30 noviembre 2005

parashah: Parashát Toldót, por Rav Daniel Oppenheimer: "Mi mamá me mima" (El respeto a los padres)

Parashát Toldót, por Rav Daniel Oppenheimer: "Mi mamá me mima" (El respeto a los padres)
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Wednesday, 30 de November de 2005, 09:18
 
Parashát Toldót
"MI MAMA ME MIMA"
(el respeto a los padres)

por Rav Daniel Oppenheimer

Todos nos alegramos cuando suceden cosas que nos agradan. Quisiéramos que el placer fuese eterno y perfecto. Después de un lapso nos damos cuenta que la cosas que nos parecieron buenas y de las cuales quisiéramos más y más, también tienen su costo, acarrean sus propios problemas y, al mismo tiempo que responden ciertas preguntas, formulan otras. Al tiempo que solucionan ciertos males, traen aparejadas otras cuestiones que deberán resolverse oportunamente.
 
Los años 60 vieron (por lo menos en nuestra sociedad judía) un progresivo incremento en el alejamiento masivo de jóvenes del que se venía sufriendo ya por casi dos siglos a partir del "iluminismo", de la reforma, del "idishismo", de los movimientos de izquierda y otros, que con distintos lemas fueron más atractivos para la gente y se fueron llevando a su seno familias y comunidades enteras. Aliados permanentes fueron la curiosidad por lo nuevo y "moderno", la búsqueda de prosperidad material y seguridad económica y el temor a ser considerado "distinto" en una sociedad monocromática y antisemita.
 
De repente, o no tan de repente, la historia cambió su curso. No sólo que bajó substancialmente el número de hijos de familias observantes que se alejan de las fuentes y de sus padres, sino que, por el contrario, son muchos (comparado con lo que había antes) los que a partir de una educación de escuelas judías sin compromiso de observancia estricta de Mitzvot (leyes de la Torá) o siquiera alumnos de escolaridad enteramente laica, buscan sus raíces y desafían todas las dificultades para comenzar una vida totalmente diferente a lo que habían estado acostumbrados hasta ese momento. En Israel y en prácticamente todo el mundo se da el fenómeno del Ba'al Teshuvá que modifica el itinerario de su vida para tomar el camino más difícil, remar en contra de la corriente y comenzar a observar las leyes de la Torá..
 
¿No es todo esto una buena razón para maravillarse? ¿No nos deberíamos considerar `privilegiados por poder ser testigos, o quizás protagonistas de la profecía de la Torá que dice que llegará el momento cuando "judíos retornen hacia D"s con todo el corazón y todo el alma"? Sin duda que estamos hablando de la manifestación más extraordinaria desde la destrucción de nuestro Bet HaMikdash. No obstante, tomemos conciencia de lo que cuesta este vuelco para esta gente. Y no sin razón. Lo que ocurre es natural y veremos por qué. El tema toca a muchas personas muy de cerca e intentaré ser claro y objetivo para que la lectura de este fascículo esclarezca y apoye a todas las partes que se sientan identificadas con los problemas que estamos por presentar y que ocurren a menudo en las familias de compañeros de los Ba’alei Teshuvá.
 
El efecto no deseado en todo esto, que es muy fascinante, se da cuando los parientes, especialmente los padres de jóvenes adolescentes (o aun más maduros) se sienten molestos porque su hijo/a no sigue estrictamente su modo de vida, planteando - aun cuando no lo dijera explícitamente - un cambio en el estilo de vivir que recibió en su hogar (¿acaso quién no cambia algo de lo que recibió en su hogar?). No ayudan aquellos que echan leña al fuego advirtiéndoles que le están haciendo "un lavaje de cerebro a su hijo" y que lo están "alejando de la familia". Para peor, el acercamiento "exagerado" a la Torá es resultado, a menudo, en el caso de padres que tomaron cierta conciencia acerca del desbordamiento de la asimilación e hicieron un tímido intento para que sus hijos no fueran parte de esa desdichada estadística. ¡Y ahora esto! ¡Justo a mi me tiene que pasar que mi hijo quiera ser rabino! Con envidia miran a otros padres afortunados que no sufren aquella desilusión y se cuestionan si no se equivocaron en enseñarle a sus hijos la importancia de permanecer judíos.
 
(Claro está, que cada uno conoce únicamente sus propios problemas y nunca se puede identificar totalmente con el de los demás. Lo más probable es que aquel otro padre, cuyo hijo no viste con atuendo "anticuado", ni siquiera sepa cuando está ausente de su casa a la mitad de la noche en qué anda su hijo... pero quizás tenga vergüenza de decirlo y se refugie detrás del pretexto que "hoy las cosas son así" y que "no se puede ser distinto a todos" y que "ya se va a encarrilar")
 
Sin embargo, para aquel padre que desconoce sus raíces, la sola imagen de lo diferente y extraño, ni qué hablar la de un judío que tiene aspecto de antiguo, le causa rechazo. Pensar que su propio hijo eligiera una vida tan "remota" le hace sentir que está desechando y desmereciendo todo aquello que él, con mucho esfuerzo, le intentó brindar durante toda su vida. ¡Y qué peor cachetada que la que le puede llegar a dar un hijo propio! "¿Qué hice?” - se pregunta – “¿para que me suceda esto?" No cabe la menor duda que un buen padre responsable quiere asegurar lo mejor para su hijo. Dado que es mayor y tiene más experiencia en la vida y hasta sería posible que él mismo hubiese sentido privación económica o persecución antisemita de chico, quisiera evitar que sus hijos padezcan de aquellos mismos males. Todo esto brota a partir del amor que los padres sentimos por nuestros hijos y, quizás, del instinto universal (y más destacado en la mentalidad judía) de ver en la vida de nuestros hijos, nuestra propia continuidad y permanencia.
 
Esto puede ir más lejos de lo que pensamos. Una vez, conocí a un hombre cuyos padres recién salidos de Austria después del "Anschluss" y de las ofensas a las que sometieron a los judíos en ese triste período de la historia, lo habían llevado a bautizar apenas llegaron a la Argentina para evitar que le ocurriera algo similar. (Hoy vive en Ierushalaim).
 
De todos modos, sería importante analizar un poco más a fondo el tema del respeto a los padres. La Torá me habla de este tema en, por lo menos, dos lugares en términos distintos. Nos habla de "Kavod" y de "Ira' ". Será difícil traducir literalmente estas dos clases de respeto al español. No obstante, serviría señalar que el Sefer HaJinuj, fundamenta el deber de respetar a los padres en la obligación más general de reconocer y valorar el bien que otros hacen por cada uno de nosotros. Aplicado a la relación con los padres, no hay límite al agradecimiento que le deben los hijos a los padres, quienes les dieron la vida, en primer lugar, como así también velaron por su bien especialmente cuando, como niños, no se podían proteger o cuidarse por sí mismos. No por nada, algunos Sabios explican que la razón por la cual no se bendice sobre la Mitzvá de respetar a los padres, es especialmente porque nadie puede afirmar con certeza que realmente respetó a sus padres de acuerdo a la exigencia de la ley.(Sde Jemed)
 
A su vez, la Ir'á, un respeto reverencial, se les debe a los padres por la autoridad que poseen. Esta autoridad surge a partir del hecho que son ellos quienes nos conectan con nuestro pasado y con el momento en que recibimos la Torá. Dado que ellos nos transmiten la Torá (y la aceptamos confiadamente, pues sabemos con certeza que no nos transmitirían un camino tan exigente si no estuviesen convencidos de su verdad), les debemos un respeto mucho más profundo del que estamos acostumbra nuestra sociedad habitualmente. (Nuestro entorno tiene un rechazo al término y al mismo concepto de “autoridad”, por las experiencias negativas de autoritarismo que conoció. Sin embargo, la autoridad, bien empleada es imprescindible para el funcionamiento de la familia y de la sociedad).
 
La exigencia del respeto a los padres va mucho más allá de lo que se estila. No me refiero ahora a la triste realidad de gente que directamente los desprecia o no se preocupa por ellos. No alcanza con declarar que "mi padre es macanudo...". Los hijos deben respetar a sus padres en pensamiento, en palabra y en acción. (Jaié Adam 67). La razón por la cual nosotros, los mismos padres, somos flojos al momento de educar a los hijos a respetarnos, es porque no nos sentimos modelos dignos de respeto, o porque tenemos equivocados y mal ubicados los conceptos de igualdad y de democracia. El hecho es que, de esta manera, privamos a los hijos de una autoridad que realmente les pertenece por ley natural y por ley judía.
 
En el momento en que los padres no transmiten la Torá, ponen a sus hijos en una disyuntiva. Los hijos no deben dejar de respetarlos en lo más mínimo, por un lado, y no pueden obedecer todo lo que ellos le exigen, por el otro (ambos, padre e hijo, están obligados a obedecer a D"s). El problema se vuelve más agudo, cuando los padres interpretan la diferencia como si fuese un rechazo a su figura de padres o una disminución en el amor que sus hijos sienten por ellos, cosa que no necesariamente es verdad.
 
Dado que, a menudo, se trata de chicos adolescentes en cuyo contexto las opiniones son habitualmente radicales y sin gama de grises, más su forma intransigente de expresarse, los padres se desesperan por la situación... A su vez, dado que son jóvenes y nacieron más tarde que sus padres, desconocen el esfuerzo que significó para aquellos llegar hasta donde llegaron.
 
La información que los chicos "manejan" a menudo tiene sus propios errores, pues desconocen qué es lo que realmente se debe por ley y que lo que es costumbre de ciertos círculos. La escasez de tiempo juntos, una comunicación pobre y poca paciencia no resuelven los temas. Casi con seguridad, dialogando se darían cuenta que las cosas no son tal como cada uno se imagina del otro y que se puede vivir con armonía aun en el disenso respetándose mutuamente.
 
Quiero agregar aquí una anécdota personal. Cuando era niño y la oferta de artículos casher era muchísimo menor a la actual, comíamos en casa el pan francés de la panadería de la esquina, del cual se sabía que no contenía elementos prohibidos, ni se horneaba en chapas que lo prohibieran. Por la Halajá, estaba permitido y no se conseguía otro pan casher en el barrio. Aun así, aprendí en la Ieshivá, que era preferible comer el pan horneado en la "panadería judía". Pues entonces, en casa se me cuidó las Jalot de Shabbat para que pudiese comerlas durante la próxima semana. No le hubiese dado mayor trascendencia al tema, si no fuese por el comentario de mi padre s.z.l., quien comentó (no delante mío) "mientras pida más, y no menos, no hay de qué preocuparse". El hecho que fuese rabino y que toda la ciudad se apoyara en él en temas de Cashrut, realza aun más su actitud. Lejos de sentirse ofendido que su niño, que aun desconocía los detalles de las leyes, cuestionara lo que se hacía en casa, tuvo la grandeza de no impedir lo que para su hijo parecía importante en el momento, en materia judaica.
¡Qué mejor prueba que los hijos aprenden de uno, que cuando ponen énfasis en profundizar lo que uno les dio!
 
En esta generación, en la cual tantos factores hacen a la dificultad de transmitir valores: la globalización y mimetización al entorno, el consumo indiscriminado y exagerado, la falta de modelos creíbles, la falta de valores e ideales, la hiperinformación, se puede sentir afortunado aquel, cuyos hijos mantienen el marco y el contenido de lo que le es realmente precioso. "No mires el envase, sino el contenido" - dice en los Pirkei Avot. Si tuvimos la sabiduría de poder tomar cierta distancia de la sociedad masificada para transmitir el judaísmo que heredamos, pues no nos detengamos en el envase, sino en apreciar la voluntad y coraje que tienen nuestros hijos al sostener ideales en un mundo en el que nosotros, los adultos, desconocemos las vallas que deben saltar: el mundo de sus pares, compañeros de aula y del club en el que "se mueven".
 
Las profecías nos prometen que cuando llegue el momento de la redención, vendrá el profeta Eliahu y "hará retornar el corazón de los padres hacia el de sus hijos y el de los hijos hacia el de sus padres". Que suceda pronto, en nuestros días.

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