30 noviembre 2005

parashah: Parashát Toldót, por Rav Daniel Oppenheimer: Queremos comer, comer, comer...

Parashát Toldót, por Rav Daniel Oppenheimer: Queremos comer, comer, comer...
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Wednesday, 30 de November de 2005, 09:15
 
Parashát Toldót
QUEREMOS COMER, COMER, COMER...

por Rav Daniel Oppenheimer, en Ajdut.com.ar

¿Fue al Majané cuando era chico? Sin duda recordará esta “canción” que gritaban los participantes a la hora de sentarse a almorzar. La continuación del texto no es muy apetitosa, pero alegraba a los janijim del campamento... Bueno, comer es parte de nuestra preocupación diaria por la supervivencia (de no tratarase de un día de ayuno) y es siempre una actividad que tenemos bien en cuenta, destinando horarios específicos que interrumpen nuestra cotidianeidad para dedicarnos a la alimentación del cuerpo y “recargar las pilas” de manera tal que podamos seguir trabajando con energía. Alguno se lleva una vianda al trabajo, otro almuerza en un comedor escolar... Algunos están tan ocupados que comen mientras siguen trabajando y otros comen mientras manejan. Cuando sube al avión Ud. ya sabe que le servirán una comida o un entremés y si cuida Cashrut no se habrá olvidado de encargar un “kosher meal” al adquirir su pasaje. (Por si acaso, Ud. se lleva un sandwichito de todos modos).

La naturaleza del comer

En caso que Ud. estuviese tan ocupado con las exigencias y las permanentes corridas hasta el punto de olvidarse de comer... ¡no se preocupe!, pues su estómago le hará recordar que se le pasó por alto la obligación natural de alimentarse. Ud. se siente un poco más débil de lo habitual y siente un “rum, rum” en su pancita. ¡Menos mal que es así! Pues si no lo fuese, podríamos, D”s libre, caernos desmayados por desnutrición. Así es que el cuerpo posee sus métodos de auto-protección: la fiebre y el dolor en caso de enfermedad, la sensación de frío y calor cuando es necesario cuidarse de las condiciones climáticas, la sensación de empache cuando la ingesta adicional de comida le sería perjudicial y el hambre cuando debe nutrirse. Ahora bien. La comida no cumple únicamente la función biológica de alimentarnos. Bien sabemos que en todo acontecimiento festivo, ya sea un casamiento, un Bar-Mitzvá, un Brit Milá, etc., el evento está acompañado por abundantes y ricos platos, que nos van sumando unos kilitos a medida que pasan los años (muchas veces los nombres de las comidas están en francés dejándonos intrigados acerca de qué es lo que hemos comido). Amas de casa, tomando el ejemplo de Avraham Avinu, se esmeran al preparar sus manjares para atender bien a sus familias y a los huéspedes.

La comida y las Mitzvot

Hasta aquí, todo tiene cierta lógica (si se considera “lógico” al refrán que dice que “pancita llena, corazón contento”). Por otro lado, sabemos que ciertos preceptos involucran la ingestión de comidas, algunas ricas como la Seudá de Shabbat, otras un poco amargas como la Mitzvá de Maror (las hierbas amargas que comemos en la noche de Pesaj). Cuando bebemos el vino de Kidush o cuando comemos la Matzá, no lo hacemos porque estamos “muertos de hambre” o “muertos de sed”, tampoco la idea es alcoholizarnos con el vino, sino que tenemos presente que nos proponemos cumplir con un precepto que, si bien emplea nuestra boca, lengua, saliva, dientes, esófago, estómago, etc. como medio para efectivizarse, tiene como objetivo la santificación del día y la evocación de eventos históricos y la toma de conciencia de las lecciones que debemos aprender de dichos acontecimientos. Es más, hasta en momentos de duelo, tanto en el duelo nacional de Tish’á BeAv como en duelo personal, D”s libre, por la pérdida de un pariente cercano, se le acerca al deudo una comida de “los que están en duelo” (Seudat Havra’á, en el segundo caso) aun cuando es obvio que esta comida no tiene como fin alegrar a la persona ni satisfacerle su apetito. Todo lo cual, nos lleva a reflexionar un poco sobre el tema de nuestra alimentación y de nuestro modo de comer.

Las “comidas” en esta Parshá

En la lectura de esta semana, encontramos varios momentos en los cuales se menciona la comida. Uno de ellos es el agasajo que le hace Itzjak a sus huéspedes filisteos, que no nos extraña tratándose de un hijo de Avraham, más así en momentos en que quiere vivir en paz con sus vecinos. Por otro lado, se menciona al comienzo de la Parashá, la manera en que Eisav ve la comida (un guiso de lentejas) que Ia’acov está cocinando para Itzjak a causa de la muerte de su abuelo Avraham. Lo que llama la atención de Eisav al contemplar la olla humeante, no es el significado de la forma redonda que tienen las lentejas y que por eso se le sirve a los deudos, sino el aroma de “aquello colorado, rojo”. La actitud de Eisav nos hace ver que existe un “comer” más, aparte de todos los que mencionamos anteriormente. Se trata de un comer que no cumple ni la función de alimentarnos, ni un fin social ni tampoco un objetivo ritual. Es un comer que responde a apetitos que se despiertan por el color de la comida y que más que con comer tienen que ver con el “devorar” la comida como el propio Eisav pide a Ia’acov (“hal’iteni na”).

Lo que debe ser desde la óptica de nuestra filosofía de vida

Sepa, querido lector, que no estoy cuestionando aquello que es natural en todos nosotros. D”s puso en nuestras lenguas las papilas gustativas y le sumó un sabor, un color, una textura, un aroma, una forma y una estación distintos a cada alimento, para que disfrutemos de Su nutrición. A raíz de eso, decimos una Brajá (bendición) específica antes de disfrutar de cada comida y, cuando no la pudimos saborear aún en la nueva temporada, agregamos las palabras “que nos permitió vivir y llegar a este momento” (“Shehejeianu”). Eso es lo natural. Sin embargo, cuando uno pasa por casas de comida, kioscos o por heladerías y ve aquellos carteles luminosos que muestran fotos exageradas de los proyectos que ofrecen, como a su vez los envoltorios exóticos de las golosinas que llaman poderosamente la atención de los niños y no tan niños, entramos en un terreno peligroso que está en conflicto con el espíritu de las leyes de Cashrut y la ética de la Torá. Quien quiere interiorizarse un poco más al respecto, puede leer las leyes del Shulján Aruj (Oraj Jaim 170) bajo el título “conducta ética en la comida”. Pues bien, aquel que quiere vender más, sabe y conoce las debilidades humanas, y aprovecha al máximo el atractivo de “aquello colorado, colorado” para atraer a la clientela. Suele ocurrir que los niños se pelean porque una galletita está rota o porque la frutilla se cayó al costado de la torta. Uno trata de consolarlos diciéndole que “de todos modos, todo llega igual al estómago”. ¡Si nosotros los adultos, tuviésemos esa misma conducta que tratamos de inculcar a los niños! ¿Tiene lógica esperar una hora “en la cola” para comer un sándwich con una hamburguesa? ¿Sabe nuestro estómago, o le importa, si el helado era “de marca” o era un “helado común”?... No obstante, hay una tercera mención de comida en la Parshá, y se trata del pedido de Itzjak a su hijo Eisav en el sentido de que fuera a cazar para servirle comida y que de esa manera “su alma pudiera bendecirlo”. Que un padre como Itzjak quisiera bendecir a sus hijos, es bastante razonable. Ahora, porqué era necesario que Eisav, que ya lo conocemos cazador desde juventud, tenga que ir a cazar y preparar una comida para su padre antes de recibir su bendición final, requiere una explicación. El Malbim y el R. Sh. R. Hirsch sz”l explican al respecto, que la intención de Itzjak, quien conocía el “hobby” aventurero de su hijo mayor, era que utilizara aquella tendencia para beneficiar a terceros en forma generosa y útil, en lugar de hacerlo simplemente por el gusto de ser más poderoso que sus presas gozando de ver cómo se derramaba la sangre de sus víctimas. La caza nunca fue una actividad muy “judía”. Contradice un tanto las características innatas que nos transmitieron nuestros abuelos cuyo carácter se formó por medio de las leyes de la Torá. Sin embargo, Itzjak intentó que, si Eisav disfrutaba de la caza, al menos lo hiciera para el bien. Los seres humanos tenemos la capacidad de elevar cualquier instinto para utilizarlo en forma cuidada y sagrada, pero también somos capaces de imitar a los animales de rapiña o sobrepasarlos al no reconocer límite para nuestros apetitos. ¿Comemos para vivir o vivimos para comer? ¿No será esa una de las enseñanzas de la Torá?



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