de Itzjak.
 
Este ejemplo, sin embargo, debe tomarse “con pinzas”.  Los buenos modales, o aun los actos circunstanciales de bondad, no necesariamente reflejan por si solos la permeabilidad del individuo a adaptarse a una vida de Torá - cuando no ha sido educado en aquella senda.
A fin de poder aceptar conceptos que exijan un cambio en el estilo de vida, especialmente tratándose de un cambio que desafíe el arraigo y las costumbres que suelen ser parte íntegra de la personalidad de uno, se requiere modestia. El individuo arrogante a quien se le refute su modo de vida, de inmediato se escudará detrás del manto de su altanería a fin de objetar el hecho de ser cuestionado.  El haragán, jamás querrá modificar o llevar a cabo algún cambio en su quehacer.  El materialista no estará dispuesto a restringir su apetito por lo material y el prejuicioso tratará de seguir manteniendo sus fantasías en lugar de encarar las realidades que se le presenten.  El inconstante posiblemente trate en algún momento conformar lo que sabe que debe ser su vida, pero por falta de perseverancia, abandonará el intento de seguir una línea de conducta.
Muchos Shidujim comenzaron esperanzados en que “ya va a cambiar”, “dale tiempo”, etc. pero terminaron en auto-engaño, porque estaban respaldados solamente por enamoramientos efímeros, y sin Midot, ni voluntad real para adaptarse a un cambio en la vida.
 
No hay Shiduj si no es con la voluntad de entrega mutua, lo cual se constituye en el mayor Jesed posible.
 
Cuando el  Rav Isser Zalman Meltzer sz”l, una de las máximas autoridades espirituales de Israel de la pre-guerra, era joven y estudiaba en Volozhin, se le propuso casamiento con la hija del fallecido R. Shraga Faivel Frank, quien había sido uno de los mayores contribuyentes a las Ieshivot de la época.
En esos tiempos los alumnos de la mayoría de las Ieshivot no solían dormir en dormitorios propios de la Ieshivá, sino que alquilaban habitaciones por cuenta propia o por cuenta de la Ieshivá entre los pobladores del pueblo donde estaba situada su casa de estudios.
R. Isser Zalman contrajo tuberculosis, y la habitación en la casa del carnicero local, padre de una familia numerosa, que ponía los cueros de las vacas a secar cerca de su ventana, no favorecía su salud.  R. Isser Zalman no quería decir nada a nadie, pues sospechaba que de saber el Rosh Ieshivá las condiciones de su albergue, no permitiría a nadie utilizarlas, causándole a quién lo hospedaba una pérdida de ingresos de gran importancia.
La familia de la novia se preocupó por él y mandó los más eméritos médicos para mejorar su situación. A instancias de ellos, R. Isser Zalman fue a vivir a lo de un campesino en una alejada zona rural, pero su pronóstico no era muy alentador.
Al no se verse ningún alivio, la familia comenzó a instar a la novia a que rompa el Shiduj.  El mismo R. Isser Zalman estaba dispuesto a retirarse de la situación.  Sin embargo, la propia novia no quería resignarse, sin tener el aval de alguna autoridad rabínica. A tal fin, viajó a Radin a tratar el tema con el santo Jafetz Jaim.
El Rav escuchó a la joven, y después de ponderarla le dijo: “En este mundo existe gente sana y la gente longeva.  As es ist bashert, eltert man sich mit a shvachen Man (si está predestinado, es posible llegar a anciano junto a una persona débil).  Armada con esta respuesta, se realizó el matrimonio.
Y así fue. Se casaron y llegaron a ancianos, siendo la Rabanit quien preparó los textos escritos por el marido para su impresión.
En cierta ocasión le consultaron a la ya anciana Rabanit Meltzer si había decidido correctamente, bajo la presión y la incertidumbre, y el pronóstico médico inseguro: “Nunca me arrepentí” - respondió.
(continuará)
 
                                                                      

 

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