06 marzo 2008

parashah: PEQUDÉ - La Cámara Nupcial, por Malcah 5768

PEQUDÉ - La Cámara Nupcial, por Malcah 5768
de Josefina Navarro - Thursday, 6 de March de 2008, 15:07
 
B''H
De Malcah para la Quebutzah
Sábado 8 de Marzo de 2008
1º de Adar II de 5768
PEQUDÉ
LA CÁMARA NUPCIAL
 
               Si quisiéramos resumir en una sola palabra todas las que constituyen el espectro semántico del verto "paqad", origen de "pequdé", título de la parashah que cierra el libro de Shemot (Éxodo), nos decantaremos por "controlar".  En efecto, el significado básico de "paqad" es determinar el destino de algo o de alguien.  Luego vienen: poner, colocar, ordenar, enumerar, contar, censar, alistar, inspeccionar y un largúisimo etc. ... en el que siempre se trata de tener las riendas de una situación.
 
               Pues bien, la parashah que leeremos el próximo sábdo se inicia con la expresión "ele pequdé hamishkán" (éstas son las cuentas del Santuario) y, a continuación se enumeran los gastos efectuados para la construcción y decoración del Mishkán (Santuario), así como para el ajuar de los sacerdotes.  Se repite metódicamente la lista de objetos, utensilios, herramientas, tejidos, etc. ... facilitada por el Eteno en los capítulos precedentes, con su precio.  No hay ninguna razón para extrañarse por semejante repetición.  Las amas de casa solemos ir a la compra con una lista de los productos que necesitamos y volver a casa con estos productos y un ticket de caja en el cual vienen mencionados, cada uno con su precio.  Esto nos facilita el control de nuestra economía.No faltaría quienes objeten con filosófica sorna que el Todopoderoso no va al supermercado.  Les contestaremos que la Torah se caracteriza siempre por un realismo de soberana sencillez que deja a los melindrosos de pensamiento en ridículo, con sus tiquismiquis y cursiladas.
 
              Esto, de entrada, pero, además, la filosofía de ama de casa que preside a la elaboración de cuentas claras y precisas, toma un relieve especial cuando nos fijamos en la tercera palabra del texto, que es "hamishkán", que traducimos por "santuario", con total acierto, porque es lo que designa, pero sin olvidar que, etimológicamente es "residencia, morada".  Dicho en términos aplicables a la vida diaria, lo que Hashem nos pide es que llevemos las cuentas de Su casa y que, Se las presentemos o no (este último detalle no parece importar-Le), las conozcamos con claridad y precisión.  O sea, tiene la actitud de un esposo que confía en el buen criterio de su mujer.
 
               Ya lo hemos dicho en repetidas ocasiones, las relaciones de Hashem con el Pueblo-Elegido, son de tipo matrimonial.  En el momento de la promulgación de los Mandamientos, se firmó la ketubah (el acta, el contrato de matrimonio).  Ahora, la primera necesidad de la pareja es disponer de una morada.  Esto, después del incomparable don del amor mutuo, es la primera bendición de la ida conyugal: disponer de una tienda (para la pareja nómada, como lo son todavía el Eterno y la Congregación de israel en el desierto) o de una casa, en fin, una morada propia en la que son dueños y señores.  Carecer de esta comodidad es, a menudo, una verdadera desgracia.  ¡Que se lo digan a todos estos jóvenes actuales que no pueden casarse o tienen que aceptar hacerlo al precio de cohabitar con los padres de uno u otro cónyuge!  Se dice, en castellano: "El casado casa quiere".  En las familias judías sefarditas, la tradición exige que los consuegros costeen a los recién casados los gastos ocasionados por la ocupación de vivienda propia durante un año.  Esto supone que los consuegros superen sus revalidades más o menos pueriles, para atender al bienestar de los hijos que es bastante más importante que las exclamaciones de aufana perspicacia, tales como: ¡Sí, sí, lo que quieren los padres de él (o de ella) es que yo no corra con los gastos que no me corresponden!  ¡Me quieren tomar por tonto!  Como siempre, en el judaísmo, está todo previsto para proteger a las generaciones jóvenes y a los niños que, be'ezrat Hashem (con la ayuda del Eterno) perpetuarán el estirpe y tienen derecho a la protección de sus ascendentes contra tensiones e incomodidades, dentro de lo posible.  Si nuestros consuegros no quieren gastarse e dinero ¡allá ellos!  ¡Lo haremos nosotros!  Si me perdonáis un ejemplo personal, os lo daré a continuación, porque el compartir vivencias y recuerdos en un gran factor de unión entre nosotros.  Ya sabéis que la Kebutzah siempre os está abierta para que participéis en este acopio de reflexiones y relatos dignos de conformar nuestra riqueza.  Pues bien, hace unos años una hija nuestra nos anunció su próxima boda con un joen cuya familia, dinerada y asimilada a la sociedad atea, no quería saber nada de nosotros que íbamos a contaminar a su hijo con nuestra retrógrada religiosidad.  Mi futura consuegra se puso tajante por teléfono: ella no daría un céntimo.  Mi marido y yo aceptamos clases muy mal pagada en academias muy distantes las unas de las otras... nos cansamos, nos privamos, pero a la niña le pudimos costear todo.  El novio y ella se pusieron a trabajar, cualeds judíos retrógrados... ahora viven en Madrid.  El oo di estuvo la suegra en mi casa y cuando vio a nuestro nietecito común ponerse una kipá en la cabeza para recitar la shemáh, me sonrió.  Así como lo digo: me sonrió.
 
               Hay que velar para que los casados tengan casa y esto es algo muy prosaico que no viene dictado por la magnificencia del relato toraico en el que Haqadosh Baruj Hu, envuelto en Su sinfonía de luz, de letras, de palabras, de números, de medidas, de colores, de tejidos, de flores, frutos, árboles y obras de arte, encarga al pueblo objeto de Su apasionado Amor la confección del santuario, del mishkán, la Casa en la que se van a consumar las nupcias santas y se irá desarrollando a lo largo de los siglos la vida conyugal cuyo climax se alcanzará con la celebración de los diversos ritos y sacrificios, símbolos y representación material de la virtud de una congregación amante de su Creador, y por lo tanto, practicante de su Torah.
 
               El santuario, pues, es la morada de dos esposos, el Eterno y la Congregación de Israel.  Es fundamental entender que los esponsales del Monte Sinai y la boda con Israel en el Mishkan son mucho más que una representación: son la salvación de la Humanidad, porque Haqadosh Baruj Hu, al penetrar en el seno de la doncella amada ente todas, la Rosa de Sharón, la Azucena de los Valles, anula para todas las colectividades humanas que así lo aceptan, la ruptura consumad por el ultraje perpetuada en el Gan Eden.
 
               Así dirá la Amada del Cantar de los Cantares: "Las jóvenes te aman por esto", es decir "por el amor que tienes a mi".  El goce del Eterno en el seno de Israel, libera la simiente de la salvación universal.
 
               Nos queda ahora por contemplar un hecho bastante asombroso del relato toraico y que se halla mencionado en el versículo 35 del capítulo 40 de Shemot, o sea, a muy poca distancia de la expresión: "bejol mas'ehen" que cierra este segundo libro de nuestra Torah.  Moshé quiere entrar en el Mishckán ya terminado y cuya perfección él mismo habrá comprobado, pero no puede hacerlo porque "la nube posaba sobre la tienda de Asignación (es decir el Mishkán) y la Gloria del Eterno llenaba el Santuario.
 
               ¡Moshé no pudo entrar en la Santa Morada cuya constucción había dirigido con incomparables escrúpulos!  El Eterno no se lo permitió.  El interior del Santuario lo estaba llenando El y no quedaba espacio ni para el mismísimo Moshé.  Realmente, no se entiende.
 
               Sí, se entiende.  La clave se encuentra en los versículo 42 y 43 del capítulo precedente donde se dice: "Conforme a lo que Hashem había ordenado a Moshé llevaron a cabo los Hijos de Israel toda la obra y Moshé vio que toda la obra la habían realizado según lo ordenado por Hashem, así lo habían hecho y los bendijo".
 
              Moshé bendijo a los Hijos de Israel por lo que ellos habían hecho.  Al pronunciar su bendición él los unió a él que había transmitido de continuo las órdenes divinas.  El en tanto que director y ellos en tanto que ejecutantes, fueron uno, no solo el pueblo, la Congregación de Israel, la novia de Hashem.
 
               Aunque no nos ha dado tiempo a comentarlo, es cierto que, en el curso del relato, se mencionan varios personajes cuyos nombres no deben borrarse de nuestra memoria, Aarón y sus hijos y artesanos geniales como Betzalel y Aholiav que realizaron las obras maestras.  Sin embargo, a la hora de la dicha suprema, ni Moshe ni ellos ocuparon un lugar especial.  La kalah, la novia es toda la Congregación de Israel.  Moshe forma parte de ella, por supuesto, como todos, pero fundido en la unidad.  Por esto, no puede entrar en el Santuario.  Moshe, Aarón o Betzales son seres excepcionales dentro de su pueblo, pero la gran protagonista que penetra en la cámara nupcial para entregarse al abrazo del Esposo Enamorado Que Se manifiesta en el misterio del "anan", la nube, aspecto visible de la deseada y temida Presencia, es la Congregación de Israel entera, completa, unificada.
 
               La palaba "anan", por cierto se componed de dos consonantes: 'ayin y nun, la segunda redoblada que, juntas suman 170, como Yitah Pesaj, el trigo de Pesaj.  El Mishkán se inauguró el 1º de Nisan, el mes de Pesaj.
 
               ¡Benditgo Sea Hashem por Su Amor y Su Perfección!

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