02 marzo 2008

contextos: Re: La Mujer sin Nombre

Re: La Mujer sin Nombre
de Josefina Navarro - Saturday, 1 de March de 2008, 23:13
 

Job, sin embargo no alcanza a salir del agujero negro que le está engullendo. En el inicio de su sexto discurso (Capítulo XIX), le vemos abrumado por la estolidez de los razonamientos ajenos y por su propio descalabro, que se expresa y traduce en la imagen del árbol arrancado de cuajo, sin posibilidad alguna de revivir. El hombre martirizado, antes de hundirse completamente en el abismo del espanto, mira alrededor suyo buscando a quien agarrarse, pero todos: hermanos, amigos, incluso invitados y criados, todos se apartan de él y es entonces cuando por fin, invoca a su mujer diciendo, en el versículo 17:"A mi mujer, le repugna mi aliento". Un psicoanalista profundamente amante de nuestra religión sería la persona adecuada para estudiar y valorar con acierto esta vivencia de una regresión a los temores del joven casadero que tiene el sentimiento de no caber ya por más tiempo en el seno de la familia parental y se asusta ante la posibilidad de ser rechazado por la esposa, regresión probablemente inducida por un hecho real: el movimiento de repulsión de la Mujer Sin Nombre ante el fétido aliento de su esposo. Pero el verdadero temor de Job no apunta al mal aliento sino al mismísimo soplo vital que, de resultar odioso a la esposa, sería señal de una condena inapelable. Si la esposa le rechaza, el novio no llegará a su madurez de varón.

La prueba de que Job se encuentra ahora en el clímax del dolor nos la proporciona el 2º hemistiquio del versículo, que ha sido objeto de muy sabios y lógicos comentarios, pero que, a mi entender, indica bien a las claras que este hombre es presa de un delirio referido a su relación con la esposa y los hijos. Evoca a sus hijos… que han muerto (puede que hable de sus nietos, pero dice "los hijos de mi vientre" lo cual es bastante elocuente), asociando su imagen a la de unos pilluelos que se han reído de él. Las caras infantiles, de todas formas se van imponiendo a su visión… los niños, o sea el mañana, el porvenir… una llamita se está reavivando bajo las cenizas, entre los escombros de su alma mientras acaba de describir su desgracia y, por eso, recobra una levísima confianza en la posibilidad de conseguir alguna compasión de los seres humanos. Es entonces cuando, después de un exordio que ocupa los versículos 23 y 24  y es una adjuración a la humanidad para que no olvide sus palabras (ya cree en el futuro), proclama: " yo sé que mi defensor vive y, al final, se levantará sobre le tierra", para terminar con una visión apoteósica en la cual afirma: "yo veré al Eterno, yo con mis propios ojos, no un extraño".

Esta exclamación llama poderosamente la atención, no sólo por su vigorosa belleza, por el aura de dignidad que la envuelve y por la generosa confianza de la víctima en el Todopoderosao, en el Padre que parece haber abandonado, no por decir traicionado al más fiel y al más leal de entre sus hijos, sino por su ubicación a muy poca distancia, ocho versículos exactamente, del versículo 17 que vamos a seguir comentando ya que contiene la primera mención que nuestro personaje hace de su esposa.

El primer hemistiquio de este versículo reza, como lo hemos visto: "Mi aliento repugna a mi mujer". En hebreo son tres palabras, todas femeninas cuyo significado exotérico nos ofrece la imagen del esposo tratando de besar a la Amada, la cual, pudiendo contener el asco, se aparta instintivamente. Estamos en las antípodas del Cantar de los Cantares en el que la Amada exclama: "¡Béseme él con los besos de su boca!". El soplo, seña se alegre vitalidad, se ha convertido en un flujo hediondo que, en el sentido etimológico de la palabrahebrea זר–zar-"extraña" a los esposos, los hace extraños, desconocidos el uno para el otro.

Si recordamos que desde la unión de Adán y Eva, el amor conyugal se plasma en el conocimiento, comprendemos que la relación entre Job y su mujer se encuentra en su nadir Job emplea para indicar la repugnancia el verbo  זרzar-que es una forma de זור–zur- y tiene unas connotaciones terribles: indica la diferencia insuperable, la desviación, la perversión y, también el asco, la repulsión. Se emplea para nombrar el hecho de percibir algo situado en el grado máximo de alteridad.

Por otra parte, este rugido del esposo destrozado: "mi aliento repugna mi mujer" encierra una llamada a la compasión mujeril. Ya hemos visto que las tres palabras que lo componen son femeninas. Job intuye que está falto de un elemento esencial para recobrar aliento y fe en su capacidad de salir airoso del trance por el que esta pasando, pero no alcanzar a vislumbrar cuál es este momento misterioso.  Se

encuentra a punto de deshacerse en lamentos estériles. La voluntad que acostumbra a utilizar para poder desplazarse hacia el polo positivo del comportamiento y que como cualquier varón, suele considerar el único muelle de este viaje, no le sirve para nada.

Entonces acude a su mujer. Implícitamente, al expresar su frustración le pide auxilio a ella, a la compañera de toda la vida, a la poseedora del secreto y ella no le falla: le insufle la esperanza que es el motor más potente del quehacer humano. Sin la esperanza, la voluntas enflaquece, se debilita y muere. Voluntas y esperanza se entrelazan en el eje de la vitalidad como el varón y la hembra se abrazan en el amor que origina la vida.

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