LA PAZ HA MUERTO. Muy crítica con Naciones Unidas, cuya labor de intermediación no para las balas israelíes. | Cuando sólo era una niña, Omaya no podía dejar de dibujar. Usaba todo aquello que tenía a su alcance y lo hacía sobre cualquier superficie lisa que encontrara a su disposición. «Dibujaba en las paredes, en los libros del colegio y en los que había por casa, en las mesas, en el suelo ». Su necesidad de expresarse mediante los trazos de sus lápices sustituía otros juegos infantiles, y sus padres le dejaban hacer sin sospechar que en realidad se trataba de una vocación, de un don que convertiría a Omaya en la primera mujer palestina y del mundo árabe en dedicarse a la viñeta política, como tampoco podían imaginar que su posterior evolución personal la asociaría por siempre con la organización islámica Hamas. Hoy, el lápiz de Omaya Juha es tan temido por los israelíes como muchas acciones de las milicias palestinas. Sus despiadadas críticas al Gobierno hebreo y su particular mirada de la actualidad política, que publica en forma de viñetas cada semana en Ar Risala, la revista del Movimiento de Resistencia Islámico, a diario en el rotativo Al Hayat al Yadiha -órgano de la Autoridad Nacional Palestina- y esporádicamente en la edición electrónica de Al Yazira, la han convertido en un icono de la resistencia desarmada contra la ocupación israelí. La dibujante comparte la ideología y las firmes creencias religiosas de Hamas -que acaba de alzarse con la mayoría absoluta en las elecciones legislativas palestinas celebradas el pasado miércoles- pero no milita en la formación «para salvaguardar mi independencia», dice. Se declara una «amante de la libertad». Para esta mujer de 32 años, criada en una familia desplazada en 1948 y reasentada en Gaza, la libertad significa el final de la ocupación, el regreso de los refugiados, la devolución de Jerusalén a los palestinos , en definitiva, las reclamaciones de Hamas y del resto de grupos locales. «Los militantes combaten con sus fusiles, yo combato con mi lápiz. Aquí todos somos combatientes», explica desde su despacho de Gaza, decorado con dibujos infantiles que nada tienen que ver con el tono de su trabajo. La niña que una vez llenara de garabatos las paredes de su casa familiar se ha convertido en una mujer de profundas convicciones religiosas, ataviada con abaya (túnica) y hijab (velo) negros.Su apariencia frágil y amable contrasta con un discurso integrista que no tiene nada que envidiar al de los líderes más fanáticos de la organización islámica. «Creo que Israel no debería existir.Somos los dueños de estas tierras. Los judíos deberían residir aquí como ciudadanos, pero no con un país propio. Hamas, Fatah, todas las facciones tienen esa ideología. Queremos toda la tierra, toda Palestina, y no aceptaremos la división de nuestro país». Sus palabras dan una idea del contenido de sus viñetas, tan afiladas como alineadas con la línea extrema de Hamas. Como la que representa el mapa de Palestina (la Palestina de 1948, previa a la invasión) en color rojo atravesada por alambres de espino, chorreando gotas de sangre. O esa otra en la que dos ramas de olivo, símbolo de la paz, han quedado desintegradas al paso de un carro de combate, o aquella en la que un alicate donde se lee «unidad nacional» corta una valla -como la que rodea los territorios ocupados- que se antoja la palabra «ocupación». «Me limito a expresar el dolor de los míos, los sentimientos de los que no tienen la posibilidad de hacerlos públicos». Nacida en 1972, Omaya comenzó a destacar en el colegio por sus dibujos y por su aplicación en los estudios, que demostraría en la Universidad de Al Azhar, en Gaza, cuando en 1995 se convirtió en la licenciada con mayor nota de su promoción por el Departamento de Matemáticas. El 95% de aciertos que obtuvo en su examen le aseguró una plaza de profesora. Pero la verdadera vocación de Omaya, que desde los 16 años coleccionaba las viñetas de Naji al Ali -el primer dibujante palestino que abordó asuntos políticos, cuyas tiras atacaban por igual a israelíes y palestinos, asesinado en 1987-, se impuso durante sus años universitarios, cuando era tan conocida por su brillante dominio de las matemáticas como por sus despiadados trazos. «Cuando llegué a la universidad descubrí que podía dibujar de forma profesional, que también podía ser como Naji al Ali». Los ánimos de sus colegas, cautivados por sus dibujos, le llevaron a presentar sus primeros trabajos a Ar Risala. Fue en 1997, y desde entonces sus ilustraciones nunca han faltado a la cita del semanario de Hamas. Dos años después llegó Al Quds (Jerusalén, en árabe), un diario árabe editado en la ciudad disputada, bajo control israelí desde 1967, en el que no permaneció mucho. «En algunos asuntos, como los refugiados o los mártires [término usado entre los palestinos para referirse a los suicidas], el periódico rechazaba mis dibujos por la presión israelí. La censura militar se convirtió en censura internacional. Mis editores me dijeron: "No podemos publicar ninguna viñeta sobre el derecho al retorno de los refugiados porque los israelíes se oponen, y lo mismo ocurre con los mártires"».Suficiente para que Omaya abandonara Al Quds para incorporarse de Al Hayat al Yadiha en 2002, en cuyas páginas sigue publicando hoy en día. INTELECTUALES Esta mujer menuda de 32 años no es un caso aislado, como han puesto de manifiesto los comicios celebrados el pasado miércoles.La mayoría de los palestinos, hasta ahora gobernados por un partido laico, han sorprendido a medio mundo refrendando en las urnas al Movimiento de Resistencia Islámico con un doble objetivo: censurar la corrupción y la desidia que caracteriza a la dividida Fatah y entregar su confianza a una agrupación que, pese a la imagen de Occidente y su sangriento historial, no sólo está compuesta de militantes suicidas y fanáticos líderes religiosos. Un elevado número de catedráticos, periodistas, economistas, empresarios y otros profesionales militan en las filas del Movimiento de Resistencia Islámico, y muchos de ellos concurrieron como candidatos a los comicios legislativos junto a líderes cristianos y desertores de Fatah. Son el sector moderado e instruido de la organización y la clave de su victoria, la otra cara de una formación fundada en 1987 como heredera de los Hermanos Musulmanes que predica la destrucción del Estado de Israel y es percibida por la comunidad internacional como una organización terrorista mientras que, en Oriente Próximo, es sinónimo de eficacia, honestidad y lucha social. Frente a la debilitada Fatah -la agrupación fundada por Yasir Arafat que, desde la desaparición del rais, hace ahora 14 meses, se encuentra inmersa en disputas internas dirimidas a menudo a tiros- Hamas se ha ganado en las dos últimas décadas un papel imprescindible en la sociedad mediante una doble labor: por un lado sus acciones armadas -fue la primera organización en introducir atentados suicidas en el conflicto, lo que le valió su entrada en las listas de organizaciones terroristas de Estados Unidos, la Unión Europea y Canadá- y por otro implantando una compleja red de asistencia social que ampara y proporciona salud, educación, vivienda y trabajo a viudas, huérfanos y personas sin recursos, todo ello bajo el denominador común del Islam. Eso le ha ganado las simpatías de buena parte de la población, incluidos aquellos más laicos pero hastiados de la inoperancia de Fatah. Además, en estos comicios Hamas ha desarrollado una estrategia política que incluye la introducción masiva de mujeres en sus listas electorales. La participación femenina no es una novedad en el Movimiento, donde las mujeres son miembros incluso de su consejo directivo, pero en estos comicios ha sido explotada al máximo. Tanto, que la lista electoral de Hamas fue la que más mujeres incluyó de todas las formaciones políticas palestinas, por encima de Fatah o del marxista leninista Frente Popular para la Liberación de Palestina. «Queremos demostrar que no somos los talibán», explica la número tres de la lista del Movimiento, Jamila Shanti. «No es extraño integrar a mujeres entre nuestros diputados, es parte de nuestra ideología», añadía Gazhi Hamed, uno de los próximos parlamentarios de Hamas y director del semanario Al Risala, la revista en cuya contraportada Omaya publica sus trabajos cada semana. «No tengo ningún problema con la Autoridad Palestina ni con los grupos armados, sólo con los israelíes», dice Omaya. Es algo evidente con sólo echar una ojeada a sus dibujos, en los que glosa la figura de los combatientes y llama a la unidad de los grupos armados al tiempo que representa al primer ministro israelí Ariel Sharon -hoy incapacitado tras padecer una hemorragia cerebral- devorando un tazón de niños palestinos muertos en el desayuno y regando asentamientos con sangre palestina o dibuja la bandera estadounidense con las barras rojas transformadas en serpientes que aterrorizan a críos árabes. La actualidad internacional se impone en muchas tiras: critica lo que aduce es pasividad de la ONU ante los crímenes contra musulmanes, la invasión angloestadounidense de Irak, la connivencia de EEUU con Israel (en uno de sus dibujos, de la cabeza hueca de George W. Bush sale un sonriente Sharon) o la detención del periodista Taisir Alouni, representado tras las rejas retransmitiendo «para Al Yazira desde España, el país de la Democracia». EL MARIDO MUERTO Pero si con alguna viñeta se siente identificada es con aquella que nunca hubiera querido concebir, la máxima expresión de su dolor personal. «Me había casado un año antes, y mi marido, Rami Saad, era miembro de las Brigadas de Izzedim al Qasam [brazo armado de Hamas]. El 1 de mayo de 2003 hubo una incursión israelí en el barrio de Shijaia, al este de Gaza. Se produjo un tiroteo, 14 militantes fueron asesinados. Cuando descubrí su nombre entre las víctimas no lo quería creer. Fui gritando al hospital, donde descubrí su cadáver». Durante tres días, Omaya se encerró en su casa con su hija Nur, de un año, fruto de su matrimonio con Rami. «Nunca antes había sentido tanta tristeza. No puedo perdonar; no quiero perdonar a aquellos que dejaron a mi pequeña Nur sin su padre, a los que nos han quitado nuestra tierra, a los que nos arrebatan nuestro futuro». Y de su tormento surgió una nueva Omaya, más fuerte que antes, más crítica y subjetiva, que nunca. Tres días después volvía a su cita con Al Hayat con un dibujo estremecedor: de un ojo femenino (su propio ojo) gotea una lágrima de sangre.En su iris se refleja la imagen de su marido. «Mis dibujos se hicieron más radicales, y la sangre empezó a aparecer en todos ellos. Ahora la gente asocia el color rojo con mi nombre». Para la dibujante, desde entonces la Intifada «es de color rojo, no me sale otro color para expresarla». «Pero el asesinato de Rami también me ha endurecido». Su radicalización fue sobre todo política. «Me sentí tan triste como enfadada, comencé a rechazar la palabra paz. Ahora no apoyo la normalización de relaciones con los israelíes». Omaya Juha tiene la firme convicción de que, al conocerse la lista de víctimas de aquella incursión, los militares y algunos políticos israelíes se regocijaron al saber que su marido figuraba en la misma. Sus viñetas son implacables contra el Ejército y, en especial, contra el ex general Sharon, como la que le representa con una guadaña apoyada en su hombro mientras enjuaga sus manos ensangrentadas en un lavabo con las siglas USA sobre una alfombra que, en realidad, es la bandera de la ONU. En otra el primer ministro, con delantal y cuchillo de carnicero, corta cabezas palestinas. Pero ninguna tuvo tantas consecuencias como la que publicó hace año y medio. Era mediados de mayo de 2004 y el barrio de Zeitun, uno de los más destacados reductos de las milicias en Gaza, padecía una de las peores incursiones israelíes. Los blindados y carros de combate habían tomado posiciones, los helicópteros bombardeaban y las explosiones y tiroteos se sucedían. En medio de la batalla, un grupo de milicianos de Hamas y Yihad Islámica volaron un vehículo militar israelí matando a sus seis ocupantes, cuyos restos despedazados quedaron dispersos. Los palestinos recolectaron y exhibieron pedazos humanos en una imagen que calaría duramente en la opinión pública. En la ilustración que Omaya publicó al día siguiente en Ar Risala Ariel Sharon, en rueda de prensa, agradecía su trabajo a los seis valientes soldados caídos en Gaza, representados como seis cuerpos uniformados sin cabeza. Un par de días después, la aviación israelí bombardeaba la sede del semanario de Hamas, según Omaya en represalia por aquella caricatura. «Mis familiares intentaron disuadirme para que abandonara el trabajo y me concentrara en mi puesto de profesora de la Universidad porque temían por mi vida, pero me negué a hacerlo», prosigue.Eso, pese a tener una hija de tres años huérfana de padre. Los niños palestinos, esa generación marcada por la violencia, es otro tema recurrente de sus ilustraciones. En una, un bebé mama de un biberón relleno de piedras (un símbolo de la Intifada); en otra, otro biberón yace roto por una bala, con la leche desparramada por el suelo. «Si algo me pasa sé que Nur [luz, en árabe] será fuerte, que Ala la protegerá como al resto de los mártires, y creo que su futuro será mucho mejor que esto. Mi marido construyó su futuro con su sangre, y vivir aterrorizados por los israelíes sería traicionarle». Omaya cuenta que la pequeña empieza a preguntar y a captar la ideología de su madre. «Cuando le interrogan responde que su papá está en el cielo, que lo mató Sharon». ECHAR A LOS JUDIOS Tres años después de quedarse viuda, Omaya ha vuelto a contraer matrimonio. Su nuevo marido era el mejor amigo de Rami y compartía con él su militancia en el Movimiento de Resistencia Islámica.«Se llama Wael Aquilan y me temo que también figura en la lista negra de los israelíes», dice remarcando su nombre para que no haya errores. Incluso su boda quedó marcada por la tortuosa política de la zona. «Nos casamos el mismo día en que los israelíes se retiraron de Gaza, así tenemos un doble motivo para celebrar esa fecha». Como denuncia el resto de los palestinos, para Omaya la devolución de la Franja no supone demasiados cambios -«Siguen controlando el agua, el espacio aéreo, las fronteras las cosas importantes continúan en manos israelíes»- pero sí está dotada de una simbología novedosa. «Nunca pudimos imaginar que Israel nos devolvería Gaza.Hemos demostrado que la resistencia puede devolvernos nuestros derechos. Sólo puede significar una cosa: toda Palestina será liberada, echaremos a los judíos de nuestra tierra». Omaya, premiada en 2001 en Dubai por la mejor viñeta publicada en el mundo árabe, cree firmemente que sus dibujos y la presión armada o política de Hamas contribuirán a conseguirlo. Para ella tan importante como recuperar la tierra es el derecho al regreso de los refugiados palestinos (cuatro millones desperdigados por Oriente Próximo), un escollo en cada negociación de paz. El retorno es representado por una llave que acompaña a su firma en sus dibujos y que, a menudo, constituye la viñeta en sí, como aquella en la que centenares de palestinos forman una gigante llave que abre las tierras ocupadas por Israel. «Es la llave del futuro». Traducción de las viñetas: Rosa Meneses http://www.elmundo.es/suplementos/cronica/2006/535/1138489201.html |
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