16 febrero 2006

parashah: Parashát Itró, por Rav Daniel Oppenheimer - Nuestro fin no justifica los “medios”

Parashát Itró, por Rav Daniel Oppenheimer - Nuestro fin no justifica los “medios”
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Wednesday, 15 de February de 2006, 23:19
 
Parashát Itró
Nuestro fin no justifica los “medios”

por Rav Daniel Oppenheimer

No se asuste. No estamos por discutir teorías maquiavélicas. La cabeza no da estos días para discusiones filosóficas.
¿A que nos referimos entonces?
Los Sabios dijeron que, - en la época en que ellos vivían “lo que los niños decían en el mercado, provenía - o de su padre o de su madre”. Es decir que se podía reconocer fácilmente lo que sucedía en el hogar por la manera de expresarse de los niños en publico. ¿Esto sigue siendo verdad?
No tan así. En la sociedad contemporánea, los padres tenemos una influencia limitada en lo que sucede en la mente de nuestros hijos. ¿Por qué? Pues en los hogares hay (otros) invitados que tienen oportunidad de expresarse no menos que los propios padres. Estos huéspedes gozan de la atención casi absoluta de los integrantes del hogar y de un respeto monárquico que excede a la deferencia que dispone cualquier (otra) autoridad. ¿Quiénes son aquellos pensionistas? Los “medios” – los medios de comunicación. Para mucha gente, lo que la prensa dice - equivale la verdad revelada, y en el horario en que el televisor esta encendido (en muchos casos siempre), nada debe interrumpir o molestar la audición de los videntes.
 
Antes de seguir quiero adelantar dos introducciones. Luego podremos juntos evaluar los efectos que tienen los medios sobre nuestras mentes.
En primer lugar – casi nada entra en nuestro hogar, salvo que nosotros le abramos la puerta. Asimismo, nada se torna importante y significativo en nuestra imaginación, si no fuese que nosotros lo permitamos. De modo que mucho depende de nosotros. Por otro lado, soy consciente que muchos lectores de este articulo son poseedores de aparatos de televisor. El propósito de esta nota no es juzgarlos, ni angustiarlos. No sé si habrán muchos o pocos lectores que – a raí de la lectura de esta hoja - permitan la salida del aparato de televisor por la misma puerta por la cual entró. Esa será ciertamente decisión personal de cada familia. Sin embargo, si solamente seremos capaces de percatarnos del daño que causa en nuestra vida y en la de nuestros hijos, ya comenzamos a beneficiarnos. Si de ahora en más, los poseedores de televisor tomaran más recaudos al dejar el aparato encendido de modo indiscriminado permitiendo que otros decidan que es lo que se escuchara en la casa de uno, ya ganamos algo. Si el aparato perderá de ahora en adelante el sitio de respeto reverencial que posee en el living del hogar, ya hemos dado un gran paso en la dirección correcta. No me hago grandes ilusiones. Todo progreso es útil y prepara el terreno para el futuro desarrollo espiritual de la familia. Todas las personas con quienes he conversado el tema, han comentado que muchos programas son “basura”. No quiero entrar aquí en la discusión acerca de si existen - o no - programas menos nocivos que otros. Sin embargo, es un baby-sitter cómodo y barato en muchos horarios en que no tenemos tiempo para ocupar a los niños con otra actividad. La pregunta simple es: ¿coincide lo que se muestra, o no, con el mensaje que le transmitimos los padres? (Perdón: ¿tenemos mensaje propio?) Ahora bien. Si la respuesta – aun a regañadientes – fuese que: “no, pero la calle también está llena de letreros y carteles perjudiciales...”, debo aclarar un tema importante: efectivamente, la “calle” envía continuamente ondas negativas no podemos evitar ver elementos perjudiciales; sin embargo, está afuera de nuestro hogar. No la avalamos trayéndola adentro de nuestra casa. Lo que cada persona ingresa en su residencia tiene automáticamente cierto crédito del ocupante de aquel hogar.
 
Enumeremos, entonces, ciertos factores a tomar en cuenta:
¿Cómo es la vida de los personajes que los niños miran durante tantas horas? ¿poseen una vida familiar íntegra y firme como la que pretendemos para ellos cuando crezcan?
¿aquellas caras de gusto que muestran los locutores y comediantes cuando están frente a las filmadoras – las mantienen una vez que dejan de enfocarlos con las cámaras o pertenecen únicamente al juego de seducción que es su trabajo?
¿cómo se siente cada uno cuando se enfrenta con ese rostro de satisfacción permanente, pero ilusorio del animador - en comparación con la frustración que siente uno día a día en una vida desbordante de fracasos? ¿ayuda a sentirse mejor o sume aun más a la persona en su propia miseria?
¿cuál es el efecto de la publicidad que no se tranquiliza en su deseo de fomentar el consumo de todos aquellos productos que no podemos comprar, que no necesitamos hasta hoy, sin los cuales habías sido felices sin conocer? ¿qué medios se utilizan para persuadir al público a adquirir esos artículos promocionados? ¿cuánto de la propaganda habla de las virtudes del producto, y cuánto es simplemente una asociación baja que responde a los instintos corporales de la persona?
¿cuánta preparación capacitada y experta tenemos nosotros – los padres - para competir con los actores profesionales que dedican sus vidas a fingir y aparentar – con el objeto de ganar rating, dinero y fama?
¿qué podemos decir de los anticipos que se muestran en horarios que supuestamente debieran ser “de protección al menor”, que invitan a mirar programas de adultos en horarios nocturnos? ¿no cree que está sembrando apetitos insaciables desde pequeño? ¿no cree que está imaginando que lo que se le muestra que “está prohibido para menores” es lo que desea para si para cuando sea mayor y tenga acceso a lo que se le priva de niño?
 
No quiero negar el hecho que la tecnología se puede utilizar de modo provechoso, si sabemos implementar los recursos de manera adecuada. Sin duda el televisor habrá sido creado para que sirva un propósito de provecho. Mientras tanto, y hasta que sepamos para qué realmente sirve el aparato, entendamos que la cantidad de horas que estamos sentados languideciendo pasivamente frente a él, quitan de nuestro crecimiento espiritual activo, y destruyen nuestra susceptibilidad hacia temas de mayor valor.
Las escenas de violencia televisadas que se observan, con la participación emocional del espectador en muchos casos, excitan a la persona y generan más de aquella misma dureza y hostilidad en la mente de cada individuo: niño o adulto. Si llegamos a un punto en el cual sentimos que ya podemos permanecer impávidos al mirar dramas crueles, aun si se trata de una teatralización, esto significa que hemos destruido la sensibilidad, afectividad y ternura en nosotros, señales identificatorias de los descendientes del patriarca Avraham. Las novelas, asimismo, han desarrollado en nuestra sociedad un menosprecio e irreverencia por la santidad del matrimonio y de la fidelidad.
Cuando la familia está sentada “junta” mirando el televisor mientras comen, están más separados que nunca, engosado cada uno en lo suyo...
 
Yo me crié en un hogar en el cual jamás hubo un aparato de televisor. En la escuela a la cual acudía, creo que era el único alumno de la clase que vivía marginado de la programación creada por otras personas ajenas a los propios padres. No era fácil, ni seria fácil para niños hoy vivir en un entorno en el cual otros deciden por uno. En aquella época, aun la gente “religiosa” poseía televisor. No tenerlo, constituía una extravagancia singular. Fuimos criados exentos de ciertas influencias ajenas. Al ir a la escuela a la mañana, y cuando los compañeros discutían entusiasmados lo que habían visto la noche anterior, sabíamos que somos distintos.
Debo advertir, sin embargo: La ausencia del televisor no garantiza la solución de los problemas de educación de los hijos. No caigamos en facilismos. Sus espacios libres deben ser cubiertos con otra actividad agradable, creativa y atrayente. Los niños necesitan una estructura de hogar estable que los apoye para poder enfrentarse a un mundo hostil y para resistir las persuasiones callejeras.
 
Para muchas personas, mucho de lo que acabo de manifestar en este escrito le puede parecer exagerado. La T.V. se convirtió en parte inseparable en muchos hogares y su alejamiento podría llegar a percibirse fatal como si se tratara de un elemento de “primera necesidad”. Mi intención es simplemente cuestionar ese pensamiento: para bien nuestro y el de la próxima generación. No se olvide de lo principal: ¿su finalidad concuerda con los medios?

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