14 enero 2008

contextos: EL SHABAT CORONA DE LA CREACIÓN

EL SHABAT CORONA DE LA CREACIÓN
de Josefina Navarro - Monday, 14 de January de 2008, 15:37
 

EL SHABAT

CORONA DE LA CREACIÓN

 

  

         El empeño que ponemos los judíos en la observancia del shabat es contemplado por la sociedad moderna como un yugo superfluo y estéril. Se nos suele argumentar que la civilización actual ha superado en cantidad y en calidad el progreso social representado en su día por la institución del reposo semanal para todos, ya que la legislación vigente otorga un total de vacaciones, puentes entre fiestas y fines de semana superior al número de días sabáticos previsto en la Biblia. ¿Por qué, entonces, aferrarse al estricto cumplimiento de un precepto tomado en su sentido literal?

 

         Si nos limitamos a contestar que el shabat es el centro de la vida israelita, la más antigua de todas nuestras fiestas y, su celebración, el sello de una alianza perpetua entre El Eterno y su pueblo, manifestamos nuestra religiosidad y nuestro apego por la tradición, pero nada mostramos del carácter específico del shabat que le reviste de una incomparable singularidad y de una inagotable riqueza. En cambio, a través de una comparación entre el shabat y las vacaciones profanas, evidenciaremos diferencias tan ingentes que entrañan una oposición irreconciliable; con lo cual, la observancia del sábado en plena "sociedad del ocio" sigue siendo para el individuo, la familia y el pueblo judíos tan importante como en los siglos pasados.

 

         El shabat, corona de la Creación, único día bendecido por El Eterno, marca el ritmo septenario de la respiración cósmica. Al encarecernos su observancia, El Santo, Bendito Sea, nos garantizó la autenticidad de miembros operantes del universo, nos confirió una dignidad sacerdotal. No hay, pues, ninguna medida común entre el shabat, constitutivo de la identidad judía y las vacaciones profanas. El shabat es necesario, ineludible, preside la actividad humana y las relaciones entre los hombres. No en balde, el cuarto Mandamiento es el puente entre los tres primeros, dedicados a la relación entre el hombre y  El Señor, Bendito Sea Su Nombre, y los seis restantes en los que se fijan las normas de la convivencia familiar y social. Por el contrario, las vacaciones no pasan de ser un paréntesis eludible en la vida profesional. Ni siquiera suponen una proscripción temporal del trabajo. Es de sobra conocido que mucha gente trabaja más los días festivos que los laborables.

 

         Por otra parte, la etimología nos ofrece una sorpresa instructiva: la palabra "vacaciones" deriva de la raíz latina "vacuum" que significa "vacío". Aunque ninguna actividad está prohibida durante las vacaciones, éstas son sentidas como un tiempo vacío, que es preciso llenar de alguna forma, artificialmente. Esto explica la búsqueda angustiosa, angustiante de ocupaciones, distracciones, viajes, espectáculos, etc., a la que se entregan desesperadamente los esclavos de una sociedad que, fuera de la producción desatinada de bienes de consumo y armas mortíferas, sólo concibe la nada.

 

         Para el judaísmo, en cambio, el vacío es algo inconcebible. El shabat es un tiempo de plenitud, que redime al individuo del yugo de las tareas materiales y abre un espacio a la instrospección, a la meditación, a la conversación, a los movimientos relajados, acordes con el discurrir natural de las horas. En shabat, nadie tiene derecho a apremiarnos con la hora, ni vamos a acudir a lugares de trabajo, ni vamos a salir de viaje, así que podemos olvidar los relojes, cosa benéfica para el psiquismo.

 

         Idéntica oposición puede apreciarse entre la ideología de la llamada "sociedad del ocio" que considera el descanso y el tiempo libre como productos industriales, engendrados por la tecnología más sofisticada y el reposo del séptimo día que nos retrotrae a la época paradisíaca en la que el hombre era libre y dueño de su destino. Dicho en otros términos, el shabat nos recuerda que la libertad es la condición natural del hombre y que éste no necesita ninguna tecnología para acceder a ella.

 

         Día de paz, de descanso, de disponibilidad, el shabat es el momento de reencuentro con familiares y amigos. Mientras que las vacaciones son casi siempre un período durante el cual cada miembro de la familia se marcha por su lado y los amigos se volatilizan, el shabat, al no permitir este alejamiento, esta huida de la solidaridad ante los problemas o las alegrías que afectan a familiares y amigos, nos brinda la oportunidad de escuchar atentamente a los seres queridos, de comunicarnos con ellos, de establecer la concordia y de crear la paz, manteniendo vivas nuestras tradiciones orales, inagotable tesoro de la palabra que, de puro amor, se hace canto para alabar al Todopoderoso.

 

         Otros devoran kilómetros en carreteras repletas de coches guíados por conductores nerviosos o ebrios, encargados de entregar su tributo de víctimas a un ídolo anónimo e implacable. El vacío aspira a sus secuaces. Nosotros paseamos a pie, respirando a pleno pulmón y disfrutando de nuestro privilegio de seres exentos del sacrificio humano.

 

         La naturaleza sigue ejerciendo sus funciones y dando sus frutos el sábado como los otros días. Ese espectáculo nos recuerda la supremacía del espíritu sobre la materia: es el hombre quien tiene la responsabilidad del descanso, él se lo debe garantizar tanto a los animales como a la tierra que cultiva. Todo en el shabat es obra de responsabilidad, de asunción, de voluntad, en suma, de libertad. No en vano está dedicado este día a conmemorar la salida de Egipto: "Antes éramos esclavos, ahora somos libres".

 

         Mucho, muchísimo se podría escribir sobre las relaciones shabáticas entre el hombre y la naturaleza. En el marco de estas breves reflexiones, nos limitaremos a subrayar otro de sus aspectos esenciales: la dignificación de lo natural en el ser humano. Contrariamente a los materialistas que llegan a deshumanizarse hasta el punto de considerarse simples máquinas (expresiones como "hay que recargar las baterías" para indicar que se necesita reposo, o títulos de libros como "La Maravillosa Máquina Humana" son elocuentes), el judío, en sábado, se afianza en su humanidad. Al no poder utilizar ni instrumentos ni herramientas, experimenta en cierto modo un retorno al estado originario de ser a la vez espiritual, psíquico y vegetativo. Sabe que D.os le ama en su totalidad y esta reconciliación de la criatura consigo misma es una parcela del Edén vedada a los infortunados en ruptura con la autenticidad que van por tierra, por aire y por mar huyendo de su alma.

 

         Una escueta síntesis de lo expuesto nos permite afirmar que, lejos de representar como las vacaciones profanas, una separación, un distanciamiento, una pretendida evasión, que es en realidad una huida, el shabat supone unión, acercamiento, responsabilidad. Frente al "vacuum" profano que se materializa en tiempo de ausencia, el shabat es tiempo de presencia. Presente ante su D.os presente ante su pueblo, presente ante su familia, presente ante sí mismo, el judío que guarda el shabbat permanece indestructible, como las montañas de Jerusalén, agradeciendo con inmensa alegría este don de la presencia que le hace su Creador, a imagen y semejanza de la Santa Shejinah por cuyo brillo las tinieblas se vuelven luminosas, y el exilio, sendero de la esperanza.

Malcah

Especial para la revista MAGUEN (Escudo) y ahora con gusto estrenando participación en este foro de eduplanet AbracaAdabra.

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