Parshat Toledoot, por Malcah Canali - Compás de Espera de Josefina Jlucentina - Wednesday, 7 de November de 2007, 22:40 | |
B''H De Malcah para la Quebutzah Comentario a la Parashah Toledot Sábado 10 de noviembre de 2007 29 de Jeshvan de 5768 TOLEDOT COMPÁS DE ESPERA La parashah de Jayé Sarah, como todos recordaréis sin esfuerzo, se abre con la muerte de Sarah y se cierra con la muerte de Abraham, lo cual evidencia, una vez más, la gran unión que existió entre ambos esposos y, también que un episodio de nuestra protohistoria en tanto que pueblo se ha terminado. La reconciliación de Ytsjaq e Ismael en el funeral de su padre da un sello de serenidad y nobleza que nos llena de satisfacción, incluso de optimismo, a un episodio que sin él sería simplemente luctuoso. A continuación, unos cuantos versículos nos indican que Ismael recibió grandes bendiciones del Eterno y extendió su poder sobre un territorio considerable, frente a todos sus hermanos. Esta última mención de la fraternidad, algo distante, pero real, que une a Ismael con los demás hijos de Abraham no deja de complacernos, porque es señal de una concordia familiar que siempre podrá resurgir y que, sin duda alguna, fue uno de los deseos más vigorosos de nuestro primer patriarca. Desde luego, es admirable la sabiduría de los eruditos que pusieron al término de este relato, o sea del versículo 18 de Bereshit 25, el punto final de la parashah, porque, a partir del versículo 19 se aborda la historia del segundo de nuestros patriarcas, Ytsjaq, esposo de Rivkah. Es el inicio de una nueva época. Desde luego, la continuidad de nuestra historia no está en la cuestión, el mismo versículo lo subraya al insistir sobre la filiación, de un modo que cualquier profesor de lenguaje censuraría con alarde de ironía en la redacción de un alumno diciendo: "Claro que si era hijo de Abraham es porque Abraham lo engendró ¡De verdad eres un lince!" Pero el Eterno no es alumno nuestro y más nos valdría ser alumnos suyos a la hora de explicar las cosas con pocas palabras y mucha expresividad. Cuando dice que Ytsjaq era hijo de Abraham, no sólo nos recuerda un hecho biológico que, a estas alturas, conocemos perfectamente, sino que nos obliga a considerar la impronta de la herencia material y social en la vida del hijo y cuando dice que Abraham engendró a Ytsjaq, pone el acento sobre la formación moral y espiritual que el hijo recibió del padre. La palabra holid(=engendró) es un verbo empleado en forma causativa, lo cual resulta realmente significativo. Abraham fue educando a Ytsjaq, le fue transmitiendo sus conocimientos, su sabiduría. En estas cuatro palabras: "Abraham holid et Ytsjaq" la torah nos explica que no basta conque un espermatozoide alcance un óvulo para engendrar a un ser humano; después del nacimiento hay que estar atento y actuar con sumo tino para favorecer el desarrollo de la personalidad dentro del marco cultural y religioso que nos importa transmitir, porque es el nuestro, creemos en él y confiamos en él para proporcionar una vida digna y satisfactoria a la criatura amada. Esto es engendrar: causar el desarrollo armonioso de las potencialidades que el niño traía al nacer. Supone una dedicación de muchos años, una larga espera antes de poder contemplar los resultados, o sea haber formado un adulto. Alcanzada esta meta, el padre puede asistir a la boda de su hijo, confiado en el porvenir porque nadie desea que su fecundidad acabe en una sola generación. Todos deseamos que nuestros hijos a su vez se reproduzcan. En esta lógica, el texto nos informa de que después de ser engendrado, Ytsjaq se casa con Rivqah, hija de Betuel, hermana de Labán el arameo. Estos detalles genealógicos no son indicaciones irrelevantes, muy al contrario, porque si bien es cierto que Ytsjaq y Rivqah eran de la misma familia, es decir que tenían una buena base para entenderse, no lo es menos que pertenecían a dos ramas distintas de esta familia, lo cual viene subrayado por la apostilla: "el arameo" aplicada sucesivamente a Betuel y a Labán en el curso del mismo versículo. No eran hebreos, tenían comportamientos de los que Abraham se había alejado. Eran amigos de trampas y manipulaciones, lo demostrará Labán en su trato con Yaacov. En este ambiente algo turbio, se crió la hermosa Rivqah. Si recordamos ahora que la Torah nada nos dice de la educación recibida por Sarah, nos afianzaremos en la convicción de que un cambio importante marca el paso de una generación a otra, a pesar de las innumerables semejanzas existentes entre el discurrir vital de la una y de la otra. La primera diferencia, lo acabamos de apuntar, es que la educación de la esposa es asunto relevante en la vida familiar y la primera semejanza es la esterilidad de la pareja durante un largo periodo de tiempo, pero este compás de espera no tiene exactamente la misma utilidad en ambos casos. En el caso de Abraham y Sarah está sobre todo destinado a la formación del esposo, a que él aprenda a comportarse sin dejarse debilitar por la aparente esterilidad de su relación con el Todopoderoso, como ejemplo viviente para toda su descendencia. Esta será la misión de nuestro pueblo a lo largo de los milenios: saber esperar sin dejar nunca de actuar según las normas de la fidelidad debida al Eterno. Esto, Abraham lo hizo a la perfección, y Sarah, a pesar de su pasividad que la impulsaba a complacer a su marido en todo, fue presa de cierta impaciencia al "alquilar" el vientre de Hagar para adelantarse a la Voluntad Divina. Por esto sabemos que la espera estaba destinada, en primer lugar, a la formación espiritual de su marido. En el caso de Ytzjaq y Rivqah, la espera estaba destinada a la formación de la esposa, lo cual queda patente en dos circunstancias; los veinte años de esterilidad (el numero dos forma parte de la esencia de Rivqah, ya lo hemos comentado) y en la plegaria de Ytzjaq que reza "en lo referente a su mujer que era estéril". Él no se implica directamente en el asunto de la espera; se parece a su madre, es pasivo, quien va a asumir la responsabilidad de la vida familiar es Rivqah, pero ella solo podrá llevar a cabo tamaña labor si dispone del tiempo suficiente para hebraizarse y aprender a usar tanto su perspicacia como la astucia aprendida durante su mocedad, en beneficio de su descendencia. Este protagonismo caracteriza a nuestra segunda matriarca y Hashem le da Su beneplácito. Valora el papel de Rivqah en la gestación de Israel dirigiéndoSe a ella directamente, antes de hablar a su marido, cosa que no hará hasta el capítulo 26. Enterada de que lleva en su seno a dos hermanos gemelos destinados a estar en pugna perpetua el uno con el otro, Rivqah lleva adelante su embarazo, probablemente con bastante angustia, pero, según le dicta su carácter enérgico, decidida a controlar la situación. El rasgo más interesante en el comportamiento de Ytzjaq y Rivqah frente a la diferencia de temperamento entre sus dos hijos, es que cada uno va a demostrar predilección por el que, aparentemente, menos se le parece. Ytzjaq prefiere a Esaú que es superactivo y muy materialista, mientras que él fue capaz de aceptar el sacrificio de su vida para complacer a su padre y honrar al Eterno. Sin embargo, resulta evidente que estaba dotado de ciertos apetitos sensuales. Apreciaba los talentos gastronómicos de Esaú y le gustaba la vida placentera, de forma que recurrió al mismo ardid que su padre diciendo a los filisteos que Rivqah era su hermana. No sabemos lo que le comentó la esposa en el secreto de la intimidad, pero lo cierto es que ambos actuaron con más acierto que sus predecesores, porque a ella, nadie se la llevó a ningún harén... igual, cuando el peligro se hizo apremiante, ella se montó la escena erótica delante de las ventanas. No lo dice el texto, así que...no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que ella tenía predilección por Yaacov. Debía de admirarle por su inteligencia y sensibilidad. Al fin y al cabo, la maternidad no le había traído sino quebraderos de cabeza a la pobre mujer y la convivencia con su esposo honradísimo, fiel, aunque bastante obcecado, como lo muestra el episodio de los pozos y como suelen serlo los seres pasivos, debía de resultar, por momentos, muy dura de sobrellevar. Se entiende que la comunicación con Yaacov, joven ponderado y sentimental, le haya sido una fuente de alegría, tanto más cuanto que ella, con su perspicacia habitual, captó las excelentes cualidades de este hijo suyo, muy discreto, pero dotado de la capacidad negociadora y de la astucia indispensables para sobrevivir en condiciones adversas, todo lo cual le convertiría en jefe de familia responsable. Yaacov, además, es un hombre dotado de una voluntad indomable. Aunque una observación superficial puede dar de él la imagen de un tibio, desprovisto del genio de Esaú, cuyos arrebatos ensordecen el entorno, él siempre alcanza su meta, entre otras cosas porque sabe esperar el momento propicio para jugar y ganar, es decir que sabe aplazar la satisfacción del deseo. El compás de espera no le asusta. Esaú, por el contrario, quiere todo y enseguida. Se parece a mucha gente de nuestra época, que considera cualquier demora en la realización de sus deseos como una agresión o, cuando menos, una pérdida de tiempo. Los voluntariosos, en cambio, saben que el compás de espera les permite interiorizar muy profundamente su deseo, apropiárselo, evolucionar en su compañía y, por lo tanto, construirlo en tanto que volición auténtica. Rivqah también conocía este secreto de la lentitud. Le tocó utilizarlo en distintas ocasiones, en particular cuando, después de creer que lo tenía todo arreglado, tuvo el terrible pesar de conocer las intenciones asesinas de Esaú, lo cual, si bien fue una gran bendición, porque le permitió tomar las providencias necesarias para proteger a Yaacov, no dejó de representar un desgarro afectivo que todos podemos entender, ni de abrir para ella un nuevo compás de espera. En efecto, se vio en el trance de encarecer a Yaacov que estuviera lejos durante todo el tiempo necesario para que se aplacara la ira del hermano enfurecido. Ahora bien, en esta despedida al hijo amadísimo, tuvo el consuelo de encontrar a su esposo unido a ella. Ytzjaq bendijo a Yaacov con todo su cariño de padre y... probablemente rodeó los hombros de Rivqah con su brazo, mientras veían alejarse al recipiendario de la conflictiva primogenitura. Lo hemos dicho ya, pero no podemos terminar estas reflexiones sin repetirlo: Ytzjaq y Rivqah fueron una pareja ejemplar, y, esto, a pesar de las inevitables discrepancias que jalonan la vida conyugal. El Eterno bendijo su amor y nosotros, siempre bendeciremos su recuerdo. ¡Baruj Hashem! |
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