Re: VAERÁ - El Desafío Colosal, por Malcah Canali 5767 de Josefina Navarro - Friday, 4 de January de 2008, 04:44 | |
Shalom de nuevo, Aquí os mando también para unirlo al estudio de la porción, el comentario del año pasado: De Malcah para la Quebutzah Madrid (Sefarad) 16 de enero de 2007 26 de Tévet de 5767 EL DESAFÍO COLOSAL La parashah de Vaerá es impresionante por múltiples razones, siendo la primera y la más importante que la última palabra de su primer versículo es el Inefable Tetragrama pronunciado por el Mismísimo Hashem, Quien sale de su intrínseco "Más allá de la Identidad" para indicar a Moshé cuáles son las cuatro letras (que suman 26) que utilizará para manifestarse. Desde luego, llama la atención el hecho de que esta revelación se produzca antes de que aparezca en el texto la palabra "Vaerá", que significa precisamente "aparecí, me hice ver" y que sirve de título al conjunto de la sección semanal. Este hecho tan singular nos obliga a recordar que el sonido, la Voz del Eterno, precede la creación visible. El mismo idioma hebreo nos ilustra al respecto: la palabra "ózcu" que designa el órgano del óido empieza por alef, o sea, la primera letra del alfabeto, mientras que la palabra " ' ayin" que designa el ojo empieza por la letra nº 16 del alfabeto. (Se suele transliterar por una comilla porque es una contracción de la glotis que no tiene equivalente en los idiomas indoeuropeos). A continuación, el texto nos ofrece un versículo de gran esplendor que introniza a Moshe (Moisés) como un ser aún más excepcional que los Tres Patriarcas en la predilección del Eterno. Dice "Yo Me manifesté a ellos como El Shaday (El Todopoderoso), pero no con Mi Nombre tetragrámico". Cualquier psicólogo nos dirá que, en ese momento, El Dió Bendicho (¡así hablamos los sefardíes de buena casta!... y conste que espero no ofender a nadie con este sonriente paréntesis)... El Dió, decía, quería infundir ánimo y esperanza en Moshe que estaba atravesando por aguas procelosas, porque Faraón se mostraba rebelde y aumentaba las desgracias de los hebreos quienes empezaban a mirar con rencor a los partidarios del monumental desplante. Y llevarán razón los psicólogos al comunicarnos estas reflexiones ¿quién lo duda? Hashem conoce el alma humana. ¡La ha hecho Él! Pero hay algo más en estos versículos tan emocionantes, hay un afecto hacia Moshe, una ternura, diría un cariño, algo realmente arrebatador y que todos reconocemos de inmediato: es el amor paterno/materno. Al llegar a este punto, se impone dedicar unos instantes a meditar sobre la muy extendida, aunque inconsciente, costumbre de negar el psiquismo al Todopoderoso. Sí, se habla a menudo de los sentimientos del Dió, de su amor, de su ira... pero, detrás de estas palabras casi nunca hay nada parecido a lo que entendemos realmente por afectividad cuando nos referimos a los seres humanos. Por lo general, los sentimientos divinos son considerados figuras alegóricas. Nadie se pregunta si Hashem conoce el sufrimiento o el placer. Además, los filósofos llevan algún que otro milenio presentando a la Divinidad como incapaz de gozar o padecer. Le han prohibido tener psique, le han prohibido tener corazón. La verdad es que la han transformado en algo inexistente. Pero, el Creador del alma, del corazón, de los sentimientos, de los arrebatos, debe de conocer todas estas cosas, aun cuando Su Magistral Espíritu las tenga perfectamente ubicadas y ordenadas. No podemos olvidar que Su Espíritu mora en su Ser que es Amor y Vida. En la parashah que estamos tratando de comentar, la realidad pasional del Amor Divino queda, pues, muy evidente en el afán de consolar a Moshe y en las promesas que le devolverán la esperanza. La primera parte del desafío que supone el arrancar a los hijos de Israel de su servidumbre, la ha ganado el Eterno, porque Moshe recobra entusiasmo y vuelve a transmitir el mensaje del Todopoderoso al pueblo humillado. Pero éste no quiere oír, no quiere confiar, no quiere saber. Está harto de sufrir, de ser maltratado, de levantarse cada mañana para hacer frente a la estupidez de la supervivencia sin sentido y de que su confianza en la Divina Providencia no le atraiga sino maldiciones, de que la fe en un futuro edénico transforme el presente en un infierno. El pueblo está agotado, está destrozado y ve en el inspirado guía a un embaucador, carente de escrúpulos o de sentido común. El pueblo está cediendo a sus opresores; en el fondo, ya está de su lado. Aparentemente, el Todopoderoso ha perdido la segunda parte del desafío. Pero no cede. Ordena a Moisés un censo de sus fieles, de los que son capaces de enfrentarse a Faraón, ese mismo Faraón que se había negado a conocer a Hashem, atrayendo así sobre su cabeza y sobre su pueblo las peores maldiciones. Contrariamente a Moshe, él no quiere saber Quién es el Eterno. Se niega a oír y su pregunta "¿Quién es Hashem para que yo escuche su voz?" veda toda posibilidad de respuesta (me refiero a un versículo, el 2 del capítulo 5, o sea, incluido en la parashah precedente). Frente a este sordo voluntario, se encuentra un tartamudo angustiado, pero valiente e indomable que, aun necesitando la boca prestada de su hermano Aarón, irá hasta el final. Comunicará a Faraón las exigencias del Todopoderoso, realizará los prodigios encomendados y se mantendrá irreductible frente a la arrogancia, al desprecio y a la mala fe. Faraón, por cierto, no haría mal papel en algún programa televisivo del siglo XXI de la era actual. Cual político avezado diría tan pronto que sí, como que no y, después de haber proclamado que "nunca y bajo ningún concepto" afirmaría que "naturalmente... ¿cómo no?" para enlazar con "Nunca cederé a ninguna presión y la puerta de mi palacio estará cerrada a los impertinentes con quienes, por cierto, podré tener alguna conversación cuando salga para ir a bañarme. Los periodistas podrán filmar mi hollywoodiana anatomía..." Ahora, dejando las bromas a un lado, es forzoso reconocer, que Faraón tiene otros puntos en común con el hombre moderno. A pesar de las plagas que, por culpa suya, por su inconmensurable soberbia, por su imprudencia y su pretensión, van destrozando la Naturaleza y la salud de los seres vivos, no quiere ceder a las órdenes divinas, no quiere retroceder. Dice que sí, que lo va a hacer, pero no lo hace. Intenta emular al Todopoderoso y para lograrlo encarga a sus magos (tal vez fueran los grandes científicos de la época) que fabriquen monstruos y obren "prodigios" espectaculares. Y estos magos le obedecen, aumentan el desequilibrio ambiental. Es fácil imaginar con qué jactancia celebran sus aciertos. Lo que no llegan a celebrar es un pequeño detalle... "pequeño", pero significativo: el daño que han hecho no saben deshacerlo. Moisés, obedeciendo al Dió Bendicho, sí sabe devolver su esplendor al mundo. Cuando se termina la parashah, Faraón sigue empecinado en su orgullo, pero los hebreos están presenciando el deterioro de las condiciones ambientales, la pérdida de prestigio de la autoridad opresora y su impotencia. Ya saben quién ganará. Igual nos pasa a nosotros, los seres ingenuos que no tratan de desafiar al Eterno. Le obedecemos y Le adoramos. Sabemos que Él nos va a dar la victoria muy pronto. Shabbat Shalom a todos Alegremos nuestros corazones porque Hashem nos bendice Mashiaj está llegando Malcah |
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