02 noviembre 2007

parashah: Parshat Jaie Sarah, por Malcah Canali - La Sucesión

Parshat Jaie Sarah, por Malcah Canali - La Sucesión
de Josefina Jlucentina - Friday, 2 de November de 2007, 02:11
  
De Malcah para la Quebutzah
 Parashat Jayé Sarah
Sábado 3 de noviembre de 2007
22 Jeshvan 5768
 
 
JAYÉ SARAH
LA SUCESIÓN
 
  
                       Se suele admitir que Sharah no vio a Ytzjak y a Abraham llegar del Monte Moriah porque murió de angustia mientras los esperaba. El texto no es explícito al respecto: el capítulo 22, que contiene el relato de la ´aquedah (el sacrificio de Ytzjak) se cierra con la vuelta de Abraham a Beersheva y la genealogía de Rivkah, que será la sucesora de Sarah, como la veremos en el capítulo 24, el cual se abre con la mención de que la vida de Sarah fue de 127 años ("Jayé Sarah" significa la vida de Sarah).
 
 
                       Desde luego, Abraham no debió de decir a su esposa que iba a sacrificar a Ytzjak; ya hemos comprobado que él no solía informarla de los asuntos que podían inquietarla o crearle falsas esperanzas. Es fácil imaginar que se calló, pero no lo es menos suponer que Sarah se quedó perpleja, que algo no le cuadraba en esta premura por marcharse con el hijo a ofrecer un holocausto a un lugar indeterminado y sin cordero para sacrificar. Ella no acostumbraba a agobiar a su marido con preguntas. Se calló, pero seis días de viaje, tres de ida y otros tantos de vuelta, fueron demasiado para su corazón y se cayó muerta, sin asomo de risa en los labios, pero, quizás, recordando a Hagar.
 
            
                       Sarah murió, pues, a los 127 años de edad. Debe de tener esta cifra 127 un valor muy grande porque la Torah repite, nada más anunciarlos la expresión: "años de la vida de Sarah". Sin ir a buscar consideraciomes más eruditas, os propongo quedarnos con una coincidencia bastante llamativa: el número 127 lo suman las letras de una palabra atestiguada como usual en la época talmúdica y que indica la angustia y la depresión.
 
 
                         Abraham amaba a Sarah, se enlutó por ella y la lloró. Son estas lágrimas de  Abraham, que no corrieron ni en la despedida a Ismael y Hagar, ni en el trance de sacrificar a Ytzjak, la expresión del inmenso amor que el patriarca  tuvo por su esposa y el doliente eco de una risa pretérita. El se aturdirá más tarde con un sinnúmero de mujeres que le darán hijos e hijas y mucha alegría de forma que murió en buena vejez, pero no debió de dejar nunca, en el secreto de su corazón de ser el "almón" (= viudo. Las letras de almon, alef=1, lamed=30, mem=40, vav=6, nun=50: total 127) de Sarah.
 
 
                         El era un sabio, un ba´al jojmah (palabra cuyo valor numérico es 175 como los años de la vida de Abraham) y lo mostró, una vez más, después de la muerte de Sarah, al preocuparse muy seriamente por el futuro matrimonio de Ytzjak. Comprendía la importancia de que su hijo se casara con una mujer que tuviera una educación parecida a la suya y con quién compartiera convicciones y valores, porque de no ser así, la pareja se desharía pronto. Ser hebreo es una misión exultante, pero difícil. La mujer hebrea debe entender que si bien el marido le debe una lealtad y una devoción muy grandes, éstas sólo se las puede dar en el marca de la fidelidad absoluta que ambos deben al Todopoderoso Que los cubre, los ampara y los ama, pero les exige una sumisión incondicional. Se decía en mi juventud que el matrimonio judío consta de tres protagonistas: el Eterno y los dos contrayentes. No sé si se sigue diciendo esta imponente verdad, pero la vida me ha enseñado que tres protagonistas siempre hay en los matrimonios y que los infelices que no tienen la suerte de tener al Eterno como exigente y bondadoso Mentor, se encontrarán bajo el dominio de la ideología dominante la cual se encargará de deshacerles la vida conyugal con mandamientos tales como: "el hombre puede ser adúltero pero no la mujer" o "el adulterio es ejercicio de la libertad y la falta de respeto mutuo, muestra de buen criterio"
 
 
                          Volviendo al matrimonio de Ytzjak, el hombre de confianza de Abraham, Eliezer, fue enviado a Aram Naharaim, ciudad donde vivía Najor, para buscar allí una mujer de la familia, capaz de asumir la sucesión de Sarah. Su amo había dicho a Eliezer  que Hashem le guiaría. Eliécer pidió en términos tan ingenuos como sinceros, la  intervención de Hashem y apareció Rivqah  (Rebeca) que se ofreció para sacar del pozo cercano agua que saciara la sed del hombre y la de sus camellos.
 
 
                           Con esta doble oferta, Rivqah muestra su bondad y también, en cierto sentido, el rasgo más conspicuo de su personalidad que es su vocación por la dualidad. Su propio nombre contiene la resh y la beit, ambas ligadas respectivamente a 200 y a 2, ella será nuestra segunda matriarca y madre de dos hijos que, estando todavía en su seno, pelean el uno con el otro. Más tarde, ella hará alarde de duplicidad al engañar a su marido sobre la identidad de los hijos para que sea Yaacov quien reciba la bendición de primogenitura, y lo hará con toda la razón del mundo, seguramente inspirada por el Eterno, porque Esaú no era capaz de asumirr la carga espiritual de la familia. Puede que tengamos aquí la clave que explique la presencia de la dualidad en la vida de Rivqah. Ahora pasamos a averiguarlo.
 
 
                          Ella, no sólo engañó a Ytzjaq sino que indujo a Yaacov a hacer lo mismo. Sin embargo, Ytzjaq y ella son la pareja modélica, cuyos nombres aparecen en el rezo sabático de Niehmat, porque ninguno de ellos tuvo relaciones sexuales con una tercera persona. A partir de esta constatación, es lícito preguntarse si Hashem no quiere mostrarnos, una vez más, que la dualidad es hasta tal punto inherente en la vida en este mundo que todo lo que hacemos o engendramos tiene un doble aspecto y que incluso la lealtad conyugal ha de pasar a un segundo plano cuando el servicio a la Voluntad Divina así lo requiere.
 
 
                            Rivqah sucede a Sarah Ymenu, la mujer fundadora de nuestro pueblo, enteramente consagrada al servicio de su esposo. Es Abraham quien tiene la responsabilidad de anteponer la Voluntad Divina a la placidez de la vida conyugal. En este aspecto, Sarah es pasiva. Rivqah, en cambio, se encargará ella de las decisiones humanamente antipáticas, como lo veremos en la próxima parashah, pero de momento, es preciso señalar otro rasgo destacado de la personalidad de Rivqah y es su capacidad de decisión que se resume en la palabra "elej" ("iré") con la que contesta a sus padres cuando éstos la preguntan si quiere marcharse de inmediato con el siervo de Abraham.
 
 
                            Rivqah tiene el carácter indispensable para suceder a Sarah, es decir para continuar su labor (veremos la semana próxima que incluso le tocará repetir un episodio de la vida de la suegra) y para empezar a completarla añadiendo a la vida familiar unos comportamientos que le darán mayor flexibilidad y adaptabilidad frente a las contingencias de la vida. A veces la mujer debe ocultar sus intenciones.
 
 
                            Desde este punto de vista, el ademán de esta joven tan hermosa y todavía muy ingenua, espléndidamente recatada, que se vela la cara al ir al encuentro de su prometido, cobra una dimensión simbólica de mucha mayor hondura que la del simple y fascinante pudor de una novia que camina hacia su dicha.
 
 
                            Desde luego, Rivqah supo suceder a Sarah poque ocupó su tienda y consoló a Ytzjaq de la pérdida de su madre.
 
 
                             Fue nuestra segunda matriarca absolutamente digna de la primera. ¡Baruj Hashem!

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