07 agosto 2006

Kolót: EL SIGNIFICADO DE ESTA GUERRA: PARA QUE LA HUMANIDAD PIDA AYUDA

EL SIGNIFICADO DE ESTA GUERRA: PARA QUE LA HUMANIDAD PIDA AYUDA
de Fabian Spagnoli - Sunday, 6 de August de 2006, 21:56
 

Hemos ubicado en el mundo de internet, el siguiente articulo, que es uno de los pocos que literalmente habla de preludio de la Tercera Guerra Mundial (redacto esto con todo lo que significa el poder de la palabra; el texto dice "la guerra entre la luz y las tinieblas, entre las libertades reivindicadas por las sociedades occidentales y los dogmas anclados en el medioevo que el islamismo extremo exhibe...).

Que el lector saque sus conclusiones y la humanidad toda, tome conciencia de pedir Ayuda.

Una guerra ideológica que no admite compromiso

Mario Wainstein

Pese a lo que vienen asegurando los comentaristas en diversos lugares del mundo -desde los comunicados emitidos al cabo de la cumbre llevada a cabo en Washington entre el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y el primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, y hasta los trágicos sucesos de Kana- no es nada seguro de que el cese del fuego sea inminente. No sería la primera vez que la realidad no se conduce como le mandan hacerlo algunos periodistas, y para colmo siempre los mismos.

En todos los discursos de Bush no se mencionó el cese de fuego inmediato. Se habló de la necesidad de llegar a él, pero se insistió en que se deben tratar las causas de la conflagración y que el cese de fuego debe ser duradero. Condoleezza Rice vino, se enojó, tuvo que vivir el drama de Kana, regresó y todavía no hay programas inmediatos.

Por suerte. Porque es muy probable que aunque Estados Unidos decida que se debe cesar el fuego ya ahora, en forma inmediata, sin ningún tipo de definición en la contienda, lo que quiere decir que Jizbalá presentará los resultados como un triunfo suyo, si ese fuese el pedido de Washington, su fiel aliado Israel lo desobedecería y con justa razón.

Esto es lo que se desprende del tipo de alianza que existe entre ambos. El mundo entero ha calificado a Israel no sólo de aliado, sino de esclavo incondicional de Estados Unidos, para quien hace los trabajos sucios del imperialismo. Creo haberlo escrito incluso en la jerga correcta, aunque probablemente debería haber agregado ``yanki´´ después de ``imperialismo´´.

Pero eso no es así, o no del todo así, o no precisamente así.

Sucede que Israel es un pequeño país, uno de los más pequeños del planeta, y el único que desde su creación en 1948 es ideológicamente amenazado en forma constante, no por un problema de fronteras, ni porque haya un país lindante que reclama un determinado territorio para sí. Esto no es un conflicto como el que podrían mantener Chile y Argentina en torno al Canal del Beagle, o Japón y China en torno a Manchuria. Hay un grupo de naciones que consideran que Israel como tal no tiene derecho a la existencia e insisten en que la solución es su eliminación. Hoy prefieren hacerlo en forma eufemística porque no es políticamente correcto decir, como hace apenas algunos años, que ``arrojarán a los judíos al mar´´, aunque el presidente de Irán, a quien no le gusta ir a la moda, sigue diciéndolo con claridad: ``Hay que borrar a Israel del mapa´´.

La política israelí desde siempre consistió en tratar de que sus intereses vitales coincidan con los circunstanciales de alguna potencia y si es posible, los de muchas. Al comienzo fue precisamente la Unión Soviética quien creyó que le convenía un Israel independiente. Poco más tarde, cuando ese espejismo desapareció, fue la Francia complicada en Argelia la que pasó a ser el aliado de Israel. Durante la Guerra Fría, la frontera israelí con Siria y Egipto pasó a ser la frontera global de un mundo bipolar, y a partir de entonces y hasta ahora, Estados Unidos vio en Israel su gran baluarte. Israel no defiende los intereses norteamericanos, como no defendió anteriormente los soviéticos o los franceses. Cuando no hubo ya más coincidencia, se separaron los caminos. Nosotros estamos embarcados ahora en una guerra en la cual nos va la vida. Que nadie nos pida una claudicación, porque aunque coincida con los intereses de nuestros mejores aliados, para nosotros se trata de una cuestión de vida o muerte y, que nadie se ofenda, no la aceptaremos.

La terrible matanza de Kana no cambia para nada la situación. Esta guerra no se ha hecho menos justa ni menos crucial para nosotros por ese lamentable episodio. La valentía consiste en hacer lo que se debe aunque vaya en contra de la corriente y en contra de lo que quisiéramos que sea. Esta vez la valentía consiste en seguir una guerra que todos quieren que cesemos y que nos lleva a situaciones terribles y desagradables, que en cualquier otra ocasión rechazaríamos sin pensarlo dos veces.

Lo que tenemos que entender, al menos nosotros, ya que el mundo prefiere no entenderlo, es que estamos en una guerra que es el preludio de la Tercera Guerra Mundial, en la cual ya estamos inmersos desde hace un tiempo pero que recién ahora es frontal. Los que llaman a ésta ``Guerra del Líbano II´´, se equivocan e inducen a error. El Líbano no tiene nada que ver con esto, es sólo el terreno en el cual se desarrolla la acción, así como según los místicos el cuerpo es sólo el vehículo que transporta al alma.

Este es el lugar del mundo en el cual se enfrentan los dos enemigos protagonistas de la gran guerra, la guerra entre la luz y las tinieblas, entre las libertades reivindicadas por las sociedades occidentales y los dogmas anclados en el medioevo que el islamismo extremo exhibe ahora como bandera. Así como la Guerra Civil Española fue la antesala y anuncio de la Segunda Guerra Mundial, la que libramos ahora en el norte y en el sur lo es de la Tercera. Pocos lo entendieron entonces, pocos lo entienden ahora.

Al igual que aquella, también esta guerra es ideológica, casi religiosa y por eso no tiene una solución de compromiso sino la capitulación de una de las partes. No hay flexibilidad en la demanda fundamentalista religiosa que exige la desaparición, por ahora de Israel, más adelante de otras cosas. No hay flexibilidad en la postura israelí de permanecer con vida como Estado judío.

De aquí que, en mi modesta opinión, no hay solución negociada: lo que acepte uno será rechazado por el otro. Israel puede aceptar una propuesta que incluya cese de fuego, retirada de Jizbalá al norte del Litani e ingreso de una fuerza multinacional combatiente. Israel puede aceptarla como un todo, con la condición de que sea aceptada como un todo también por la otra parte.

Jizbalá no puede aceptar esos términos, porque Nasrala deja de ser el supuesto defensor de la soberanía libanesa para convertirse en un modesto líder político sin fuerza militar, que debe defenderse desde su postura minoritaria de las crecientes acusaciones de haber destruido el país. Irán no puede aceptarlo. Si lo acepta, Israel ha triunfado. Si no, la lucha deberá continuar hasta la victoria.

Sin una victoria, Israel corre un peligro mortal. Cuando a David Ben Gurión le preguntaron después de la Guerra de los Seis Días si creía que esa había sido la última guerra, se limitó a responder que la última guerra, con seguridad, será la que ganen los árabes. Si Jizbalá sale de este trance con lo que para él es la luz de la esperanza de que se puede vencer a Israel, nadie firmará ninguna paz e incluso los acuerdos ya firmados corren peligro. Por eso, Israel tiene una sola opción y es la victoria.

Una victoria que militarmente debería haber llegado ya, si el Ejército israelí se hubiera preparado para esta guerra de verdad en lugar de hacer el infame papel de policía de represión en los territorios palestinos ocupados. Pero esa es otra cuenta, que deberemos saldar después de la victoria.

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