01 setiembre 2006

parashah: Parashát Ki-Tetsé, por Rav Daniel Oppenheimer - Una carta al corazón

Parashát Ki-Tetsé, por Rav Daniel Oppenheimer - Una carta al corazón
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Thursday, 31 de August de 2006, 23:30
 Parashát Ki-Tetsé
UNA CARTA AL CORAZÓN


por Rav Daniel Oppenheimer

Querido Manuel!
(Podía llamarte con otro nombre, pero elegí este al azar).
Ya son tantos los años que nos conocemos y hoy debo escribirte por una razón muy importante.
No quiero entrar en tema sin previamente desear que todo esté bien contigo en todo sentido. Son muchos años desde que nos conocemos... Si bien no seremos lo que la gente llama “íntimos amigos”, de todos modos hemos sido compañeros en la escuela por mucho tiempo, y siempre que nos encontramos, recordamos épocas pasadas. Tú participaste de mi Bar Mitzvá y yo del tuyo. Tú asististe a mi boda y yo a la tuya. En todas estas ocasiones bailamos y nos alegramos uno con el otro.
Siempre recuerdo tu casamiento con Luciana. Lo tengo grabado en la memoria como uno de esos hitos felices y únicos en la historia. Se los veía tan contentos, tanto a vos como también a tu novia. Todos comentaban que Uds. eran la pareja ideal, que estaban “cortados uno para el otro”. No creo que se deba hablar de este modo, pero ambos eran “la envidia” de muchos. Creo que no conozco a nadie, que no haya pasado por vuestra casa para recorrer vuestros álbumes de fotos y disfrutar la proyección del video de la boda. Cuando me invitaste a ver la película, sentí - al ver tu cara - que por fin presenciaba el verdadero significado del amor platónico en toda su envergadura.
Me acuerdo también de las consultas que me hiciste varios años más tarde, cuando tu hijo mayor tenía que entrar al Shule y me preguntaste por el lugar al cual mandamos los nuestros. La vida siendo tal como la es, las circunstancias se dieron para que no nos veamos tan frecuentemente como antes.
 
No sé cuándo ocurrió ni cómo. Debido a que quise ser respetuoso de vuestra intimidad, no insistí en mediar en vuestro creciente conflicto cuando me dijiste “que se trataba de algo pasajero” y que “se iban a arreglar solos”, porque “en el fondo nos queremos mucho”. Evidentemente las cosas no se solucionaron y pronto nos enteramos que se había roto definitivamente la pareja. Nos dio mucha pena y nos culpamos porque “quizás había que haber hecho algo”. Como espectadores periféricos percibimos el dolor habitual de los padres de ambos, de vuestros niños y de Uds. mismos. Entendemos que ciertas personas influyentes intentaron enmendar las cosas... infructuosamente. En fin: cada uno hace su vida. Creímos ser considerados de la vida privada de cada uno y nuevamente no intervenimos.
Es triste decirlo, pero la reiteración de cualquier flagelo tal como este, entorpece nuestra sensibilidad. La tasa de divorcio no es excepción. Esto conduce a que escuchemos cada día de casos adicionales que aumentan la estadística irreversiblemente sin siquiera pestañar.
Recordamos el pasaje de los Sabios en el Talmud que dice que “aquel que divorcia a su primer esposa, hasta el propio altar (Del Sagrado Templo) derrama lágrimas por él” (Guitín 90. y Sanhedrín 22sonrisa.
 
Esperamos el inevitable divorcio civil y religioso. Dentro de lo tétrico de la situación, aun estábamos “alegres” que Uds. conocen la importancia de celebrar el Guet ritual y la gravedad de dilatar su entrega, como así también la severidad de la ofensa en contra de la Torá, de aquel que comienza a formar una nueva “pareja” sin llevar a cabo la ceremonia del Guet previamente. Dada la ignorancia generalizada de los preceptos más fundamentales del judaísmo, éste es uno cuyo desconocimiento ha causado más daños trascendentales e irreversibles en nuestro pueblo.
 
Cuánto me extrañé – entonces – y me angustié aun más cuando me enteré que estabas aplazando la entrega del Guet por ciertas diferencias económicas que tenés con Luciana.
Entiendo que cada separación acarrea muchos elementos de desilusión, sentimientos de fracaso, que se vuelcan hacia la persona a quien en algún momento más se amó. Es increíble la proximidad que tienen el aparente amor y el odio en estos casos.
No quiero entrar a juzgar quién de Uds. tiene “más razón”, pues sería un ejercicio fútil e inconducente. Suceden tantas pequeñas y grandes cosas en la privacidad de cualquier matrimonio, que evaluarlas retroactivamente suele ser de poco beneficio a esta altura.
 
Manuel!
No sé hasta cuándo especulas sostener esta situación confusa. ¡¿Piensas mantener esta pulseada hasta la eternidad?! ¿piensas que existen “ganadores y perdedores” en estas situaciones – se profundiza aun más la pérdida que todos están experimentando – incluso Uds. mismos – e incluso a nivel humano?
 
Si no fueras creyente y sensato, lo que sigue no debería interesarte; pero yo sé que aun cuando en ocasiones no manifiestas públicamente tu religiosidad, en el corazón sí tenés un sentimiento muy judío y fiel. Estamos a pocos días de Rosh haShaná y Iom Kipur. Todos los años se nos juzga. Aun si acumulamos un grueso prontuario en el año, D”s es condescendiente con nosotros si somos “ma’avir al haMidot”, nos sobreponemos a nuestras inclinaciones impulsivas de rencor.
¿Qué responderíamos ante D”s para explicarle esta situación? ¿que ella “tiene la culpa de todo”? ¿que sos un santo? ¿que ya te olvidaste que los momentos más felices de tu vida los compartiste junto y gracias a ella?
 
Creo que es útil mencionar que desde el momento en que contrajeron matrimonio, vuestras vidas se han ligado una a la otra. El modo legítimo de desvincularse es el Guet. Sujetar y dominar la vida del otro mediante la retención del Guet es grave. Ni la vida de uno ni la del otro es eterna. Quienes creemos en D”s, sabemos que deberemos rendir cuentas por todos nuestros actos ante el Trono Celestial. Si Luciana posee virtudes (y no me cabe duda que no te casaste y viviste durante años con una pecadora irreverente), merece rehacer su vida y si no recibe su Guet - que está en tus manos, esto no juega a tu favor...
 
Regreso al tema del amor al que hice referencia antes, en relación a tu boda. Quizás pueda sumar a esta altura una historia maravillosa que relata el Talmud:
“La esposa de R. Iosi haGlilí era una mujer con quien era muy difícil convivir. Las cosas llegaron a punto tal que el matrimonio se disolvió. Ella volvió a contraer matrimonio con una persona muy necesitada. Mendigando por la calle, ella evitaba la casa de su ex-marido por vergüenza a enfrentar y a recurrir a la persona a quien le había causado tantas dificultades. Su nuevo marido insistió. R. Iosi haGlilí, al advertir su deplorable situación, los recibió bien y se ocupó de suministrarles su menesteres”. Uno de los elementos más interesantes de esta anécdota, es que el Talmud la menciona vinculada a un versículo que vamos a leer en Iom Kipur a la mañana: “y de tu carne no te abstraerás” (Ieshaiahu 58:7). Aun después que R. Iosi haGlilí había divorciado a su esposa con quien la coexistencia había sido imposible, no dejó de considerarla “su carne”.
 
No me cabe la menor duda que nuestra visión posmoderna de lo que es el amor es muy limitada, muy posiblemente debido a la influencia de novelas que hablan de los sentimientos más egoístas de auto-satisfacción y hedonismo en términos de amor. El Talmud lo ve distinto. El amor, en su manifestación más pura de grandeza, se demuestra cuando una persona no guarda rencor ni toma venganza. Muy a lo inverso de lo que puede sugerir la superficialidad contemporánea, el valor, el heroísmo y la valentía (Guevurá, en hebreo), no importan por la publicidad y la cantidad de personas que se enteran de lo ocurrido, sino por el esfuerzo y la dificultad en vencer los obstáculos y ataduras internas que impiden que uno realice un acto correcto.
 
Quiero aclarar, asimismo, que la demora en hacer el Guet, lamentablemente trae aparejado el grave “relajo” en la prohibición de acercarse a otros hombres y mujeres – respectivamente – no menos que cuando los miembros de la pareja vivían juntos, pues por la ley judía están casados y rigen todas las cláusulas establecidas en la Ketuvá (de mantenerla y asistirla) sobre la cual juraste solemnemente en el Templo bajo la Jupá. Si bien la falta cometida en este aspecto pertenece a quien la cometió, no está exenta de responsabilidad la persona que lo arrinconó al otro a tal situación.
 
Supongo que pueden haber otros – posiblemente “amigos” y familiares, que te aconsejen distinto a lo que opino. Este es un problema que vos – y solo vos - podés resolver. Y es una situación terriblemente desafiante a cuyo feliz término, no cualquiera puede acceder.
 
Manuel!
Te quiero mucho y confío en que con tu madurez, estarás a la altura del desafío.
Tu amigo
 
 
 
(Nota: este texto fue escrito - por razones de practicidad - dirigiéndose a un hombre, pero podría haberse dirigido igualmente a la situación triste de una mujer que no acepta el Guet de su marido. Responde a la presencia de casos en que maridos o esposas entorpecen la entrega del Guet a modo de coerción para lograr algún fin que creen justificado. Las leyes de la Torá fueron dadas para ser obedecidas y para vivir una vida en armonía aun en situaciones desagradables como la del divorcio de una pareja y no para ser abusadas en contra de otra persona.)
 
R. Baruj Ber Leibovitz sz”l tenía una hija casadera. Demoró varios años hasta que encontró un muchacho adecuado para su hija. Como era costumbre en aquella época, el joven regresó a su Ieshivá hasta el momento del casamiento. Un día, sin previo aviso, R. Baruj Ber recibió un paquete. Era del novio quien devolvía todos los obsequios y anunciaba el corte del noviazgo sin razón alguna. R. Baruj Ber estaba destruido, pero no podía evitar informarle las tristes noticias a su hija.
Pasaron los años. Un día recibió una carta de quien pudo haber sido su yerno. Estaba postulándose para el cargo de rabino en cierta ciudad y necesitaba su recomendación. R. Baruj Ber se esmeró y redactó una hermosa carta. Una vez terminada, pidió a dos de sus alumnos que la leyeran. Al analizarla, los muchachos se asombraron por la cantidad de elogios que había volcado sobre el candidato. Tampoco entendían por qué R. Baruj Ber les pidió que la examinaran. “Yo temía que dado el dolor que me causó, no escribiría todas las mejores loas” – explicó – “es esa la razón por la que les pedí que controlaran que yo no haya vertido algún sentimiento de sufrimiento en la recomendación.”

 
Esto es grandeza.

No hay comentarios.: