24 febrero 2008

contextos: La Mujer sin Nombre

La Mujer sin Nombre
de Josefina Navarro - Sunday, 24 de February de 2008, 16:57
 

B''H

De esto se encargaron los hombres

Puede que ella no tuviera siquiera tiempo para comentarios, atareada, que estaba en servir refrescos a un trío de amigos que se presentaron de repente y permanecieron en el patio de su casa una semana antes de tomar la palabra. ¿Quién sabe? Si, los amigos estuvieron allí muy modosos y compungidos durante todo el tiempo de la ענינות -aninut-, y ¿ella?

Ella no entonó ninguna lamentación. Ni acusó a Di-s de su desgracia, ni ensordeció a nadie con aullidos de dolor, ni tuvo oportunidad alguna de reivindicar su inocencia. La palabra צדקת  -tzadéket-  no existía en el idioma para designar a la mujer justa, el  צדיק–tzadik-  no conocía su femenino y el concepto de  אשת חיל  -eshet -jail (mujer virtuosa) tal vez no hubiera llegado al lejano país de Hus. No, ella, la mujer, La Mujer Sin Nombre, sin más identidad que la de su marido, la Señora de… no tuvo derecho a ser víctima. Madre de todas las almas devoradas por los malolientes gases de las cámaras de exterminio, ella no pudo ni siquiera quejarse, no fue sino la inconsistente sombra cuyo más leve suspiro hubiera resultado una indecencia, un estorbo, una ofensa, para la sabia y sentida oratoria masculina. La grasa que poco a poco fue desapareciendo de su cuerpo, dejándola demacrada y aventajada, debió de utilizarse para fabricar jabón en algún sórdido taller del Guehinon. ¿Adonde iría a parar su exuberante cabellera que se esparcía olorosa sobre la almohada cuando las noches de amor exhalaban susurros de lirios y rosas? Ella se quedó desgreñada y medio calva, con unos cuantos mechones grisáceos y sucios como rótulo de su oprobio.

Profundo e indecible era su desconcierto porque apenas si llegaba a intuir la razón, la causa oculta y misteriosa de su carencia de identidad. Le costaría todavía gran número de esfuerzos y sufrimientos, un larguísimo camino de angustias, lleno d e tropiezos y agotadores resurgimientos, el comprender que ella no era nada por sí misma, que no era sino "el otro" de él, una mujer casada, o sea…

La Otra.

Siguió barriendo, fregando, limpiando, guisando, lavándole las heridas al esposo y acostándose a una hora imposible, tan exhausta que no llegaba ni a sonar... aquello fue el regalo de la Divina Misericordia. No soñaba, no veía a sus hijos jugando alrededor de la casa, no veía a su esposo alzando la copa de la vida a la cabecera de una mesa lujosamente servida, no soñaba... se dormía nada más acostarse y se despertaba sobresaltada cada vez que los gemidos de su marido se hacían más intensos, taladrándole el escaso descanso que le permitiría seguir siendo útil un día más y recordándole... su espantosa exclamación.

Mientras tanto, su marido, Job, tomó la palabra... y le costodejarla. De hecho solo lo hizo cuando el propio Di-s Se le impacientó y se le entiende porque inmenso era su pesar.

Todos cuantos conocemos el poema de Job sabemos que es imposible expresar con más emoción con más veracidad, con más realismo y con mas sincero patetismo el sufrimiento del inocente injustamente castigado, no sólo por la Mano Divina sino, también, por la incomprensión, el desprecio, las calumnias más o menos encubiertas y las acusaciones de los amigos que pretenden haber venido a consolarle, amén del abandono de los familiares.

¡Del árbol caído todos hacen leña ¡ya se sabe!

Job se presenta como el epítome y el paradigma de todas sus desgracias y tendríamos que darle la razón si no Juera porque en medio de su dolor y de su legítima indignación, olvida que existe un ser aún más desgraciado que él: su esposa, la pobre mujer a quien ha mandado al Azazel sin contemplaciones, condenándola así a un oprobio tan duradero como injustificado y de cuya aflicción nadie se preocupa. Él está enfermo y ella le cuida, él está sentado en el patio y ella trabaja. No lo dice explícitamente el texto... pero el sentido común nos permite oír este silencio y la reflexión, entender su mensaje: a ella se la olvida

Los piquillos de oro que se apresuran a declarar que hasta su mujer se le volvió en contra, no advierten que ella también ha perdido todo cuanto poseía, que a ella también se le han muerto los hijos y que ella sufre por su marido enfermo a quien no abandona y esto último sí indica el texto: Cuando Job la menciona, lo hace en presente.

 Tenerla a su lado incluso bastante cerca como para que ella le pueda oler el aliento, le parece la cosa más natural del mundo. En ningún momento se preocupa por ella.

Ni una sola vez, dentro de las larguísimas y como ya se ha subrayado, hermosas y conmovedoras parrafadas que decía a su propio dolor, Job compadece a su mujer. La menciona en dos ocasiones que retendrán nuestra atención más adelante, en términos completamente ajenos al cariño o a la simple piedad.

Por otra parte, en lo referente a la mujer de Job, lo más llamativo e incluso asombroso, es que El Eterno, a ella ni la regaña, ni la castiga. ¡Por algo será! La trata como a una cómplice.

Desde luego resulta evidente que, en una primera aproximación la mujer desprovista de identidad que interviene en el capítulo II del libro que nos ocupa, es presentada simplemente como el tercer vértice del triángulo tentador, estando los otros dos ocupados respectivamente por Di-s y por Satán. Mientras que enבראשיתBereshit- El Creador se enfadaba con la mujer y con la serpiente (y por supuesto con Adán que había sucumbido), en Job no se enfada con Satán ni con la mujer (ni con Job que no había caído en tentación)… pero si con los ínclitos amigos que han actuado por cuenta propia.

Ahora bien, en la geometría de la tentación, la Mujer Sin Nombre tiene un papel muy particular, porque mientras Di-s y el Satán hablan "de" Job entre ellos, en el secreto de la complicidad, ella no les habla ni al Uno ni al otro, sino que habla a Job y le habla de modo espontáneo, no juega con él y este que ignora lo que Di-s y Satán se dicen, se entera, en cambio, perfectamente de lo que le dice su mujer. Queda pues muy claro que además de la función provocadora ella tiene también otra: la de ser un puente entre el cielo y la tierra, lo cual en el lenguaje teológico se expresa por la palabra "pontífice".

En el momento en que ella transmite a su marido lo que está diciendo el Cielo, asume una función sacerdotal. Puede que sea esta la única, o por lo menos, la primera explicación al hecho de que Dios no la regaña ni le inflige por sus palabras más castigo que un justificado remordimiento por la אונאת דברים  -onaat devarim-  (vejación)  de la que probablemente se sentía más culpable que de cualquier otra implicación de las encerradas en su grito.

Como lo acabamos de señalar, ella es la primera persona en hablar con Job de su desgracia que él ha venido aceptando hasta entonces con femenina receptividad: "El Eterno ha dado, El Eterno ha tomado!¡Bendito sea el nombre del Eterno!".

Esta reflexión que marca la ubicación de Job en el polo negativo de la no reacción al sufrimiento, de la aceptación absoluta en el esplendor de la total entrega, es tal vez  la expresión más acabada de la dignidad humana ante el Todopoderoso.

Sin embargo, el Todopoderoso no Se da por satisfecho. El aspecto pasivo de la perfecta resignación no es suficiente a Sus ojos. Le irrita esta disposición negativa de Job que se traduce en el texto por la insistencia sobre lo que éste no dijo, o sea por la no manifestación del ego.

Esto se entiende cuando se observa que la historia de Job describe a la perfección la realización de un tikún y que cualquier tikún está encaminado a la superación del ego, no a su negación. En efecto, sólo se puede superar algo que existe y se manifiesta. Mientras Job permanezca en un estado de Nirvana que sustrae el polo masculino de la personalidad al poder de la tentación, no habrá superado la prueba que se le esta imponiendo. El ser humano vive en la tierra, en el "Aquí y ahora", tiene la obligación  de asumir su condición y sus circunstancias. Dice Qohélet (VII/16): "No seas exageradamente justo, ni te excedas en la sabiduría ¿Para qué destruirte?". Cuando Job inhibe su ego varonil, Di-s desaprueba su actitud y suscita la aciaga intervención de la mujer.

Puede sonar a paradójico que sea precisamente la irrupción de la presencia femenina lo que obliga a Job a ceder a la atracción de su polo masculino y expresarse ante Di-s y ante los hombres con varonil indignación y exigencia de respuesta por la injusticia sufrida, pero no hará falta detenerse mucho tiempo en pensarlo para comprender que es absolutamente natural. Quien hace de la joven una mujer en el pleno sentido de la palabra, es su esposo y quien permite al hombre manifestarse en tanto que varón, es su esposa. Las nupcias son relación de cada uno al otro y también revelación de cada uno a sí mismo por obra del otro.

Por lo tanto, debemos constatar una vez más que, al exteriorizar su enfado, la mujer de Job cumple con su misión de ser עזר כנגדו–ezer kenegdó- (una ayuda enfrente de él).

Si nos fijamos ahora menos en literalidad del texto que en su completo significado, veremos que la exclamación o, mejor dicho, la pregunta retórica de la esposa engloba unas cuantas preguntas equivalentes que suelen formular las personas irritadas cuando no entienden la actitud de la otra, por ejemplo: "¿Tú en qué piensas? ¿Cómo te comportas así? ¿Tú, dónde te crees que éstas?" preguntas todas que, en hebreo, se apoyan en la palabra  איךo  איכה–éij o eijah- (¿cómo?¿dónde?), pregunta que Di-s dirige a Adán y la esposa del שיר השירים  -Shir Hashirim- (Cantar de los Cantares) a su Amado. No hay pues ninguna duda en cuanto a la referencia espacial implícita en el texto sobre la ubicación espiritual de Job.

Volviendo ahora a la literalidad del texto, constataremos que la referencia temporal a deferencia de la espacial, es perfectamente explícita: "¿Todavía te encasillas en tu perfección?" dice la esposa, enfatizando en el "todavía" con sufijo posesivo. Lo que dice el texto hebreo es עודך–odjá- (Tú todavía), expresión esta que nos fuerza a entrar en una dialéctica profunda. En efecto, el "tú todavía" implica a la vez una exhortación a desprenderse del propio pasado, con lo cual se nos indica que el viaje de Job a través del sufrimiento es el recorrido de un camino iniciático con la obligación de vivir en presente la prueba de los padecimientos incomprensibles y al mismo tiempo una tentación in-formulada  sutilmente antes del ambiguo: "Bendice/ofende a tu Di-s" pero no menos agresiva sino, muy al contrario, cargadísima de malevolencia.

La insidia de este "Tú todavía" la conocemos todos porque nos afecta a diario, la oímos de continuo bajo la forma de consejos pretendidamente realistas tales como. "Los tiempos han cambiado, no es de recibo aferrarse a un pasado lleno de oscurantismo, es menester ponerse al día" etc… etc…, siendo el sobreentendido de tales instigaciones: "Te has quedado aislado en un pasado que los demás tiene ya superado" o sea: "El Bien tenía fecha de caducidad y no lo has advertido".

Malcah...

Continuará...

No hay comentarios.: