05 setiembre 2006

parashah: Parashát Ki-Tavó, por Rav Daniel Oppenheimer - Carta de un Adolescente

Parashát Ki-Tavó, por Rav Daniel Oppenheimer - Carta de un Adolescente
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Tuesday, 5 de September de 2006, 00:58
  Parashát Ki-Tavó
CARTA DE UN ADOLESCENTE


por Rav Daniel Oppenheimer

Querido papá:
Sé que te vas a extrañar por esta carta, pues no es común que un hijo escriba a su padre, pero sentí que era necesario escribirte para transmitirte algunos sentimientos que quizás me cueste expresar delante de ti.
Quiero decirte en primer lugar, que te quiero y que aunque te parezca raro, no hago esas cosas con ganas de enojarte.
También estoy seguro que tú también me amas, aun cuando muy a menudo nos gritamos mutuamente, pero en el fondo creo que me querés, y que todos los padres quieren a sus hijos, y, como siempre decís, te “matás” por nosotros, tu familia. Quizás estás nervioso porque las cosas en el negocio no siempre andan bien. Yo también sé que muchas cosas que digo y hago te irritan y te desilusionan. No es intencional, así como también tus objetivos son buenos y si no me lo mostrás es porque estás mal o porque no sabés cómo hacerlo.

Igualmente, quiero decirte que hay cosas que decís que me molestan y me hacen sentir mal. Te las voy a nombrar, y espero que no te irrites por eso.

Me molesta cuando me decís tantas veces que vos tuviste que trabajar desde los trece años. Te creo y te felicito, a pesar que no lo habrás hecho porque era lo que más te gustaba hacer, sino porque era una necesidad imperiosa. ¿Vos querés que yo también salga a trabajar? ¿Hoy la gente de mi edad consigue trabajo? ¿Pensás, de verdad, que soy vago? ¿Creés que pierdo demasiado tiempo en pavadas? Decíme, papá, ¿que hacés vos en tu tiempo libre hoy...?

Muchas veces estoy mareado porque no sé qué es lo que querés de mi. En un momento dado me tratás de grande, me decís que tengo que dar el ejemplo a mis hermanitos. Al rato, cuando te pido algo que por alguna razón no me querés autorizar, me decís “sos demasiado chico para eso”. Justo cuando me siento “chico”, y hago cosas de chicos – igual que mis hermanos, me decís que soy un “grandulón” jugando con esas cosas...
Un poco siento que cambiaste tu forma de ser conmigo cuando pegué el estirón de repente. Primero estuve contento porque como era petizo, me trataban de bebé. “Ahora soy grande, ¡qué bueno!” – dije para mí mismo. Al poco tiempo me di cuenta que no valió la pena. Extraño los mimos de mamá, y más cuando le decís que no me tenga tanta lástima. Ahora, tan rápido, ya no se me perdona nada...
Papá, ¿te dás cuenta cuando estoy triste, preocupado o ansioso?
Igual no es que no quiera ser grande, porque no quiero ser menos que los demás de mi división. El tema es a qué se llama “ser grande”. En el colegio “ser grande” es aquel que hace lo que se le da la gana sin tener que preguntar a nadie, y menos a los padres de uno, el que fuma, el que llega a casa cuando quiere...
Vos pensás que yo me voy mucho de casa a pasear con los amigos porque “me escapo”, o porque no le quiero ayudar a mamá. No es tan así. Me gustaría estar más en casa, pero lo que pasa es que en casa “no soy nadie”. Con mis amigos soy “alguien”.

Después pasa que me comparás con otros chicos que supuestamente son así como vos quisieras que yo sea. ¿Porqué D”s te habrá dado la mala suerte de tenerme a mí como hijo y no a los otros que te gustan más? ¿O será que los papás de esos hijos los educaron distinto a lo que me educaste vos...? ¿Serán esas familias distintas a la nuestra? ¿Pensás que esos chicos no tienen también algunas cositas que les fastidien a sus padres? Me molesta cuando me reiterás que tengo que cuidar el “buen nombre” de la familia. ¿Cuál es el buen nombre de nuestra familia? ¿Pasás vergüenza por mi?

Me harta cuando me mostrás (o cuando le publicás a los demás) todos los éxitos que tenés y cómo todo te sale bien ¿Querés tratar de decirme que sos perfecto? ¿Pretendés que yo sea perfecto? ¿Aceptás que me equivoque a veces? ¿Pensaste que – aunque todos dicen soy un calco de ti – igual vos sos vos y yo soy yo?
Es verdad que hago algunas cosas mal, pero creo que hay otras que las hago bien. ¿te diste cuenta? ¿Por qué te cuesta tanto felicitarme por lo que me sale bien? ¿considerás que me hace bien saber que a vos te salen las cosas bien y a mi mal?

A veces no sé bien qué es lo que vos crees correcto. Me hablás de que hay que ser honesto y te enojás mucho cuando un proveedor te engaña. Pero también le diste unos pesos al policía que te paró porque pasaste la luz roja. Tampoco puedo entender el significado de lo que sugerís – con un guiño en el ojo - cuando decís que “en el negocio hay que ser más “piola” que los demás”...

Yo sé que a veces mencionás que fulano es “muy gaucho” y me parece que lo decís porque te identificás con él y quisieras ser como él. ¿Por qué despreciás, entonces, a los empleados del negocio y decís que son todos tontos, ineptos, haraganes, que solo esperan hasta fin de mes para cobrar, que no les interesa si el negocio anda bien o mal...? Me da un poco de miedo cuando llegás a casa porque no sé si vas a estar contento o enojado dependiendo de cómo resultó ese día. Creo que la gente no habrá sido “muy gaucha” ese día. Yo sé que a vos te interesa que te admiremos y te enojás si te faltamos el respeto. Muchas veces les gritás a los abuelos.

Decime, papá, ¿vos eras perfecto cuando tenías mi edad?
Yo sé que me quieren. ¿Por qué no me lo demuestran?

Tu hijo

(Hay varios términos que se utilizan en esta carta que no son apropiados de acuerdo a las leyes de respeto a los padres como lo exige la Torá. No obstante, los he incluido dada la manera incorrecta de dirigirse a los padres, aceptada – lamentablemente – aun por los propios padres quienes renuncian a su autoridad en claro detrimento de la educación de sus hijos.)

Los Sabios nos enseñan que es más fácil plantar un bosque de olivos en el Galil, (que en verdad es un lugar poco adecuado para la plantación de olivos) que educar a un hijo en Ierushalaim (que tiene un contexto muy propicio para la observancia de la Ley de D”s).
La Torá nos ordena educar a nuestros hijos. Esto significa que en principio, todos los padres sanos tenemos capacidad no solo para protegerlos y mantenerlos físicamente sino también para educarlos espiritualmente y éticamente. Ser padres es una función indelegable. La escuela a la cual enviamos nuestros hijos, solamente se ocupa de misiones específicas: aprender un oficio y “defenderse en la vida”. El hecho que los padres no seamos perfectos, no nos exenta a nuestro deber, siempre que los lineamientos morales sean los correctos y que nos esforcemos por vivir nosotros mismos de acuerdo a dichos principios. Nuestros hijos adolescentes, quienes son conscientes de las contradicciones a las que se enfrentan diariamente, son los más afectados dentro de un mundo de confusiones a nivel doméstico y aun más en el orden externo. A esto se suma una caída en la auto-estima del individuo, un elemento indispensable para mantenerse en pie y luchar por los ideales y un torrente de información indiscriminada que abruma hasta al más sólido.
No resulta fácil en absoluto en esta situación ser el modelo que los jóvenes necesitan.

Que HaShem nos acompañe en esta noble misión de mostrarles el rumbo.

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