18 diciembre 2005

parashah: Parashát Vaieshév, por Rav Daniel Oppenheimer: Sinceridad

Parashát Vaieshév, por Rav Daniel Oppenheimer: Sinceridad
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Sunday, 18 de December de 2005, 18:35
 
Parashát Vaieshév
SINCERIDAD

por Rav Daniel Oppenheimer

En la Parshá Vayeshev, dos mujeres tienen un protagonismo central: Tamar y la esposa de Potifar. La historia que involucra a una está narrada inmediatamente después de la de la otra porque tienen un factor en común: ambas obraron en el episodio que se relata en la Torá de manera absolutamente sincera. No obstante, en el análisis final, los Sabios nos transmiten su enseñanza con un concepto totalmente opuesto para una mujer y para la otra.
Antes de seguir en esta comparación, debemos describir a grandes rasgos lo que nos cuenta la Torá, y luego podremos intentar aprender qué debemos asimilar de estos eventos.
 
Luego de la venta de Iosef, los hermanos destituyeron a Iehudá (el más influyente entre ellos) de su papel de líder, atribuyéndole habrían obedecido si hubiera decidido impedir la venta que querían efectuar. Iehudá se unió a un socio, Jirá, luego se casó y tuvo tres hijos: Er, Onán Y Sheilá. Cuando el mayor de sus hijos creció, Iehudá le encontró una esposa adecuada: Tamar. Er no quería engendrar hijos y practicó la masturbación (lo que es considerado una falta muy grave para la Torá) para impedir que quedara embarazada. D”s lo desaprobó, y Er murió. A pesar que aún no estaba vigente la ley de la Torá, Iehudá sugirió que Onán tomara a su cuñada como esposa para cumplir con la Mitzvá de Ibum (levirato: por el cual los hijos concebidos por el cuñado – que toma a la viuda de su hermano – se titulan espiritualmente como hijos del fallecido). Tampoco Onán quería tener hijos, y repitió el pecado de Er. Él también murió. Ante el desconocimiento de la reiterada infracción de sus hijos y la razón de sus decesos , Iehudá decidió esperar a que Sheilá, el menor, creciera para decidir qué hacer con su nuera, razón por lo cual la instó a permanecer temporalmente en la casa de sus padres. Pasó un tiempo y falleció también la esposa de Iehudá. Cuando Iehudá estaba acercándose a Timná, el lugar natal de su nuera, ella se cambió la vestimenta de duelo y se sentándose en el cruce que conducía al pueblo cubriose el rostro, con la esperanza que Iehudá la tomara como esposa o la diera a su hijo Sheilá. Ella estaba decidida a transformarse en la antecesora de la dinastía real que debía surgir de Iehudá. Este no la reconoció y, creyéndola una ramera, le solicitó cohabitar con él. (Según el Midrash Rabá 85:9, D”s envió un mensajero para inducir a Iehudá, diciéndole: “¿De dónde, sino, saldrán los reyes?”) . Ella le exigió que dejara su bastón, su chal y su sello como prenda (cada uno de estos tres elementos tiene un significado con la monarquía Midrash Rabá 85:10). Tamar rezó a D”s para que quedara embarazada de aquella intimidad (Midrash Rabá 85:8). Tamar no debía unirse a nadie fuera de la familia de Iehudá, sin haber agotado las posibilidades de casarse con algún integrante de ella. Al enterarse del embarazo de ella, el tribunal de Iehudá decidió en consecuencia aplicarle la pena de muerte. Tamar no reveló el origen de su embarazo, sino que envió los elementos de garantía que tenía en su poder, dejando a criterio de Iehudá la decisión de reconocer su paternidad, o... ir a la hoguera sin publicar ni avergonzar a Iehudá. De este hecho abnegado los Sabios derivan que “es preferible ser consumido por las llamas, antes que avergonzar a otra persona en público” (Talmud Sotá 10sonrisa. Iehudá reconoció y Tamar dio a luz a mellizos. Peretz, su hijo, fue antecesor del rey David.
 
Inmediatamente después, la Torá nos cuenta la historia de la esposa de Potifar.
 
Iosef llegó a Egipto y fue adquirido (como esclavo) por el ministro Potifar. Dada la excepcional diligencia de Iosef, llegó a convertirse - a pesar de tener el estigma repudiado por los egipcios de ser hebreo - en el capataz de todas las actividades de Potifar. (Potifar podía tranquilamente ir a jugar al golf con el Faraón). Madame Potifar había visto en sus análisis astrológicos que tendría descendientes comunes con Iosef. Siendo fiel seguidora de su cosmografía, decidió que el estrellato le correspondía a ella. No escatimó esfuerzos en su intento de seducir a Iosef. Diariamente iba al shopping “Alto Egipto” para agregar a su vestuario alguna vestimenta que atrajera la mirada indolente e indiferente de Iosef. No hubo caso. Iosef no se dejó cautivar, ni por las encantos ni por las amenazas de Madame Potifar. Si bien en Egipto la seducción y la infidelidad eran “moneda corriente”, Iosef intentó infructuosamente hacerle entender que no renunciaría a los principios morales que le había transmitido su padre. Madame Potifar no entró en razones y esperó el momento en que podría obligar a Iosef a cambiar su postura. La oportunidad se presentó, pero en el momento en que Madame Potifar lo asió de la manta, Iosef la abandonó huyendo a la calle. Madame Potifar se vio en problemas y vociferó para atraer la atención de todos acusando a Iosef de intento de violación. A raíz de este evento, Iosef debió sufrir largos e injustos años de cárcel.
 
Ambas mujeres actuaron basándose en su deseo sincero de materializar sus sueños y visiones. Tamar pasó a la historia como una mujer santa. Por otro lado, Madame Potifar es recordada como una vil seductora.
¿Por qué?
El Rav Ierujam Levovitz (Mashguiaj – guía espiritual - de Mir) respondió: cada acción posee una prueba de fuego que revela las intenciones genuinas: el fracaso.
 
Cuando una persona malogra su propósito, ¿cómo reacciona? - ¿dice: “¡Mirá, D”s, intenté lo mejor posible. No pude. Está todo en tus manos!” – o, por el contrario, grita, maldice y destruye en el camino?
 
Tamar inicialmente había fracasado. ¿Cómo reaccionó? Se preocupó de no avergonzar al prójimo. Madame Potifar también se frustró. ¿Cómo respondió? Acusando inmerecidamente a Iosef (Parsha Parables de R. Mordechai Kamenetzky shlit”a).
 
El ser humano debe aspirar a actuar de modo noble y desinteresado. Sin embargo, el deseo de obrar “leShem Shamaim” (por motivaciones celestiales) con buenas intenciones no es suficiente, dice R. Shalom Shwadron sz”l. Puede ser un buen comienzo, pero todo dependerá de si cada fragmento de lo que sigue del proceso, se cumple de acuerdo a lo que sabemos es la Voluntad del Todopoderoso. Cualquier desvío del camino correcto, expone la realidad que el supuesto propósito sincero, no era tan desinteresado.
Tamar nunca perdió el sentido Di-vino de lo que estaba haciendo, si bien optó por un método poco convencional para lograrlo. Madame Potifar, por otro lado, quiso obligar a Iosef a participar de su leShem Shamaim. Cuando Iosef se negó, ella decidió que debía ser destruido. Esta clase de leShem Shamaim, en la cual se arrasa todo en el camino, demuestra que nunca había sido auténticamente puro (Rabbi Yisroel Ciner shlit”a de parsha insights, torah.org).
 
Elkaná tenía dos esposas. Pniná tenía hijos, mientras que Janá era aun estéril. Pniná quería que Janá rece con más fervor, para lograr que D”s le conceda su deseo ( de tener hijos). (Talmud Baba Batrá 16.) ¿Qué hizo? Cada vez que compraba o tejía una ropa nueva para alguno de los suyos, se lo mostraba a Janá, causándole aun más angustia. Pniná fue castigada duramente. ¿Por qué? Porque buenas intenciones no permiten proceder con crueldad. (R. Jaim Shmuelevitz sz”l)
 
Todo esto nos deja varias enseñanzas: frecuentemente, en el trabajo comunitario, sucede que en las decisiones que se adoptan, se toman en cuenta más las opiniones de uno que de otro. En la Tefilá del Bet HaKnesset puede invitarse a uno en lugar de otro a ser Jazán o a subir a la Torá para una lectura más codiciada. Lamentablemente, esto lleva a algunos participantes a sentirse ofendidos. En aquel momento, uno se debe preguntar: ¿estoy obrando realmente leShem Shamaim? ¿deseo subir a la Torá para darle honor a D”s, o... para que todos me vean y me feliciten?
 
En la tarea de acercar judíos a la Torá, que sin duda es de las más vitales en nuestra época, encontramos a maestros que obligan moralmente (apelando a su disposición de agradecimiento) a sus alumnos a seguir participando en su institución y exigiéndole dinero como contribución. ¿Se puede denominar esta situación como leShem Shamaim? ¿Las instituciones están para servir a la gente o la gente está para llenar a las instituciones? ¿Acercamos la gente al judaísmo o a la institución? ¿cambia la perspectiva si se trata de una persona adinerada o si se trata de un necesitado? ¿objetamos en contra de otros judíos observantes por el hecho de tener otra costumbre u otras prioridades, o quizás, decimos que somos mejores que ellos?
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En nuestra época, así como también en el pasado se utilizó el nombre de D”s para justificar toda clase de barbarie. Como judío, quisiera poder afirmar que este lamentable fenómeno está lejos de nosotros. Sin embargo, no es así. Conocemos hechos aberrantes que propios judíos cometieron aun en el presente, invocando “el nombre de D”s”. ¡Cuánto cuidado debemos tener nosotros, entonces, al justificar lo “sagrado” de nuestros actos! ¿Cumplimos con los preceptos “porque nos hace sentir bien”? ¿Indagamos cuáles son nuestras obligaciones y deberes como judíos para poder cumplir con lo que corresponde o elegimos lo que nos place y luego “lo metemos a D”s en el medio”?
La historia de nuestra Parshá debiera dejarnos una gran lección en términos de la pureza, o no, de nuestras intenciones.

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