27 octubre 2006

parashah: Parashát Nóaj, por Rav Daniel Oppenheimer - Cuando la fiesta se hace agua

Parashát Nóaj, por Rav Daniel Oppenheimer - Cuando la fiesta se hace agua
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Friday, 27 de October de 2006, 11:24
 Parashát Nóaj
CUANDO LA FIESTA SE HACE AGUA

por Rav Daniel Oppenheimer

¿Con qué criterio va a votar Ud. a un candidato en las próximas elecciones? Cuando formulo esta pregunta a los interlocutores que me escuchan en distintas circunstancias, la respuesta es invariablemente la misma: “al menos malo”. ¿Qué pasa? –me pregunto - ¿estoy rodeado de “indecisos”? ¿o será que la mayoría de los votantes no confían en ninguno de los candidatos que se presentan para cubrir los cargos gubernamentales? A la pregunta anterior, le agrego otra menos simpática: ¿Por qué, si ningún candidato inspira confianza, no aparece otro (de entre millones de habitantes) que sea realmente bueno? Antes de seguir, quiero que sepa, querido lector, que este problema no es argentino, sino que es común a los población de la mayoría de las democracias (a pesar que se suele creer que el pasto “es más verde” del otro lado del cerco). “Mire” - me contestó alguno - “la política siempre es sucia...”. Otro: “cuando los políticos empiezan son buenos, pero se corrompen con el tiempo, cuando le sienten el sabor al poder...”. Pregunto, entonces: ¿Estamos hablando de gente con principios éticos tan sólidos que se les pierden en el camino? La próxima cuestión sería analizar a quien se puede calificar realmente como bueno. P.ej. ¿entra en la categoría de bueno “quién no mató a nadie”? Si este es nuestro criterio de evaluación, entonces la mayoría de los ciudadanos son “buenos” (porque no son asesinos) y están habilitados para gozar de nuestra confianza..., pero la realidad no es así. El vecino de arriba de mi departamento es una persona muy correcta. Siempre saluda, paga sus expensas puntualmente y nunca coloca su auto en la cochera de manera que pudiera molestar a otro vecino. Cuando lleva a pasear a su perro, pertenece a los pocos que limpian la vereda que su perro ensucia. Es gerente de una de las cadenas más grandes de supermercados. Realmente es muy apreciado en su compañía en la que escaló posiciones “porque la levantó”, haciendo desaparecer a todos los pequeños comercios de la zona. Al mismo tiempo, dado el gran prestigio del que goza, logró que su empresa donara un pabellón en un hospital del barrio. ¿En qué categoría calificaríamos a este modelo de persona exitosa? ¿Es buena persona? Quizás sea oportuno, a esta altura, analizar la Parshá de Noaj y los dos acontecimientos principales que allí se describen. Estos eventos cambiaron la historia de la humanidad radicalmente: el primero fue el diluvio que hizo morir ahogado a todo el género humano que vivía en la época de Noaj (con excepción de Noaj mismo y de su familia) y, posteriormente, la torre de Bavel, en cuyo caso, fue interrumpida la construcción por Hashem y se constituyeron los pueblos e idiomas diseminándose sobre la faz de la tierra. Vamos a detenernos en el primero de ambos: el diluvio. Es inadmisible para la mente del hombre aceptar que D”s destruya a todos los mortales. Si hoy nos cuesta aceptarlo, menos lo querían o podían hacer los contemporáneos de Noaj, (obviamente, pues de otro modo debieran haber modificado su proceder), ni tampoco Noaj mismo podía imaginar que la amenaza de destruir a todas las personas se concretaría. ¿No es D”s, acaso, lo más compasivo que la mente pueda concebir? “Seguramente” - pensaba Noaj, aun después de haber trabajado en el proyecto del arca que lo iba a proteger durante 120 años, y hasta el momento en que el diluvio efectivamente comenzó (Rashi 7:7)- pasando a ser de una persona que había sido respetada por haber inventado el arado (Rashi 5:29) que facilitó la tarea en el campo, a convertirse en el hazmerreír de su generación - “seguramente, esto no debe ser sino una terrible advertencia que nunca se llevará a cabo. Es sólo para asustar a la gente para que se arrepienta. Al final, D”s siempre perdona”. Pero no. Esto no quedó en palabras. D”s ocupó a Noaj en la construcción del arca precisamente durante aquellos 120 años en los que fue objeto de burla y de amenazas de muerte (por parte de sus adversarios), para que las personas que lo rodeaban puedan recapacitar, cosa que no ocurrió. Al final de todos esos años, se les concedió siete días adicionales. Aun entonces, cuando ya comenzó a precipitarse la lluvia, cayó inicialmente en forma de un aguacero que puede terminar siendo una bendición Di-vina. Pero, no pasó nada. La gente no tuvo la voluntad de cambiar.¿Un fracaso? ¿De quién? D”s determinó desde un principio que no obligaría al ser humano a elegir el camino correcto y que Su rol se limitaría a ser Su educador. La total libertad de las personas para elegir su camino moral es, justamente, lo que verifica la imagen Di-vina en ellos. Si toda esa generación obraba mal, pues entonces todo volvería a comenzar a partir de los descendientes de Noaj. El malogro de lo que sucedía, no se puede atribuir a D”s , sino a los seres humanos. El objetivo de los seres humanos - seguir y emular a D”s con sus acciones de bondad - no se modifica por el hecho que toda una generación lo rechace. (R.Sh.R.Hirsch sz”l) Lo que sí debemos estudiar es por qué D”s determinó en aquella circunstancia que esa gente ya no tenía solución.¿Por qué no consideró que quizás podrían arrepentirse en el futuro? ¿Por qué perdió la esperanza? Aparte de eso. ¿No habían otras personas buenas, aparte de la familia de Noaj? Si seguimos analizando el texto más de cerca, encontraremos que Rashí nos dice que en ciertas ocasiones, cuando reinan la promiscuidad y la idolatría, esto lleva a una destrucción de magnitud tal, que no distingue entre “buenos y malos”. “¡Qué injusticia!” - pensamos. ¿No decimos que D”s es “Justo en todo su proceder”? ¿Por qué caen los buenos con los malos? Sigamos mirando un poco más. Al describir a Noaj, la Torá no dice que era simplemente “buena persona”. Miremos al comienzo de la Parshá, como cuenta que Noaj era “justo, íntegro, y se encaminaba con D”s”. ¿Cuál es la diferencia entre Noaj y los “buenos” de su generación que perecieron sin merecer sobrevivir? La Torá nos dice que el mundo estaba lleno de “Jamás” (robo con violencia). ¿A qué llama la Torá “violencia”? Dice el Midrash que la gente arrebataba por valor menor a una Prutá, la moneda mínima, un monto por el cual no ser puede iniciar juicio legalmente. Es decir: robaban con viveza, “dentro de la ley”, con guantes blancos. Nadie se animaría a armar un escándalo por un monto mínimo, por miedo a parecer ridículo. Nadie puede protestar por el hecho que los adversarios lo llevaron a la quiebra bajando sus precios hasta el punto en el cual él no podía competir, pues, reglamentariamente, actuaron dentro de la ley. Los “buenos” de aquella generación entonces, eran aquellos que se consideraban relativamente mejores que otros, es decir que no iban a la cárcel pues actuaban dentro de la legalidad, y no se les podía imputar ninguna trasgresión. Sin embargo, D”s no creó a los seres humanos simplemente para que no vayan a la cárcel. La expectativa de D”s con respecto a cualquiera de nosotros, es que seamos como Noaj “justos, íntegros, encaminados con Su voluntad”. Ser mejores que otros, significa muy poco ante D”s. Dado que toda la generación ya había caído en aquella filosofía de vida reglamentaria, no cabía la esperanza que su conciencia le exigiera más. El “techo” máximo de espiritualidad ya estaba puesto. Más allá de Noaj, nadie, ni siquiera los “buenos” entre ellos, querrían llegar. Al desaparecer la voluntad de vivir como seres creados a imagen Di-vina, la única opción fue comenzar todo de nuevo. ¿Ud. se sigue preguntando por qué los candidatos son los que son? Quizás la respuesta sea que no son más que una fiel imagen de lo que es la sociedad a la que dicen representar. No nos gusta mirarnos en el espejo. Nuestra sociedad vive con la publicidad del tabaco, a pesar que sabe que crea vicios - y no lo denuncia. Nuestra sociedad vive con la abundancia de diarios, revistas y publicaciones televisivas obscenas, avisos publicitarios sugestivos por todos lados, lo cual, aparte de lo religioso, aporta a la insatisfacción conyugal, destrucción familiar, a la promiscuidad, a la propagación del S.I.D.A., a los abortos clandestinos, provoca el estímulo principal que lleva a las violaciones, etc., pero no lo denuncia. Nuestra sociedad sabe que el capitalismo salvaje destruye al individuo y a su dignidad al quitarle los medios para trabajar dignamente, pero no lo ayuda. La hiper-publicidad por bienes y servicios de una población cada vez más materialista, crea más miseria que la supuesta “calidad de vida” que pretende vender, y ¿a quién le importa?¿Qué dice? “Que no se puede cambiar todo...” No lo sé. Sin embargo, seguro que no somos lo lindos que proclamamos ser. Por lo menos, aprendamos a lavarnos la cara y reconocernos.

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