09 marzo 2007

=?iso-8859-1?Q?parashah:_Parashat_Ki_Tis=E1, _reflexi=F3n_por_Jana_Simon_-?= la guerra y los atributos de Hashém

Parashat Ki Tisá, reflexión por Jana Simon - la guerra y los atributos de Hashém
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Friday, 9 de March de 2007, 09:30
 
Reflexión
 
Queridos amigos:
 
 En estaera 20 años, no 18 como ahora. La razón por la que los soldados tenían que dar este dinero era para expiar por sus almas. Los Rabinos se preguntan qué es lo que habían hecho para tener que pedir perdón. Iban a luchar para defender a sus hermanos judíos contra los ataques de Sijón, el rey de los Amaritas y Og el rey de Boshán, y tendrían que matar gente. No nos gusta tener que matar gente, entonces por qué dar sólo medio shékel y no uno entero. La respuesta que se nos da es que iban a una guerra justa y HaShem les forzó a tener que luchar. Tal vez les faltaban méritos después del pecado del becerro de oro. La guerra es un castigo pero su guerra era una guerra justa, así que no tuvieron que dar un shékel completo. La guerra a veces es necesaria, ya que no se puede permitir que el mal se apodere del mundo. Hay que resistirse a la maldad y a veces la guerra es el único medio.
 
 En el judaísmo luchar contra nuestros enemigos no está basado en beneficios egoístas, sino en que el mundo debe funcionar con justicia, y HaShem nos pide que no dejemos derramar sangre inocente. Si vemos que alguien se ahoga tenemos el deber, según la Ley, de rescatarle. Siempre hay que intervenir si alguien está en peligro, porque la vida es sagrada en el judaismo y no podemos decir "allá tú". En el Mar Rojo, HaShem luchó por nosotros y ésto impresionó tanto al mundo que nos dejaron en paz por mucho tiempo, así que debemos pedirle a HaShem que sea Él quien destruya a nuestros enemigos (Rav Radinsky).
 
   Este versículo de la Parshá (Éxodo, 31:16)  Rabí Jiyá bar Aba dijo en nombre de Rabí Yojanán: "Quien guarde el Shabbat de acuerdo con la Ley se le perdonarán sus pecados, incluso si adoró ídolos como en la generación de Enoch" (Shabbat 118b). En Shabbat no se ofrecía el Korbán Jatas (ofrenda por pecados) en el Templo y la razón es porque la misma esencia del Shabbat expía las transgresiones y no hay necesidad de ofrecer ese sacrificio (Rokeach). El Shabbat es en sí mismo la fuente de la expiación. Cuando un judío guarda el Shabbat es testigo de que HaShem creó el mundo en seis días y en el séptimo descansó; pero también tenemos otro simbolismo para Shabbat y es la salida de Egipto, tal como lo recordamos en el Kiddush. Estos dos conceptos están entrelazados: con el Éxodo, HaShem demostró ante el mundo que Él controla toda la Creación, que observa el comportamiento del hombre y manipula a la naturaleza de acuerdo con ese comportamiento. El Shabbat, símbolo de la culminación de la Creación, sirve de escenario para el Éxodo porque ilustra cómo fueron posibles los acontecimientos y milagros en torno a la salida de Egipto. Si en Shabbat pensamos en estos conceptos experimentaremos inevitable gozo y elevación de espíritu, y obtendremos cierto grado de Teshuvá, de retorno a HaShem (Rabbi Y.Z. Segal).
 
 Hablando del becerro de oro, la obvia pregunta que tenemos que hacernos es: ¿Cómo pudo ser que la generación de Matán Torá cayera en la idolatría pagana? Nejama Leibowitz cita a Rabí Yehudá HaLevy, quien trató de responder a la pregunta en boca del rey de los Kuzarí y responde que en aquellos tiempos todo el mundo adoraba imágenes, incluso los que conocían la unidad de D-os. Las masas querían adorar algo tangible. Los hijos de Israel estaban esperando que Moshé les trajera algo físico de HaShem, que habrían de ver y recibir, como la nube y el pilar de fuego, a los que reverenciaban. Cuando Moshé no llegó el día esperado por ellos, se afirmó el mal pensamiento y el pueblo empezó a dividirse hasta que entre ellos se vieron en la necesidad de reclamar un objeto tangible para el culto, pero sin negar por ello al D-os que nos sacó de Egipto. Según Rabí Halevy, no incurrieron en el pecado de idolatría ya que sólo quisieron concretar su idea de la Divinidad y vemos que la necesidad de concretar no desaparece con el advenimiento de las ideas espirituales puras. Según Halevy, la imagen del becerro de oro estaba prohibida porque fue hecha sin mandato Divino. En cambio los querubines tallados sobre el Arca de la Alianza sí eran permitidos porque sí medió tal mandato. El principio es que el hombre no debe darse sus propias leyes ni crear su propio ritual. Maimónides, el Rambam, explicó en su Guía para el Perplejo la imposibilidad de un cambio súbito y la necesidad de un cambio gradual. Una sóla experiencia religiosa, por más profunda que hubiera sido, fue incapaz de convertir al pueblo de idólatra en monoteísta. Sólo la vida bajo disciplina permanente de los preceptos de la Torá podía lograr tal cambio (Nejama Leibowitz).
 
 Cuando Adán fue creado no tenía mala inclinación, la tentación era sólo externa; pero sin embargo cayó y comió del árbol, y en ese instante la mala inclinación pasó a ser parte del hombre. Nuestros Sabios nos enseñan que cuando la Torá fue entragada en Sinaí, la mala inclinación los dejó, pero volvió cuando hicieron el becerro de oro. La mala inclinación cada día nos acosa y si HaShem no nos ayudara, no podríamos ganarle (Sukka 52b). Con el fin de mantener el balance necesario para que pueda existir el libre albedrío, HaShem deja que las fuerzas del mal acosen al hombre. Ésto fue también lo que pasó durante el becerro de oro. Rashi nos dice que había bastante turbulencia en el ambiente para confundir la mente de los judíos. Y escogieron mal, ya que en vez de dejarse llevar por el pánico tenían que haber confiado en Moshé Rabeinu (Rabí Nájman de Breslov). Cuando Moshé desciende del Monte Sinaí con las Tablas de la Ley y ve a la gente danzando alrededor de su ídolo, rompe las Tablas y destruye al becerro. Otra vez en la Montaña, Moshé prepara unas segundas Tablas y HaShem le da una visión de Sus Trece Atributos de Misericordia. Tan radiante estaba la cara de Moshé a su regreso, que se la tuvo que cubrir con un velo por el resto de sus días.
 
 Tomer Devora es una magnifica obra que sintetiza kabalá y ética escrita por Rabí Moshé Cordovero, uno de los más importantes cabalistas de la edad de oro en Tzfat. Esta obra examina cuidadosamente los Trece Atributos de Misericordia y nos enseña cómo emular a HaShem en todo lo que hacemos; lo que a su vez da gran significado a nuestras vidas y nos llena de posibilidades.
 
   Voy a dar un pequeño ejemplo: ¿Cómo debe alguien adiestrarse en el atributo de Biná (Entendimiento)?. Ésto se consigue al arrepentirse (retornar a HaShem). No hay nada tan importante como el arrepentimiento, porque rectifica todas nuestras faltas. Alguien que se arrepiente hace que Biná ilumine sus días y todos los días de su vida están coronados con un alto nivel de arrepentimiento. Y así con todos los otros atributos, nos ofrece una pista de lo que debemos hacer para parecernos más al Creador.
 
 En el judaísmo la historia no es lineal. Los acontecimientos de nuestra historia no sólo ocurrieron en el pasado, ya que que el tiempo es cíclico y los sucesos se repiten progresivamente. Si miramos las noticias de hoy veremos que se está repitiendo lo mismo que nos ocurrió antes. No es difícil encontrar a otro Hamán en Persia y tampoco tendremos dificultad en encontrarnos construyendo otro becerro de oro, pero afortunadamente podemos aprender de las lecciones que nos han enseñado nuestros Sabios a través de la historia.
 
 Mi Brajá de esta semana es que, imitando los Atributos de HaShem, intentemos superar nuestra tendencia a actuar erróneamente.
 
  ¡Shalom Ubrajá desde Yerushalaim!
 

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