09 febrero 2006

parashah: Parashát Beshaláj, por Rav Daniel Oppenheimer - El Pan del Día

Parashát Beshaláj, por Rav Daniel Oppenheimer - El Pan del Día
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Thursday, 9 de February de 2006, 16:06
 
Parashát Beshaláj
EL PAN DEL DIA

por Rav Daniel Oppenheimer

Los judíos ya salieron de Egipto, han cruzado el mar Rojo. Ahora están en el desierto. D”s les reconoce por muchas generaciones el mérito de la confianza íntegra y la bondad (jesed) que demostraron al seguirlo por el desierto con sus esposas e hijos sin saber de qué se iban a alimentar al día siguiente (Irmiahu). Cuando salieron, ni siquiera tuvieron tiempo de prepararse provisiones para el camino, pues fueron literalmente echados de Egipto a raíz de la plaga de la muerte de los primogénitos. Las matzot que prepararon apresuradamente al salir, aguantaron milagrosamente por un mes. Pasó un mes y allí estaban. Sin comida. ¿Qué se hace? El pueblo tiene hambre. No hay almacenes, ni shopping, ni maxikioscos en el desierto.
 
El pueblo se queja ante Moshé. Querido lector: Aquel que siempre tuvo qué comer y nunca se fue a dormir con hambre, posiblemente pueda llegar a saber en teoría lo que son los otros problemas de la vida, pero seguramente no podrá identificarse con el apremio que sintió la gente en ese terrible momento. D”s respondió inmediatamente a la necesidad de comida, pues nunca quiso - ni quiere - que los seres humanos o cualquier creación Suya suframos sin razón alguna. No obstante, convirtió la fuente de alimentación celestial del desierto en un elemento educativo que iba a trascender los años que el pueblo comió el Mán (maná). No por nada, en muchos Sidurim figura el párrafo bíblico de este episodio a continuación de la Tefilá matutina diaria, en los momentos cuando el judío sale del Bet Hakneset para ganarse su sustento.
 
Al dedicarnos a analizar los pormenores de la enseñanza del Mán, los párrafos correspondientes nos ayudarán a aprender su específica visión de la Torá en la adquisición de nuestro sustento, el pan de todos los días. Será aun más necesario aprender esta lección en una sociedad de consumo que con su publicidad crea nuevos “hambres” a diario, muchos de los cuales no podemos (ni debemos) intentar satisfacer.
 
Aun pensando en lo más elemental: en la comida, educación, salud, ropa y vivienda, presentimos que no podemos tener la certeza de lograrlo de manera simple, ni asegurarnos que nunca nos falte. Y eso crea en nosotros una sensación de desprotección, de fragilidad, de vulnerabilidad por los imponderables que hacen temblar hasta al más fuerte.
 
Sepa, querido lector, que lo que estamos analizando no es nada nuevo (el campesino nunca tuvo la certeza que iba a llover sobre su campo, que su fruto no sería arruinado por langostas u otra plaga o que el precio de lo cosechado justificaría la inversión), ni tampoco cambiará hasta que D”s modifique “las reglas del juego”, si El lo dispone. Justamente por eso, es imprescindible estudiar a fondo la lectura de la entrega del Mán.. ¿Cuánto tiempo debe invertir el judío creyente al procurarse su pan frente a las demás obligaciones que tiene, como, por ejemplo, ir a rezar y fijar horarios diarios para el estudio de la Torá? ¿Cuánto es “lo justo” y “lo necesario” para vivir y cuánto lo excesivo? ¿Qué es lo que se llama un lujo y que es “lo lógico”? Y si bien, no terminaremos de dar una respuesta universal concreta, pues las necesidades reales pueden variar acorde a la época, el lugar y el entorno social en que uno vive, el Mán sí nos debe mostrar un criterio que debiera iluminarlos en todas las situaciones.
 
No por nada, Moshé le ordenó a Aharón que tomara un frasco y lo llenara de Mán “para la posteridad”, lo cual explica Rash”i se refiere a la generación del profeta Irmiahu quien amonestó al pueblo por su falta de dedicación al estudio de la Torá. Cuando la gente le respondió que el trabajo cotidiano les consumía todo el tiempo disponible, Irmiahu les retrucó señalando al Mán guardado: “Miren Uds. cuántos medios posee D”s para alimentarlos...” El Mán no fue guardado en cualquier lugar, sino precisamente junto a las Tablas de la Ley, como para decirnos: “Quien nos dio la Torá, también nos provee los medios para obedecerla” - explican los Sabios.
 
El Mán caía cotidianamente todos los días de la semana salvo en Shabbat. El viernes, por otro lado, caía una ración doble por persona que les alcanzaría para cubrir las necesidades del Shabbat. Cada persona juntaba el Mán para su familia a la mañana, y no variaba si traía mucho o poco a casa, pues al medirlo había exactamente un “omer” (la medida individual) de Mán por persona. El Mán debía ser consumido en el día pues si alguien dejara de su Mán para el día siguiente sin comerlo, este se pudría y se llenaba de insectos. ¿El sabor? Lo disponía el consumidor (Midrash).
 
Antes de morir, Moshé le recordó al pueblo que estaba por ingresar a la tierra de Israel el propósito y la lección del mán. “Te dio el mán para que supieras que no por el pan en si se mantiene el hombre, sino por todo aquello que emana de la boca de D”s (obedecer sus leyes)”... “Por si llegaras a comer y estar satisfecho... y construyeras buenas casas y las habitaras... y se enalteciera tu corazón y te olvidaras de tu Creador Quien te extrajo de Egipto... Te condujo por el desierto y te dio de comer el mán para afligirte y para probarte, para tu propio bien...” (Dvarim cap.8)
 
Sin duda, el aprendizaje del mán es eterno. Quienes vinieron al nuevo mundo para escapar a los pogromes y de la falta de trabajo digno en Europa se encontraron con la terrible elección de trabajar en Shabbat o comenzar un nuevo empleo cada semana. Pocos pudieron superar esta terrible prueba.
Y sin ir tan lejos, el comerciante de hoy a quien le cuesta llegar a pagar el alquiler de su local mes tras mes con el negocio cerrado en Shabbat el día que precisamente más clientela le trae, debe anteponer su fe en D”s semana tras semana al bajar la cortina los viernes a la tarde.
 
Únicamente quien aprendió e internalizó correctamente la lección, sabrá que más allá de lo que juntó, cuando llega a casa y pesa lo que trajo... tiene lo que debe tener - ni más ni menos. Sabrá que lo que necesita para Shabbat- ya lo recibió el viernes, y que trabajar en Shabbat no le traerá ningún beneficio. El éxito y el fracaso de la empresa no dependen de si abre el negocio en Shabbat, sino de lo que disponga D”s que cada uno posea. “Muchos medios tiene D”s para alimentarlo...” Procurar el pan es importante, pero no a costa de la vida espiritual, del estudio del judío. (En la práctica el tema que estamos tratando es mucho más complejo de lo que parece y, por lo tanto, dado que la situación de cada persona y cada familia son distintas una de la otra, uno se debe aconsejar con una autoridad espiritual antes de tomar decisiones en lo que hace a los medios lógicos y legítimos y a la cantidad de tiempo a invertir en ganarse el sustento).
 
“¿Por qué caía el Mán todos los días con la ración diaria en lugar de caer una vez por todo el año?” - pregunta el Talmud (Iomá 76a). Una de las repuestas (mediante una parábola) nos indica que la (aparente) carencia de medios de supervivencia provocaba que los israelitas estuviesen permanentemente pendientes de D”s. (“quien tuviera cuatro o cinco hijos, podría sospechar cada día, que al día siguiente se moriría de hambre...”) La posible falta de sustento en el futuro nos obliga a rezar todos los días por nuestro pan. ¿Habrá Mán mañana? ¿Y para mis hijos, cuando sean grandes? ¿Y para mis nietos? Cada vez que comemos pan, bendecimos al Creador quien “provee el pan para todos con gracia, bondad... pues grande es Su misericordia”. No perdamos el equilibrio que nos indica la Torá entre lo material y lo espiritual. Es precisamente esa la enseñanza del Mán.
 
“ni riqueza ni pobreza adjudícame (D”s), proporcióname el pan que me corresponde” (Mishlé).
 

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