JUCAT - La Inocencia, por Malcah 5768 de Josefina Navarro - Monday, 14 de July de 2008, 18:59 | |
B"HDe Malcah Sábado 5 de Julio de 20082 de Tamuz del año 5768 de la Creación del Mundo por Haqadosh Baruj Hu JUCAT LA INOCENCIA
La parashah Jucat, que se va a leer el sábado que viene en todas las sinagogas y, también, comentar en muchas familias judías, representa una especie de bisagra en el relato de la travesía del desierto. En efecto, está en gran parte dedicada a la muerte, empezando por la descripción del rito de la vaca roja que la encabeza y tiene por objeto la preparación de aguas lustrales para la purificación de aquel que hubiera tocado un cadáver. Inmediatamente después, se nos refiere la muerte de Miriam, hermana de Aarón y Moshé, en el desierto de Qadesh, donde se la sepulta, sin que podamos hacernos la menor idea de cuáles fueron los sentimientos del pueblo ante la desaparición de esta mujer que tan relevante papel había tenido en su historia. Ella había cuidado de Moshé cuando era un niñito indefenso, ella la había ayudado siempre y, si bien es cierto que pecó al criticarle, también lo es que el Eterno la castigó y luego le concedió el perdón. Por lo tanto, sería lógico suponer que los Benei-Israel debí en de haber llevado luto por ella. No sabemos si lo hicieron, porque ellos ya estaban entregados de nuevo a su tarea favorita: quejarse de que Moshé y Aarón les hubieran guiado hacia el desierto en donde no encontraban agua. Con su cantinela de siempre, consiguieron que Moshé se pusiera nervioso y no cumpliera exactamente las instrucciones de Hashem, Quien los castigó con gran dureza a Aarón y a él, mostrándonos así que ni el guía, ni el sumo sacerdote del Pueblo Elegido pueden andar escuchando su corazón que, tal vez esté llorando por su hermana, sino que debe, en cualquier circunstancia, dedicar toda su atención al cumplimiento de las órdenes divinas. Nos encontramos aquí ante el funcionamiento de una ley tan inexorable como la gravitación o cualquier otra ley física cuyo incumplimiento trae consecuencias gravísimas. Estamos acostumbrados a contar con la Benevolencia de Hashem, con Su Paciencia, porque nos fijamos más en el perdón que acaba otorgando a los pecadores que en los espantosos efectos de Su Ira. Estos, por lo general, se saldan con miles de muertos. Los seres humanos somos individualistas, de forma que la desgracia que alcanza a las muchedumbres privadas de nombres propios, si no nos ataña directamente, carece de significado concreto para cada uno de nosotros y le prestamos poca atención. En cambio, un tremendo castigo individual nos sobrecoge. Nos parece terrible la sentencia dictada contra Moshé y Aarón: "No haréis entrar a este pueblo a la tierra que les prometí". Sin embargo, y por mucho que nos duela, hemos de reconocer que Haqadosh Baruj Hu es perfectamente Justo. El ordena hablar a la roca, no golpearla como la vez anterior. Quiere demostrar a los apocados del pueblo que Su Palabra, pronunciada por Sus profetas, es todopoderosa. Al golpear la peña, en lugar de limitarse a hablarle, Moshé frustra este empeño sin que Aarón le pare ordena tiempo y, ni siquiera le advierta de que una orden de Hashem, se ha de cumplir a rajatabla, cosa que su condición de Sumo Pontífice le obligaba a hacer. Una orden divina se debe cumplir sin quitar y añadir nada al enunciado, y de no hacerse así, el castigo es inevitable. Aarón fue el primero en experimentarlo. En cuanto los Benei-Israel llegaron al monte Hor, Moshé recibió la orden de despojar a su hermano de las vestiduras sagradas para ponérselas a Eleazar, a los ojos de toda la congregación de Israel. El propósito del Eterno al exigir una ceremonia pública fue, con toda evidencia, dar a la investidura de Eleazar un carácter indiscutible. Pues, así se hizo y, según dice el texto: "Allí murió Aarón, en le cumbre del monte (Moshé también morirá en la cumbre de un monte, lo cual encierra un simbolismo tan evidente, que no demoraremos ahora el curso de nuestras reflexiones para analizarlo) y toda la congregación, al comprobar que Aarón había expirado, lloró por él durante treinta días- Toda la congregación le lloró." Semejante luto no nos extraña, porque, desde hace tiempo, conocemos el cariño de los Hijos de Israel por el primero de entre los sumos sacerdotes que era un hombre comprensivo, atento, amante de la paz y de la concordia y que, cuando las cosas se ponían muy feas, sabía transigir para seguir controlando la situación, de forma a evitar el desastre total, es decir la desaparición del pueblo en tanto que tal. Cuando llegaban las represalias divinas, sólo afectaban a los más culpables, a los que eran responsables de haber inducido a otros a la desobediencia, pero la congregación no perdía su cohesión. Aarón era un hombre necesario, era el lazo entre la imperfección y la perfección ¡Como no le iban a querer! Sin él la Travesía del Desierto hubiera sido imposible. Era el pontífice, impurificaba lo puro y purificaba lo impuro. Se entiende que, poco antes de su muerte, el Eterno dictara el precepto de la Vaca Roja. En la parashah Jucat, la muerte se encuentra omnipresente. Es evidente que, además de Miriam y de Aarón, y al margen, tanto de los castigos divinos como de los enfrentamientos con pueblos hostiles (Los edomitas, por ejemplo), la población envejecía y muchas personas morían de muerte natural, desapareciendo las que habían salido de Egipto siendo ya unos adultos para dejar sitio a una congregación de gente que había crecido o madurado por el camino. Por esta razón, empezamos diciendo que Jucat es una bisagra en la historia del Éxodo. Empieza con la mención, muy detallada, por cierto, del rito de la Vaca Roja que está previsto para permitir la purificación de quienes hayan tenido contacto con un cadáver, pero no está destinada a la generación del desierto que no puede respetarlo de ninguna manera, sino a las generaciones que vivirán en la Tierra de Promisión. Como dirá siglos más tarde Qohélet (El Eclesiastés): "Una generación se va, una generación viene". Ambas tienen esquemas vitales comunes y otros distintos pero se rigen por los mismos principios. Esto lo ilustra a la perfección el rito de la Vaca Roja que sirve de introducción a los capítulos que relatan la muerte de dos excelsos protagonistas de la salida de Egipto, es decir con el punto final de una época, pero que sólo podrán observar los de las épocas siguientes. Los que se van saben lo que habrán de hacer sus descendientes. Es el Judaísmo, una religión para los hijos, una religión a la vez tradicional y renovadora que siempre nos dice: Tus hijos no tendrán la misma vida que tú, pero si sabes enseñarles nuestros principios y nuestras costumbres, tendrán el mismo corazón. Pues bien, a través de la Torah, los Benei-Israel legan a sus descendientes unos preceptos que han de recordarles para siempre que cualquiera que tiene contacto físico con un cadáver se impurifica, esté donde esté, pero si esto ocurre dentro de las fronteras de Eretz Israel, la impureza es más grave, porque, en cierto modo se está contaminando con ella la Sagrada Promesa. Por lo tanto, será necesario proceder a ceremonias especiales que permitan salvar este obstáculo y mantener la limpieza espiritual de la congregación instalada en su suelo. Al suelo alude precisamente la expresión "Parah Adumah", que significa Vaca Roja, porque la palabra "Adumah viene de "adamah" que es el suelo, la tierra, la arcilla con la que formado el Adam. O sea el ser humano, cuyo nombre recuerda al color de la sangre (sangre, en hebreo se dice "dam". El color rojo recuerda al hombre su origen. Cuando muere, cuando se le hiela la sangre, se le sepulta en el seno de la tierra. El color rojo señala el tránsito del alma que, como se menciona siempre en el Tanaj, abandona este mundo para reunirse con los suyos en la dimensión de pureza que fue la de nuestros Primeros Padres antes de la caída. Lo que deja el ser humano en este mundo es un cuerpo sin vida, un cadáver y esto, sí es impuro. La muerte es impura. Lo supieron Adam y Javah antes de pecar. Se lo dijo el Elohim, que si comían el fruto prohibido, morirían. La muerte es el fruto del pecado. Por lo tanto, quien toca un cadáver se impurifica. Las aguas lustrales provenientes del cuerpo de la Vaca Roja, contienen el elemento purificador que devuelve al alma mancillada la energía vital que fluye en rojo desde el origen terrestre del ser humano, pero el cuerpo de la Vaca Roja también impurifica lo puro y esto se explica por la capacidad que tiene este animal de retener en su seno lo impuro. El rito de la Vaca Roja, lo estamos viendo, es un rito transitorio entre un estado y otro. Entonces, participa de ambos. La sangre que recorre las arterias es vida, pero la que corre en las batallas o como consecuencia del tropiezo o del asesinato, es muerte. Dicho todo lo cual, nos queda por preguntarnos por qué el animal elegido para ejercer este papel transicional entre lo puro y lo impuro es una vaca. Una primera respuesta nos viene dada por la numerología y la segunda por una temurah extraordinariamente significativa. Veamos la numerología e, incluso la etimología: Las letras de la palabra "Parah" suman 285 y, además de "vaca", constituyen una raíz verbal emparentada con Paraj, que es "florecer, brotar, fertilizar", o sea, ligada a la fuerza vital. En cuanto a la temurah, es aún más asombrosa: En efecto, lo es de "rafah", que es, a la vez "debilitarse, languidecer" y "curarse, sanar, mejorar" ¡Tan ambivalente como la misma Vaca Roja! Si añadimos a todo esto el hecho de que la vaca es un animal rumiante, o sea que repite la digestión como lo deberíamos hacer nosotros con las enseñanzas toraicas. Es perfectamente casher y se nutre del producto más abundante que se encuentre en la tierra, la hierba. Veremos que representa la comida que les fue autorizada a los humanos después de que fueran expulsados del paraíso. Antes, eran vegetarianos, luego, la carne animal les fue permitida, con muchísimas restricciones, pero sí permitida porque, una vez que moraban en el mundo de la muerte, era natural que pudieran alimentarse con la carne de un animal inocente que les regalaba su vida. Puede que, al fin y al cabo, no sea otro el secreto de la Vaca Roja, su conmovedora inocencia que la hace digna de tener este poder de ser transición entre lo puro y lo impuro, poder que le concedió Hashem como señal de Su Amor por el reino animal al que tanto debe el ser humano y que tan poco aprecia en la mayoría de los casos. Nosotros, como todos los años, vamos a leer la parashah con gran respeto e infinita gratitud para nuestro Creador cuya Sabiduría aparece en cada una de Sus preceptos, decretos y leyes que nos envuelven y protegen y Cuyo Santo Nombre bendeciremos siempre en este mundo, con la esperanza de que El nos encuentre dignos del Mundo Venidero. |
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