01 noviembre 2005

Kolót: BORGES ANTE EL NAZISMO

BORGES ANTE EL NAZISMO
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Monday, 31 de October de 2005, 23:43
 

BORGES ANTE EL NAZISMO

Un estudio de Gómez López-Quiñones

publicado en El Dominical, El Comercio, Lima, 17.07.2005


Sobre Borges y su relación con “el compromiso”, aquel fetiche tan traído a menos por el marxismo más ramplón, se ha dicho mucho, pero con poca exactitud. La idea de un hombre, Borges, desprovisto de pasiones políticas que tanto trajinaron sus enemigos más enconados, terminaron por fatigar la posibilidad de revertir este supuesto.  Alonso Rabí Do Carmo


Muchos de sus críticos no repararon siquiera en palabras como éstas, que hubieran celebrado seguramente en boca de sus preferidos, pero las dijo Borges: “Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomentan la idiotez. Botones que balbucean imperativos, efigies de líderes, vivas y mueras prefijados, muros exornados de nombres, ceremonias unánimes, la mera disciplina usurpando el lugar de la lucidez (…). Combatir esas tristes monotonías es uno de los muchos deberes de un escritor”.

Sin embargo, un reciente libro del crítico español Antonio Gómez López-Quiñones viene dispuesto a obrar con justicia en este tema. El volumen, titulado precisamente Borges y el nazismo: Sur (1937-1946), analiza por un lado la percepción del problema judío en tiempos del nazismo desde la esfera del poder en Argentina y, por otro, revisa rigurosamente la serie de textos publicados por Borges en la revista Sur, todos ellos una abierta crítica a la brutalidad hitleriana, así como algunos de sus relatos, fábulas que rechazan abiertamente el orden totalitario.

Por cierto, no podemos olvidar otro ingrediente: la gran admiración del escritor argentino por la tradición cultural judía, algo que evidentemente creó lazos más que empáticos con este pueblo, especialmente frente a la horrorosa experiencia del holocausto. Esto, sin duda, tiene que haber influido en dos cosas: en la identificación que practica Borges entre Hitler y la más atroz zafiedad y aquella que atribuye al pueblo judío la condición de un creador espiritual y cultural de primer orden.


Tampoco deberíamos dejar pasar que postulaciones tan caras a Borges como la representación del universo en un libro, “el libro”, provienen de la cábala judía. Uno de los relatos de Borges que más proximidad tiene con el universo cabalista es “La biblioteca de Babel”, como apunta Marcos Ricardo Barnatán en su edición de Narraciones (Cátedra. Madrid, 1999): “La búsqueda de un libro que tiene sentido entre los innumerables libros que componen la biblioteca puede simbolizar la búsqueda del nombre, de la fórmula que los cabalistas buscaban para acelerar el advenimiento de los tiempos mesiánicos”.

Contexto problemático

En los años anteriores al estallido de la Segunda Guerra –a inicios de la década del 30-, muchos gobiernos argentinos no hicieron gran esfuerzo no solamente por ocultar su simpatía hacia el nazismo, sino también por obstruir, casi sistemáticamente, cualquier gestión que favoreciera la inmigración de judíos europeos hacia su territorio.

Hacia 1935, como relata Gómez en su libro la situación de los judíos en Europa había empeorado notablemente y es entonces cuando James G. Mc Donald, comisionado para refugiados de la Liga de Naciones, solicita a Argentina una apertura de fronteras para 25 mil judíos, todos pertenecientes a familias burguesas, sin aparente apremio económico ni profesión de ideas políticas radicales.

La negativa del gobierno argentino decepcionó a Mc Donald, quien en su informe refiere que la política del país era manejada por una élite criolla simpatizante del nazismo y una minoría de origen ario-alemán, muy  poderosa  económicamente.  Por  otro



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lado, en 1939, había una enorme desproporción entre la bienvenida que se daba en Argentina a miles de trabajadores centroeuropeos arios, frente a la lista de espera de refugiados judíos, que aumentaba dramáticamente. Ni siquiera en 1940, cuando la matanza en los campos de concentración ya era conocida, el gobierno argentino declinó en su actitud de cierrapuertas para los judíos.

Algunas respuestas

Es en este contexto que algunos intelectuales argentinos levantan la voz contra el nazismo, además de hacerlo, naturalmente, contra la guerra. Borges y los escritores nucleados en la revista Sur, que dirigió Victoria Ocampo, no fueron la excepción. Entre 1937 y 1946, Borges publica en Sur seis artículos donde deja sentada su posición en contra de la barbarie nazi: “Una pedagogía del odio” (mayo de 1937), “Letras alemanas: una exposición afligente (octubre de 1938), “Ensayo de imparcialidad” (1939),  “1941” (diciembre de 1941), “Anotación al 23 de agosto de 1944” (1944) y “Nota sobre la paz” (julio de 1945).

A estos artículos, hay que sumar el relato “Deutsche réquiem”, que forma parte de El aleph (1949), en el que desmonta y pone al desnudo todas las falacias del nazismo.

En estos textos, Borges pone en evidencia una postura profundamente ética ante el ejercicio del poder y cuestiona las triquiñuelas ideológicas de régimen nazi. En “Pedagogía del odio”, por ejemplo critica acremente la edición de un texto preparado para los niños alemanes en los que se invita al odio al judío; en “Letras alemanas; una exposición afligente”, pone el dardo en una historia de la literatura alemana que ha suprimido varios nombres Brecht y Kafka entre ellos-, por el hecho de tener procedencia judía. “Ensayo de imparcialidad” es un ataque a los comentaristas políticos argentinos filonazis. “1941” es un descarnado análisis de la grave situación europea y, también, una muestra de espanto ante el demencial expansionismo promovido por Hitler, mientras que “Nota sobre la paz” propone una mirada escéptica sobre los valores y estereotipos de la nacionalidad –que en la Alemania nazi se extremaron más


allá de la locura- y advierte el peligro de que esto se repita, pero entre los aliados. Nota sombría e inquietante, en medio de la esperanza y la alegría por el final de la guerra.

Deutsche réquiem” condensa, en clave de ficción, todos estos temas. Este relato se presenta bajo una mascarada: la autobiografía del militar nazi Otto Dietrich zur Linde, quien a través del relato de su ascendencia en la que abundan las proezas militares, pretende legitimizar el salvajismo nacionalsocialista. Así, Borges construye el relato de un héroe,  pero la ironía es tal, que lo que terminamos de leer es más bien la imagen degradada de éste. La crítica al nazismo, nuevamente, es explícita.

Por supuesto, la exposición abierta de su preferencia por la causa aliada, le traería más de un problema. Si antes del fin de la guerra tuvo que soportar los embates e insultos de la derecha más conservadora; después de la conflagración, con Perón al mando del país –cuya ideología Borges deploró-, sus enemigos se cobraron la revancha, con la humillación empuñada para vengarse de un intelectual cuyo único delito fue permanecer al margen del delirio por el modelo fascista.

Una de las consecuencias fue que un funcionario del peronismo decidió sacarlo de su puesto de bibliotecario para nombrarlo inspector de aves de corral. El escritor, haciendo gala una vez más de su fina ironía, renunció al nuevo cargo, declarándose incompetente para ejercerlo.

Después de revisar las apasionadas páginas de Borges y el nazismo:  Sur (1937-1946) ignoro si alguien podría seguir pensando en Borges como un hombre sin compromisos. Desde mi modesto entender, ésta es una idea que, creo, debemos deplorar.

“¿Yo, judío?”. Una página del autor

“En 1934,  un grupúsculo de extrema derecha acusa a Borges,  desde las páginas de la revista Crisol,  de tener ascendencia judía.  El escepticismo religioso de Borges fue el causante de este ataque frontal por parte de ciertos sectores conservadores que identificaban la religión católica,  la ascendencia española y el orden social como el destino último y supremo de la Argentina. La reacción de Borges no tarda en llegar desde las


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páginas de la revista literaria Megáfono con un breve artículo titulado “Yo, judío”.  En este texto, Borges recoge y acepta con ironía el guante lanzado por sus acusadores, evitando cualquier tipo de autoexculpación. Borges asume el insulto y lo resignifica. Esta respuesta debió sorprender a sus detractores, especialmente en un momento histórico de efervescente nacionalismo de marcado carácter antisemita. Borges volvería a practicar esta estrategia cada vez que se cuestionó su posible ascendencia judía.


Para  él, la  posibilidad  de  pertenecer  al  errante  pueblo  de  Israel  nunca  supuso  un  motivo  de  ignominia  o  mancillamiento, sino  por  el  contrario  una  razón  para  el  alborozo  y  el  regocijo  intelectual. Unos  años  más  tarde, el  14  de  enero  de  1978, Borges  pronuncia  unas  palabras  en  un  diario  de  Caracas, El  Universal, que  posteriormente  no  han  dejado  de  ser  citadas: ‘Siempre  lamenté  no  ser  judío’”.

 

 

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