17 agosto 2006

parashah: Parashát ReEh, por Rav Daniel Oppenheimer - ¡Más Pobres!

Parashát ReEh, por Rav Daniel Oppenheimer - ¡Más Pobres!
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Thursday, 17 de August de 2006, 09:55
 
Parashát ReEh
¡MÁS POBRES!

por Rav Daniel Oppenheimer

La familia se había vestido de gala para ir al casamiento. Subieron todos al auto y emprendieron el viaje. A las pocas cuadras llegaron a una esquina en la cual debieron detenerse para esperar que cambie el semáforo. Como sucede a menudo, un niño de apenas 5 o 6 años vestido con ropa harapienta, se acercó a la ventana del que maneja y golpeó extendiendo la mano y mostrando su cara triste y sufrida. El conductor, sin cortar la conversación en la cual estaba inmerso, tomó una de las monedas que tiene preparadas para tales contingencias, bajó la ventanilla y “colaboró con la causa” a la cual había sido invitado. La luz cambió, y puso en marcha el auto...
Dada la mala sincronización de los semáforos, a las pocas cuadras, se repitió la escena, con la diferencia que esta vez se trataba de una mujer con un bebé en brazos. En el transcurso del viaje, fueron cuatro los que le solicitaron ayuda. “¡Cada vez son más!” - pensó la cuarta vez que le pidieron. Efectivamente, cuando se acercó a la sinagoga, ya lo esperaba un grupo de personas necesitadas: “Somos cinco!” - dijo una de ellas, que era la que tenía la bolsita de plástico en la mano, dando a entender que esperaba una cantidad de Tzedaká que tuviese en cuenta la cantidad de menesterosos que debía ayudar.
Nuestro buen conductor, una persona generosa en dinero, corazón y con su tiempo, colaboraba en la comisión directiva de la escuela a la cual concurrían sus hijos. Esa semana debían tratar el tema de los pedidos de becas y las solicitudes de reducción en el monto de aranceles. Al mirar la cantidad de pedidos que se habían “acumulado”, pensó desesperado y en voz alta: “Si le damos beca a todos estos alumnos, cuándo nos pondremos al día con los docentes a quienes ya les debemos dos meses de haberes...”.
Volvió a casa afligido por la impotencia. Los pedidos eran reales. Las familias pasaban un muy mal momento, pues los padres de familia habían perdido sus puestos de trabajo. Conociendo los nombres que habían sobre las solicitudes, sabía que no mentían.
Recordaba que en su niñez se hablaba de la gente que moría de hambre en Biafra. Su papá le había mostrado en el mapa dónde quedaba África, y dónde se ubicaba Biafra. Sus hijos habían vuelto a casa en distintas ocasiones con pedidos de ropa y alimentos no perecederos para luchar en contra de la indigencia en “el interior del país”. En la escuela había leído acerca de la pobreza que había en varios países después de la depresión de los años treinta... Todo parecía tan lejano en tiempo y en espacio...
¿Qué dice Ud. querido lector? Lamentablemente es así. La pobreza está aquí no más, “a la vuelta”. Frente a nuestros ojos. ¿Qué actitud tomar? Los reclamos son muchos. Camine un día por el centro cerca de la Casa de gobierno. Lea la información acerca de los nuevos integrantes que se suman a la clase “que vive debajo del índice de pobreza”, acerca de “los pobres que se vuelven más pobres”, etc.
Efectivamente, nos toca a nosotros encarar el tema. Muchos hemos nacido en épocas en las cuales de a poco las cosas iban siendo paulatinamente más fáciles o más cómodas. Muchos hijos o nietos de inmigrantes, recuerdan aún sus humildes comienzos en el país. Cuando la memoria falla, las fotos de la época recuerdan la precariedad en la que se vivía en otros momentos. La modernidad trajo consigo muchos adelantos tecnológicos, aliviándonos de muchas molestias, grandes y pequeñas. En lugar de colgar al ropa mojada, Ud. tiene un secaropas. Ya no necesita lavar y fregar los pañales, pues los compra descartables. En lugar de esperar en el frío de la noche hasta que la leche para la mamadera del bebé esté caliente (y no se pase), Ud. tiene un microondas. ¿Y el teléfono? Se acuerda cuando debía girar el disco? (¡Verdad! Las características eran más breves, pero tampoco estaba el “redial”, por si daba ocupado...). No podemos negar que en muchos aspectos la vida se tornó, lentamente, más fácil, más confortable.
¿Pero esto? ¿Quién hubiese imaginado que la cosa podía darse vuelta hacia abajo de modo tan precipitado? ¿Es que la calle por la que transitábamos era “doble mano”? ¡Cómo nos cuesta adecuarnos a situaciones de estrechez, de carencia!
En distintos países y en diferentes épocas, la tasa de pobreza es más alta o más baja. La cuestión de la correcta distribución de los bienes ha provocado en muchos pensadores idear proyectos justos para las sociedades que habitan en los más variados lugares del mundo. Muchas de ellas (o todas) terminaron siendo un rotundo fracaso. Cuando la población pobre se sintió abrumada por la indigencia en la cual estaba sumida, hizo saber su dolor y su hambre en forma violenta. La solución marxista tampoco pudo crear una sociedad equitativa pues no permitió el desarrollo de las empresas, al negar uno de los principios básicos de los seres humanos: su deseo de procurarse sustento y poseer bienes materiales.
¿A quién le incumbe el problema? ¿Es un tema que lo tiene que resolver el Estado con nuestros impuestos? ¿quién es el Estado? ¿por qué no se termina de resolver jamás? ¿qué dice la Torá al respecto?
En Parshat Re’é, la Torá habla sobre la obligación de dar Tzedaká. Este no es el único lugar, ni la única Mitzvá relacionada con los menesterosos. En Parshat Behar, ya habíamos leído acerca de la Mitzvá de prestar ayuda económica en calidad de préstamo sin cobro de intereses y en otros sitios se mencionan las Mitzvot de lo que el campesino debe dejar para el pobre en la época de la cosecha y el diezmo para los necesitados.
Sin embargo, en Re’é, hay una aparente contradicción: una cita dice (Devarim 15:4) que “no habrá entre ti pobres...” y, más tarde (Devarim 15:11) se menciona que “no dejarán de haber pobres en la tierra”. ¿Es posible imaginar un mundo sin gente carenciada? Esto no se entiende. ¿Cuál es la fórmula mágica? Rash”í analiza los versículos y responde que se trata de diferentes situaciones: cuando cumplen la voluntad del Todopoderoso, automática baja la tasa de pobreza.
¿Qué significa todo esto? A pesar que los seres humanos no lo hemos logrado (al menos en los últimos siglos o milenios) existe la posibilidad de erradicar la pobreza de la faz de la tierra. ¿De quién depende? Según lo que estamos viendo, no del Estado. Sí depende de nosotros. El Estado tiene sus leyes creadas por seres humanos y puede y debe implementarlas. Pero no puede obligar a las personas a ser buenas. Las leyes, por más justas que sean, son obligaciones legales y no crean bondad. La bondad es la parte esencial de la ética que deben practicar las personas. La indigencia de parte de la población es señal de pobreza y miseria espiritual generalizada al resto de la población.
Ud. preguntará: Pero... ¿Qué puedo hacer yo? ¿Debo organizar una manifestación pública para protestar por los necesitados y los hambrientos? No creo que esta sea una respuesta útil o efectiva. La Torá depositó su confianza en cada uno de nosotros para encargarnos hacer lo que nos está al alcance con nuestro patrimonio intelectual, emocional y material. Y, sin duda, es mucho más de lo que cada uno está enterado que posee. Aquí no se trata de ser extrovertido o tímido (“¡¿quién soy yo para hacerlo?!”, etc.). Cada uno de nosotros está dotado de ciertas cualidades de las que otros carecen. Depende de nuestra buena voluntad, la decisión de compartir. Obviamente, sumado a esto, y una vez que se mostró con el ejemplo lo que se puede llegar a hacer, si la persona posee talento organizativo y entusiasmo podrá contagiar a sus allegados a participar o a que tomen conciencia para que cada uno haga lo suyo.
La Mitzvá de Tzedaká depende de cada individuo y hoy en particular, la coyuntura nacional llama a cada uno a reflexionar y actuar.

¡MÁS POBRES! (II)
Dentro de este tema acuciante, es menester tomar en consideración un aspecto familiar relacionado con la educación de los niños. Peor que la pobreza misma es la idea de “sentirse pobre”. Existe en nuestra sociedad una sensación de ser “pobre” al compararnos con aquel que posee más que uno o que se puede dar ciertos lujos a los cuales uno no tiene acceso.
Si bien los celos son humanos, depende mucho de la educación que los niños reciben en su hogar, la determinación de poder y querer sobrellevar la vida en la cual otros tienen más. Si en los diez mandamientos se establece la prohibición de “no codiciar”, es porque está dentro de la posibilidad humana llevarlo a cabo, aunque sea difícil.
La hermana de Rivky recibió una muñeca nueva para su cumpleaños. Rivky se puso celosa pues también quería una muñeca nueva. ¿Debe la mamá atender el reclamo y acceder a su pedido? A menudo los padres pensamos que sí, “con tal que sea feliz”. Esta postura suele ser contraproducente. En la vida debemos limitarnos en innumerables situaciones. El Rabino Avraham Twersky M.D. lo denomina “la trampa de la felicidad” (“Positive Parenting” de Mesorah - Artscroll). No está en lo accesible de los padres “hacer que sus hijos sean felices”. Nadie puede brindar felicidad. La felicidad la debe generar uno mismo como consecuencia de saber que está haciendo lo que debe hacer. La obligación de los padres es proveer a Rivky las herramientas con las cuales se pueda desenvolver en la vida real. Al tiempo que desean proteger a Rivky de todo mal, ellos deben transitar equilibradamente entre ese sentimiento y la importancia de hacer las paces con su situación, al mostrarle que posee los elementos para recuperar la felicidad que perdió temporariamente.
En cambio, la mamá de Rivky sí puede (y debe) hacerle saber a Rivky que ella también recibió o recibe obsequios en su debido momento. La mamá sí puede hacerle sentir a Rivky que ella misma participa y empatiza con su dolor y que entiende lo que lo pasa..

D”s nos acompaña en nuestras penurias. Así lo expresa numerosas veces en el Tana”j. (Talmud Ta’anit 16.). ¿Por qué nos acompaña en el dolor? ¿Por qué directamente no nos lo quita del todo? No lo sabemos. Pero, sin duda es para nuestro beneficio...

Daniel Oppenheimer


¡MAS POBRES! II
Dentro de este tema acuciante, es menester tomar en consideración un aspecto familiar relacionado con la educación de los niños. Peor que la pobreza misma es la idea de “sentirse pobre”. Existe en nuestra sociedad una sensación de ser “pobre” al compararnos con aquel que posee más que uno o que se puede dar ciertos lujos a los cuales uno no tiene acceso. Si bien los celos son humanos, depende mucho de la educación que los niños reciben en su hogar, la determinación de poder y querer sobrellevar la vida en la cual otros tienen más. Si en los diez mandamientos se establece la prohibición de “no codiciar”, es porque está dentro de la posibilidad humana llevarlo a cabo, aunque sea difícil. La hermana de Rivky recibió una muñeca nueva para su cumpleaños. Rivky se puso celosa pues también quería una muñeca nueva. ¿Debe la mamá atender el reclamo y acceder a su pedido? A menudo los padres pensamos que sí, “con tal que sea feliz”. Esta postura suele ser contraproducente. En la vida debemos limitarnos en innumerables situaciones. El Rabino Avraham Twersky M.D. lo denomina “la trampa de la felicidad” (“Positive Parenting” de Mesorah - Artscroll). No está en lo accesible de los padres “hacer que sus hijos sean felices”. Nadie puede brindar felicidad. La felicidad la debe generar uno mismo como consecuencia de saber que está haciendo lo que debe hacer. La obligación de los padres es proveer a Rivky las herramientas con las cuales se pueda desenvolver en la vida real. Al tiempo que desean proteger a Rivky de todo mal, ellos deben transitar equilibradamente entre ese sentimiento y la importancia de hacer las paces con su situación, al mostrarle que posee los elementos para recuperar la felicidad que perdió temporariamente. En cambio, la mamá de Rivky sí puede (y debe) hacerle saber a Rivky que ella también recibió o recibe obsequios en su debido momento. La mamá sí puede hacerle sentir a Rivky que ella misma participa y empatiza con su dolor y que entiende lo que lo pasa.. D”s nos acompaña en nuestras penurias. Así lo expresa numerosas veces en el Tana”j. (Talmud Ta’anit 16.). ¿Por qué nos acompaña en el dolor? ¿Por qué directamente no nos lo quita del todo? No lo sabemos. Pero, sin duda es para nuestro beneficio...

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