02 febrero 2006

LA SALIDA DE MITSRAIM, ¿REALIDADES O MITO? LA SALIDA DE MITSRAIM, ¿REALIDADES O MITO? LA SALIDA DE MITSRAIM, ¿REALIDADES O MITO?

LA SALIDA DE MITSRAIM, ¿REALIDADES O MITO?


por Rav Mordejai Neugroschel

Traducción: daniEl I. Ginerman


Rabí Iehudáh Haleví escribe, en su libro El Cuzarí, que todo hombre del pueblo de Israel, podrá siempre referirse a los eventos de la salida de Mitsráim (Egipto), la entrega de la Toráh y el camino del desierto, como a realidades patentes, tal como si él mismo hubiese estado presente allí. La pregunta es: ¿cómo es posible vivir dichos acontecimientos como "propios"?


Nuestras vidas se construyen sobre la base del esfuerzo de generaciones. Los frutos de dicho esfuerzo son la base sobre la que construimos nosotros, ya en el aspecto intelectual o científico, ya en lo tecnlológico, lo emocional o lo nacional. Las últimas generaciones reposan sobre los hombros de las primeras, "como un enano sentado sobre los hombros de un gigante".


Muchos de los acontecimientos del pasado se convirtieron en el axioma sobre el que se apoya nuestro presente. Eventos como la guerra de Napoleón y la Guerra Civil Americana, como así también hechos anteriores lejanos en el tiempo, son piedras fundamentales de la edificación intelectual y fáctica de nuestros días. Personalidades como Alejandro Magno y Nabucodonosor, Sócrates, Platón y Aristóteles, son conocidos en cada rincón del mundo. Todos saben que tales personalidades y tales acontecimientos fueron realidad, en algún punto del pasado, aún cuando no hay nadie vivo que haya visto a estas personas, ni que haya vivido acontecimiento alguno de los referidos.... En general, sabemos discriminar entre cuentos cuyas raíces flotan en la bruma, y eventos históricos reales.


Lo interesante es que, pese a que en relación a otras realidades y personalidades históricas no hallarás persona en el mundo (judíos incluidos) que vacile acerca de que las tales personalidades hayan existido realmente en la historia, o que los tales acontecimientos relacionados con ellas hayan tenido lugar, aún así, en relación a eventos ocurridos al pueblo judío, vacilarán y expresarán sus dudas. Y ello, pese a que ninguno de los eventos considerados "hechos históricos seguros" cuenta con pruebas y testimonios de la calidad de los que respaldan a los eventos fundacionales del pueblo judío *2*.


Hay consenso en cuanto a que los eventos del pasado, o sus rastros, deben ser comprobables por medio de excavaciones arqueológicas, literatura antigua, cartas de la época, dibujos, etc. Quien no se encuentra enterrado en la tierra, o los eventos que carecen de evidencia arqueológica conocida, carecen de credibilidad por completo.


Y no obstante, tal postura es incorrecta. Todos los hallazgos, las cerámicas, los papiros y todos los otros restos, son evidencias de segundo nivel. Eventos que viven en el seno del pueblo, y cuyos detalles son transmitidos de generación en generación, son los que gozan de la mayor de las pruebas: la prueba construida sobre una intensa cadena de transmisión que no cesa.


Los eventos fundamentales en la historia del pueblo judío, los acontecidos en Mitsráim primero, y luego en el desierto, gozan de ambos tipos de evidencia. Repasaremos ambos aspectos, yendo de lo sencillo a lo complejo. Comenzaremos pues por las pruebas históricas, basadas en los hallazgos de la arqueología, y luego recién, nos ocuparemos de cómo los testimonios fueron transmitidos y preservados generación tras generación.



La Arqueología


La investigación arqueológica halla, poco a poco, los eventos del Tanáj en las profundidades de la tierra. Entre vasijas y papiros, reviven los hechos que ya estaban vivos, de por sí, todo el tiempo, cada año, a flor de tierra, en los corazones de los judíos.


No todo es hallable o deducible de las vasijas de barro. Sólo acontecimientos que dejan rastros materiales, son comprobables en las ruinas. La entrega de la Toráh en el monte Sinái, por ejemplo, no es un evento que dejara huellas materiales; por consiguiente, no es la arqueología una herramienta relevante para aprender sobre él. La salida de Mitsráim, por el contrario, y el tránsito por el desierto, son eventos de los que sí es esperable que hayan dejado rastros. La salida de Mitsráim implicó un proceso a cuyo través un imperio poderoso y reconocido sufrió una serie de catástrofes devastadoras, y no por fuerza de ejército enemigo alguno. Un acontecimiento de este tipo tiene que dejar todo tipo de impresiones, ya en la literatura de la época, en las memorias reales, y en los sobrevivientes. No obstante, la falta de evidencias materiales no prueba nada, por dos razones:

1. En primer término, es posible que no se haya excavado y buscado en los lugares correctos, donde las evidencias acaso esperan a que un investigador las revele.

2. Era habitual en la antigüedad que los reyes evitaran dejar todo rastro de sus derrotas. Deseaban ser recordados en el futuro como triunfadores, y no como quienes fracasaron en la defensa de sus pueblos y sus países. No llama al asombro, por consiguiente, que durante muchos años no se haya hallado en Mitsráim señal alguna de los diez azotes, ni de la redención de los hebreos.


Por consiguiente, aún durante todo el tiempo en que no se hallaron restos arqueológicos de aquellos eventos, no había cuestionamiento alguno que fuera válido hacer.

Mas la investigación ha progresado mucho. Y han comenzado a suceder todo tipo de hallazgos que relatan la salida de Mitsráim desde el punto de vista de los egipcios, y desde el punto de vista de la naturaleza muda en la zona de los hechos.


Ante los ojos de los investigadores comienzan a presentarse elementos aislados que, al combinarse, conforman una imagen muy clara, paralela a la descripta en el Taná"j y a la que llegó hasta nosotros por medio de la tradición judía.


Escribe William F. Allbright ("De la Edad de Piedra hasta el Cristianismo", pág. 152): "De acuerdo a nuestros conocimientos actuales sobre topografía del delta oriental, no hay duda de que la descripción del éxodo de quienes salieron de Egipto, tal como se encuentra en el libro del Exodo (Shemót), es perfectamente correcta". El filósofo e historiador Will Durant, por su parte, resume los acontecimientos narrados en la Toráh y dice ("The story of civilization"): "El relato de los judíos, tal como se encuentra en el Tan"áj, ha superado las pruebas de la crítica y de la arqueología. Cada año se agregan nuevas pruebas, a partir de testimonios, monumentos y excavaciones".  Tal como ellos, numerosos historiadores se manifiestan en idéntico sentido. Personalidades académicas como Abraham Melamed, Prof. Nelson Glück, Prof. Mazar y otros muchos, suscriben la misma posición. Para resumir, podemos tomar las palabras del Dr. Iojanán Aharóni ("La tierra de Israel en la época cananea tardía", ed. Min. de Defensa de Israel): "Los nuevos descubrimientos cambiarán por completo la postura tradicional de los investigadores respecto de la Toráh. Ahora, ven en ella una fuente histórica de primer nivel. Su postura no cambió solamente porque entretanto hayan sido descubiertas nuevas fuentes de conocimiento histórico que refrendan los relatos de la Toráh desde el punto de vista egipcio, asirio o cananeo, sino porque las propias descripciones de la Toráh ya no están solas a la hora de comprender cómo era el mundo en ese tiempo. Actualmente, conocemos bien el mapa humano y político del mundo en que tuvieron lugar los hechos, conocemos las costumbres y las normas de entonces tal como están descriptas en la Toráh, los nombres de las personas y los mismos lugares que la Toráh menciona, y todo es coherente con la época y el devenir histórico que la Toráh señala. Ningún escritor o editor podría haber compuesto ni inventado estos relatos, cientos de años después de acontecidos. No queda ningún investigador serio que pueda dudar aún de que el relato tradicional fue transmitido de generación en generación con sorprendente fidelidad hata nuestros días".   


Una de las revelaciones más impresionantes es un papiro egipcio con las lamentaciones de un poeta de nombre "Ifuár", que describe los diez azotes que se abatieron sobre Mitsráim. Iehoshúa Etzion, en su libro "El Taná"j Perdido", describe el papiro de este modo: "En la colección egipcia del museo de Leyden, en Holanda, se encuentra un papiro egipcio antiguo, que fue traducido al inglés por el egiptólogo Alan Gardiner, bajo el título "Admoniciones de un sabio egipcio". El papiro describe una situación de destrucción y devastación, y al parecer de Gardiner, ésto es la descripción del derrumbe que sufrió el antiguo reinado egipcio. Fue Velikovsky quien descubrió la gran similitud entre esta descripción y la narración de los diez azotes que provee la Toráh. El texto egipcio antiguo habla de sangre en la tierra, de ríos de los que se eleva un olor fétido, de edificaciones destruidas por el fuego, de oscuridad y de gran mortandad en la población del lugar".


El papiro desdcribe el modo en que los egipcios sufrieron catástrofes terribles. La descripción atrapa, y corta la respiración. Y su similitud con el relato Toraico de la salida de Mitsráim deja boquiabierto al buen entendedor. A modo de ejemplo: "Plagas en toda la tierra, sangre por todos lados... *3* (...) El río es sangre... (...) Los hombres están sedientos de agua"  *4*.  Y luego: "Los animales lloran en su corazón; el ganado muge y solloza" *5*.  "Fue devastado todo lo que aún ayer se podía ver; la tierra ha quedado como luego de la cosecha del lino"  *6*. Ciertamente, los hijos de los príncipes fueron arrojados al otro lado de las paredes *7*. Las cárceles fueron destuidas; ha habido un gran grito en Mitsráim" *8*.


En el papiro, se lee también que "las sirvientas visten las joyas de las señoras", tal como está escrito (Shemót -Exodo- 3:22): "Y solicitó cada mujer de su vecina y de la que vive en su casa utensilios de plata y utensilios de oro y vestidos".


También la columna de fuego que encabeza el campamento de Israel, se halla descripto en el papiro: "Vé como el fuego se ha alzado alto alto, y su llama va contra los enemigos de la tierra"  *9*.


Persiste aún la polémica acerca de la datación del papiro; pero son cada día más los expertos que se convencen y adoptan la posición según la cual, el papiro fue escrito en la época de la salida de Mitsráim, tal como sostienen Prof. Velkovsky, Iehoshua Etzion y otros.


En su libro "Generaciones en el caos", abunda aún más el Prof. Velkovsky, y relata sobre una piedra que fue hallada en la frontera de Egipto, al lado de El-Arish. Los árabes la utilizaban como pesebre para su ganado. Sobre la piedra se halla grabado, en el lenguaje de los magos egipcios, un escrito que describe, de hecho, el azote de la oscuridad: "La tierra fue gravemente dañada; muy malo fue lo que recibió. Hubo gran pánico y confusión en el palacio. Durante los días del pánico hubo una tempestad tan fuerte, que ni hombre ni deidad podían ver el rostro de su prójimo".


En la continuación, se describe la marcha de Faraón y sus legiones, y allí se consigna que llegaron hasta un sitio llamado "Pí haJirót", tal como especifica la Toráh (Shemót -Exodo- 14:2), ¡que el pueblo de Israel acampó frente a "Pí haJirót"!


En su libro "El Taná"j Perdido", Iehoshua Etzion describe los hallazgos que prueban el largo tránsito del pueblo de Israel por el desierto. Los investigadores descubrieron restos de asentamientos que, de acuerdo a su opinión, no estuvieron habitados por más de una generación, y habitaba en ellos un gran número de gente. El hallazgo más destacado son las numerosas tumbas, y se destaca también la ausencia de fuentes de agua y de graneros. De igual modo, los restos de utensilios hallados corresponden a la época en que el pueblo de Israel permaneció en Mitsráim. Explica Iehoshua Etzion: "El pueblo de Israel salió de Mitsráim, y llevaba consigo utensilios tomados de allí. Esos son los utensilios que han sido hallados en el desierto. Las numerosas tumbas pertenecen a quienes fueron muriendo en el desierto. Está claro, también, por qué no fueron hallados restos de silos para granos ni de fuentes de agua: los hijos de Israel se alimentaban del rocío y bebían agua de un pozo milagroso...".


La salida de Mitsráim y el tránsito por el desierto están, por consiguiente, bien probados y testimoniados. De este modo, provee la arqueología su parte al recuerdo de nuestra salida de Mitsráim.



LA PRUEBA HISTORICA


¿Cómo pasa el relato de generación en generación sin distorsionarse? ¿Cómo podemos asegurarnos de que, con el correr de las generaciones, no se fueron agregando detalles al relato original?


Tomemos como ejemplo el conocido juego infantil llamado "teléfono descompuesto". En este juego, se sientan varios niños uno junto a otro; el primero le susurra una palabra a quien está a su lado, y éste la pasa al siguiente, siempre en secreto; hasta llegar al último, a quien le toca decir la palabra que le llegó en voz alta. Es divertido observar los cambios que fue sufriendo la palabra a medida que se alejó de su fuente original, hasta llegar con frecuencia a ser una palabra completamente distinta una vez completada la ronda. De aquí, la pregunta: ¿Qué impidió que se dieran este tipo de distorsiones progresivas, en la transmisión de los testimonios históricos fundacionales del pueblo judío? ¿Qué "sistemas de defensa" se construyó para evitar que sucediera? Hay ocho sistemas de defensa que es posible construir, y cada uno de ellos se basta para asegurarnos que no se infiltre distorsión alguna en la transmisión del mensaje.


Volvamos al ejemplo del "teléfono descompuesto"; intentaremos construir en derredor suyo nuestros sistemas de defensa, para que sea la palabra original, la que salió del primer niño, la que diga en voz alta el último de ellos al final.


Sistema de defensa número 1: cada niño transmite, junto con la palabra, el objeto que la misma designa. Si la palabra, por ejemplo, es "silla", al tiempo de susurrarla al oído del otro, le entrega una silla. Si quien "recibe", entiende algo diferente de "silla", sabrá inmediatamente que tiene que revisar qué es lo que le fue dicho, desde que hay una descoordinación entre la palabra y el objeto que llegaron hasta él. Un juego de "teléfono" administrado de acuerdo a estas reglas no podrá estar "descompuesto": es seguro que la palabra transmitida por el primer eslabón de la cadena llegará precisa e intacta al final del circuito.


Sistema de defensa número 2: El primer niño, además de transmitir la palabra, entregará al segundo una nota con pistas o mnemotecnias de la palabra elegida.


Sistema de defensa número 3: Cada niño dice la palabra al que le sigue, cincuenta veces. Bajo tales condiciones, seguramente la palabra será recibida y recordada de modo preciso. Puesto que, aún si diez de las cincuenta veces el segundo niño oyera variaciones diversas de la palabra transmitida, en la mayoría de las veces la escuchará correctamente sin duda. Y de la comparación de todas las versiones recibidas emergerá seguramente la palabra correcta; y si así no fuere, tras tanto esfuerzo, pedirá que le sea aclarada cuál es realmente la palabra que debe transmitir a su vez. Bajo tales condiciones, seguramente el juego llegará a su término sin distorsión alguna de la palabra inicial.


Sistema de defensa número 4: Formaremos diez grupos de cinco niños cada uno. Los niños que se encuentran en el primer lugar de cada uno, convendrán entre ellos una misma palabra con la que iniciarán el juego. Si al llegar al quinto niño de cada grupo, todos los "quintos" dicen la misma palabra, sabremos que estamos en lo correcto.


Sistema de defensa número 5: Repetiremos el ejercicio, día tras día de modo idéntico, durante diez días. Cada día con sus estados de ánimo y la capacidad de concentración de cada quien en él. Si al cabo, llegaron todos a los mismos resultados, sabremos que éstos son correctos; y de lo contrario, habrá que revisar.


Sistema de defensa número 6: Se advertirá a los niños que quien falle en transmitir fidedignamente la palabra recibida, será severamente castigado; y por el contrario, quien colabore a preservar la transmisión sin fallas, será generosamente premiado. El temor al castigo y el ansia del premio surtirán su efecto, de resultas del cual todos los niños pondrán su mejor empeño en que no haya ninguna distorsión a lo largo de toda la cadena.


Sistema de defensa número 7: Estimularemos la motivación de los participantes a través de desarrollar en ellos un sentido de responsabilidad, explicándoles cuán importante será su aporte a la sociedad, a la humanidad, etc., si logran ser precisos y no distorsionar la palabra que habrán de recibir. Con ello, nos aseguraremos de qué pondrán lo mejor de sí para cumplir eficazmente con el cometido.


Sistema de defensa número 8: Se requerirá de cada niño comprobar que efectivamente entendió bien lo que le fue dicho. O sea: tras escuchar la palabra del niño anterior, se volverá a él y le preguntará: "¿Acaso has dicho la palabra "silla"?". En este caso, no ha lugar a distorsión alguna.


De hecho, cada uno de estos sistemas de defensa se bastaría para reducir a un mínimo la sospecha de distorsiones en la transmisión. De ahí que, si lográramos crear un juego en que los ocho sistemas funcionaran a una vez.... los niños dirán la palabra, pasarán el objeto, repetirán la palabra cincuenta veces por día durante diez días corridos, se repartirán en diez grupos que llevarán a cabo el ejercicio en paralelo; y todo ésto tras disponer todos de una motivación muy desarrollada para ser fieles a la palabra original, y tras haber recibido nuestra promesa de retribución por el triunfo -y la amenaza del castigo en caso de fracasar-; y también sabrán previamente la importancia trascendente de su misión, y sabemos que pondrán todo de sí para que la transmisión recorra el circuito entero sin sufrir distorsión alguna... agregado a todo ello, junto con la transmisión de la palabra, entregarán cada uno a quien le sigue una nota con mnemotecnias o pistas capaces de despejar toda duda. Bajo tales condiciones, la distorsión se tornará sencillamente imposible.


He aquí que la Toráh, precisamente, fue transmitida de generación en generación, garantida por todos éstos (y otros) sistemas "de defensa", que garantizan sobradamente que nada ha sido falseado ni distorsionado en ningún punto del trayecto.


La continuidad histórica es la "palabra clave" de la investigación histórica, y es la principal causa de que aceptemos acontecimientos del pasado como hechos históricos ciertos. Acontecimientos que se suceden en continuidad, son considerados ciertos. La biografía de alguien como Alejandro Magno, pasa de generación en generación como una historia que se desarrolla ante multitudes. Si fuera un invento posterior, y nadie lo hubiera visto a él en realidad, sería difícil explicarnos cómo fue posible inventarlo, insertarlo en la historia, y convencer a tanta gente de que realmente existió.


La Toráh de Israel llegó hasta nosotros, a través de una continuidad histórica que no tiene parangón en ningún pueblo y en ninguna cultura: no hay relato histórico alguno cuya cadena de transmisión sea comparable a la de la Toráh. No existe un hombre en el mundo que pueda citar, por sus nombres, a las personas de cada generación encargadas de transmitir la biografía de Alejandro Magno. La continuidad histórica en la transmisión de su biografía es completamente vaga; en tanto, la continuidad en la transmisión de la Toráh es nominativa hasta el último detalle: sabemos exactamente quiénes fueron los líderes de cada generación, encargados de transmitir la Toráh a la generación siguiente; sabemos entre qué fechas lideraron al pueblo, y en qué fecha falleció cada uno de ellos y transmitió el báculo de mando a su sucesor. Una sucesión histórica de tan perfecta y clara continuidad, por sí sola, convierte en imposible todo intento de insertar en la transmisión histórica algo que no fue.


Los nombres de los líderes del pueblo, que lideraron la dinastía de la Cabaláh, nos son conocidos, generación por generación. Contamos también con información personal sobre ellos: sobre sus personalidades, sobre lo que solían decir, sobre acontecimientos de que participaron tanto en su vida pública como privada; y en algunos casos, han llegado hasta nosotros incluso descripciones de sus aspectos físicos. Dado tal nivel de detalle, no hay modo de presumir que pudieran insertarse, en ningún punto de la transmisión, relatos tan complejos como el de la salida de Mitsráim, la entrega de la Toráh y el tránsito por el desierto, sin dejar rastros obvios.


La Toráh relata estos eventos hasta el más mínimo detalle. Quienes arguyen que alguien inventó sobre la marcha estos relatos, olvidan que que habría pesado sobre quien así hiciera una misión pesada y tremendamente difícil: convencer a su público acerca de la veracidad de todos los detalles del relato. En general, las narraciones históricas con que contamos proveen información numérica general: cuando se nos habla de las dinastías del antiguo Egipto, tal como los investigadores han concluido que se sucedieron, se nos habla en números "redondos": 2.000 a 3.000 años antes del calendario occidental, por ejemplo. ¿Cómo sería posible, en tales condiciones, precisar más tarde detalles, a nivel de números específicos?


La Toráh, en cambio, está inundada de cifras exactas. La Toráh nos informa el número exacto de soldados con que cuenta cada una de las tribus, tanto cuando ingresan al desierto como cuando salen de él *10*. Si los números no hubieran sido consignados al momento de un censo, y no hubieran sido consignados de modo preciso, ¿cómo habrían producido luego esas cifras, y cómo hubieran convencido a las multitudes de que son reales y de que se las debía tomar por tales?


El relato de la salida de Mitsráim y de la entrega de la Toráh pasan de generación en generación como una continuidad conceptual, apoyada en acciones que son llevadas a cabo sin pausa de modo cotidiano, y en objetos que acompañan a tales acciones (matsáh, hierbas amargas, tefilín, shofár, luláv, etc.) -sistema de defensa número 1-.


Si sabemos que el sistema de defensa de "transmisión del objeto" aseguraría una que el "teléfono" se "compusiera", ¡vaya si podemos estar seguros, cuando contamos con un sistema de defensa tanto más rico y complejo! Nos ponemos cada día los mismos tefilín que se ponían nuestros ancestros. Cada niño, al llegar a su bar-mitsváh, recibe de su padre los tefilín, y se los pone del mismo modo en que su padre lo hace. No es algo que pueda sufrir cambios. Imaginemos a un hombre que llegue hasta la sinagoga, y se ponga tefilín con las "retsu'ót" (las cintas de cuero) hechas de oro.... y que cuando le pregunten el sentido de la singularidad, responda: "es una nueva moda". ¡Lo expulsarán de la sinagoga!. La mishnáh, en el Tratado de Sucáh (cap. 4, mishnáh 9) relata que una vez, en la festividad de Sucót, un Cohén hizo el "nésej" del agua (la libación, que se realiza como ofrenda sobre el altar en Sucót) sobre sus pies en lugar de hacerla sobre el altar, y "todo el pueblo le arrojó frutos de etróg".


Y no se trata de un precepto, ni de una acción individual. Se trata de un sistema completo de acciones realizadas en continuidad, generación tras generación. ¿Cómo sería posible instilar cambios, aún si mínimos, en un sistema que pasa por la realización incesante de acciones idénticas?


Estos testimonios, aún, son acompañados por la transmisión de un documento escrito, que contiene la información fundamental de todos los elementos involucrados -sistema de defensa número 2-. Los testimonios son estudiados una y otra vez, días tras día a lo largo de la historia -sistema de defensa número 3-, tal como lo ordena la Toráh: "y las repetirás a tus hijos"; y como indica la profecía de Iesha'aiáhu (Iesha'aiáhu -Isaías- 59:21): "Y Yo, éste es mi pacto hacia ellos dijo Hashém, Mi espíritu que está sobre tí, y Mis palabras que puse en tu boca, no se aparten de tu boca ni de la boca de tu simiente ni de la boca de la simiente de tu simiente, dijo Hashém, desde ahora y mientras haya mundo", tal como ese sistema de defensa en el que el niño repite la palabra que recibe cincuenta veces. De este modo, no hubo un año en la historia en que no se compusieran cientos de textos que se ocupan, entre otros, de estos temas a partir de la Toráh. No pasó un sólo día sin que miles de niños judíos, sus padres y sus maestros, se ocuparan de estos temas que estamos tratando.


La cadena de generaciones a cuyo través se transmiten estos testimonios no es una única cadena, sino una red de cadenas, distribuida por el mundo entero -sistema de defensa número 4-, parte de las cuales estuvieron desconectadas del resto durante muchos siglos, y aún así, pasado ese tiempo retornaron todos, provistos de la misma Toráh escrita, la misma Toráh oral, los mismos seis órdenes de Mishnáh y el mismo Talmud Bablí, los mismos 613 preceptos y los mismos fundamentos de fe. El caso se asemeja al ejemplo de los varios grupos paralelos en el juego del "teléfono descompuesto": no tiene sentido pensar que, simultáneamente, acaeció la misma distorsión en todos y cada uno de los grupos.


Cada día, retornan los judíos a las mismas plegarias, y a los mismos preceptos -sistema de defensa número 5-, y así cada shabát, y cada inicio de mes, exactamente tal como en el ejemplo del "teléfono", cuando el mismo ejercicio es repetido durante varios días de corrido y siempre con el mismo resultado: eso probará que el mensaje fue transmitido de modo preciso.


Los transmisores de la Toráh se ocuparon de su misión con una seriedad y dedicación supremas -sistema de defensa número 6-. Dijo Rabí Ishma'El a su discípulo Rabí Meir, que era "sofér stá'm" (escriba de los textos sagrados): "Hijo, sé muy cuidadoso en tu labor, pues tu labor es trabajo del firmamento; si llegaras a poner una letra de menos, o una letra de más, estarías destruyendo el mundo entero" (Talmud de Babilonia, Tratado de Eruvín, hoja 13).


Los transmisores de la Toráh entendieron siempre la importancia extrema de su función, y se dispusieron a todo esfuerzo necesario para que su transmisión fuera perfecta y precisa. Tuvieron éxito más allá de toda expectativa razonable, si consideramos que la copia de la Toráh es realizada manualmente, letra por letra. Considerando que la Toráh incluye más de trescientas mil letras, cada copia de semejante documento es posible que traiga consigo cierto número de errores, que se multiplicarían con el número de las copias. Al cabo de algunos años, sería esperable hallar gran número de "versiones", que tienen letras y aún palabras diferentes entre sí. De hecho, en otros libros copiados, entre ellos libros cuyos copistas tenían un alto interés en conservar la precisión, aparecieron con el tiempo muchas distorsiones, cambios, y con ellos, distintas versiones. El Evangelio, por ejemplo, libro fundamental del cristianismo, es un libro relativamente corto (unos ciento cuarenta mil caracteres), y su edad no pasa de los novecientos años. ¡Existen hoy día ciento cincuenta mil versiones del Evangelio!. Y la Toráh de Moshéh, el doble de largo y de edad varias veces mayor, fue preservado completo, en todas las etnias y en todas las comunidades de Israel, sin diferencias sustantivas *12*.


Hay numerosos testimonios, a lo largo de la historia, de judíos dispuestos a perder todas sus posesiones con tal de salvar un ejemplar de la Toráh. Judíos que saltaron en medio de las llamas para salvar la Toráh de un incendio.


El judaísmo desarrolló una motivación extraordinaria por transmitir el mensaje de modo exacto y preciso -sistema de defensa número 7-, y se pronunció abundantemente acerca del mérito radicado en el estudio y la transmisión exacta. Esta motivación se expresó, a lo largo de toda la historia y en todas las comunidades de Israel, en la completa entrega de los judíos al cumplimiento de cada detalle de los preceptos. Las madres judías construyeron alrededor de la Toráh de Israel una muralla defensiva magnífica, llamada "mesirút néfesh" (entrega completa de sí). Estas madres educaron a sus hijos y les dijeron: "Si vinieran enemigos y les dijeran: cumplan con todos los preceptos, estudien Toráh; solamente borren una única letra de la Toráh; y eso para demostrar que no estáis completa y plenamente involucrados y comprometidos en la completitud absoluta de la Toráh....", dijeron las madres a sus hijos: "Antes morid, mas no cambiéis nada"....


Para nuestro gran dolor, fueron concedidas al pueblo judío innúmeras oportunidades para probar con sangre su entrega a la Toráh de Israel y al E-lokím de Israel; un nivel de entrega al que no se pudieron sobreponer ni los cristianos ni los musulmanes, ni sus decretos ni sus reyes despóticos; ninguno de ellos pudo vencer la entrega suprema de Israel a su Toráh. Abundan los relatos de "mesirút néfesh" que acompañan a la historia judía, como el de aquellos cuatrocientos niños que se arrojaron al mar antes que transgredir severas prohibiciones de la Toráh, en la época del dominio romano; tal como se encuentra descripto en el Midrásh Rabáh sobre Eijáh (Lamentaciones). Y en el medio, las cruzadas y todas las expulsiones, épocas en que los medios de supervivencia de los judíos fueron degradados hasta el mínimo y aún debajo de él, cuando bastaba con un gesto, con una palabra apenas, para disfrutar de todos los beneficios que aguardaban a quien renegara de la Toráh... Muchos fueron condenados a muerte por los opresores, por "traición", por mantenerse en la Toráh y no cejar. Y no sólo grandes sabios de la Toráh, sino también muchos "hombres simples", hombres del pueblo a quien nadie podía doblegar y apartar de la Toráh. También en nuestros tiempos, en los días oscuros y terribles de la ShoAh (Holocausto), muchos judíos continuaron elevando su plegaria, estudiando Toráh y cumpliendo los preceptos... ni las prohibiciones ni la amenaza de muerte y torturas aún más amargas que la muerte, pudieron con ellos: también bajo las condiciones más duras y terribles, continuaron los judíos estudiando Toráh y cumpliendo las mitsvót   *13*.


Estas descripciones no son sólo relatos de vigor y firmeza, ni testimonios de la personalidad de un pueblo que es fiel a sus valores. Estos relatos concurren a probar la exactitud y la precisión del modo en que la Toráh es transmitida: si se entregaron siempre por completo a la Toráh y no estuvieron dispuestos a ceder un sólo detalle ni una sóla letra, ¿cómo podría suceder que los preceptos de la Toráh sufrieran alguna distorsión? Y si alguien hubiera intentado agregar algún detalle a algún precepto (y ni hablar de inventar un precepto nuevo por completo), habría sido inmediatamente desplazado. ¡Ni una letra se habría permitido nunca agregar a la Toráh!


Todos estos elementos se unieron para conformar un sistema de defensa incomparable en términos de fortaleza, y de certificación de que no puede haber habido la más mínima posibilidad de cambio, de falseo, ni de distorsión.


Y al llegar la noche del Séder de Pésaj (la noche de "pascua"), cuando nos sentamos ante una mesa servida y comemos la misma Matsáh (el pan ázimo) y el mismo Marór (las hierbas amargas), y bebemos las mismas cuatro copas de vino, tal como hicieron durante todas las generaciones.... comenzamos con el relato de la Hagadáh, sabiendo que cuanto se halla escrito en la Hagadáh, junto a todos los símbolos que nos rodean, no sólo estuvieron siempre en el pasado, sino que también están vivos y presentes en nuestro corazón, hoy.... y para siempre.



Notas:


1. Relatos Jasídicos de la Shoáh, en inglés, Iafah Eliach.

2. En realidad, ésto no debe maravillarnos, considerando que intentan dar por no ocurrida la propia Shoáh (el Holocausto nazi), cuando aún viven entre nosotros decenas de miles de sobrevivientes que pueden brindar su testimonio personal; y muchos de quienes ya no se hallan entre nosotros llegaron a prestar también su propio testimonio. La razón de ésto es sencilla: quienes intentan refutar la Shoáh, son con quienes intentan sustraerse a las conclusiones obligadas de ella. Eventos históricos como la salida de Mitsráim y la entrega de la Toráh en el monte Sinái, obligan; y por tanto, es cómodo para muchos cuestionarlos en un intento de sustraerse a ellos.

3. página 2, líneas 5-6

4. id., línea 10

5. página 5, línea 5

6. id., línea 12

7. página 4, línea 3

8. página 12, línea 10

9. página 7, línea 1

10. Por ejemplo, en el libro Bamidbár -Números- cap. 2, vers. 5-6: "Y quienes acampan sobre él, la tribu de Isasjár.... y su ejército... cuatro y cincuenta mil y cuatrocientos" (!!!); o en el versículo 15, el conteo de la tribu de Dan: "Y su ejército y sus subordinados cinco y cuarenta mil y seiscientos y cincuenta", y así en el caso de todas las tribus.

11. Mediante esta idea es posible responder, de paso, a una pregunta muy frecuente: ¿por qué se nos ordenó orar de acuerdo a una fórmula fija, y realizar los mismos preceptos, las mismas actividades cada día? De hecho, eso produce que la rutina nos debilite. ¿No sería mejor que el culto al Creador fuera espontáneo, y emergiera naturalmente del corazón? Sin que ésta sea la razón profunda para la práctica de las fórmulas fijas, de hecho, descubrimos que hechos y enseñanzas que vuelven permanentemente sobre sí mismos representan un sistema de defensa potente, que asegura la transmisión exacta de la Toráh, sin distorsión alguna.

12. Hay casos de letras específicas en lugares específicos, que no cambian en absoluto ni el sentido del texto ni la cantidad de palabras de la Toráh, que se han hallado cambiadas en algunas comunidades.

13. Revisar en el libro de Iechiel Gernteschtajn "HaGuevuráh haAjéret", y en la serie de libros de Iehoshúa Aibshitz, "Bikdusháh ubigvuráh".


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