VAYISHLAJ por Malcah Canali 5767 de Josefina Navarro - Wednesday, 21 de November de 2007, 16:58 | |
De Malcah para la Quebutzah Madrid (Sefarad) a 5 de diciembre de 2006 día 14 de Kislev de 5767 Queridos Amigos: El Sábado que viene leeremos la parashah de Vayislaj ("él envió") que se inicia con la frase: "Yaacov envió mensajeros que le precedieron ante Esau, su hermano, a la tierra de Seir, al campo de Edom." Estamos en el cuarto versículo del capítulo XXXII de Bereshit (el número tres, por cierto, forma la palabra Lev que significa corazón y ahora veremos que la afectividad tiene un papel muy importante en este capítulo). Yaacov acaba de despedirse de su suegro Laván, quien le bendice, así como a sus esposas e hijos, antes de volver hacia su tierra. Nuestro patriarca es, por fin, un hombre realmente libre, un hombre acaudalado y jefe de una familia numerosa. Puede seguir su camino y lo hace. Se lleva una sorpresa al encontrarse con ángeles de D.os y la manifiesta de un modo bastante misterioso. En efecto, después de decir: "Es un campamento de Elohim" llama al lugar Majanaim, que significa "doble campamento". ¿Por qué tal denominación? La Torah no nos da ninguna explicación. Tal vez aludiera Yaacov a la presencia del campamento de los Ángeles junto a su propio campamento. Puede ser. Lo único que sabemos con toda seguridad es que cuando empieza la parashah de Vayislaj, Yaacov tiene muy presente en la mente la existencia de la dualidad, esta dualidad que nunca abandona, el escenario de su vida. Él nació hermano gemelo de Esau. Su padre y su madre tenían dos puntos de vista opuestos sobre la capacidad de cada uno de los hermanos para asumir las responsabilidades de la primogenitura. Más tarde, tuvo que aceptar un doble casamiento con dos hermanas para tener a su lado a su amada Raquel, y cohabita también con dos concubinas para tratar de minimizar la rivalidad entre las dos esposas... la dualidad le acompaña siempre, reflejo de la doble condición física y mental de la criatura humana. Ahora han pasado veinte años (o sea, dos decenios) desde que huyó de Beershevah para ir a morar con Labán y no ha olvidado a su hermano Esau. Podría volver a Canaán por el camino de Cisjordania, pero lo hace por Transjordania, así que se acerca al territorio de Esau, su hermano, a quien tiene mucho miedo... y mucho cariño. Yaacov quiere ver a Esau, quiere abrazarle y cubrirle de regalos. Se va por Transjordania y le manda mensajeros (igual que en griego, en hebreo "mensajeros" y "ángeles" son la misma palabra). Tal vez el encuentro con los Ángeles de D.os en Majanaim le haya inspirado este modelo de estrategia reconciliadora: "Mira que soy hombre de posibles... y me acuerdo de que eres bastante materialista... además, te quiero mucho, podríamos entendernos... o sea que... por las buenas, soy un pedazo de pan, soy cortés y educado, ya ves... quiero hallar gracia a tus ojos, ¡a que esto te gusta! A todos los chiquillos les gustan los halagos, ¡que nos conocemos, hermano!... Bueno, de paso, no te vayas a creer que presumo de tener medios suficientes para pagar a unos cuantos bravucones... estas cosas yo no las hago... aunque podría hacerlo..." Los mensajeros y el mensaje son recibidos adecuadamente por Esau que sale al encuentro de su hermano con cuatrocientos hombres... por si acaso... Desde luego, no deja de llamarnos la atención la presencia del número 4. La dualidad, el 2 se está continuamente desarrollando en el 2 elevado al cuadrado que es el 4, símbolo del mundo físico, material. (Hemos visto, por ejemplo, que las dos esposas se transforman en cuatro). La dualidad es eminentemente dinámica, se va multiplicando, tanto en el bien como en el mal. El caso es que ambos hermanos, Yaacov y Esau están deseando reducirla, resolverla en la unidad de la paz y del entendimiento. A pesar de la ambivalencia de su conducta, que se traduce en una desconfianza espectacular, van el uno hacia el otro. Yaacov divide a su gente y a sus bienes entre dos campamentos antes de encomendarse a la benevolencia divina, manda regalos a Esaú. Sí, mandó los regalos y luego, se durmió, pero seguía preocupado, así que se levantó e hizo pasar a sus seres queridos al otro lado del riachuelo, el Yaboq... pasaron al otro lado como hebreos cabales (ya se sabe que los hebreos, los ivriim, son los que atraviesan un río, que son capaces de llegar a la otra orilla y, por lo tanto, descubrir nuevos aspectos de la vida). Ellos pasaron al otro lado y Yaacov sse quedó solo. Conoció la terrible soledad del jefe antes de que el día revele los acontecimientos ocultos en la luz naciente. Yaacov se quedó solo y un hombre (que resultó ser un ángel... que resultó ser D.os) luchó con él hasta el alba sin conseguir vencerle. Entonces Yaacov pidió su bendición y el Otro se la dio. Ahora comprendemos por qué la dualidad tiene tanta importancia en la vida de Yaacov, como en la nuestra, por cierto, Yaacob asume la dualidad, intenta resolverla de modo pacífico, él toma la iniciativa de complacer a Esau, de proponerle la reconciliación. Esau acepta; éste es su gran mérito, pero la iniciativa procede de Yaacov. El no tiene ni vanidad ni altivez. Quiere abrazar a su hermano y lo consigue , sin perder un ápice de su dignidad y sin dejar de comportarse como buen jefe de tribu y buen padre de familia que protege a los suyos. Esta espléndida hidalguía espiritual Esau la capta en el mensaje de este hermano a quien sigue admirando y olvida todo resentimiento. Esta complacencia de Esau no es sino el reflejo de la Majestuosa Complacencia Divina, porque, ya lo sabemos: todo es arriba como es abajo. La lucha de Yaacov con el ángel es la lucha del ser humano, tejido de necesidades, pasiones y temores con la Presencia Divina que lleva dentro de sí. Muy a menudo nos toca luchar con Ella, Ella tan exigente, tan aplastante, tan devorante que nos fascina y nos asusta a la vez, que nos ataca de continuo. Ella lo tiene todo de Su Lado, es El Otro absoluto a Quien no podemos ni debemos rehuir pero contra Quien sólo podemos luchar con nuestros medios humanos. Nosotros somos "basar vedam" (carne y sangre), somos seres humanos y tenemos el derecho y el deber de defender nuestra humanidad, incluso frente a lo Absoluto, porque nuestra humanidad es creación del Eterno. El mismo que nos pone a prueba, es decir, que nos ataca, nos ha creado para que seamos vencedores siempre que lo hagamos para defender la santidad de la familia humana, empezando por la fraternidad. Yaacov sabe que la fraternidad garantiza la protección de la familia humana, así que manda los regalos a Esau y sólo después pone a salvo a los suyos. Sin embargo, sabe que no podrá instalarse cerca de Esau. Los dos hermanos se quieren pero no pueden cohabitar porque sus aspiraciones no coinciden. Son opuestas y esto acarrea unos conflictos que ya en el pasado han sido dolorosos. Yaacov mira al cielo y Esau a la tierra. No pueden cohabitar. Esau no lo advierte, es un hombre cuya psicología se rige por la primariedad. Está a gusto con su hermano, entonces quiere llevárselo con él, pero Yaacov sabe que esto es imposible. Lo que está en juego no es la fraternidad, es la supervivencia de la fraternidad. La fraternidad es la relación humana más privilegiada. Un ser humano puede ser huérfano, soltero o estéril, pero mientras haya hombres y mujeres en la tierra, siempre tendrá hermanos y hermanas. Baruj Hashem. ¡Shabbat Shalom, hermanos! |
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