BESHAL-LAJ: La Tradición Escrita, por Malcah Canali 5767 de Josefina Navarro - Wednesday, 16 de January de 2008, 17:09 | |
B''H De Malcah para la Quebutzah
Madrid- Sefarad 20 de enero de 2007 1 de shevat de 5767
LA TRADICIÓN ESCRITA
Todo esto lo sabemos. Nos lo han contado y lo contamos a nuestros hijos y nietos.
Pero hay, en los diversos capítulos de la Parashah, el relato de unos hechos que se repiten una y otra vez sin que la tradición oral les conceda excesiva importancia. Tal vez por este fallo, El Eterno encarga a Moisés que consigne en un libro algunos acontecimientos de la salida de Egipto y se lo legue a Josué. La tradición oral es asunto fundamental en la familia, pero los jefes, los gobernantes, necesitan una memoria escrita para no olvidar la debilidad del pueblo, sus actitudes cobardes y su propensión a abandonar el esfuerzo ante las grandes pruebas.
Hemos visto en capítulos anteriores que los Hebreos eran a menudo reacios a confiar en Moisés. La esclavitud es dura, pero representa la seguridad del día a día. En cualquier época de la Historia y en cualquier parte del mundo, los valientes que han tratado de liberar a un pueblo de la opresión han hecho la misma experiencia: los oprimidos se quejan mucho, pero a la hora de plantar cara a sus opresores, son como gallinas asustadas e, incluso, algunos procuran congraciarse con el opresor traicionando al idealista que se sacrifica por ellos.
Con los Hebreos, la cosa no llegó a estos extremos, pero le faltó poco. Nada más emprender la marcha, al ver que los Egipcios les perseguían increparon a Moshé: "¿No había sepultura en Egipto que nos has traído a morir en el desierto?". Luego, después de pasar el Mar Rojo, al comprobar que no encontraban agua dulce, olvidaron todo su júbilo y volvieron a quejarse y El Eterno atento a la súplica de Moshé, endulzó las aguas. Más tarde, pidieron carne y tuvieron codornices, pidieron pan y tuvieron el maná, pero algunos desobedecieron a la Palabra Divina transmitida por Moisés o sea, que se portaron como seres desagradecidos e inmaduros que desconfían continuamente de su D.os y de su jefe.
Moshé debió de consultarlo con El Eterno porque transmitió la orden de conservar un Omer (una medida de capacidad equivalente a 4 litros) como prueba del milagro. ¿Por qué este empeño de Hashem de dejar una prueba? Probablemente porque estaba dolido, estaba comprobando la mala fe, el materialismo, la poca fiabilidad del pueblo amado. Sabía que si les dejaba el encargo de transmitir oralmente a sus hijos la historia auténtica de su liberación, no lo harían bien, carecerían de honradez. Entre el momento en que El ordena con alegría la transmisión oral y el momento en que dice a Moisés que deje pruebas tangibles de lo ocurrido, media el camino el terrible camino del Éxodo, que tiene su polo positivo en la Shirat-Hayam y su polo negativo en la perpetua cobardía del pueblo.
El Eterno, por cierto, no tiene ningún rencor a su pueblo, le perdona sus debilidades y le muestra cuán inanes resultan frente a la fuerza de Su absoluto poder.
La epopeya de la liberación termina con la batalla contra Amalec que El Eterno utiliza para consolidar definitivamente el dominio de Moshé, haciendo que Israel sólo venciera cuando él tenía las manos alzadas ¡Todo dependía de las manos de Moshé!
Así Israel venció a Amalec y El Eterno dijo a Moshé que escribiera en "El Libro" la maldición echada a Amalec y se lo transmitiera a Josué.
Había pues un libro o lo hubo a partir de entonces. El texto ha sido vocalizado tardíamente y la sintaxis parece indicar que se debe leer "en el libro", pero es forzoso, podría ser "en un libro", lo cual indicaría que el libro en cuestión se inaugura para la circunstancia. De todas formas, la precisión es bastante irrelevante. Lo importante es que con esta disposición, El Eterno instaura la tradición escrita. Es la primera vez que ordena anotar las cosas y lo hace al final de esta parashah, en las últimas líneas del capítulo XVII de Shemot, cuando Israel ha dado muestra de su escasa solvencia espiritual y moral.
Hay en estos tres versículos que clausuran el texto, un patetismo tremendo. Decir a alguien que ponga un acuerdo, un trato, una alianza, por escrito, esto significa una ruptura de la confianza, una derrota del afecto. Todos cuantos somos padres, maestros o iniciadores nos hemos visto alguna vez en el brete de tener el mismo discurso que Hashem: "Hijo, apunta las cosas porque de los Fulanos o de los Menganos no te puedes fiar" y si tenemos que precisar: "No te fíes ni de tus hermanos ni de tus hermanas ámalos pero no te fíes". Nuestro profundo, nuestro desgarrador sufrimiento, nuestro espantoso dolor, sólo nos lo hace soportable el saber que Hashem lo conoce. Israel se portó como un hijo rebelde y desagradecido y Amalec se portó como un hermano perverso.
Fue entonces cuando instauró la tradición escrita. Fijémonos en que no se limita a ordenar a Moshé la redacción de un texto, a renglón seguido le ordena informar a Josué. Esto es instituir una tradición, y esto es el milagro, porque instituir una institución es siempre un acto repleto de esperanza y de exultante gozo, o sea, un acto de tiqvah y de simjah.
Instituir una tradición es creer en la existencia y la inteligencia de las generaciones futuras.
Cuando Hashem instituyó la tradición escrita transformó las debilidades y las flaquezas de Israel en la fuerza de nuestro santo alfabeto, en la robustez de nuestra literatura sagrada, en la majestad de nuestros sefarím. Nos legó la tradición escrita que iba a hacer de nosotros El Pueblo del Libro a través de nuestras generaciones.
La parashah empieza por la expresión: "Vayhi beshal-laj" y termina por "mi dor dor" o sea que está enmarcada en: "Fue cuando envió de una generación a una generación".
¡Alabado sea Hashem Que confió en la perpetuación del pueblo amado!
Si cada vez que nuestros seres queridos abandonan la alegría que nuestros cariñosos cuidados les han proporcionado para entregarse a los pensamientos deprimentes que les inspira la adversidad, tratamos de crear esperanza, Le estaremos complaciendo.
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