LOS PÉTALOS DEL BIENDECIR: Las Excelentísimas Intenciones de Josefina Navarro - Wednesday, 16 de January de 2008, 16:59 | |
B''H De Malcah para la Quebutzah LOS PÉTALOS DEL BIENDECIR LAS EXCELENTÍSIMAS INTENCIONES Pétalo nº 3 ¿Quién no ha oído con bastante irritación por cierto, la apostilla "Lo digo por tu bien", a una serie de reflexiones odiosas que se han escuchado cortésmente a base de reprimir la muy legítima gana de mandar al impertinente que las ha proferido a todas las potencias del infierno? A esta frasecilla, que su usuario suele creer apabullante, hay algunas respuestas posibles, tales como: La irónica: "¡Por supuesto! ¡No se me ocurriría imaginar que dices las cosas por mi mal!" El impertinente suele escabullirse con algunos bisílabos del tipo:"Claro, bueno, normal... en fin, ¡hombre!" La sardónica: "¡Que lo dices por mi bien! ¿Por qué lo precisas? ¿Crees que no se nota?" El impertinente se traga los bisílabos y recurre a frases impersonales: "A veces, parece que algunas cosas son delicadas, la gente puede creer ". Esto da juego, se presta al estilo interrogativo:" ¿Qué veces? ¿Que esto es lo que parece? ¿Qué cosas?" Cuando el impertinente llega a "En fin me entiendes " se contesta: "Lo intento". La sarcástica: "Sí, sí, mi bien, mi mayor bien. ¡Esto es lo que te preocupa a tí! Ya lo sé". El impertinente cree que nos hemos dejado manipular tomando su frasecilla por una provocación y se forta las manos, convencido de que vamos a vernos en el brete de justificar nuestro mal humo. Entonces imparte consejos que brotan de su indignación: "¡Pero, no tomes las cosas así! ¿No ves que te alteras por nada? ¡Hay que saber aguantar una crítica constructiva¡". Esto, ya es el gran juego. Es menester poner cara de mosquita muerta para decir: "¡Que yo me altero! ¿de dónde sacas esta idea tan peregrina?... ¿que se nota? Si te parece, te repito mis palabras. son la pura expresión de la amistosa confianza. Podemos escribirlas y analizarlas, ¿quieres?... ¡el tono! ¿qué tono? Mira, no quiero que haya ningún malentendido. Mis intenciones son tan excelsas como las tuyas. ¿No estarás padeciendo algún delirio interpretativo? La filosófica: "¿Cómo sabes TÚ lo que es MI bien?" Al impertinente se le atragantan los bisílabos, las exclamaciones y los asertos. Se va a tomar el aire. La altiva: "Este afán de corregirme que, con toda seguridad, se encuentra en el origen de tu amonestación, podrá ser muy bienintencionado, pero ha errado el blanco, porque yo no soy ningún tutelado tuyo". Si el impertinente sale con: "Es la última vez que ", se le contesta: "Estupendo, así te evitarás puntualizaciones desagradables". Naturalmente la lista de respuestas que acabamos de elaborar no es exhaustiva y está destinada no sólo a librarnos de las desaforadas pretensiones de gentes que se creen facultadas para dictarnos nuestra conducta, sino, también, para encontrarle un lado jocoso a la cosa, aunque el "Lo digo por tu bien" de jocoso tiene poco. En efecto, y como lo acabamos de apuntar, quien profiere la frasecita que nos ocupa, trata de situarse por encima de su interlocutor, empleando un lenguaje reservado a los padres, cuya preocupación esencial es que, además de obedecerles, evitando comportamientos reprobables, el educando se vaya mentalizando de que el primer beneficiario de la reprimenda es él mismo. Ahora bien, la misma frase en boca de un adulto y dirigido a otro adulto, es inadmisible por la prepotencia que denota y por la imprudencia que encierra. Ni los propios padres pueden hacerlo con el hijo adulto. La prepotencia, con o sin buenas intenciones, consiste en insinuar que el interlocutor no sabe lo que hace, creándole así un rencor o una inseguridad tal vez peores para su equilibrio psíquico, que la conducta censurada. En temas tan simples como el "deja de fumar ya" no va a servir de nada añadir "Lo digo por tu bien" porque el fumador padece inseguridad. Aumentársela con una precisión superflua, no hará sino empeorar las cosas. Es mejor preguntar: "¿Por qué crees tú que fumas tanto? ¿No será cuestión de inseguridad? Igual hay algo que te duele en el alma, sin que lo adviertas conscientemente." Así es como se puede mostrar genuino interés por alguien sin humillarle. Todo hay que decirlo, la frasecita que tan desagradable nos resulta, proviene, a menudo, de un viejo prejuicio, muy anclado en las mentalidades, sobre todo en la española, y es que una advertencia bastante brusca, desprovista de cualquier miramiento, es prueba inequívoca de noble sinceridad. Lo será en algún caso, pero no en muchos. El decir las cosas con un poco de consideración, no estorba. Por otra parte, el suponer que otra persona, al actuar de un modo distinto al que creemos el adecuado, es una gran imprudencia. Si, al observar a alguien, nos irritamos porque su conducta nos parece absurda y contraproducente, antes de intervenir debemos preguntarnos si los equivocados no somos nosotros. Recuerdo a una mujer que parecía creer, sin la menor sombra de duda, que los melindres de su hermana, su egoísmo y su mala fe no existían y que quienes los denunciaban eran unos ciegos que no advertían que se trataba de puras muestra de bondad. Años más tarde, confió a un familiar: "¡Menos mal que no lo veía! Porque a mi hermana la necesitaba para sacar adelante a la familia. De no haberme dejado engañar, igual la había matado. Yo era muy idiota, pero evité una tragedia y la familia está a salvo". Muchas veces la persona que creemos especialmente tonta, es alguien que utiliza la mejor adaptación posible a una situación. Así, pues, antes de afirmar: "Lo digo por tu bien" será prudente preguntarse si no sería más acertado pensar: "¡A ver si va a resultar que lo digo por su mal!" El lahon hará (=la mala lengua) tiene muchas facetas. ¡Quiera El Eterno, cuyo Nombre bendecimos, librarnos de todas!
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