21 febrero 2006

parashah: Parashát Itró, por Rav Daniel Oppenheimer - No robarás

Parashát Itró, por Rav Daniel Oppenheimer - No robarás
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Tuesday, 21 de February de 2006, 21:20
 
Parashát Itró
No robarás

por Rav Daniel Oppenheimer

Esta semana leemos en la Torá una de las secciones más famosas y conocidas aun por aquel que sabe tan solo lo más elemental de judaísmo.  Son los diez mandamientos.  (Es triste decirlo, pero muchos judíos ni siquiera los conocen).  Entre aquellos diez mandamientos, uno de los más difundidos universalmente es el que demanda: “¡No robarás!”.
(Antes de seguir con el tema, quiero aclarar que la prohibición a la cual se refiere en los diez mandamientos - de acuerdo a lo que explican los Sabios - no se remite a aquel que roba gallinas, ni a aquel que asalta un banco a mano armada, sino a aquel que secuestra a una persona.  La prohibición de robar bienes materiales, está en Vaikrá (Levítico 19:11 y 19:13) con las palabras “lo tignovu” y “lo tigzol”.  Sin embargo, dado que la gente habitualmente atribuye la prohibición del robo común a esta lectura, trataremos el tema aquí).
 
¿A qué se llama robar? La respuesta aparenta ser sumamente simple a primera vista.  Es más.  La gran mayoría (si no la totalidad) de la gente que nos rodea y nosotros mismos opinamos no ser ladrones.  Y lo decimos con toda honestidad y con la conciencia tranquila.  Nunca figuramos en las páginas de las noticias policiales, tampoco “le metimos la mano en el bolsillo” a nadie y, por lo contrario, más de uno de nosotros fue víctima de algún robo, hurto o asalto en algún momento de nuestras vidas, lo cual nos pondría del lado de “los buenos”, es decir, de las víctimas inocentes y no del lado de los ladrones.
 
Sin embargo, la Torá no es tan condescendiente con nosotros.  En realidad, la razón por que no nos auto-denominamos ladrones es precisamente porque hay tantos “peces gordos” de los cuales uno lee diariamente, que si alguna vez no fuimos del todo perfectos, lo nuestro sería “cosa de chicos” en comparación con los “bandidos de verdad”.
Es allí donde origina nuestro error.  El “ser mejor que otro” - en la Torá - no significa nada.  D”s nos dio leyes (en este caso sumamente estrictas), y nos podemos evaluar únicamente con la vara de nuestro propio potencial...  y nada más.  La moralidad de los demás, o la falta de ella, es problema de la conciencia de ellos y de quienes están encargados de juzgarlos.  Obviamente, en virtud de nuestra comodidad, no sólo nos evaluamos a nosotros mismos con parámetros subjetivos y relativos, sino que aprobamos y criticamos la conducta de las demás personas con aquel mismo metro.
 
¿A qué se denomina entonces “robar” de acuerdo a la Torá?
Pasaremos a enumerar varios ejemplos de los menos difundidos:
Quien hace perder tiempo a otra personaHay una “cola” en el banco para abonar la cuenta de gas.  Justo en aquel día hay muchos vencimientos y la “fila” es de media cuadra.  Mientras Jorge camina haciendo un cálculo mental de los 45 minutos que demorará en llegar a la ventanilla para pagar, ve al vecino que ya le falta poco para llegar a saldar sus facturas.  Se acerca y lo saluda afectuosamente (la primera vez en su vida que se acuerda de aquella máxima de los Sabios de la importancia de buscarse un buen vecino...) y le hace entrega de la cuenta a pagar con el efectivo.  El vecino, muy “gaucho” le ahorra los 45 minutos...  robados a 45 personas a razón de 1 minuto por persona.  ¿A esto se califica como “robar”?  No, es peor: pues el dinero se puede devolver, pero el tiempo no.
 
Jorge vuelve del casamiento del sobrino que realmente estuvo brillante...  especialmente la sidra casher que se sirvió al final.  Son las cuatro de la mañana.  Sale del ascensor conversando en voz alta como si fuese pleno día.  Los vecinos tienen un día difícil por delante y están durmiendo...  o lo estaban haciendo hasta que llegó él a su palier y los despertó.    ¿A esto se tilda como “robar”?  No, es peor: pues el sueño tampoco se puede devolver.
 
En la oficina de Marta todos tienen mucha confianza.  Para todo.  La lapicera en la cartera de Marta es de la oficina.  Asimismo, el papel sobre el cual escribe sus cartas personales.  Los llamados telefónicos para organizar las salidas con sus amigas, los encuentros de los fines de semana, las colectas que hace “como voluntaria” para las causas más nobles, los hace desde su escritorio con el teléfono y el tiempo por el cual se le paga para que esté trabajando.  Al “trompa” seguramente no le importa – así cree ella - , pero, “por si acaso” que no le guste, cuando pasa por allí, Marta “corta” con los llamados telefónicos que está haciendo y vuelve a su trabajo... – hasta que se vaya su superior.  (“Estoy ayudando a los necesitados, es una gran Mitzvá...” razona Marta).
 
El Talmud califica a la persona que utiliza objetos ajenos sin permiso, un “sho’el sheló mida’at”, como ladrón.  Si bien esta es la regla, hay casos permitidos al tratarse de cosas insignificantes que todos autorizan o de objetos para cumplir una Mitzvá por lo cual se supone que el dueño estaría ciertamente de acuerdo en que se utilizaran para ese fin...  siempre y cuando se devuelvan a su lugar indicado y no sean llevadas afuera, y no se hafga de esto una costumbre.  (Nunca entendí a la gente que se cubre la cabeza con kipot con la inscripción de una de las sinagogas que visitaron, como así también los Sidurim de una sinagoga que “caminaron” solos a otra sinagoga).  Para esta ley, como para todas las otras se debe estudiar a fondo las Halajot pertinentes.
 
La organización X se dedica a atraer gente para que retorne al judaísmo.  Sin duda, una tarea noble y virtuosa.  En el folleto que están por sacar para esta próxima fiesta, copian para la tapa un diagrama de un libro conocido.  ¿Plagio? Seguramente D”s lo perdonará.  ¿Cómo? ¿Que en la Torá no dice que “el fin justifica los medios”?   No lo sabía.
 
Saludar.  ¿Es cuestión de cortesía, de amabilidad, modales que impuso la sociedad?  Dice el Talmud (Brajot) que quien quita el saludo al otro es como si le hubiese robado al pobre (lo poco que queda para quitarle - su dignidad de ser humano).
 
¿Qué anduvo haciendo en los ratos de ocio de estas vacaciones? ¿Su visita obligada al casino? ¿Qué quiere Ud. que haga, acaso, con todos estos días de lluvia?  Aparte que la “timba” es divertida.  Pues...  ¿qué quiere que le diga? El Talmud debate sobre el tema de si los timberos (aun los no profesionales) son, o no considerados, aptos para declarar como testigos...
 
Y un tema más antes de cortar por hoy.  Gneivat Da’at (lit: hurto de percepción) es como denomina el Talmud el engañar a la gente “aparentando”, p.ej.  entrar al negocio a consultar precios, cuando no se tiene la más mínima intención de comprar.
 
Bueno.  Esto es “no más” lo relacionado con el robo.  Igualmente, la Torá habla del que hace “bicicleta” con los acreedores (Lo Ta’ashok), del que interfiere directamente en el negocio del otro (Lo Tasig Guevul Reaj’á), del que engaña (veLo Tonú Ish et Amitó), del que codicia los bienes ajenos (Lo Tajmod, Lo Tit’avé)...
 
Quien se crió considerado que la viveza criolla es una virtud, tiene un serio desafío delante suyo.  No solo deberá revisar sus proceder en tantas instancias que se le presentan cotidianamente, sino que deberá modificar su entera cosmovisión y su actitud de veneración del dinero como un valor superior. 
 
Hace muchos años, me acuerdo haber visto una caricatura de un niño que se paseaba montado sobre su burro sosteniendo un palo largo en sus manos. En el extremo delantero del palo, había colgada una zanahoria que el burro miraba ansiosamente y caminaba continuamente para alcanzar. Pero, evidentemente, a medida que avanzaba el burro, también se alejaba la zanahoria que el burro nunca llegaría a comer...
El burro tampoco entiende de espejismos y no sabe por qué la zanahoria lo elude y se aleja más y más.  Por algo es burro.  ¡Cuántos entre nosotros actuamos igual, sin biológicamente ser burros, permitiendo que nuestras vidas transcurran mirando y ansiando zanahorias inalcanzables!
 
¿Difícil?  No lo es si se lo propone corregir.  Siempre es mejor que dejar las cosas como están.

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