06 agosto 2006

Kolót: Margarita Mathiopoulos International Herald Tribune

Margarita Mathiopoulos International Herald Tribune
de Fabian Spagnoli - Sunday, 6 de August de 2006, 13:46
 

BERLÍN Líbano e Israel

 

Estuve en Beirut hace sólo 5 semanas- o toda una vida, tal y como se miden las cosas en Oriente Medio. Me enamoré de una, en su día, bella ciudad que estaba en todo momento recreándose a sí misma lentamente, lejos de los escombros de una guerra civil larga y sangrienta, y de anteriores batallas entre palestinos e israelíes en sus calles.

 

La energía y la vitalidad de un Líbano renacido parecían especialmente diseñadas como el modelo de los beneficios de la democracia en el mundo árabe.

 

 

Pero, estando una tarde en el balcón del hotel Le Vendome, me encontré a mí misma sintiendo una fuerte desconexión al contemplar el mediterráneo, hermoso y calmado, así como el paseo marítimo abarrotado que se extendía a su lado, y al mismo tiempo contemplar las ruinas de los edificios destruidos por la enorme bomba que asesinó a Rafik Hariri, el anterior Primer Ministro del Líbano.

 

Sólo entonces descubrí que la arquitectura imaginativa, los bulevares románticos y la gente cosmopolita que veía en Beirut formaban parte de un timo monumental, un pueblo “Potemkin” cuyas relucientes fachadas escondían la realidad de que el orden judicial del Gobierno democrático del Líbano nunca tuvo vigencia más allá del centro de Beirut.

Hezbolá siempre fue un estado dentro de otro estado: el sur de Beirut, el Valle de Bekaa y el tercio inferior del Líbano han sido dirigidos por Hezbolá, no por el Gobierno en Beirut. Las tropas sirias se marcharon, pero el miedo a Siria, el espíritu de Siria, era aún dominante.

 

En un país que había sido ocupado y explotado por Damasco durante décadas, me sorprendió encontrar muchos libaneses – shiís y sunís, drusos y cristianos – quienes con mucho gusto declaraban que los sirios eran sus líderes y modelos, los cuales debían ser respetados y admirados.

 

Metida en la retórica de la democracia y de un nuevo comienzo para el Líbano, me costó un tiempo entender que los libaneses, tanto el Gobierno como los ciudadanos, carecían de voluntad y medios para controlar Hezbolá, y mucho menos para cumplir con las disposiciones de la Resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU.

 

Los militantes de Hezbolá en el Líbano vencieron fácilmente al débil y dividido ejército del país. Y con los representantes del grupo tanto en el Parlamento como en el Consejo de Ministros y su muy bien visto compromiso con la lucha armada contra Israel, ¿cómo podrían ser las cosas de otro modo?

 

Hezbolá es un grupo terrorista militante de alcance global, profundamente implicado en el crimen organizado internacional y con células terroristas incrustadas en países tan diversos como Argentina, los Estados Unidos, Sierra Leona y Tailandia.

 

La única esperanza para los libaneses era que, quizás, la comunidad internacional se deshiciera de Hezbolá por ellos, o al menos que impidiera la inevitable reacción de Israel a las provocaciones de Hezbolá. Cuando los libaneses contemplan la ruina de su país, entienden entonces cuan vanas eran esas esperanzas.

 

Para entender por qué esas esperanzas eran tan inapropiadas, resulta útil hacer una pausa y mirar el mundo a través de los ojos de los israelíes.

 

Viviendo sobre las faldas de un volcán que entra en erupción a intervalos regulares, continuamente condenados por todo el mundo, enfrentados a oponentes que no sólo quieren derrotarlos en la batalla, sino destruir su nación y su gente; la porporcionalidad nunca ha formado parte del vocabulario israelí.

 

Aunque los israelíes hace tiempo que están acostumbrados a escuchar llamamientos a su aniquilación desde diversos grupos terroristas, las declaraciones del nuevo Presidente radical de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, que van desde su sumamente provocadora negación del Holocausto hasta sus repetidos llamamientos a la destrucción de Israel, y su destacada búsqueda de armas nucleares, pusieron el dedo en una profunda llaga psicológica.

 

Demasiados occidentales descartaron las declaraciones de Ahmadinejad por considerarlas retóricas, pero los israelíes sabían que en Hezbolá y en Hamás tenía las herramientas para intentar llevar a cabo y cumplir sus ambiciones.

 

Con su único aliado, los Estados Unidos, debilitado por una mal concebida y ejecutada guerra en Irak, con grupos terroristas consagrados a su destrucción controlando su territorio del norte y del sur, soportando frecuentes ataques con cohetes y sufriendo la humillación del secuestro de sus soldados, la respuesta de Israel fue, tanto en la forma como en los criterios, moderada.

 

Mientras Hamás y Hezbolá enviaban misiles descontrolados contra los civiles, Israel lanzaba folletos para alertar de sus inminentes ataques y bombardeaba blancos escogidos, no indiscriminados. Para los israelíes, esta es una respuesta proporcionada.

 

Ahora que el Líbano yace abatido, ¿qué se debe hacer para salvar lo que queda de su democracia y su economía?

La comunidad internacional, y la Unión Europea en particular, perdieron una oportunidad de oro para desarmar a Hezbolá tras el magnicidio de Hariri y la subsiguiente retirada de Siria del Líbano.

 

No podemos cometer otro error. Primero tiene que haber un alto el fuego permanente. Éste debe ser vigilado no por las habitualmente cuestionables fuerzas de la ONU para mantener la paz, los empobrecidos ejércitos del tercer mundo que sólo desplegan a sus soldados por la paga diaria, sino por una robusta fuerza pacificadora con tropas de combate de la OTAN, Rusia y otras de primer orden, desplegadas no sólo para observar, sino también para luchar si tienen que hacerlo.

 

Solamente una fuerza como esa, desplegada sobre el terreno, respaldada por la auténtica voluntad política de hacer uso de ella, puede obligar a Hezbolá a desaparecer disolviendo su milicia, volando sus bunkers, destruyendo su arsenal y ayudando al Gobierno libanés a cerrar sus santuarios.

 

Siria e Irán necesitan que se les diga que las nuevas intromisiones en los asuntos internos del Líbano y los intentos de guerra por poderes a través de Hezbolá, Hamás o cualquier nuevo grupo terrorista conllevarán el aislamiento internacional y duras sanciones económicas.

 

Hay un papel que Alemania debe desempeñar en esto. Sola entre los máximos poderes europeos y organizaciones internacionales, no se ha visto comprometida por un apoyo excesivamente generoso a ninguna de las partes. Mientras la relación especial de Alemania con Israel es bien conocida, su relación con los estados musulmanes por toda la región ha sido siempre cercana y amistosa.

 

A pesar de que en última instancia son los Estados Unidos quienes deben gestionar el acuerdo final, hay lugar para que la Canciller Angela Merkel tenga su primera experiencia en la diplomacia de intermediación. Con las manos limpias y una reputación como política compasiva capaz de construir compromisos factibles, puede identificar las compensaciones que todas las partes tendrán que realizar si las muertes, tanto en el Líbano como en Israel, finalmente van a cesar. Se necesita un intermediario honesto. Berlín puede proporcionarlo.

 

Margarita Mathiopoulos, jefa ejecutiva de EAG European Advisory Group, es profesora de política internacional de Estados Unidos en la Universidad de Potsdam y presidenta del Forum Transatlántico del Partido Democrático Libre (FPD) de Alemania.

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