26 enero 2006

parashah: Parashát vaErá, por Rav Daniel Oppenheimer - ¿Por qué? (II)

Parashát vaErá, por Rav Daniel Oppenheimer - ¿Por qué? (II)
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Thursday, 26 de January de 2006, 18:57
 
Parashát vaErá
¿POR QUÉ? (II)


por Rav Daniel Oppenheimer

En el capítulo anterior hemos intentado aclarar - en lo posible - la armonía entre el Poder absoluto de D”s, y el libre albedrío de los seres humanos. Para sintetizar lo expuesto, tratamos de aclarar que el libre albedrío de los humanos no contradice el hecho que D”s haga cumplir Su proyecto en el mundo.

En la consulta que motivó el escrito anterior, había un sesgo de molestia por el hecho que ciertas personas se atribuyen la facultad y la autoridad de interpretar la Voluntad de D”s en los sucesos que acaecen a ellos mismos o a otros.

En este sentido se debe ser muy cauto, pues ¡¿quién le dio a aquella persona la potestad de explicar a D”s?! Es verdad que los profetas recibían el conocimiento de D”s para amonestar y exhortar a los judíos a corregir sus acciones. Eran profetas. También los Sabios del Talmud estaba inspirados por el “Ruaj haKodesh” para hacer saber a la gente el porqué de ciertas circunstancias que ocurrieron en sus épocas. Es así que nos transmitieron que el 2º Bet HaMikdash fue destruido a raíz del odio gratuito que existía y existe entre los propios judíos. Era menester que los Sabios señalaran este hecho, pues constituye la mayor tarea que incumbe a todo el pueblo corregir. No obstante, aun cuando declararon estas falencias espirituales, no lo hicieron con el objetivo de “explicar” a D”s, sino para legarnos una lección moral en nuestra búsqueda de auto-corrección.

 

Sin embargo, en épocas más recientes, y a pesar de las graves persecuciones que sufrió nuestro pueblo, los Jajamim de estas épocas se abstuvieron de brindar explicaciones. Aun después del Holocausto, los Sabios de esta generación se ocuparon de consolar al pueblo y liderar la reconstrucción espiritual del pueblo más que a dar explicación de lo sucedido. Si hubiesen creído necesario darnos una interpretación para corregir nuestra conducta, ya lo hubiesen hecho. Quizás lo harán en el futuro, en el momento que crean oportuno derivar una lección ética. Lo que nunca sería aceptable para el judío consciente, sería una negación de la Providencia Di-vina.

 

¿Por qué ocurren cosas malas a la gente buena? Esta pregunta está formulada en varios lugares del Tana”j (Biblia). Basándose en la premisa (del “Aní Ma’amín”) que D”s es omnipotente y que es infinitamente justo, no se comprende cómo permite que hayan injusticias en el mundo! Iyov (Job), un hombre justo, sufrió los peores males que se puede concebir. El Tana”j relata las discusiones que tuvo con sus compañeros que lo visitaron. El libro de Kohelet (Eclesiastés) vuelve sobre el mismo tema y el Talmud (Brajot) nos explica en las palabras de la Torá que el propio Moshé deseaba entender el modo cómo D”s maneja el mundo: ¡¿por qué los justos (aparentemente) sufren, e inversamente, a los malvados (aparentemente) les va bien?!

Los comentarios posteriores tratan ampliamente el tema. D”s mismo le respondió a Iyov: ¡¿Dónde estuviste cuando establecí la tierra (Iyov 38:4)?! ¿Qué conocimiento tienes, acaso, del pasado y del futuro? Los seres humanos estamos severamente limitados en nuestra visión. Juzgamos situaciones caprichosamente, sin tener todos los elementos para hacerlo correctamente. Creemos saberlo todo, cuando, en realidad sabemos muy poco. Creo que fue el Ibn Ezra, un Sabio español del siglo XII, quien lo resumió del siguiente modo: “ilu iedativ, hayitiv” (si yo lo supiera, yo Lo sería). Si yo supiera lo que sólo D”s sabe, yo sería D”s. Soy ser humano, y, por lo tanto, no lo sé.  Hay un límite a las preguntas a las que tenemos respuesta, y radica en lo que el ser humano puede posiblemente saber, y lo que está más allá del potencial conocimiento humano. Los judíos bendecimos frente al funeral de un ser querido que D”s es “el Juez de la Verdad”. Aceptamos la exactitud del veredicto, aun cuando nos cuesta someternos.

No pertenece al área de los seres humanos entender a D”s en Su manera de conducir el mundo. No somos ni sus abogados, ni sus portavoces. Sí se nos exige obedecer Sus leyes que aceptamos frente al Sinaí. No se nos exige defenderLo y explicarLo.

 

Nuestros padres y antepasados no fueron menos inteligentes que nosotros, tuvieron nuestras mismas preguntas y siguieron adelante en su tarea, aun viviendo en condiciones de discriminación, persecución, y masacres injustas que no podemos siquiera imaginar. Esto no ocurrió una sola vez. Esta fue la norma de los dos milenios de exilio.

 

A esta altura creo importante distinguir entre lo que le sucede a uno mismo, y lo que uno advierte que les sucede a los demás - especialmente cuando estos terceros están padeciendo la coyuntura desafortunada que experimentan.

Por un lado, cuando de uno mismo se trata, la Guemará dice que si le suceden disgustos a la persona, entonces “Iefashfesh bema’asav”, o sea que se fije y analice sus acciones para estudiarlas encontrar dónde pueden estar erradas y corregirlas.  Eso no significa que de inmediato sepa reconocer sus errores pues comúnmente ya nos hemos convencido que nuestro accionar es íntegro. Al mismo tiempo, aun así no sabemos si lo que sucede es una llamada de atención o quizás se trate una prueba Di-vina u otro motivo.

Buscar corregirse no es igual a buscar culpas, pues el análisis riguroso de la rectitud de las acciones debiera ser una tarea clara y regular para todo ser humano. El hecho de examinar la conducta propia demuestra saber que somos responsables por nuestras acciones pues son trascendentes – y esa misma es una señal de potencial grandeza.

Cuando se trata del sufrimiento y del dolor ajeno, sin embargo, todo se vuelve mucho más complejo. Si bien, con la mejor intención, los amigos pueden llegar a sugerir aquello que sería correcto para si mismos - o sea analizar los actos para corregirlos esperando que de ese modo su situación mejore, al proponer ese mismo ejercicio al prójimo, puede llegar a ser interpretado como una imputación encubierta de que no es buena persona. Dentro de la prohibición de herir con palabras (Ona’at Dvarim), los Sabios incluyen que no se debe atribuirle los males que le están sucediendo a otro - enfermedades, problemas económicos - al castigo Di-vino (“por algo será...”). Aquel que se acerca a un compañero o a un guía espiritual para abrir su corazón y volcar sus penas, reclama apoyo, comprensión, empatía, cariño y aliento. También - muy posiblemente - busque apoyo “práctico” material, y consejos. Si en el transcurso de las conversaciones que siguen, se insinúa que quiere reforzar su aspecto espiritual, entonces será apropiado sugerir modos de mejor observancia de Mitzvot y adicional estudio de Torá.

Es menester que quede en claro, de todos modos, que existen situaciones que no se entienden y que no es obligación entender y menos justificarlo a D”s mediante respuestas humanas. Si bien es común en la mente de muchas personas, que aquel que es creyente debe poseer la respuesta a todas las incógnitas que se le pudieran ocurrir - la verdad es otra. Nuestra Emuná no depende, ni debe estar sujeta al entendimiento de cada situación.

¿Es una herejía preguntar?

En absoluto. A simple vista, pareciera ser como si estuviera prohibido preguntar. Y en realidad, son frecuentes las situaciones que se presentan en las charlas públicas de rabinos, en las que aquel individuo que pregunta, introduce su duda con alguna frase que lo excuse por estar presentando tal o cual cuestión (p.ej.: “puede ser que lo que pregunte sea una tontería”, o “si fuera por mi no lo preguntaría, pero a veces otros me preguntan...”), siempre dando la pauta de como si estuviese vedado cuestionar. La verdad es exactamente la opuesta. Quien estudió, aunque fuera tan solo una hoja del Talmud, se habrá percatado que el texto no deja de cuestionar cualquier punto que no considere totalmente claro. Esto demuestra a las claras, que preguntar es no solamente permitido, sino necesario.

D”s acepta quejas - y dependiendo de cómo sean formuladas son válidas, sin que esto implique una falta Emuná, pues cuando duele, duele... Es más: el hecho en si, que la persona lleve y derrame su carga emocional de pena ante el Creador, es la mayor expresión de fe, pues demuestra que es solamente Él, Quien puede asistirlo. Esto es precisamente lo que sucede en la Tefilá en la que se “queja” y se cree de todos modos. ¿Quién acaso tuvo más Emuná que Moshé, que al ver que su misión ante el Faraón había fracasado (en primer instancia) fue delante de D”s (Shmot 5:22) y expresó:  “¡…Lama ze shelajtani!” (…¡por qué me has enviado!)

Recuerdo un dicho que reza: “Aquel que no cree en el Creador no tiene respuestas (a sus preguntas), pero aquel que sí cree, no tiene preguntas”.  Esto no significa que el creyente no pueda, ni deba formular sus dudas, sino que vive con la tranquilidad que aun si no sabe las respuestas a sus cuestiones, y aun si nunca las llegue a descubrir, eso no significa que no existan.

Espero haber aportado algo para poder aclarar el tema.



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