27 octubre 2006

parashah: Parashát Nóaj, por Rav Daniel Oppenheimer - El ilusionista invitado: El camaleón

Parashát Nóaj, por Rav Daniel Oppenheimer - El ilusionista invitado: El camaleón
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Friday, 27 de October de 2006, 11:18
 Parashát Nóaj
El Ilusionista Invitado: El Camaleón

por Rav Daniel Oppenheimer

-“Buenos días..¿Quién es Ud?”
-“Me llaman ‘el Ietzer HaRá’. Aquí le doy mi tarjeta personal”.
-“No entiendo. Su tarjeta tiene mi nombre. ¡¿Con qué derecho utiliza Ud. mi nombre?! , ¡lo voy a denunciar ante las autoridades!”

-“Ud. puede hacer lo que quiera, pero mi apellido me lo dio Ud.”

-“¡¿Yo le di apellido?! ¿Cuándo, cómo? Si yo ni lo conozco. Jamás vi a alguien con su aspecto.”

-“Eso puede ser. No conoce este aspecto, pero - déjeme cambiar mi careta por un momento - ¿acaso no se acordará de mi cuando tenía puesta esta otra máscara? Éramos tan amigos, hasta que Ud. empezó a desconfiar de mi”.

-“Pero, pero… estoy confundido. ¿Quién es Ud.? ¿De dónde salió? ¿Quién lo inventó?
Perdón por la indiscreción: Ud. se ve sumamente envejecido… ¿Qué edad tiene?”

-“Pues Ud. me pregunta cuestiones difíciles.
Existo, porque HaShem me dio la posibilidad de ser. Pero, ¿qué sería de mi sin Ud., querido amigo? Sinceramente, yo le debo mi existencia a Ud. - ¡es Ud. quien me alimenta cada día, y me hace sentir como nuevo!
¿Y si es por la edad? Pues soy tan viejo como Ud. ¿se preguntará porqué sigo en vida?
¡Amigo! Nos estamos yendo por las ramas, ¿para qué tanta filosofía? - ¡somos amigos, y la vamos a pasar muy bien juntos! No pregunte ni cuestione tanto. No pierda tiempo. No me deje solo. Ya saqué las entradas para el cine…”.


La noción de la existencia del Ietzer haRá, es conocida por todos nosotros. Sin embargo, la definición o naturaleza del mismo, no es tan clara.
¿Qué es el Ietzer haRá?

Intentaremos guiarnos por la definición del R.Sh.R. Hirsch sz”l, brindada en las primeras lecturas de la Torá, que es donde se menciona conceptos cercanos a esta idea.
Si bien en ciertas traducciones puede llegar a interpretarse el “Ietzer” como instinto, llevándonos a creer que poseemos “buenos instintos” y “malos instintos”, el Rav Hirsch nos aclara que esto no es correcto. Jamás podríamos definir el instinto como algo malo.
Los instintos del ser humano, al igual que el de los animales, permite a cada uno cumplir intuitivamente con sus necesidades corporales sin el uso del intelecto.
D”s decretó en la creación que las especies vegetales y animales se mantengan a través del tiempo (y a los seres humanos cuidar a esas especies). A tal fin, incorporó en los animales el instinto de supervivencia - saben cada uno encontrar su alimento, saben intentar cuidarse de los depredadores, y saben encontrar sus parejas para procrear y mantener su especie. Cada uno de estos factores son vitales para estos animales, sin los cuales se hubieran extinguido de inmediato hace milenios.

También el ser humano tiene instintos. Los necesita, al igual que los animales.
Pero no debe estar sujeto a ellos
, de la manera en la que están sumisos los animales.
Por eso es humano, creado a imagen de D”s y, por consiguiente, libre. Puede sobreponerse y prevalecer por sobre los instintos, si su código moral de conducta lo determina. Es así que D”s dijo a Caín “y tú lo podrás dominar” (Bereshit 4:7). Las frases comunes en la gente: “era más fuerte que yo”, “me obligaron”, “no me dejaron otra opción”, son meras excusas para justificar la falta de voluntad.

El Ietzer haRá es otro componente del ser humano, y tal como en la ficción del comienzo del presente fascículo, tiene a su amo como creador. ¿Cómo es eso?
La palabra “Ietzer” en hebreo está ligada etimológicamente a la palabra “Iotzer”, formador. El alfarero, da forma concreta a la masa que se halla en sus manos, mediante las ideas que tiene en su mente (la “Tzurá”, forma).

Todos estamos rodeados de innumerables propuestas de vida y proyectos. Cada una de ellas puede ostentar un atractivo particular por sobre las demás. Soñamos, y mucho. En nuestras mentes, estas imágenes ajenas toman realidad en nuestra vida. Tramamos de ilusionarnos con situaciones foráneas que nos harían felices si tan solo se cumplieran. Anhelamos ser o estar en determinada realidad o escenario. Cerramos los ojos y hablamos como si estuviéramos allí. Vemos mentalmente la “Tzurá”. Hemos creado un Ietzer.
Solo cabe una pregunta: ¿es malo o bueno?
Pues depende de cuáles fueron estas especulaciones. Si los objetivos y los métodos para obtenerlos son aptos, pues está gestando un Ietzer haTov. De otro modo, se genera un Ietzer haRá.
“Al comienzo es como un mero transeúnte, luego - al acogerlo - se convierte en huésped (“se siente cómo en su casa”), y finalmente es un hombre - amo y patrón” (Sucá 52.).

Este concepto, lo encontramos en el contexto de las donaciones que el pueblo de Israel trajo al rey David, quien preparó los materiales para que su hijo, el rey Shlomó pudiera construir el Bet HaMikdash, el Primer Sagrado Gran Templo (Divrei haIamim I 29:18). Al concluir la recepción de las contribuciones, David rezó: “D”s… cuida esta actitud en la imagen (Ietzer) de los pensamientos de los corazones de este pueblo…”
Inversamente, la Torá menciona acerca de la generación inmediata previa al diluvio, que habían caído de tal manera que “toda imagen (Ietzer) de los pensamientos de sus corazones eran todas malignas todo el día” (Bereshit 6:5).
En ambos casos, la expresión del TaNa”J señala que el Ietzer es producto del pensamiento del sujeto, y no es un agente externo a la persona, que trata de invadirlo y destruirlo.
Es importante subrayar este punto, pues, de algún modo, está en el mito de la gente que existe un “cuco” diferente a nosotros, que entorpece nuestra vida. Claro que es una quimera cómoda, pues pone la responsabilidad por afuera de uno mismo, liberándolo - imaginariamente - de responsabilidad por los actos errados que se comete.

En su niñez, cuando aún no es responsable de sus actos, el joven puede llegar a reaccionar impulsivamente como resultado de sus instintos. En hebreo el vocablo “na’ar” (joven adolescente), se deriva de la raíz “lena’er” (sacudir), pues en esta etapa el joven suele cuestionar sin ambages todo aquello que cree imperfecto.
Sin embargo, no se puede hablar en aquella temprana edad de modelos desacertados en su pequeña y aún honesta percepción. Es por eso que la juventud, habitualmente, brega más por la justicia en la que aún cree. Creciendo hacia el mundo de los adultos, entra a resignarse, “contaminarse” y convertirse en parte del mundo corrupto de los mayores. Sus ideas anteriores se ven como “ingenuas”.
Una vez desarrollado, el camino ya depende de él. Habiendo crecido y recibido una educación, debe ser conciente de que es capaz de dominar sus impulsos. Si aún actúa en contra de lo que es éticamente correcto, esto es producto de su “Ietzer haRá” con el que - como dijimos - fantasea ideas falaces, que permitió irresponsablemente que se absorba en su mente.

La Torá vuelve a mencionar al Ietzer (Bereshit 8:21) después del gran diluvio que exterminó la vida que había sobre la tierra, dando un nuevo comienzo con Noaj y su descendencia. D”s determinó que no volvería a castigar a toda la humanidad tal como había sucedido con los contemporáneos de Noaj.
¿Qué sucedería, entonces, de ahora en más? Aun si la corrupción de los adultos llegara a corromper la mente (que debiera estar) aun transparente de los jóvenes ( ne’arim, lo cual demostraría la gravedad moral de los humanos), aun así la intervención de D”s radicaría en acortar la vida de los seres humanos para evitar que lleguen a establecer los códigos de depravación del modo irreversible que había acontecido en la generación del diluvio. Al quitar años de su vida, los seres inmorales darían lugar a aires frescos de jóvenes que los desplazarían de su lugar.

En el Talmud (Iomá 19sonrisa, se cuenta que el día menos propenso a pecar es Iom Kipur, deduciendo este hecho del valor numérico de la palabra Satán. No obstante, cuenta el Talmud que aun cuando la naturaleza de la situación sea que la persona no estuviera inclinada a pecar, “el Mashíaj aún no ha llegado pues tantas vírgenes han sido violadas en aquel día en Nehardea…”
¿Qué significa esto? ¿¡Cómo puede la gente pecar en este día sagrado, si no está incitada a hacerlo?!
La respuesta radica en que, como dijimos, si bien el Ietzer no arremete activamente en contra de la persona, está aquel que lo busca sin necesidad de ser provocado, o se acerca de modo presumido al nivel en el que no puede sino obedecerle.

Volviendo al carácter artificioso del Ietzer haRá, el Talmud (Sucá 52.) nos ilumina respecto a la visión futura que tendrán las personas respecto al Ietzer haRá, una vez que deje de cumplir funciones con los seres humanos, en el momento en que el discernimiento de D”s sea tan evidente, que los seres humanos no queramos pecar más.
Los justos mirarán el Ietzer haRá, lo percibirán como una enorme montaña, llorarán y se asombrarán: “¡Cómo fue posible que pudiéramos sobreponernos a obstáculos de tal magnitud!”. Al mismo tiempo, los malvados lo reconocerán como un hilo delgado. También ellos llorarán, lamentándose y exclamarán: “¡Cómo, acaso, no pudimos luchar contra un elemento tan endeble!”
La percepción y la realidad enfrentadas. Efectivamente: ¿cómo pudieron los justos, estando ellos más asaltados por el Ietzer haRá (o sea, que el Ietzer haRá insiste con mayor vigor en la gente de mayor talla espiritual para que la simulación tenga la apariencia de ser lo real, que otras personas de menor calibre moral - Sucá 52.) sostenerse y no sucumbir?
El modo de su lucha fue un paso por vez. “Ahora, no. Hoy, no”. Una vez que pudieron franquear el desafío y mirándolo retrospectivamente, reconocen la enorme hazaña realizada.

Los malvados reconocen finalmente, que sí hubiesen podido. Es tan pequeña la realidad del Ietzer haRá, y tanto su disfraz fingido, que lo presenta como insuperable…

Nuestra generación es víctima de una hiper-publicidad que crea y estimula apetitos en donde no los hubo. Si las necesidades genuinas de cada individuo, sin la ayuda negativa de la propaganda generalizada, eran complejas de conducir, cuánto más con la manipulación psicológica destinada a vender todo y a cualquier precio (a)moral. Carteles de difusión de - lo que Ud. quiera - con rostros de goce perfecto, eterno e inalterado, generosamente iluminados, disfrutando día y noche (y cada vez que pasamos y los vemos con cierta envidia…). Claro: es papel pintado - pero parece tan real…

A esto se le suma el exhibicionismo y la falta de pudor que se registraba anteriormente en el orden público. También esto va sumado a la curiosidad humana, a la falta de amparo y amor genuino del que sufre gran parte de la sociedad, y que está dispuesta a cubrir con un minúsculo parche de gratificación sensual en relaciones circunstanciales - aun conociendo que eso no le traería la contención auténtica y felicidad que cada uno requiere. Más ilusión y más delirio.

Otro incentivo que potencia el poder del Ietzer haRá: “prohibida para menores de 18”. El rey Shlomo nos describió en los Proverbios (Mishlei 9:17) “aguas robadas son más dulces”. Agua - como todo H2O, pero si tiene un sesgo de prohibición, se percibe como más dulce… obra de la fantasía humana.

Quizás lo que estemos proponiendo parezca como un tanto excesivo. ¿Acaso no estamos, de este modo, suprimiendo los instintos francos y naturales y la libido de los seres humanos?
Todo depende de lo que Ud. denomine “natural”. Antes de seguir adelante, debemos poner en claro que nada en absoluto de lo que prescribe la Torá, es “anti-natural”. El mismo D”s que creó el universo, es Quien determinó las leyes que debe obedecer el hombre. La Torá es el manual de la naturaleza. No cabe contradicción en esos términos.
Otra cosa, es que la gente utilice el término “natural” con el fin de justificar cualquier actitud no tan digna, bajo pretexto que “todos lo hacen” (ergo: es natural). Los Sabios así lo expusieron “La costumbre se vuelve natural en la persona” - pero eso no significa que sea correcta...

Como el camaleón: el Ietzer haRá cambia de color de acuerdo a las circunstancias. Por eso no se torna tan fácil registrarlo como tal. Hay un antídoto a la falsedad: el estudio de la Torá que es la fuente de la verdad (Torat Emet)

Una última pregunta que se presenta en nuestra actitud respecto al Ietzer haRá, se refiere a uno de los pasajes que decimos en los rezos matutinos: “…D”s: no permitas que domine sobre nosotros el Ietzer haRá…”
Claro está que la lucha interna contra las tentaciones diarias es de cada persona en particular, y que aquellos impulsos pertenecen a nuestra tarea individual, precisamente porque tenemos libre albedrío para elegir el bien y desechar el mal. ¡¿Cómo es, entonces, que solicitamos - aparentemente - a D”s que haga por nosotros, lo que es nuestro trabajo?
La respuesta la podemos encontrar en un pasaje del Talmud (Sucá 52sonrisa: “Dijo Rabí Shimón ben Lakish: el Ietzer de la persona amenaza diariamente de apoderarse de él intentando eliminarlo… y si no fuera por la asistencia Di-vina, el hombre no podría valerse por si mismo…”.
El Talmud nos está enseñando que es menester el Apoyo de D”s en nuestra pugna. El pedido en nuestras plegarias se refiere a aquel socorro, y da lugar a manifestarnos qué es lo que realmente queremos.
Es muy posible que en ocasiones creamos que nuestra voluntad y determinación son tan fuertes, que hasta estemos dispuestos a caminar por la cornisa, confiados en que nos podemos arriesgar, porque estamos por encima de las cosas (“Si sabés lo que querés, no te va a mover nadie…”). Desafortunadamente muchos se caen - del todo y abruptamente, o se resbalan casi imperceptiblemente. El Talmud y el pasaje de la Tefilá que citamos nos llama a ser más prudentes y modestos. Pidamos que se nos dé una mano.

Hay un aliciente en todo esto: si bien explicamos antes que “en el camino (negativo) que el hombre desea ir, allí lo conducen” (Talmud Makot 10.- o sea, que se requiere de su ejercicio activo para lograr lo que no debe), a la inversa: “quien viene a purificar, se le asiste desde las alturas” ((Talmud Shabbat 104. y Iomá 30sonrisa. Es cuestión de desear realmente lo bueno

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