DEVARIM - La Serenidad de Moshé, por Malcah 5768 de Josefina Navarro - Monday, 11 de August de 2008, 20:08 | |
B"H Parashah Devarim La Serenidad de Moshé Sábado 9 de Agosto de 2008, que es 8 de Ab del año 5768 de la Creación del Mundo por Haqadosh Baruj Hu. De Malcah
El sábado que viene, cuando leamos la parashah Devarim que abre el libro del mismo nombre, quinto y último de la Torah, estaremos en vísperas del 9 de Ab, la fecha más luctuosa de todo nuestro calendario, lo cual, a mi entender será motivo para saborear con mayor "simjah" (alegría) que nunca la bendición que es el Shabbat, porque los días aciagos se rememoran, pero también se acaban, Baruj Hashem, mientras que el Shabbat perdura. Empezar la lectura de Devarim justo antes del 9 de Ab es un mensaje de esperanza y de fe en nuestra capacidad de superar la desgracia amando a nuestro Creador como lo hizo Moshé Rabenu quien superó todas las pruebas y todos los desencantos para dejarnos, en los últimos discursos y las bendiciones que pronunció antes de morir un ejemplo insuperable de piadosa serenidad. El libro titulado Devarim (Palabras) se diferencia de los precedentes porque no relata las andanzas de nuestros antepasados, ni dentro ni fuera de Eretz Israel, sino un momento dedicado a la reflexión en el mismo lindero de la tierra que va a ser conquistada de un momento a otro. Esta reflexión la hace Moshé, inspirado por el Eterno, como siempre, pero, esta vez, encierra una novedad. Moshé no se dedica ante todo a transmitir los mandatos del Eterno, Sus leyes y los anatemas de Su legítimo furor, sino que habla de sí mismo, de la parte que le ha tocado en todo el drama del Exodo. En cierto sentido, se podría decir que, en una buena medida, el Todopoderoso le concede a Su profeta un protagonismo que, hasta entonces, no le había consentido. En Devarim, Moshé habla de sí mismo. Lo hace sin énfasis, con suma naturalidad. Ya es muy anciano y sabe que está a punto de morir. Entonces evoca su vida en tanto que guía de los Benei-Israel, algo por lo que ellos, hasta entonces no han mostrado el menor interés y si bien su discurso es muy serio, incluso severo en varias ocasiones, no encierra ningún resentimiento, en absoluto. Podría recordar que el castigo que El Eterno infligió al conjunto del pueblo de vagar 40 años por el desierto, después de huir de la Tierra Prometida, le alcanzó a él también, pero no lo hace. El tono general de sus palabras es profundamente conmovedor porque rezuma bondad. Es el de un padre que, después de haber enseñados a sus hijos el recto proceder que habrá de ser el suyo para entrar y mantenerse en su país, gozando de una existencia feliz y exitosa, completa su formación abriéndoles la mente y el corazón a la comprensión de lo que ha significado ser su jefe: En suma, les hace madurar. Entender las vivencias del hombre que se ha encargado de sacarles de la esclavitud, física y espiritual es parte de su personalidad colectiva, parte de su historia. Es una cuestión de perspectiva. La perspectiva es lo que ellos nunca han tenido hasta entonces. Sólo les han preocupado los inconvenientes de la marcha por el desierto y, cada vez que ha surgido uno de categoría, han mirado para atrás, clamando por volver a la humillante esclavitud. Ahora ya han llegado, se saben vencedores y están dispuestos a escuchar. Las puntualizaciones que ahora hace Moshé son buenas para él, porque le permiten expresarse como miembro de Israel, hacerse comprender, cosa que, como ya apuntamos, enriquecerá el acervo espiritual del pueblo y le recordará siempre que su guía no fue un extraño, sino uno de ellos. Desde luego, la interpelación se centra en el recuerdo de los pecados e infidelidades que jalonan el éxodo para evitar el olvido y las futuras debilidades, pero no siguen un orden cronológico sino el de su impacto en el corazón de Moshé. Le ha dolido especialmente la falta de confianza en la Palabra Divina cuando, al oír el informe alarmista de 8 de entre los diez exploradores que se adelantaron a explorar la Tierra Prometida, el conjunto del pueblo se decantó por la cobardía y la huída despavorida ¿Quién no lo entiende Entrar en Canaán era la meta de toda la aventura, para Moshé era el cumplimiento de una misión sagrada de la que se estaba mostrando digno, era su esperanza personal también por la que había aceptado enormes sacrificios: separarse de su familia, asumir unas responsabilidades tan excesivas que su propio suegro le había aconsejado compartir con hombres de confianza, elegidos entre los más sensatos de las tribus, aguantar y poner término a las continuas rebeliones y aplacar la Cólera divina cada vez que hubo lugar, rechazar siempre la Propuesta del Eterno para abandonar al pueblo indigno y elegirle a él y a su descendencia como beneficiarios de la Suprema Predilección. La verdad es que enumerar los méritos de Moshé es imposible. Como dice Maimónides:"No se levantó en Israel otro profeta como Moshé". La generosidad del gran profeta impregna todo el libro de Devarim que es el texto más entrañable de toda la Torah, el que, por cierto contiene nuestro rezo cotidiano: "Schem'á Israel. Hay quienes pretenden que carece de originalidad y no aporta sino algunas precisiones a las reglas promulgadas en los libros precedentes. Es difícil entender este tipo de opiniones. Devarim es un libro lleno de sabiduría y es una lección de amor. Nunca agradeceremos bastante al Eterno, Cuyo Santo Nombre bendecimos con emocionado corazón, que haya concedido a Su Amado Profeta el privilegio de dictarlo y a nosotros la merced de repetirlo. ¡Bendito sea la memoria de Moshé, nuestro Guía y Bendito Sea Hashem! PD. Añado aquí un mensaje de Malcah que viene adjunto a este texto: Queridos Amigos: El comentario a la parashah "devarim" que os envío ahora no tiene ni la tercera parte de los contenidos que pensaba incluir en ella, porque las circunstancias que, a veces, son impertinentes, no me lo permitieron, pero, los encontraréis en sucesivos comentarios, os lo prometo. Un fuerte abrazo a todos de Malcah. |
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