Parashát Ki-Tavó, por Rav Daniel Oppenheimer - Gratitud de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Tuesday, 5 de September de 2006, 01:04 | |
Parashát Ki-Tavó GRATITUD por Rav Daniel Oppenheimer La tía Clara es conocida como la generosa de la familia. Nunca se olvida de los cumpleaños, de los aniversarios y de toda buena ocasión en la que se pueda obsequiar algo. Dany, el sobrino, sabe que en el día de su cumpleaños, bien temprano a la mañana, la tía ya se va a hacer presente en casa con un enorme paquete (la tía no sabe de regalos pequeños) y un gran beso que quedará bien marcado en la mejilla para que se entere todo el vecindario de la muy grata visita... Cada año se repite la escena. Dany, muy entusiasmado y curioso por ver qué es lo que le trajo la tía este año, se dedica precipitadamente a romper el envoltorio y disfrutar del obsequio olvidando el mundo de su alrededor. Acto seguido, la mamá se enoja - avergonzada - y le reprocha: ¡¿Cuántas veces te tengo que recordar que le digas gracias a la tía?! Entonces Dany, con un toque de rubor, se acerca a la tía Clara y le dice en voz apenas perceptible: Gracias, se da vuelta, y sigue gozando entusiasmado de su nuevo presente. La tía, como de costumbre, responde que está bien, no importa, aun cuando no está muy convencida de lo que dice. ¿Por qué cuesta tanto decir gracias? ¿Es un problema de los niños que no se acuerdan de los buenos usos y modales de la sociedad de los adultos, o hay algo más profundo? Y... ¿existe algún obstáculo que dificulte la práctica de agradecer? Quizás Ud. crea que no es tan difícil reconocer pues vemos que mucha gente educada decimos gracias cuando corresponde. Sin embargo, subsiste otra pregunta: ¿decir gracias equivale a agradecer? MIDOT vs. MODALES A tal fin, debo aclarar un concepto que suele ser confundido por el público. En el judaísmo, y en particular en el mundo de las Ieshivot (casas de estudio) se suele hacer hincapié en el perfeccionamiento de las cualidades humanas. Es lo que se denomina en hebreo midot. Una de las Midot de las cuales hablamos, es el sentimiento y la demostración de gratitud por todo lo que recibimos de terceros. Sobre ello se habla en numerosos lugares de la Torá. Ya volveremos sobre este tema. Midot no son modales. Modales son los gestos que nuestra educación nos enseña, y se reducen a ser eso: gestos, para que los vean los demás. Los gestos, si bien no son malos, se limitan a demostrar algo al prójimo y ayuda en muchas instancias a que el otro se sienta bien, como, por ejemplo en este caso, con el hecho que la tía Clara reciba su merecido reconocimiento por su acto de bondad con Dany. Sin embargo, los gestos pueden llegar a ser hipócritas, pues al estar internalizados y provenir de la conciencia de la persona, suelen fingir o simular sentimientos inexistentes. Decir gracias, entonces, puede convertirse en una simple usanza o costumbre de una sociedad, sin que provoque algún cambio o mejoría en la profundidad del alma. Las midot, por otro lado, no están relacionadas con lo que ven los demás, sino que, en su esencia, se vinculan con la intimidad moral y el crecimiento ético de la persona. En el caso de la gratitud, ese sentimiento ayuda a vencer la soberbia indebida de la persona y su prepotencia. Para aquel que se cree invulnerable e insuperable, la gratitud por todo lo que recibe de fuentes ajenas, le hace tomar conciencia que está sometido y es dependiente del mundo que lo rodea no menos que cualquier otro ser. Sentir genuino agradecimiento es entonces una obligación aun cuando la persona a quien uno retribuye, no está enterada del tema. GRATITUD En Parshat Ki Tavó, nos encontramos ya al comienzo de la lectura con la obligación del campesino de traer los primeros frutos de ciertas especies que rinde el campo al Bet HaMikdash (templo de Jerusalém) y ofrendarlos en un canasto (los Cohanim se los llevan y los consumen). Al momento de presentar estos frutos delante del Mizbeaj (altar), el productor declara ante su Creador que retribuye el hecho de haber sido redimido de Egipto, de haber heredado la tierra de Israel y de haber sido bendecido con la abundancia de los frutos de la tierra. GRATITUD: Una acción que beneficia más formando al que agradece que a quien se agradece Una de las demostraciones más contundentes por las que aprendemos que el agradecimiento que espera la Torá de cada uno de nosotros no se limita a verbalizar la palabra gracias, sino que está relacionado con un esmero moral interno, se encuentra en el hecho de que Moshé delegó a Aharón la tarea que le encomendó Ds de realizar las primeras tres plagas de Egipto (sangre, ranas y piojos). Los Sabios entienden que la razón de esta cesión de misión, radica en que Moshé se había salvado del decreto del Faraón de arrojar a los niños al agua (que luego se convertiría en sangre y de la cual saldrían las ranas) y que el polvo (que luego produciría los piojos) le había permitido ocultar al egipcio cruel al que había matado en cierta oportunidad. Ni el agua, ni la tierra sienten que les están agradeciendo. Es Moshé mismo a quien la ejecución de la plaga utilizando los elementos que oportunamente le ayudaron, es censurable. Un pozo del cual haz bebido agua, no le arrojes tierra - dicen los Sabios en el Talmud (Bava Kama 92. La Torá nos sigue dando evidencias de esa línea de pensamiento. Según los Sabios, los perros reciben el premio de consumir la comida taref (no apta para el consumo de los judíos) gracias a que no ladraron cuando los judíos abandonaron Egipto (Shmot 22:30). Con los borricos primogénitos se aplica la ley del rescate (por medio de una oveja ante el Cohen), por haber cargado con enormes bultos que llevaban los israelitas al abandonar Egipto (Shmot 34:20). De todos modos, la exigencia, va más allá y es más frecuente de lo que acabamos de describir. Cada mañana, al despertar, declaramos Modé aní, nuestro reconocimiento al Creador por haber recibido nuevamente nuestro alma. Bendecimos por la comida antes de consumirla y antes de levantarnos de la mesa. Existe una Brajá por un paisaje extraordinario y por los aromas que disfrutamos. Recitamos una bendición cada vez que salimos del baño habiendo nuestro cuerpo cumplido con sus necesidades fisiológicas. Agradecemos a Ds, a los seres humanos y no despreciamos siquiera el beneficio que recibimos del mundo inerte. Acorde a esa percepción, parte de la razón de la obligación de respetar a los padres surge del agradecimiento por la preocupación constante que ellos tuvieron por nuestro bienestar, por las noches en vela que pasaron para alimentarnos y protegernos, cambiarnos los pañales, llevarnos a la escuela, confortarnos frente a nuestras enfermedades y dolencias, consolarnos ante nuestros fracasos, animarnos ante nuestros temores, prepararnos para la vida, por sus enseñanzas morales, etc. ¿Cuál es el mayor impedimento a la gratitud? La percepción instintiva de ser superhombres, y, por ende, la sensación de infalibilidad por la que si necesitamos de otros, ponemos de manifiesto que no somos autosuficientes. El hecho de agradecer, da por tierra estos delirios arrogantes de grandeza. Efectivamente somos limitados, no podemos hacerlo todo solos, y esto le da oportunidad a otros de asistirnos. Siguiendo en este camino de reflexión, podemos agregar que el mero hecho de saber agradecer, especialmente en un mundo que se caracteriza por conducirse de modo opuesto, se considera un privilegio en si mismo. Es por eso que en el rezo de Modim (agradecimiento) de la repetición en voz alta de la Amidá, terminamos diciendo que: Modim anajnu laj... al sheanajnu modim laj (Te agradecemos por el hecho que Te podemos agradecer...). El R. Jaim Shmuelevitz szl, Rosh Ieshivá de Mir, solía tocar el tema de Hakarat haTov que estamos tratando aquí con frecuencia. Obviamente, en su vida personal, esto se mostraba en los hechos. En cierta oportunidad, durante su último año de vida cuando su salud estaba muy frágil, se acercó a su departamento un conocido, R. Meir Kleiman, que colaboraba con él en sus alocuciones públicas del Bet HaMusar (un lugar de estudio de temas éticos), para anunciarle el Brit Milá de su nieto. En la puerta, la Rabanit le pidió al señor que no lo invitara a R. Jaim, pues su salud no permitía tales esfuerzos. La persona comprendió y se retiró. A la otra mañana, cuando llegó al Brit Milá, se encontró con que R. Jaim ya estaba presente! No entendía nada. Resulta, que R. Jaim escuchó la conversación desde el departamento. Cuando le preguntó a la esposa por qué había venido ese señor, ella le comentó del Brit Milá. R. Jaim insistió en ir. Cómo puedo faltar a su momento de alegría, cuando cada vez que él dice Tehilim en público de manera tan hermosa, siento una inspiración especial... (In the footsteps of the Maggid de R. Paysach Krohn Artscroll/Mesorah) |
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