16 noviembre 2005

parashah: Parashát Vaierá, por Rav Daniel Oppenheimer: "Siéntase como en su casa"

Parashát Vaierá, por Rav Daniel Oppenheimer: "Siéntase como en su casa"
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Wednesday, 16 de November de 2005, 00:43
 
Parashát Vaierá
"Siéntase como en su casa"

por Rav Daniel Oppenheimer

En los años 30, muchos judíos de Polonia y el resto de Europa oriental vivían en un estado de pobreza crónico. Por lo tanto, muchos de ellos intentaron probar suerte en lugares con mayores posibilidades de conseguir un sustento digno. Uno de los sitios más requeridos era Austria, por estar ubicada relativamente cerca de Polonia. Dos muchachos llegaron en vísperas de Iom Tov las oficinas de Tzeiréi Agudat Israel de Viena procurando asistencia para encontrar trabajo y hospedaje. Ni siquiera tenían un lugar para comer aquella noche. El secretario le trató de resolver el tema más urgente primero, y les sugirió ir a la sinagoga “Schiff Shul” (el nombre surgía del hecho que estaba ubicada en la calle Schiff), y asegurarse que el Sr. David Schlesinger los viera. Él, sin duda, los invitaría a cenar en su casa. Cerca de 300 personas rezaban en aquella sinagoga en Shabbat y aun más en Iom Tov. Los dos chicos intentaron que el Sr. Schlesinger los viera, pero no estaban seguros que realmente los hubiera advertido. Al concluir la Tefilá, se colocaron al final del pasillo central, para que el Sr. Schlesinger los notara a la salida, pero cuando llegó el momento, el Sr. Schlesinger pasó al lado de ellos dialogando con otra persona, les inclinó la cabeza saludándolos... y siguió de largo conversando.
Los dos estaban desesperados. Habían puesto todas sus esperanzas en la hospitalidad de este buen hombre, y no tenían un plan alterno para compartir la Seudá de Iom Tov. Cuando la gente terminó de salir de la sinagoga, quedaron allí parados, ambos, sin saber qué hacer. Transcurrieron unos minutos de terrible angustia, solos en lo oscuro de la noche y lejos de sus respectivas familias. De pronto escucharon los pasos de una persona que corría hacia ellos. Cuando se acercó, se alegraron de ver que no era otro sino el mismo Sr. Schlesinger!... “¿No me harían el honor de acompañarme en la cena de Iom Tov?” - les preguntó. Ambos rápidamente le “concedieron el favor” y caminaron con él hacia su casa
. Cuando ya estaban en la mitad del banquete, su curiosidad fue demasiado fuerte: “Díganos, señor, Ud. ya nos había visto en la sinagoga. ¿Por qué recién se volvió para invitarnos después de retirarse?” El Sr. Schlesinger les respondió sonriendo: “Uds. se habrán percatado que yo estuve charlando con una persona al salir de la sinagoga. Esa persona solía estar en una muy buena posición económica, pero lamentablemente perdió toda su fortuna. Yo comprendí que si les mencionaba mi intención de invitarlos en su presencia, él se sentiría obligado a hospedar a uno de ustedes dos, cosa que está fuera de sus posibilidades dado que apenas le alcanza para alimentar a su propia familia. Por lo tanto, lo acompañé hasta la esquina como suelo hacerlo habitualmente y luego volví ansioso de que Uds. aún estuviesen esperándome, para agraciar nuestra mesa de Iom Tov”.
(“Around the Maggid’s table”, de Rabbi Paysach Krohn)

¿Ud. se asombra por lo extraño de la historia? ¿”Extraño” por qué? ¿Porque no estamos acostumbrados a ver gente que se esmere hasta tal punto para agasajar a huéspedes, que no lo vea como algo optativo, sino como parte íntegra ineludible de su vida? Bien. Sería bueno entonces, recordar que los Sabios nos dieron varias señales y síntomas por los cuales podemos reconocer a los descendientes del patriarca Avraham. Una de estas tres manifestaciones es precisamente la predisposición a brindarse para albergar y amparar a quienes necesitan refugio (material, anímico y/o espiritual).

La Parshá de Vaierá comienza con un incidente en el cual, a pesar del calor sofocante del día, Avraham sale al cruce de tres viajantes desconocidos para ofrecerles lo mejor que podía, actuando como si fuesen viejos e íntimos amigos. Lo que llama la atención, al margen de la generosidad de Avraham y Sará, es la prisa con la cual proceden. Varias veces, en el transcurso del episodio, se menciona que Avraham “corrió” y “se apuró”. Más adelante, cuando el sirviente de Avraham viaja a Aram Naharaim a buscar una pareja adecuada para Itzjak, encontraremos nuevamente la misma terminología. Rivka, también aligeró y se apresuró para atender al sirviente foráneo. Los Sabios estudiaron minuciosamente cada gesto en la conducta de Avraham hacia sus huéspedes y señalaron que aquellas cosas que Avraham ofreció personalmente a los huéspedes (como ser el pan), más tarde, en el desierto, fueron retribuidas por D”s “por sí mismo” (en forma de Maná que D”s hizo precipitar para alimentarlos), mientras que aquello que les dio mediante terceros, que podían ser sus sirvientes, D”s, a Su vez, retribuyó por medio de terceros (como ser el agua, que Moshé hizo salir de la roca). (Rash”i) Esta observación nos hace ver claramente, cómo repercute la manera en la que se lleva a cabo una buena acción.

Aun Lot, sobrino de Avraham, quien había renegado gran parte de las enseñanzas de Avraham por amor al dinero, cuando ya vivía en Sdom, una ciudad en la cual la hospitalidad a los pobres corría en contra de la ley, Lot también se da prisa para llevar a los extraños a su casa. Aun así, la nobleza de Lot no se equipara a la de Avraham, pues Avraham salió al encuentro de personas con aspecto menesteroso, mientras que a Lot se le presentaron majestuosos, como ángeles. La generosidad genuina no conoce diferencias entre huéspedes pudientes y huéspedes indigentes. La historia siguiente, nos puede ayudar a reconocer esta característica en todo su brillo:
El Sr. X, que habita en Londres, y se acercó a la Torá al estar en contacto con el R. Kahaneman, Rosh Ieshivá de Ponevitz, suele recibir diariamente en su casa a todo aquel que no tiene donde comer. Los huéspedes en su mesa pueden ser decenas, y se acercan sin necesidad de anunciarse previamente. Algunos ya son “fijos”. Ni él los conoce, ni muchos de ellos lo conocen a él. En cierta ocasión, uno de sus comensales, sentado a su lado , suponiendo que él también era “visitante”, le inquirió acerca de cuánto tiempo uno podía comer en esa casa. “Entiendo que no debe haber problema” - le respondió honesta e inocentemente - yo ya como aquí hace treinta años y nadie me echó...” (historia verídica escuchada del Rav D.L.)

Una de los paradigmas legendarios que cumplió con la Mitzvá de Hajnasat Orjim fue R. Iacov Iosef Herman sz”l. Habiendo quedado completamente solo en las calles de Nueva York, a fines del siglo pasado, decidió con determinación absoluta que no profanaría el Shabbat aun si eso le impidiera conseguir un trabajo fijo. Con el tiempo, abrió un comercio de pieles. Tuvo momentos de prosperidad, pero como muchos, perdió su fortuna en la depresión del año 1929. Tanto cuando las cosas le fueron bien, como en momentos de dificultad económica, su otro “negocio”, el de los huéspedes que se sumaban a su mesa, nunca cerró. En aquella época, la obtención de alimentos Casher no era lo que es hoy, ni tampoco existían los electrodomésticos que facilitan las tareas de la cocina como hoy. Todo debía elaborarse en la casa, y gran parte de la tarea era manual.

En cierta oportunidad, Esther, su hija mayor de diez años que siempre ayudaba a la mamá, se preparó para un premio: iba a ir al puerto con la mamá a despedir a un tío que partía hacia Europa. La idea de ver “un barco grande” tenía intrigada a la nena (los chicos se alegraban antes con premios más simples...). Justo cuando ya estaba vestida y lista para salir, llegó el papá y les avisó que atiendan a un huésped que había traído. Esta actividad les llevó bastante tiempo, y cuando estuvieron listas... ya era tarde para ir. Esther estaba triste por la ilusión que había quedado frustrada y fue a llorar a su habitación. El papá la siguió. Tomó las manos de la niña en las suyas y le explicó: “la gente cuida muchas Mitzvot, pero ésta, la de recibir a los pobres por alguna razón queda relegada. ¿Tu piensas que le estamos haciendo un favor a los Orjim? Ellos son los que nos honran con el privilegio de aceptar nuestro alojamiento. Con la Mitzvá que acabás de observar, hoy sos la niña más afortunada en todo el mundo.” Años más tarde, Esther relató cómo estas palabras sinceras del padre le hicieron cambiar su visión de las cosas. (“All for the Boss” de Ruchama Schein)

Las palabras de R. Iacov Iosef a su hija tienen su fundamento en el Talmud. El significado de estas palabras no es teórico o alegórico, sino que está íntimamente relacionado con la manera de Servicio al Creador que implantó Avraham en sus descendientes. El hecho de poder proveer para otros, nos permite a los seres humanos emular al Todopoderoso Quien continuamente brinda vida y bienestar a quienes se lo merecen y a quienes no.
Una de las personas a quien vi en mi juventud que me impresionó por su abnegación hacia los huéspedes, fue nuestro maestro el Rav B. Baumgarten sz”l. Dadas las circunstancias de la vida, vivía solo en Bs. As. Para Shabbat, buscaba pequeños de un orfanato de niños judíos y los ubicaba en casas de familia. En su propio hogar vivieron varios muchachos a quienes introdujo en el mundo de la Torá, aparte de brindarles con mucho cariño todo lo que necesitaban desde lo material. Uno de ellos, vivió varios meses en su casa. Lentamente, fue incorporándose al cumplimiento de las Mitzvot. Después, repentinamente se fue... sin siquiera decir gracias. Cualquier persona de menos convicción, hubiera perdido su deseo de seguir dedicándose con tal desinterés. No así él. Los fracasos no le impidieron seguir en su tarea.

R. Arye Levin sz”l, fue una persona que vivió con lo mínimo indispensable, y muchas veces con menos aun. Visitaba asiduamente las cárceles y los hospitales para confortar a los que sufrían. En cierta oportunidad, un ladrón preso fue dejado en libertad cerca de la noche y como no tenía adónde ir ni conocidos en Ierushalaim, se dirigió a la casa de R. Arye. Éste lo atendió como a un rey, le dio de comer y le ofreció una cama para pernoctar allí. Cuando se levantaron a la mañana siguiente, el ladrón ya no estaba, ni tampoco los candelabros. En la casa hubo malestar por el abuso de confianza. R. Arye inmediatamente pidió a todos que el lamentable evento no causara que en el futuro, su atención a los huéspedes disminuyera en lo más mínimo. (“Ish Tzadik Haiá” de Simja Raz)
Habitualmente, no agrego dedicatorias al Ajdut. Esta vez quiero hacer una excepción. En los últimos meses, se intensificó la conciencia de Hajnasat Orjim en nuestra comunidad. Esto es maravilloso. Detrás de esta actitud, hay grandes corazones que se abren junto a las puertas de los hogares para mostrarse solidarios unos con otros. Antes de Shabbat, están las compras voluminosas y costosas. Luego las horas en la cocina, a menudo en el calor del verano y, a veces, tarde de noche. Durante la comida, las mujeres están alertas a que cada uno de los huéspedes esté bien atendido. Los sábados a la noche, cuando termina Havdalá, pilas de platos esperan a las amas de casa antes de poder pensar en comenzar otra tarea, pasear o retirarse a descansar. Sin duda, verdaderas y leales sucesoras de Avraham Avinu

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