14 diciembre 2006

[Ieshivah.Net] Matók MiDvásh #94 - Vaieshév 5767 - Decidme a mí.... (¿"Tanto mas" ha de ser verdad lo que veo despierto?)

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Matok MiDvash
Edicion No. 94 - Kislév 5767 - Vaieshév
(Bereshít -Génesis- 37:1 a 40:23)

"... y os Icé sobre alas de aguilas, y os traje hacia Mi..."

¿"Tanto más" ha de ser verdad lo que veo despierto?
Decidme a mí...

edición consagrada a la refuAh shlemáh para Sarah bat-MazalTov y para C. bat Sh.; para abundar Hashgajáh sobre mi Iehoséf Tsví Tal cual de Ioséf, para luz de Shalóm en las vidas de Vered Jaiáh y Taliáh Feigue; en homenaje de amor a Galiah bat-Moshéh en su cumpleaños;  y para que las brajót y tefilót se cumplan en todos a quienes bendecimos

Javerím, queridos amigos, Shalóm:

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Ioséf ve verdad en sus sueños, sabe que profetiza, y al hablar, va poniendo las formas del futuro como si "en el aire", a disposición de todo quien se adelante a percibirlas. Ve que van a rendirle pleitesía un día, que él gobernará por justicia para bien de todos. Mas Ioséf ve también con los ojos abiertos, cuando mira la realidad despierto; y también entonces cree que es verdad lo que ve. Acaso se plantea un kal-va-jomer: siendo que lo que veo en sueños es verdad, ¡tanto más ha de ser verdad lo que veo despierto!

Ioséf cree ver a sus hermanos transgrediendo prinicipios que no se debe transgredir: mira otra vez; su celo dictamina; y les denuncia en secreto ante su padre.
Ioséf es, como todos los soñadores, un hombre solitario. Mucho ha visto y comprendido a sus diecisiete años, y cae en la tentación de "querer haber visto" lo que intuye por error. Y allí se produce la dislocación.

Hay un camino previsto que llega hasta nosotros. Avrahám sabía ya que sus bisnietos descenderían a Mitsráim y allí pasarían muy mal, se dolerían, se llagarían manos y almas, hasta clamar con lágrimas ácidas escurriéndose entre sus barbas por Liberación, por amor, por mudar la llaga en oportunidad de deleite. Avrahám sabía, y nosotros sabemos que sabía. Pero ello no determina el descenso de Ioséf: Ioséf descenderá por demérito propio, por necesidad de su propio tikún. Y así sus hermanos. Así nosotros. Así, es culpable el asesino, aún si fuera justo que su víctima muriese. Así, deberás merecerte siempre lo que ya es tuyo. Porque no es tuyo si no lo mereces, aunque lleve tu nombre rubricado desde lo Alto.

Ioséf cree ver. Tal o cual sabio u poderoso u hombre rico... cree ver. Todos creemos ver con claridad, y entonces juzgamos. Y no sabemos que, al juzgar, dictaminamos. Y cuando creemos sentenciar al otro, nos sentenciamos en el espejo narcisista que hizo que creamos ver, que creamos saber, que nos parezca claro como el agua el alcance de lo que decimos. Ioséf relata sus sueños a sus hermanos: quiere anticiparles lo que será, quiere acaso que ellos mismos tomen parte en el diseño final de lo que le ha sido concedido prever.... aunque no como efectivamente sucederá, cuando sus hermanos interpretan su sueño: "reinarás sobre nosotros si llegas a gobernarnos".

No como el orden del Creador es el orden de los hombres. Hashém gobierna sobre toda Su Creación. Mas necesita súbditos, necesita una corte que le corone y le conceda majestad, para llegar a reinar. El hombre puede "reinar", hacerse de súbditos y corte; el hombre puede recrear un "teatro de majestad", casi gratuitamente -¿has visto televisión últimamente?-. Pero el verdadero desafío que lo convertirá en rey efectivo es el "gobierno", el control -en definitiva, de sí mismo-. Y si no llega a gobernar, en vano será visto y vestido como rey.

Otra vez, Ioséf resulta haber hablado de modo inconveniente. Una vez que ha relatado su sueño, ha puesto su realización a merced de lo que interpreten sus hermanos. "Sólo si llegas a gobernarnos lograrás que nos postremos ante tí", le están diciendo, y le están condenando a un largo periplo de veinte años, de sufrimiento arduo y de pruebas extremas, para que llegue a ser capaz de gobernarles. No tenía por qué ser así en principio, pero así dictamina Ioséf -con su actuación- que dictaminen sus hermanos. Se están condenando a sí mismos a realizar el sueño de Ioséf, en tanto Ioséf mismo, al alardear innecesariamente de su sueño, se ha condenado a postergarlo por todo el largo del camino que le llevará a hacerse digno de majestad.

Entonces Ioséf, el tsadík iesód 'olám, el Justo celoso del Pacto y por tanto fundamento del mundo, es arrojado a un pozo oscuro, vacío. Un pozo sin agua. Solamente la forma de un pozo, mas sin el contenido connatural al pozo (cual el rey que no gobierna realment e, es sólo "forma" de rey, carente del contenido en que la cualidad de rey se funda). Entonces, decíamos, cuando hemos pensado una visión de los ojos hasta juzgarla como lo que no es, somos arrojados a un pozo, que es sólo la forma del pozo. ¿Qué nos arroja allí? La forma de visión que hemos abrazado, en la que denunciamos ver lo que no hay: es forma de visión, mas "está vacía, no hay agua en ella".

Intuyo que cuando Ioséf está en el pozo, ya ha comprendido por fin. Y ya sabe que la sentencia es inapelable. Que su sueño admitía numerosas interpretaciones, múltiples caminos por los que se podía producir, y que su diálogo con sus hermanos se ha ocupado de elegir y abrir ante él uno sólo de dichos caminos. El mundo de opciones queda atrás; ahora, habrá que caminar y pasar las pruebas que nos han tocado, para construir del más difícil modo la realidad del sueño verdadero.

Tras ello, serán ismaelitas los responsables de esposar a Ioséf de pies y manos y conducirlo a un laberinto de celdas concéntricas que le oprimirán el alma. Son los ismaelitas -sabemos de ello- los encargados de lo Alto de producirnos el dolor que despertará a la conciencia verdadera dentro nuestro. Adquirir por fin la conciencia verdadera y determinarnos a superar las pruebas que el camino nos propone, nos libera de los ismaelitas. Mas no nos torna reyes todavía: éramos hace un rato apenas un joven lozano y libre: ahora, estamos condenados a una servidumbre ignominiosa, en el hogar de un ministro de Faraón: estamos supeditados en nuestra acción terrena a voluntades humanas ajenas, hasta que internalicemos el orden cierto de la autoridad en el mundo, hasta que aprendamos a conectar el "iesód", el fundamento que somos, con la "maljút" -la Realeza superior-, y entonces habremos producido la unión que es "tikún"=enmienda de todos los canales de Luz. Y serán realidad el sueño y la promesa, y el amanecer nos sorprenderá danzando alrededor del novio en nuestra boda.

Hay u na prueba fundamental en el camino. Somos siervos, pero tenemos gracia. Somos hábiles, inteligentes y eficaces. "Caemos bien" a ojos de nuestros amos. Y Ioséf era "bello de cualidad y de apariencia". Acaso, por un instante siquiera, parecería que los roles se borronean, que aún siendo siervo, puedo ser "un poquito rey". Ioséf es el regente general de todo el hogar de su amo. Al igual que se vio bendecido Laván con gran riqueza por mérito de Ia'akóv que le servía, así brilla el buen sino sobre el hogar del amo de Ioséf, así son poderosos quienes someten a Israel, y no saben que sólo en Israel se sustenta su poder, y no saben que es por causa de Israel -y no por la fuerza de ellos, que es sólo consecuencia- que Israel les está sometido. Y no saben que el desafío y la prueba de Israel es merecer liberarse de su yugo.

Cuando decimos "Israel", decimos quienes toman sobre sí el tikún verdadero, quienes golpean a las puertas de la Shejináh y piden con humildad ser recibidos bajo sus alas. Cuando decimos "quienes someten", hay siempre un Mitsráim, que proviene de fuera y también proviene de dentro, que somete al verdadero Israel a las angustias de una servidumbre inapropiada, y del que debemos merecer redimirnos para que sean removidos de sus tronos oscuros.

Las piezas del puzzle se van dibujando con las formas precisas de todos los actores. Aquí, de un lado, estás tú, en una pieza con forma de círculo perfecto, en que las bellas ropas de Ioséf destacan sobre una servidumbre que se ve opacada por tanto brillo. A un costado, en una pieza de formas irregulares cuya ala derecha se extiende hacia cima y una concavidad impertinente complica al lado izquierdo, porto el dibujo de algunos de los recuerdos que oprimen el corazón de Ioséf cuando constata su condición actual.

Por un instante, de todos modos, es buena terapia hallar cómo sentirnos rey. Ioséf es un gerente; quienes le mandan se ven reconforta dos por sus servicios y le honran por su brillantez. Por un instante al menos, permíteme creer que soy rey, arreglarme los bucles del cabello, sentir como si ese yugo que me hace daño en el cuello ha sido sustituido por la diadema que soñé. Ese instante de ensueño no es gratuito (nada lo es): deberé superar la prueba de reconocer mis límites verdaderos, de modo extremo; no sea cosa que que otra vez crea ver lo que no es. Entonces, la tentación: si yo rijo sobre todo, entonces: ¿todo es mío y está realmente librado a mi arbitrio?

Vendrá lo que no me pertenece a comprobarlo. Si me atrevo a tomar la esposa del otro, habré invertido la ecuación: acaso quedará claro que verdaderamente tengo gobierno, mas se habrá demostrado que no merezco ser rey. Si utilizo mi capacidad de gobernar para hacer lo que mi naturaleza elevada abomina, tendré que retornar a alguna de las variaciones del pozo vacío, del pozo que no es pozo, para recordar que sin merecer majestad será vano proclamarme rey.

Ioséf el tsadík despierta entonces de su ensueño. Mientras se arregla los bucles del cabello, es asaltado por la realidad que le dice: "si de veras eres rey, tómame para demostrarlo". Viene la tentación oscura y susurra: "demuestra que estás por encima de todas las leyes, fijando y ejecutando tu ley arbitraria propia, para satisfacción de tus propios instintos". "Haz como te venga en gana". Ioséf despierta. Despierta, Israel. Ioséf sabe que es aún siervo, recuerda su sueño, sabe que será rey. Ioséf desdeña enérgicamente la tentación. Tú desdeñas la tentación del liderazgo y los honores si profanan cuanto sagrado eres. Tú desdeñas el poder de tu dinero, si no produce luz. Desdeñas la forma de una jerarquía política, si su contenido es indigno. Quítate de encima esa tentación maligna, Israel. Quítate las leyes falsas de encima. Sabe que estás en la servidumbre del exilio, y que al final del camino serás rey. Tú, Israel, celoso del Pacto y fiel a la Verdad.

Pareciera que las consecuencias de aferrarnos al celo sagrado son terribles, mas innumerables son los caminos del Creador, y lo que parece a los ojos que desciende, resulta que te eleva en realidad. Descree de lo que crees que comprendes al mirar la realidad desde tu mundo de deseos y prejuicios. Aférrate a la Verdad. Por vía de calumnias y de humillación, Ioséf es arrojado a una celda. La cárcel es húmeda y oscura, estás encerrado, ninguna expectativa tienes de que quien te arrojó allí te dé la oportunidad de un juicio, de un proceso justo; ni de recibir una sentencia a término; ni aún de defenderte. Sabes que en esos jueces sin justicia y esos reyes sin majestad no hay garantía alguna de ningún tipo, y sabes que tanto valen a la postre sus leyes y sentencias cuanto vale su contenido Tu realidad es ahora la realidad de la cárcel, de la celda. La prueba más ardua de todas: puedes mirar en derredor, ser "realista", "entender" que eran todo ilusiones vanas y que en realidad estás preso, y punto: fin de la partida. También puedes, en vez de ello, elegir más radicalmente que nunca evocar el viejo sueño y la promesa, someterte con amor al camino y a las pruebas que te conducirán hasta ser coronado rey. El tsadík sabe quién es. También en la cárcel Ioséf será fiel a la identidad de su alma, a la identidad de nuestros sueños luminosos compartidos. También bajo la situación más humillante y bajo la miseria más insolente, Ioséf mantiene su fe verdadera por bandera, su sistema de valores, su certeza. No abdica del camino: ha aprendido a ver la alfombra roja tras la apariencia de que la visten las tinieblas, distingue los oropeles de palacio allende las escaleras tortuosas que conducen a su mazmorra. Sabemos a dónde vamos, y por consiguiente, ya no tememos. Sabemos que esos títeres que parecen tener las llaves a buen recaudo y que parecen hacer a su arbitrio con nosotros, tienen los días contados, con tal que recordemos y evoquemos que han de desaparecer, y que sepamos producir un por qué.

Por ello, cuando esté listo y maduro para la realización de su sueño (y entretanto, sus hermanos habrán merecido también la oportunidad de que ocurra), el último cerrojo será abierto por el tikún en la interpretación de los sueños: "Hashém posee las soluciones" (interpretaciones), dice Ioséf a los presos comunes, que no son como él, pero también sueñan. El ciclo está cerrado: ahora, Ioséf sabe que el sueño, la admonición, lo ya determinado, puede producirse por muy diversos caminos; y sabe que la descripción y el diseño de dichos caminos sólo responde a la Ley de Hashém; y sabe, por fin, que la palabra del tsadík puede elegir el camino que seguirá al realizarse toda sentencia. En ese momento, el "iesód", el fundamento intrínseco de Ioséf se revela, y abraza a la "maljút", a la realeza capaz de regir la logística de la Luz superior en el mundo.

Dice Ioséf entonces a los ministros de Faraón, sus compañeros de prisión, que han soñado: "Contadme a mí". Porque sólo yo, que estoy aferrado a lo Alto con amor y con temor, y he recorrido este largo camino de penas que parecía no tener fin, sólo yo puedo tomar las predicciones de vuestra historia y tornarlas hacia el curso de acción que les es propio, y así, mudar la historia del mundo, tornar ascenso lo que abismal caída se quería; hacer que las cáscaras oscuras se disuelvan y que aparezca bajo ellas el manantial de Luz que los ojos obstinadamente no veían. Sólo yo, hombres de fe plena y sincera, que luchamos contra las tentaciones mezquinas, que abominamos del mal y no abdicamos. Quiera Hashém que haya llegado la hora de re-editar Vaieshév en estos días, leído como la interpretación de un viejo sueño evocada en estas letras, y que estemos, tú y yo, entre quienes hemos sabido advertir la riqueza real tras tanta pena, entre quienes hemos sabido no temer, entre los solidarios del Bie n, entre los cultos del más alto Amor.

con brajót, y Jag Janucáh saméaj!,

daniEl I. Ginerman
Editor
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