25 junio 2008

parashah: KORAJ - Las comparaciones son idiotas, por malcah 5767

KORAJ - Las comparaciones son idiotas, por malcah 5767
de Josefina Navarro - Wednesday, 25 de June de 2008, 14:06
 

B''H

De Malcah para la Quebutzah

 

Sábado 16 de junio de 2007

Rosh Jodesh de Tamuz

30 de Siván de 5767

 

 

 

KÓRAJ

LAS COMPARACIONES SON IDIOTAS

 

 

                                               Para muchas personas, el sentirse postergados debe de resultar especialmente gratificante, porque manifiestan a menudo los síntomas de esta extraña configuración afectiva que se traduce en amargura, en rabia, en rencor y en agresividad hacia alguien que no les ha hecho absolutamente nada, pero cuya suerte les parece fruto de un privilegio injustamente otorgado. Entonces empiezan las comparaciones que se suelen expresar en preguntas dirigidas a cualquiera que, caso de existir el supuesto privilegio, no es responsable de él, en absoluto: "¿Qué tiene éste que no tenga yo?" o, el más presentable y demagógico: "¿Qué tienen ellos que no tengamos los demás?".

 

                                               En plural, la pregunta es más sutil, evita la eventualidad de oír: "¿Y qué tienes tú que no tenga el pobre desdichado, enfermo, abandonado o enlutado?". Pregunta impertinente que conviene eludir para no perder el tiempo en disquisiciones absurdas. Incluir a una colectividad entera en la postergación ofrece ventajas varias tales como erigirse en portavoz de la colectividad en cuestión y pasar por justiciero desinteresado y altruista. No está mal ideado ¿verdad?

 

                                               La Parashah de Koraj que, si Hashem nos concede esta alegría, se leerá el sábado en todas nuestras sinagogas es una muestra de que esta dialéctica es tan vieja como el pueblo hebreo. Esto último lo podemos afirmar porque el capítulo 16 de Bamidbar nos lo relata.

 

                                               Un levita, llamado Koraj reúne a otros tres descontentos y empieza la cantinela: "Moshé y Aarón nos toman por tontos. Nos cuentan que el Eterno habla por su boca y que ahora, nos va a tocar morir en el desierto. Te prometen una tierra para que piques y les obedezcas, pero luego, cuando se descubre que esta tierra es un asco porque sí, ahí está ... para otros; no hay quién la conquiste etc...". Es fácil imaginar el contenido de los argumentos de aquellos defraudados que no soportan asumir las consecuencias de su propia cobardía.

 

                                               Para enfrentarse a Moshé y a Aarón, ser cuatro envidiosos les parece poco. ¡Dos contra uno! ¡Por favor! Y todavía se comparan ¡si serán idiotas! Cuando cualquiera les puede contestar, de modo ciertamente desprovisto de la brusquedad que suele acompañar estas observaciones, pero no menos elocuente: "Pues tienen toda la valentía que a vosotros os falta y también la nobleza, la grandeza del alma. Esto ni lo concebís".

 

                                               Koraj y los suyos olvidan un hecho significativo: al pie del Horeb, el pueblo no estaba en condiciones de acercarse a la montaña para oír la Voz de Haqadosh Baruj Hu. Incluso, en un momento, los portavoces populares pidieron a Moshé y a Aarón que les dispensara de acercarse a Él, que se encargaran ellos de recibir y transmitir las órdenes divinas.

 

                                               Como todos los maledicentes devorados por la envidia, Koraj y los suyos tienen un discurso tendencioso, enfatizando un aspecto de la realidad y escamoteando otro. Sí, el Eterno concedió... más bien prometió, la santidad al conjunto del pueblo. Siempre que Le obedeciera y cumpliera Sus Órdenes. Por esto, digo que prometió. No se es santo por haber nacido hebreo, sino por aceptar y cumplir la Torah, cosa que Koraj y sus partidarios dejan de hacer cuando tratan de discutir la primacía de Moshé y Aarón que habían sido objeto de milagrosas y públicas demostraciones de benevolente confianza por parte de Hashem.

 

                                               No sabemos si, además de los 250 "varones de renombre" que se hicieron eco de los cuatro primeros descontentos, hubo gente más humilde, digamos del pueblo llano, para sentirse ultrajados por el desmán... el desmán ¿de quién? Porque al Eterno no le reprochan nada. ¡Más vale ser prudente! Hay más: prefieren reprochar el privilegio al privilegiado, lo decíamos más arriba. Esto es universal, ningún aficionado a la autocomparación y por lo tanto, a al envidia, la toma directamente con el autor de la pretendida injusticia porque, en su mente perversa, piensa: "sufrirá mucho más si es el recipiendario del "privilegio" quien lamente la existencia del mismo". Si de verdad fuera capaz de sinceridad, el envidioso, al compararse con el otro, comprendería lo siguiente: "Yo, a éste le juzgo según mis propios patrones, pero no son los suyos. Él nunca lamentará la elección divina, por terribles que sean las consecuencias, la elección divina lo colma de gozo. Él, al Eterno Le ama, mientras que yo quiero utilizar-Le. Así que no nos podemos comparar..."

 

                                               La gran inspiración de Moshé, después del primer momento de dolor y desconcierto, fue anunciar, con entera confianza la intervención personal del Eterno para el día siguiente. Los rebeldes eran hombres prestigiosos entre sus tribus. Debían de tener poder de convocatoria, así que el mal ejemplo podía cundir bastante fácilmente.

 

                                               De todas formas, antes de entregarles a la cólera del Eterno, Moshé intenta razonar con los insurgentes, intenta que Koraj se acerque al sentido común. Quiere que Koraj examine su actitud, acercándose de este modo a su autenticidad. En efecto, la palabra Koraj se escribe qof, resh, jet, letras que suman 308, como las de "jaojar" (examinar, sondear, investigar) de la que son una permutación al igual que querav (raíz del verbo acercar). Las tres palabras, compuestas por las mismas letras, forman un mismo conjunto esencial. Si Koraz razona, examina su actitud, se acercará a su ser profundo. Ya dejará de compararse para empezar a amarse, a autoelevarse, como lo desea Moshé que le recuerda: "Los levitas también gozáis de privilegios frente al resto del pueblo". Pero Koraj no se aviene a razones, el resentimiento le domina y se niega a coger la mano todavía tendida.

 

                                               Al día siguiente, como se lo había anunciado Moisés, la cólera divina Se manifestó con una violencia sin par. La tierra se abrió y se tragó a los insurgentes y a sus familias, incluidos los niños pequeños.

 

                                               Aquí, se plantea una pregunta muy grave. ¿Cómo el Eterno, siempre atento a la seguridad de los pequeños hasta el punto de reservar para ellos el acceso a la tierra que mana leche y miel, de repente los mata a ellos, pobres inocentes, junto con sus padres pecadores?

 

                                               Para entenderlo debemos reflexionar sobre la orden intimada por Moshé a los levitas de traer sus incensarios para comportarse como sacerdotes, no como simples levitas. El mensaje es: "si el Eterno lo acepta, será que os admite como sacerdotes, como el clan de Aarón". El Eterno no lo acepta y castiga duramente la profanación.

 

                                               Pero ¿por qué castiga también a los niños, si en el capítulo anterior, cuando el episodio de los espías, no lo había hecho?

 

                                               Pues, porque en aquel entonces los hebreos habían actuado con egoísmo e irresponsabilidad, pero lo que ocurre ahora es mucho más grave. Koraj y los suyos sí, piensan en sus hijos, quieren darles un estatus que, según la Torah no les corresponde. Ni a Koraj ni a sus cómplices les importa el Eterno y Su Torah. Tampoco les importa el pueblo, por mucho que pretendan hablar en su nombre. Lo que quieren es tener privilegios sacerdotales y suplantar a Moshé en el liderazgo. Su propósito es constituir ellos la casta dirigente. Entonces sus descendientes están implicados en el proyecto. Si lo consiguen, sus descendientes estarán para siempre estigmatizados por el sello de la abominación y, además de impurificados por el infecto legado de sus padres serán objeto de toda clase de sentimientos negativos por parte del pueblo ultrajado, vejado y desequilibrado. La pérdida de toda confianza en el poder de la Torah acarreará inevitablemente tensiones y conflictos. La sociedad entera debe saber que tropelías como la de Koraj desembocan en el aniquilamiento de la estirpe criminal.

 

                                               Dejar a sus hijos infamados y fuente de destrucción para una colectividad, esto no lo quieren los padres amorosos y responsables. Pero los padres amorosos y responsables no se escudan en el bienestar de sus hijos para obrar el mal. Nos dirán que, antes de dejar a sus hijos sin comer, sin vestir, o sin medicación por falta de medios, uno tiene licencia moral y religiosa para robar, caso de no disfrutar de la más mínima tzedakah (caridad). Esto no lo duda nadie que esté en sus cabales, pero esto no justifica en modo alguno la reflexión que tantas veces escuchamos hoy en día, por boca de desaprensivos que pretenden dar a su falta de vergüenza una corona de patetismo: "Yo no tengo ningún escrúpulo porque quiero dar lo mejor de lo mejor a mis hijos". O sea: "Soy un ser corrupto y carente de la honradez más elemental porque soy un padre (o una madre) responsable y cariñoso/a". Pues, la Torah dice que no. Lo dice en la parashah de Koraj.

 

                                               También nos dice que compararse con otro o con otros es despreciar el propio ser, la propia alma que Haqadosh Baruj Hu nos ha dado para que le honremos con ella. Nuestra alma tiene derecho a nuestra más esmerada atención. Cada uno de nosotros tiene derecho a fijarse una misión espiritual grandiosa y a cumplirla, porque, a pesar de los gritos de extrañeza e incredulidad que semejante afirmación nunca deja de arrancar a los seres superficiales siempre propensos a no tener en cuenta sino las apariencias, el Eterno sólo elige a quien se elige a sí mismo. En este sentido, la tradición rabínica según la cual Haqadosh Baruj Hu propuso la Torah a todos los pueblos de la tierra pero sólo Israel la aceptó, no es ninguna historieta pintoresca destinada a la educación de kehilot (congregaciones) ignorantes, sin la expresión de una profundísima sabiduría. Si alguien no alcanza a aceptarse, aunque lo desee, acabará sumido en la locura. El rey Saúl nunca llegó a asumir su autolección, de forma que la vivió como una imposición divina y se hundió en la locura. No deja de ser muy significativa su adicción a la musicoterapia que le aplicaba David. Las melodías eran la expresión de la absoluta confianza en sí mismo y en el destino que se estaba forjando de su joven yerno y futuro sucesor.

 

                                               Cuando los seres humanos consideran que el Eterno no se ha portado bastante bien con ellos y que, por lo tanto, tienen derecho a presentarle una reclamación, olvidan que fueron hechos a Su Imagen y Semejanza, lo cual implica la facultad de crearse a sí mismos a cada momento, en suma, de elegirse. En nuestros rezos sabáticos, hay uno hermosísimo, una preciosidad, un primor, que dice: "uvtuvó mejadesh behol yom tamid, ma'asé bereshit" (y en Su Bondad renueva cada día, siempre, la Obra de la Creación).

 

                                               Entonces, nosotros también podemos renovarnos cada día, porque Él así nos ha hecho: dignos de ser nuestros propios creadores. Y esto, es lo que a Él más Le complace: oír la melodía de nuestro corazón cuando, en vez de decir: "soy un desgraciado, una víctima, un delincuente, un abúlico, un veleidoso, un drogadicto o un alcohólico porque mis padres me traumatizaron y la sociedad es un asco, un saco de injusticia y un pozo de desigualdad" decimos: "Gracias, Señor, por haberme hecho capaz de ser lo que quiero ser, una persona digna de luchar contra la injusticia porque es justa consigo misma".

 

                                              

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