20 octubre 2006

parashah: Parashát Bereshít, por Rav Daniel Oppenheimer - ¿Por qué Dos?

Parashát Bereshít, por Rav Daniel Oppenheimer - ¿Por qué Dos?
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Friday, 20 de October de 2006, 00:21
 Parashát Bereshít
¿POR QUE DOS?

por Rav Daniel Oppenheimer

Volvemos a comenzar a leer la Torá, tal como lo hacemos todos los años una vez finalizado Simjat Torá. Para quien no lo sabía, es interesante aclarar que la Torá se dedica inmediatamente después de relatar acerca del génesis de todos los creados – a nada menos que la institución del matrimonio.
Si tenemos en claro que precisamente esta institución está atravesando una terrible crisis, es importante, pues, que le dediquemos unas líneas a partir de lo que narra la Torá en su fundamento.
Advertiremos que a medida que D”s fue sumando los distintos elementos, en la culminación de cada etapa, D”s declaró que lo creado era “Tov”. “Tov” se utiliza como “bien” en los boletines de hebreo, lo cual se entiende que cumple básicamente con lo mínimo esperado – pero podría ser mejor: p.ej. muy bien, o excelente... Sin embargo, si aquel de quien estamos hablando es D”s, Cuya obra es perfecta, entonces Su “Bien” significa: exacto o justo – pues no hay lugar para mejor.
Volviendo al texto de la Torá, D”s declaró a todo Tov. Es decir, que todo estaba diseñado de manera que reunía todas las condiciones y tendría la durabilidad para funcionar y cumplir con su objetivo para siempre.
Después de crear todo y brindarle perpetuación con la palabra Tov, D”s determinó que uno de los creados era “Lo Tov” (“no bien”), es decir que no cumplía del modo en que estaba con su propósito. Era el ser humano. ¿Cómo era aquel “hombre”?
Antes de que el ser humano tenga las características con las que lo conocemos actualmente, era un ser que poseía todos los factores que hoy en día llamaríamos masculinos y femeninos, en un solo ser. Hasta podría reproducirse solo, porque era “hermafrodita”.

Imaginemos por un momento esta situación: el hogar dirigido por un ser íntegro que decide todo solo. No necesita casarse ni formar matrimonio, no tiene problemas conyugales, no puede ser infiel, ni cela de nadie. Sale a trabajar, cocina, habla por teléfono, ordena la casa, se ocupa de la educación de los hijos, cambia los pañales, etc. – todo solo... y sin discusiones. No hay suegros ni suegras... Sus descendientes son como “él”, y repiten la misma característica.
Pensemos. ¿No sería ideal? ¡¿no se acabaron los problemas, o al menos muchos de ellos?! ¿No sería un mundo más tranquilo y feliz? Pero no. D”s decidió que era “Lo Tov” y que así la cosa no andaba. Los dividió en hombre y mujer. Un hombre y una mujer que tienen actitudes radicalmente distintas en muchos aspectos. Se distinguen en lo emocional, lo físico, psicológico y sentimental, y – por sobre todo – les cuesta la convivencia estable y tranquila. ¿Por qué?
Una pregunta más: Ya que D”s es omnisciente y sabía claramente que Su creación inicial no cumplía con las condiciones que Él quería, ¿por qué no los hizo en su forma y propiedad actual desde el primer momento? ¿qué sentido tenía crear algo que sabía que debería modificar después?
La respuesta es que D”s bien lo sabía, pero quería enseñarnos algo a nosotros: los seres humanos. Aquello que hubiésemos creído o ilusionado como “ideal” o “perfecto”, no es ni tan ideal ni tan perfecto.

Quizás resolvería ciertos conflictos, pero no cumpliría con su propósito. Dado que el ser humano fue creado a imagen de D”s, debía emplear su máximo potencial en la forma de brindarse totalmente a otro ser distinto a él (o ella) mismo/a mediante un compromiso para toda la vida, y bajo circunstancias que nadie puede prever al momento de contraer enlace. Nadie conoce el futuro, y nadie sabe bajo la Jupá, cómo será su futuro económico, de salud física y mental, de intromisión familiar, de tranquilidad emocional, etc.
El versículo en Tehilim (Salmos 89:3) reza que “(...D”s determinó que...) un mundo eterno de bondad será edificado...” En otras palabras: el propósito de la creación es que el ser humano sume todos sus esfuerzos y energías en pos de la edificación del mundo mediante actos de benevolencia. Las personas participamos de la edificación del mundo. Mediante nuestras acciones somos protagonistas del rumbo que D”s destinó para Su creación.

No existe un escenario más apto para el desarrollo y la realización de toda la amplia capacidad del potencial humano que el marco del matrimonio. El hecho que en tantos sentidos, la peculiaridad del hombre se oponga al de la mujer, hace que se requiera una mayor inversión y dedicación de amor para el crecimiento y profundización del vínculo. Solo entonces, el ser humano es “Tov”.

Desde ya, que esta visión de la relación hombre-mujer difiere radicalmente de la que nos presenta nuestra sociedad. Si el motivo de los distintos rasgos de ambos reside en la tarea moral que debe desarrollar, y que esta debe ser absolutamente altruista, entonces poco tiene que ver con la actitud hedonista con la que se vende la imagen humana en casi todos los medios. No es difícil entender el porqué del deterioro de la institución matrimonial con el consecuente dolor de quienes en algún momento crearon en su ilusión fantasías quiméricas de un idilio eterno.

Sin embargo, la Torá nos cuenta que nuestra triste situación no es original. A pocos años de la creación, se relata que un hombre descendiente de Caín, hijo de Adam, contrajo matrimonio con dos mujeres. Dado que en su comienzo la Torá (Bereshit 2:24) recomendó una sola esposa, como dice “y se apegará a su esposa y serán una carne” (está claramente escrito en singular), la “novedad” de la bigamia requiere una explicación. Rash”í nos presenta la aclaración de la situación. Los motivos de Lemej (Bereshit 4:19 - y quienes lo imitaron de allí en más), no eran para nada santos. No es que quería más descendientes ni que su exceso de generosidad lo instaba a brindarse a más de una mujer. Lemej quería lo que imaginaba “lo mejor de dos mundos”: una mujer para procrear (y tener una “familia decente”), y la otra para pasear y “divertirse” (los hoteles de categoría no aceptan niños ni mascotas...) y pasarla bien.
Este fue el primer gran desvío de lo que hablamos anteriormente referente al modo de la creación del ser humano. Los años corrían y la brecha entre lo que debía ser y la realidad se fue ahondando. La Torá nos dice que tomaban “mujeres de todo lo que elegían” (Bereshit 6:2): ya no importaba, ni se diferenciaba entre mujer soltera o casada (“es un mero documento”...), ni si la “pareja” era hombre (con otro hombre) o mujer, y más tarde si era ser humano – o animal. A esta altura, su conducta ya fue irreversible: aun con todas las advertencias, hicieron caso omiso a las palabras de Noaj y el diluvio destruyó todo.

Más allá de lo terrible del sufrimiento de la epidemia de matrimonios destruidos, o en vías de rotura, desgaste y quebranto, está la decadencia moral de la sociedad que la vive, pues desde Bereshit vemos claramente cómo D”s ideó el matrimonio como medio perfecto e ideal para el crecimiento del ser humano.

Esto nos debe dejar mucho para reflexionar en términos de la elección del cónyuge y de la tarea de mantener el matrimonio.

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