20 octubre 2006

parashah: Parashát Bereshít, por Rav Daniel Oppenheimer - El Mandato de Vivir

Parashát Bereshít, por Rav Daniel Oppenheimer - El Mandato de Vivir
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Friday, 20 de October de 2006, 00:18
 Parashát Bereshít
EL MANDATO DE VIVIR

por Rav Daniel Oppenheimer

En el quirófano los médicos de distintas especialidades trabajan diligentemente para salvar la vida de un accidentado. Con precisión y esmero coordinan sus tareas a fin de cumplir con su vocación de cuidar la salud de los seres humanos. En algunos momentos el paciente agonizante murmura su pedido que lo dejen morir en paz. Los galenos se miran entre sí y siguen intentando hacer todo lo posible para preservar la vida.
¿Por qué?

En la oscura y lúgubre barraca del campo de concentración, un padre y su hijo adolescente - únicos sobrevivientes de la familia - sostienen su último diálogo. El padre siente que está llegando a sus últimos momentos: “¡Hijo mío, no te derrumbes - haz todo lo posible por sobrevivir y crear tu propia familia!”

Nuevamente: ¿Por qué?

En la sinagoga un grupo de judíos concientes rezan concentrándose en las plegarias de Rosh HaShaná: “¡D”s! - zojreinu leJaim, recuérdanos para la vida e inscríbenos en el libro de la vida!”

Una vez más: ¿Por qué?

Pareciera ser muy evidente que los hombres deseamos vivir, y que el ser humano típico entiende que “lo peor” o “lo único que no tiene arreglo” - es la muerte.
No obstante: ¿Estamos hablando únicamente del instinto de supervivencia (irreflexivo) incorporado en nosotros, quizás es el miedo y el pánico a lo desconocido que es la muerte (nadie envía postales desde el más allá para describir cómo la está pasando), o - lo que nos empuja a vivir - es una comprensión clara del valor intrínseco de lo que denominamos vida?

La Torá comienza sus enseñanzas milenarias relatándonos sobre la secuencia de la creación del mundo. El último actor en aparecer en escena es el ser humano quien de inmediato recibió la orden de habitar la tierra y disponer los destinos del resto de los seres vivientes. En la Torá, el hombre no tiene opción sino la de asumir la responsabilidad y “hacerse cargo” (Bereshit 1:28).
Luego - también en Bereshit (9:5) - después del diluvio, Noaj recibió la orden de regir el nuevo mundo y, entre otras consignas, se le prohibió el suicidio. Es decir, que nosotros no somos dueños de nuestra propia vida, ni siquiera de nuestro cuerpo. No tenemos la alternativa de decidir sobre si queremos vivir o no. Debemos vivir - más allá de las condiciones y escenarios favorables o adversos que nos toquen.
Si se analiza lo que estos pasajes nos enseñan, uno se puede percatar de que vivir es una obligación, y que la propia existencia del ser humano - desde Adam y Javá, y a través de todos sus descendientes - es un dictamen del Todopoderoso.

Los Sabios en Pirkei Avot (4:22) enseñaron que “no creas que la tumba es un lugar de refugio… pues contra tu voluntad haz sido creado, contra tu voluntad haz sido alumbrado, contra tu voluntad vives, contra tu voluntad mueres y contra tu voluntad debes rendir cuenta ante el Todopoderoso”. En resumen, no hay escapatoria en ninguno de los trances de la vida. No conducimos nuestro destino.

Ciertamente el reciente siglo XX de la cuenta gentil no nos enseñó a considerar la vida como un deber. Con la progresiva promoción publicitaria que impone y amaestra a las personas a gozar infinitamente de la vida de manera hedonista, es difícil considerar simultáneamente que la vida sea un mandato, y que tenga un sentido o un significado distinto a aquel de crear y satisfacer apetitos crecientes. O se come para vivir, o se vive para comer… Esa es la alternativa.

Nuestra cuestión no es nueva.
Los Sabios de Bet Shamai y Bet Hillel debatieron durante dos años y medio acerca de si era grato para la persona el haber nacido, o no (Talmud Bavlí, Eruvin 13sonrisa. Es una discusión indudablemente críptica a simple vista. ¿Qué cambiaría la vida del individuo el hecho de que se decidiera de una manera u otra? ¿Por qué dedicarían los miembros de estas grandes academias su valioso tiempo para debatir una disputa inconducente?

Los comentaristas aclaran que cuando estos Sabios que discutían este tema, no ponían en tela de juicio que D”s tuvo buenas razones para crear al ser humano. Sin duda, Él sabe lo que hace. La pregunta se refiere a la visión que tenemos las personas: ¿qué probabilidad tenemos de eludir los charcos y acertar en construir nuestras vidas por la ruta que D”s quiere de nosotros?

Si pensamos la vida como una exigencia ineludible, la actitud es distinta en cada una y una de las actitudes que vivimos a diario. Lo más común es que los seres humanos contemporáneos no tratemos la vida en sí como una responsabilidad.
Por lo tanto, existen muchas formas de intentar evadir la obligación moral de vivir. Ese es el motivo de todos los intentos - imposibles en la realidad, tal como leímos en la Mishná - de fuga (“escapismo”).
El común denominador de todas las propuestas de entretenimiento (shows, cine, T.V., novelas, eventos deportivos) es que distraen al individuo del vacío que siente frente al abismo de la falta de significado que tiene su vida. Si se siente la vida aburrida, es un síntoma de falta de comprensión de su valor fundamental.
Hay quienes ocupan su tiempo disponible ocultándose largas horas (más de las necesarias) en sus escritorios de trabajo. Posiblemente quieran eludir sus diversos deberes domésticos, quizás no sepan convivir con las personas más cercanas, o de modo encubierto - no sepan para qué viven. Por lo tanto, los espacios domingueros se volvieron algo complicado para muchos.
Los escapes químicas (alcohol, droga), no están muy lejos de lo que acabamos de exponer - salvo que algunos siguen creyendo que al evitar la disponibilidad de los medios de adicción se quita el problema - lo cual obviamente no es cierto.

Todo esto nos debe conducir a una profunda reflexión que requiere un alejamiento de la hipocresía común. Así lo vemos en el pasaje de Kohelet (7:2), leído en Sucot: “Preferible es ir a una casa de duelo que a una casa de fiesta, pues ese es el final de todo hombre, y quien está vivo tomará conciencia”. Mientras se busque la fiesta - para que oculte el vacío interno - no habrá cognición del valor de la vida.

Mencionamos que no hay manera de escapar. La mochila la llevamos con nosotros a cualquier sitio que vayamos.
Después de su primer pecado, Adam y Javá se escondieron al escuchar la voz de D”s. Obviamente no se trata de ocultamiento físico, pues no eran ignorantes: D”s es omnipresente. Él siempre está. “¿Adónde puedo estar lejos de Tu Espíritu, adónde puedo escapar de ti? (Tehilim 139:7)
Cuando D”s preguntó a Adam: “¿Dónde estás?” (Bereshit 3:8) era porque Adam debía hallarse a sí mismo.

La consigna final de esta lectura no debe ser deprimente. La depresión puede ser uno de tantos artilugios de huída. Por lo contrario, el objetivo es valorarse como ser humano y reconocer la importancia inherente a haber sido creado.
Al leer Bereshit, cuando se habla en primer lugar de la creación del hombre, es para hacerle saber su categoría inigualable. Allí donde esté: zojreinu leJaim, que recuerde para qué se le dio la vida”


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