30 julio 2008

parashah: BALAK - La Mirada Ajena, por Malcah 5768

BALAK - La Mirada Ajena, por Malcah 5768
de Josefina Navarro - Wednesday, 30 de July de 2008, 19:37
  B''H

Shalom Javerim, continuando con la puesta al día de los comentarios semanales de Malcah a las porciones de la Torah, vamos a publicar los escritos este año correspondientes a Balak, que quedó pendiente y Matot, rozando ya la total puesta al día. Espero los disfruten y aquí les dejo con el primero.

Parashah Balak – La Mirada Ajena

B"H

Sábado 12 de Julio de 2008, que es el 9 de Tamuz del año 5768 de la Creación del Mundo por Haqadosh Baruj Hu.

De Malcah

Uno de los episodios de la historia de Israel que viene relatado en la parashah de Balak, es universalmente conocido. Se trata de la incapacidad del "vidente" Balaam para ver lo que, en determinado momento de su viaje hacia el campamento hebreo, vio su burra: un ángel armado con una espada que les bloqueaba el camino. La conclusión que se suele sacar de tan pintoresco acontecimiento es que, a menudo, el hombre absorto en cavilaciones, no es capaz de advertir los hechos más palmarios. Ayer mismo tuve la oportunidad de citar a la burrita para abrir los ojos a un amigo, muy culto por cierto, ingeniero y excelente escritor que, hasta ahora, vivía solo, me comunicó su pesar y su desconcierto porque un hijo suyo, casi cuarentón, que lleva una vida muy desordenada, se emborracha a menudo y no le demuestra ningún cariño, le ha instado a irse a vivir con él. Me dijo: "no lo entiendo. ¿Por qué quiere que yo comparta su casa si parece que me odia? Y yo, ejercí de burrita contestándole:" es evidente, porque te necesita para dejar de beber". Creo que se lo está pensando, porque, ante todo, es padre. Desde luego, él es varón, como Balaam, y estos asombrosos despistes, protagonizados por personas inteligentes y cultas, como Balaam o mi amigo M. son más propios de hombres que de mujeres, La razón es que ellos son más cerebrales que nosotras. A veces, los teoremas los ciegan

Pero estas sencillas reflexiones dictadas por el sentido común, no se bastan para justificar la inserción de la pelea entre Balaam y su burra en la Torah. Para entender un poco mejor el alcance de la escena, es preciso detenerse en el hecho fundamental del asunto: quien obstruye el camino es un ángel armado con una espada, como aquel encargado de vedar a nuestros Primeros Padres el retorno al jardín del Edén. Es la Fuerza Divina la que se interpone entre Balaam y sus intenciones. El Eterno había manifestado bien las claras Su Voluntad, respondiendo a primera pregunta del vidente sobre la conveniencia de obedecer o no al rey de Moab, Balak, que le ordenaba maldecir a Israel cuyo campamento se encontraba ya al alcance de la vista, diciéndole que no se le ocurriera. Literalmente el Oráculo de Hashem había sido: "No vayas con ellos, no maldigas al pueblo porque es bendito." Al seguir empeñándose en conseguir la aprobación del Todopoderoso, Balaam desencadenó Su Enfado y se vio sumido en la confusión, incapaz de advertir la realidad que un ser desprovisto de doblez percibía sin error. La lección es que no se puede anteponer nunca la propia iniciativa a la Voluntad Divina y, menos aún, como lo dijimos en otra ocasión, tratar de manipular-La.

Balaam, aunque no formaba parte de la congregación de los Benei -Israel, era devoto del Todopoderoso y no estaba dispuesto a hacer absolutamente nada que no contara con Su aprobación. Por lo tanto, previno Balak y a los ancianos de Midián, que le ofrecían espléndidos regalos a cambio de su conjuro, que no tomaría ninguna decisión antes de haber consultado con el Eterno. Hasta aquí actúa con perfecta coherencia y le admiramos por su integridad

Nuestro desconcierto empieza cuando, al reiterarle Balak la propuesta anterior, en vez de volver a oponerle una enérgica negativa, ya que Hashem le había prohibido maldecir al pueblo de Israel, él vuelve a decirles que no quiero riquezas ni honores, sino obedecer las órdenes que el Eterno le dé durante la noche siguiente. Está claro que Balaam no se atreve a tomar una decisión por su cuenta. Teme muchísimo a los poderosos de este mundo y quiere dejar bien clara su irresponsabilidad en el asunto. Vuelve, pues, a invocar al Eterno, Quien, por un lado Se va a mostrar compasivo con él, autorizándole a emprender el camino, pero a condición de que profiera únicamente las palabras que le va a dictar. Sin embargo, con la actuación de la burra, le obliga a tomar consciencia de su propia mala fe. El no quiere realmente honrar al Eterno, sólo quiere saberse respaldado.

Esta es la desgracia de Balaam, su terror ante los poderosos de este mundo que le veda un comportamiento honroso: No sabe decirles un "no" rotundo, cosa que debía haber hecho desde el primer momento, porque ningún profeta fiel al Eterno tendría la tentación de maldecir a un pueblo que también lo es. Pero Balaam se parece a muchas personas de la época actual que no se atreven a contradecir a los voceros de la inmoralidad, a pesar de lo mucho que las continuas incitaciones a la depravación les deja escandalizadas. Se refugian en un pretendido respeto por las convicciones ajenas, como si refocilarse en la abyección y educar en ella a los niños indefensos contra la manipulación, pudiera considerarse un modo de pensar, cuando deberían proclamar que esto es un modo de matar el pensamiento. Se podría decir que estamos viviendo tiempos balaámicos, en el sentido de que, a fuerza de no querer contrariar a quienes pueden quitarles el empleo, negarles la concesión de la hipoteca que les va a enrejar el alma o hacerles fama de retrógrados peligrosos para el bienestar común, relegándoles así a un ghetto moral en el que se les mermará la existencia. Mucho despotricar contra aquella Inquisición que persiguió con verdadera saña a nuestros antepasados, pero se someten a otra que tiene las mismas características, sólo que, esta vez se presenta con los oropeles de la tolerancia, o sea que es más hipócrita y, por lo tanto, más peligrosa que la otra ¡Es el progreso! El camino hacia la ortodoxia de la abominación.

Balaam está sometido a una presión férrea de este tipo, que, inevitablemente, acaba por embotar la sensibilidad por las espantosas agresiones a las que la somete de continuo. Si preguntamos a nuestros contemporáneos: "¿Tú quieres de verdad que a tus hijos los clonen, los corten en trozos a su muerte , para utilizar sus órganos como piezas de recambio, experimenten con ellos "tratamientos" innovadores sobre los cuales no tienes ningún control, les enseñen a venerar las "doctrinas" más execrables? Dirán que no se trata de esto, sino de estar a la última, de no ser un reaccionario dañino, de comprender que los tiempos han cambiado. Es inútil preguntar" ¿qué significa la expresión: "Los tiempos han cambiado"? porque ni lo saben, ni, menos aún lo pueden explicar. Muchas cosas pierden su significado cuando se las pone en plural, la libertad, por ejemplo, o el tiempo. Son como Balaam, saben que no es verdad, pero no se atreven a disentir.

Volviendo, precisamente a Balaam, observamos que Balak no ceja en su empeño corruptor. Exige que el vidente mire a Israel desde varios puntos de vista para averiguar si, por casualidad, no hay alguno desde el cual consiga la ansiada maldición: No lo hay. Balaam trata de ganar tiempo, exige construcción de altares, ofrendas de sacrificios et. Todo lo que se le ocurre, sobre todo que mire a Israel. Llegamos ahora a un punto álgido de la narración. En todo el relato de la parashah, Israel es una referencia. Se habla de Israel, se trata de inflexionar su destino, se le designa como un peligro cercano, pero no se le muestra, no se le ve. Israel es una referencia, no una presencia real. Esto se produce siempre en los casos de persecución tan aciaga como arbitraria. Delos perseguido se habla y se les describe como especialmente peligrosos, pero se habla de ellos, nunca con ellos, hasta que están encadenados, aislados los unos de los otros y sometidos a torturas. Balaam ve a los hebreos, pero no tiene ningún diálogo con ellos: No sabemos, porque el texto no nos dice nada al respecto, si están al corriente de las maniobras de Balak y de las vacilaciones de Balaam, que acaba por pronunciar las bendiciones, espléndidas, maravillosas y verídicas que le dicta Haqadosh Baruj Hu. Balaam y sus interlocutores hablan de Israel, pero a Israel, no se le oye. Balaam mira a Israel, sin escucharle. Los que conocemos el hebreo, sabemos que oír y mirar deben ir juntos, porque así nos lo revela el verbo "escuchar, oír" que se ortografía "shin, mem, ´ayin", siendo la última de las tres consonantes, "´ayin" que significa "ojo" y fuente. La vista y el oído son sentidos complementarios. Balaam no oye a Israel, lo ve de lejos, es decir que se hace una imagen de él. Esto también se suele producir en los casos de manipulación persecutoria, a la víctima se la enseña de lejos y se interpretan sus intenciones en el sentido que la desfavorece.

Ahora bien, ésta es la conducta de Balak. Balaam se hace cómplice sin realmente proponérselo: Y, con esto, llegamos al nudo del asunto, preguntándonos, por qué si, en el fondo no era tan malo, Balaam que, como ya hemos mencionado, bendijo a Israel repitiendo sin el menor error las palabras que Hashem le puso en los labios, goza de tan escasa simpatía entre los judíos.

Encontraremos la respuesta examinando el comportamiento de Balaam. En ningún momento hace gala de amistad, o, por lo menos de simpatía por Israel. No quiere maldecirle por honradez y porque teme al Eterno, pero, aparte de esto, Israel no le importa para nada. No piensa ni por un momento en sus posibles sufrimientos, no parece conocer la compasión, actúa como un ejecutante, del Eterno o de Balak, pero no tiene sentimientos. El secreto de este hombre reside en su carencia afectiva. Hemos dicho, en anteriores renglones, que esta asepsia sentimental es propia de gente sometida a un poder tiránico. Balaam no sabe amar, ni al Eterno, ni a loa hombres y esto, no lo puede entender el judío cuya relación con el Todopoderoso es profundamente pasional, lo mismo que la relación del Todopoderoso, El Shaday con Su pueblo.

Balaam es devoto del Eterno, es cierto, pero vive en una sociedad idólatra, sus esquemas mentales no son los de un hebreo: Para él, la Divinidad es un poder con el que es menester congraciarse, que te castigará si le desobedeces, pero no es un Ser dotado de sentimientos, que te protege o sufre por tu indiferencia. Hay que repetirlo, Balaam está inmerso en una sociedad idólatra y, a los ídolos, ni se les ama, ni se les odia, se procura tenerlos satisfechos, lo mismo que ellos, a los simples mortales, ni les aman, ni dejan de amarles, los usan, se hacen mantener por ellos, y nada más. La relación es de tipo comercial, por no decir que es una forma de prostitución. Balaam non sabe salirse de estos esquemas de forma que, siendo su bendición Palabra Santa que siempre repetimos y repetiremos con gran simjah, , no sentimos hacia aquel pobre desgraciada que las pronunció, el agradecimiento que hubiera cabido esperar si hubieran salida de unos labios conmovidos por el inmenso cariño que contienen. A Balaam, no le importaba para nada bendecirnos o no bendecirnos. No se acercó a Israel en ningún momento, no trató de conocernos, para el fuimos una experiencia, algo que, quizás, en algún momento, recordara con cierta admiración, pero no podemos por menos de suponer que el terminar con su misión, representó un alivio para él.

Con su historia, el Eterno, Cuyo Santo nombre bendecimos, nos reparte grandes enseñanzas, siendo una de ellos, y no la menor, que el hombre desprovisto de sensibilidad, o que desconfía de ella hasta el punto de mantenerla bloqueada, no puede tener vida religiosa auténtica porque siempre estará a la defensiva en lugar de vivir en la confianza que se ha de tener en el Eterno.

Por otra parte, la parashah de Balak nos explica bien a las claras que la mirada ajena, cuando no se apoya en la simpatía y la solidaridad que propicia el conocimiento mutuo, desemboca en el recelo y la persecución. Balak acusa a los Benei-Israel de acercarse a los pueblos vecinos con intenciones asesinas y no hay nada más alejado de la verdad: Todo lo que pedían los hebreos era que esos pueblos los dejaran transitar pacíficamente por su territorio, mientras se dirigían a la Tierra Prometida, comprometiéndose a no tocar el agua ni dañar las cosechas. Se habían vistos compelidos a la guerra con quienes, además de negarles estos humanitarios favores, les habían agredido, pero, por iniciativa propia, no querían enemistad ni querellas.

La mirada ajena, si se queda en algo superficial que responde al miedo y no a la observación objetiva y justa, puede ser el origen de muchas desgracias, por lo cual suplicamos a Hashem que nos evite ser víctima de ella y hacer que otros sean víctimas de la nuestra.

Bendito Sea para siempre jamás el Nombre del Eterno que nos concede la merced de enseñarnos la recta conducta!


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