19 octubre 2007

parashah: Parashat Lej-Lejá, por Malcah Canali - La Herencia

Parashat Lej-Lejá, por Malcah Canali - La Herencia
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Friday, 19 de October de 2007, 02:47
 

B''H

De Malcah para la Quebutzah

  Comentario a la parasha "Lej Leja"

20 de Octubre de 2007

8 de Jeshvan de 5768

 

LEJ LEJÁ

LA HERENCIA

por Malcah Canali

                                                        

 La exhortación negativa que el Eterno utiliza para dirigirse a Avram (que será Abraham ulteriormente) tiene un tono bondadoso y paternalista innegable: No temas, Avram" es ciertamente el modo más expresivo de sosegar un alma que la Presencia Divina en una visión podría llenar de pavor, pero  no deja de ser una orden. El resto del versículo es explicativo: "Yo te amparo, tu premio es muy grande"

 

                          Si lo pensamos un poco, llegaremos a la conclusión de que este simple hemistiquio del primer versículo del capítulo 15 de Bereshit resume toda la Torah. A lo largo de capítulos enteros del Pentateuco, y por el órgano de Moshé, el Eterno lo repetirá hasta la saciedad: "Si me obedecéis yo os protegeré y os colmaré de bienes, nada tendréis que temer". Pues bien, en hebreo, este imperativo: "No temas" se dice : "Lo Tirah". Son dos palabras cuyas letras suman 511, como las de "Torah".

 

                          La coincidencia es asombrosa y abre unos horizontes inesperados. En efecto si la ausencia de temor es Torah, es evidente que la expresión "No temas" lejos de referirse únicamente al santo temor que embarga al ser humano frente al Todopoderoso, se refiere también al temor de no ser amparado frente a las contingencias de la vida, o sea al miedo. En esta perspectiva, si el "no temer" es Torah, el "temer" es "no Torah", es pecado. Dicho en términos más familiares y cotidianos: el miedo engendra el pecado que siempre se fundamenta en la desconfianza.

 

                          Incluso nuestros primeros padres, en el Gan Eden dieron libre curso a un apetito frívolo porque se dejaron inducir por la serpiente a desconfiar de la palabra del Eterno que les había advertido: "si coméis de este fruto, moriréis". Hubo desconfianza, miedo de ser engañado.

 

                           Vemos pues que en el mismísimo arranque de nuestra historia en tanto que pueblo hebreo, cuando el Todopoderoso está a punto de anunciar al futuro patriarca la descendencia que éste tanto desea, el mandamiento primordial que le impone es "no temerás".

 

                            De hecho, una reflexión, por rápida que sea, nos mostrará que se suele pecar por miedo a carecer de medios de subsistencia, de seguridad, de prestigio, incluso de cariño (los psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas están acostumbrados a detectar estos temores detrás de las actitudes delictivas o desviadas). También existe el miedo a la soledad y al abandono que genera conductas tiránicas, manipuladoras y corruptas así como la formación de bandas violentas que se dedican a generar el miedo en la sociedad, creando así un círculo infernal.

 

                          Naturalmente, la lista que acabo de hacer no es exhaustiva. Está destinada a mostrar el papel del miedo en los comportamientos pecaminosos, nada más.

 

                          Ahora también hemos de subrayar que, reflejo del Santo Temor que se le debe al Todopoderoso y cuya orden "No temas" sólo anula en su aspecto pavoroso, existe entre los humanos un temor reverencial a quienes, de una forma u otra están encargados de hacer cumplir las leyes del recto proceder y de la honradez. El miedo al castigo es su sano y lógico derivado: "si pecas porque tienes miedo sin motivo, puede que luego, lo tengas con motivo".

 

                         Estábamos hablando de temor reverencial. Es evidente que este se refiere ante todo a los padres. Como lo acabamos de mencionar, en el capítulo que nos ocupa, Avram pide descendencia y el Eterno le promete una tan innumerable como las estrellas del cielo. De hecho, sin esta promesa, ninguna orden divina tendría sentido para él y la promulgación de la Torah resultaría superflua. Lo que da un significado a la vida de un pueblo es el hecho de perpetuarse. Y aquí es donde aparece en el texto la palabra "heredar" que indica la transmisión de algo a los hijos para que lo disfruten una vez muerto su padre.

 

                          Avram expresa su desconsuelo, que no su amargura; ya le conocemos un poco, la amargura no forma parte de su paisaje afectivo, expresa su profundo pesar en estos términos: "estoy sin hijos, es el intendente de mi casa quién me heredará". Difícilmente se puede manifestar la pesadumbre por la mayor decepción que existe en esta vida: no tener hijos, de modo mas resignado, sencillo y conmovedor.

 

                          Avram estima muchísimo a Eliécer, le encarga misiones de confianza, le tiene a su lado en momentos cruciales, y le va a dejar su herencia, pero no es hijo suyo, no es de su sangre, no es simiente suya y esto, para un hombre que ha obedecido sin parpadear a la orden dada por el Eterno de abandonar su tierra, un hombre que había creído la promesa:"Haré de ti una gran nación" tiene que ser muy duro.

 

                          En aquel preciso momento se produjo el milagro. El Eterno renovó su promesa centrándola en el verbo heredar.

 

                           En los idiomas románicos el concepto de herencia está etimológicamente ligado al verbo adherir, o sea a la noción de inseparabilidad entre padres e hijos, y por consiguiente, de continuidad. En hebreo, el verbo "yarash" tiene un contenido semántico más fuerte que radica en la idea de poder. Lo que el padre hebreo transmite a sus hijos, no es sólo riqueza, también es poder. Quizás esta energía que encierra "yarash" sea fundamental en la vida nómada, porque el patriarca ha de ser un jefe. Su heredero, su yoresh debe asumir el poder, en suma, ser un "yoresh" -´etzer (un principe heredero).

 

                           Por otra parte, la palabra "yarash" está compuesta por las letras yod, resh, shin, que son las mismas que las de la palabra yashar, que significa "derecho, recto, justo" cuando es adjetivo y "enderezar, encaminar" cuando es verbo.

                          Esta temurah (permutación de letras) es realmente elocuente. Significa que la transmisión hereditaria se debe hacer según las normas de la rectitud, de la honradez más absoluta y que el heredero debe ser alguien revestido de estas cualidades. Toda herencia entraña una enorme responsabilidad porque, como ya hemos visto, garantiza la continuidad familiar y nacional.

 

                           La herencia también, al ser el legado que los muertos dejan a los vivos, anula el poder de la muerte. Contrariamente a las afirmaciones, a mi entender, algo apresuradas y superficiales de eminentes sociólogos que tienden al ateismo, los muertos no son la nada, no han dejado de ser al exhalar su último suspiro. Perviven en la herencia que dejan a sus sucesores, sea ésta herencia genética, herencia cultural, religiosa, por supuesto, o herencia de caudales y poder. Los muertos, además de vivir en una dimensión que les acerca a la Presencia Divina siguen conviviendo con sus herederos. Es esta una prueba, entre otras, de que la muerte es más una apariencia que una realidad.

 

                            A continuación, el Todopoderoso, satisfecho por la fidelidad de Avram que cree en la promesa renovada, le anuncia que él también va a ser heredero, heredero de la tierra de Canaan. Con la expresión: "te saqué de Ur de los Caldeos para darte esta tierra en herencia" no sólo se sella la relación de padre a hijo mayor que une a Avram con Hashem sino de la tierra a formar parte del poder de Avram  y de su futura descendencia. Nuestra tierra será santa porque la heredó nuestro patriarca directamente de la prodigalidad divina. Ella alienta nuestra energía, siempre miramos hacia Jerusalem cuando recitamos las bendiciones  14 y 15 de la amidah cotidiana diciendo: "Mora (¡oh Señor!) en medio de tu ciudad, según lo que dijiste… "y haz florecer pronto el retoño de tu siervo David…"

 

                          Eretz Israel es nuestra herencia bendita y para disfrutar de ella siempre, hemos de ser muy honrados y rectos. Esta es la merced que pedimos al Eterno y que, de seguro, nos concederá porque nuestra súplica está llena de confianza y rebosa esperanza.


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