30 noviembre 2005

parashah: Parashát Toldót, por Rav Daniel Oppenheimer: En los entretelones del Poder

Parashát Toldót, por Rav Daniel Oppenheimer: En los entretelones del Poder
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Wednesday, 30 de November de 2005, 09:20
 
Parashát Toldót
EN LOS ENTRETELONES DEL PODER

por Rav Daniel Oppenheimer

“¡Es un calco del padre!” - decía la gente acerca de Itzjak. Pero... ¿era realmente cierto? Superficialmente, sí. Sin embargo, debajo de los rasgos faciales que eran muy similares entre el padre (Avraham) e hijo (Itzjak), había una desemejanza muy pronunciada en las características de ambos en lo que hace a su servicio personal al Todopoderoso. Aquella discrepancia no era contradictoria, sino que, por el contrario, era complementaria. Cada uno de los patriarcas, Avraham, Itzjak y Ia’acov, adjuntó su propia enseñanza a la de los demás para preparar entre todos, los fundamentos de la nueva nación.

La Torá es sumamente breve al relatar acerca de la vida de Itzjak, en comparación con la de Avraham y de Ia’acov, a cuya vida y obra la Torá dedica varias Parshiot. ¿Por qué? Pues Itzjak representa la labor interna de perfeccionamiento. Esto no es visible hacia afuera, como sería, por ejemplo, la bondad demostrada por Avraham a huéspedes desconocidos.

Para tratar de entender lo que significa esta cualidad intentaremos dar un ejemplo de la vida cotidiana. Uno puede observar una cantidad de judíos que asisten a alguna sinagoga un domingo temprano al Minián. Si bien todos llegan a la sinagoga a la misma hora, nos es imposible evaluar el esfuerzo que significó individualmente para cada uno de ellos, llegar al Minián. Posiblemente, uno de ellos sufra de insomnio. Otro llegó tarde a casa de una fiesta la noche anterior. Un tercero, puede estar apurado por tener que llegar puntual a un trabajo. A otro, simplemente, le gusta dormir... ¿es, acaso, posible comparar la fuerza de voluntad que tuvo que emplear cada uno de ellos para alcanzar un mismo fin?

Ese fue el gran aporte de Itzjak al pueblo: Llegar a exigirse a si mismo todo el potencial que se pueda alcanzar, analizando hasta el fondo cada una de las acciones que se realiza. En hebreo, el término que lo describe es Guevurá. En la Mishná de Pirkei Avot (cap. 4) se pregunta: “¿Quién es un ‘guibor’ (una persona de poder)”? Y responde: “Hakovesh et itzró” (quien domina su propia inclinación negativa). Es decir que, si se busca una evaluación categórica de una persona que realmente ejerce el poder de manera absoluta, entonces solo se podrá decir que lo alcanzó, cuando puede reinar sobre sus propias pasiones.

Habitualmente utilizamos el término “poder” en su aplicación de lo comparativo. Determinada persona o grupo de personas impera sobre otros y los somete. A tal fin, puede llegar a utilizar uno o varios métodos para imponer su voluntad sobre los demás. Ésta es la connotación negativa (si bien más habitual) del término en cuestión. “Negativa”, pues al imponer su deseo sobre otros, está coartando la libertad a los demás. En este sentido, da lo mismo si se impone por la fuerza física, por la dependencia emocional y seducción sensual, por el poder que le da su dinero o su posición política en un país o en una institución por sobre las necesidades materiales de otros, etc. En esta pulseada física o económica, gana transitoriamente quien posee en determinado momento más poderío que sus adversarios.

Esto no impresiona al autor de la Mishná. Esta clase de “poder” va y viene, (todos somos relativamente fuertes o débiles dependiendo con quién y en qué área nos comparamos) y más que poder, esta actitud se debería denominar una debilidad por parte del que la ejerce, pues no puede resistir tener en sus manos cierta fuerza sin imponerla sobre otros. (Los Sabios nos advirtieron que nos cuidemos de las esferas del poder, pues habitualmente se acercan a la persona cuando lo necesitan, pero no están a su lado en momentos de apremio de éste...)

Hay varias instancias en las cuales Itzjak demostró ser dueño de sus propias pasiones. Una de las tantas, la encontramos en el momento en que quiso transmitir su bendición al hijo mayor, Eisav.

Antes de seguir, sería oportuno explicar qué es una bendición (Brajá). En primer lugar, la bendición es un deseo para con otra persona. A su vez, es un rezo al Todopoderoso para que asista a aquella persona. Este rezo se consuma cuando la persona siente que su súplica es atendida por D”s (Rash”í en Bereshit 27:5). En el caso de Itzjak, llegó el momento de bendecir a sus hijos pues sospechaba que estaba llegando su fin. Itzjak esperaba que el pueblo de Israel se construyera mediante ambos hijos. Dado que Eisav tenía una inclinación por la caza, Itzjak quiso responsabilizarlo por el futuro mantenimiento material de la nación, mientras que Ia’acov sería quien condujera al pueblo a nivel espiritual. Cuando Rivká escuchó que Itzjak quería bendecir a Eisav, supo que éste no era el indicado para recibirlas, pues ya había demostrado que despreciaba la enseñanza de Avraham. Si bien Eisav respetaba profundamente a sus padres, no estaba dispuesto a llevar a cabo el esfuerzo interno que se requería para alcanzar la espiritualidad. Vestía las ropas que D”s había obsequiado a Adam, el primer hombre. Nimrod se había apoderado de ellas y luego se las quitó Eisav. Estas vestimentas tenían el aroma del Gan Eden. Sin embargo, con solo vestirlas, no se reemplazaba la ardua tarea de auto-mejoramiento. La espiritualidad debe nacer de adentro y no se puede disfrazar. Por lo tanto, Rivká intervino y alertó a Ia’acov para que fuera en lugar de Eisav y recibiera él las bendiciones materiales. No por el hecho que amaba a Ia’acov más que a Eisav hizo Rivká lo que hizo, sino que dijo: “¿Hasta cuándo va a engañar éste (Eisav) al padre?” (Bereshit Rabá 65:3)

Itzjak, en cambio amó a Eisav. A diferencia de Rivká quien ama (“ohevet” en presente), en forma natural a Ia’acov, Itzjak asumió el desafío de amar a Eisav, el cazador (“Vaie’ehav”). No es fácil hacerlo. Requería un afán especial para amar a una persona que cazaba. Cazar puede ser una actividad cruel y requiere de mucha trampa para poder llevarse a cabo. No es fácil educar a un hijo con esta clase de inclinaciones. A su vez, Itzjak encontró en Eisav a una persona que tenía tantos rasgos interiores en común con él mismo. Albergaba la esperanza que, como él, Eisav utilizaría esa naturaleza de la intrepidez para auto-exigirse más.

Todos los padres queremos que nuestros hijos sean exitosos. Itzjak quería que Eisav logre dominarse, y creía que lo conseguiría. Rivká supo que no sería así, y colaboró para engañar a Itzjak.

En el preciso momento en que Itzjak se percató de su error, inmediatamente lo reconoció y no se defendió. Esto es lo más complejo. Todos nosotros, aun cuando nos muestran la evidencia de nuestros errores, tratamos de “salvar nuestra cara” defendiendo lo indefendible, pues no toleramos que otros tomen nota que hemos errado. De ahí la necesidad de encubrir. “Peor fue el susto en el momento de descubrir el error en la bendición, que el estar tendido sobre el altar (“Mizbeaj”) cuando el padre lo iba a sacrificar” (Bereshit Rabá 67:2). La alarma existente no se debió a la bendición en si, sino por percatarse que había estado equivocado toda su vida en la evaluación de Eisav. Pero... reconoció e inmediatamente confirmó, frente al propio Eisav la bendición conferida a Ia’acov. Esto es Guevurá.

El profeta Daniel, en sus plegarias a D”s (Cap.9:4), dice “haKel haGadol vehaNorá” (D”s grande y temible), salteando la palabra “vehaGibor” (el poderoso), tal como está en la Torá y como, más tarde, los Maestros de la Gran Asamblea (Anshéi Kneset haGuedolá) lo instituyeron en nuestra Tefilá cotidiana. Los Sabios nos explican que la razón de esta omisión fue porque consideró que en circunstancias en que los enemigos están subyugando al pueblo de Israel que sigue la Ley de D”s, no se puede hablar de un D”s “Poderoso”. Sin embargo, cuando los Sabios sí lo incluyeron en la Amidá se debió al siguiente argumento: “Precisamente, porque D”s es Poderoso, puede tolerar que otros dominen a su pueblo, pues únicamente Él no tiene apuro para conducir la historia hacia donde Él la lleva”. Cualquier mandatario humano, por más poderoso que pareciera, necesita apresurarse y demostrar su poder antes que lo pierda o se lo arrebaten (o lo dejen de votar en una democracia) o porque muera. La definición de poder, de acuerdo a los Sabios, es tan real y tan distinta a la apariencia a la cual estamos acostumbrados.

Y, una vez que llegamos a esta conclusión, qué podemos decir de nosotros? ¿Tuvimos alguna vez el poder de no enojarnos en circunstancias adversas? ¿Pudimos reconocer alguna vez nuestro error públicamente en coyunturas comprometidas?


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