TETZAVE - EL DISFRAZ: HOMENAJE A LA VESTIMENTA por Malcah Canali 5767 de David Maloof - Wednesday, 13 de February de 2008, 19:15 | |
B''H De Malcah para la QuebutzahShabbat Zajor 5767EL DISFRAZ: HOMENAJE A LA VESTIMENTAEl jueves por la noche, mientras algunos estudiosos estemos iniciando la quinta lección de nuestro Curso de Hebreo, se habrá terminado el ayuno de Ester y vuestra "morah" (maestra) se habrá tomado un bocadillo... con sabor a gloria, de forma que será capaz de enseñaros algunas palabras sin soñar con el verbo "leejol" que significa "comer" ni con el verbo "shoteh" que significa "beber". Se desprende una constatación: nuestros estudios cuentan con la protección de los Ángeles. A estas alturas ¿habrá quien lo pueda dudar? Por lo visto, algunos "sabios" dijeron que este ayuno sólo les corresponde a las mujeres, pero yo recuerdo que mi padre (cuya memoria es bendecible) solía decir: "¡La reina Ester, que como todas las mujeres, hablaba demasiado, dijo que ayunase todo el pueblo. Así que... ¡a jod..." (empleaba un verbo de tres sílabas, cuyas dos últimas se me han olvidado... que sí, ... que se me han olvidado...¡igual alguno de vosotros puede reconstituir la palabra original!) ¡Vale Amigos! El ayuno de Ester se habrá acabado el jueves, a las 20h (hora de Madrid), cuando empezaremos a comentar el significado de algunas palabras que contienen la letra Pé, como Purim (la fiesta de Ester) y la asombrosa sincronización que, este año, nos obligará a iniciar la lectura de la Meguilah (el Rollo de Ester), el sábado por la noche, inmediatamente después de proceder a hacer la havdalah (ceremonia por la que se marca la separación entre el día santo y los profanos). Si alguno de vosotros se cree que hablo marciano, por favor... ¡que se mentalice de que sólo empleo alguna palabra hebrea que se puede traducir aproximadamente a cualquier otro idioma y cuyo significado está al alcance de cualquier terrícola dotado de sentido común! Os ruego que no os extrañéis por el tono jocoso que empleo. Es simplemente que llega Purim, fiesta algo carnavalesca, durante la cual está mandado aumentar la alegría, divertirse e, incluso, beber un poquito más de la cuenta. De todas formas, la fiesta empieza por un ayuno... ¡precaución! Volvamos a "Tetzaveh", título de la sidrah: la palabra significa "manda, ordena". Este año, pues, la lectura se hará entre el ayuno y el principio de la fiesta jocosa. El shabbat que precede Purim se llama Shabbat Zajor, es decir, del recuerdo, porque en él debemos cumplir con el precepto de recordar a Amalec, el pueblo que atacó a los hebreos cuando se dirigían hacia la Tierra Prometida. Amán, el ministro del rey Asuero, que intentó exterminar a los judíos en la época de dicho rey, descendía de Amalec y su derrota, conseguida por el lvalor y la nobleza de la reina Ester, ha dado origen a la fiesta de Purim. Hay una relación con la travesía del desierto y la promulgación de la Torah. En Tetzaveh, el Eterno no se dirige a Moshé según las fórmulas acostumbradas, tales como: "Di a los hijos de Israel..." o "háblales..." Aquí emplea el verbo mandar. El versículo reza: "Tú, manda a los Hijos de Israel..." Evidentemente la categoría de Moshé como jefe indiscutible del pueblo se ve reforzada por esta orden que se refiere, en primer lugar, al aceite sagrado que debe ser perfectamente puro para arder en las lámparas del santuario y, como se verá en el capítulo 29, para ungir a los sacerdotes. En la parashah de Terumah, cuando el Eterno describía con todo lujo de detalles la construcción del santuario, lo hacía enumerando materiales inertes, cuya sustancia no sería modificada por su presencia en la Tienda de Asignación, pero ahora habla de aceite, es decir, un producto destinado a consumirse en las lámparas o a penetrar en la piel del sacerdote, aunque sea sólo parcialmente; en todo caso a transmitirle su energía. Digamos que, ahora la Voz Divina se refiere a un objeto destinado a asumir una función activa: arder para mezclarse al aire ambiente o transformar a hombres del común en sacerdotes. Los sacerdotes son seres separados del resto de los mortales y que están destinados a cumplir con una función santa. No podemos por menos de constatar que el Dio ha dado un paso cualitativo muy importante en Sus exigencias. En cierto sentido, se puede decir que, en términos espirituales, hemos pasado de lo inorgánico a lo orgánico. Esto viene refrendado por el texto. En efecto, el capítulo 29 se abre con la exigencia de un sacrificio sangriento acompañado por una oblación, o sea, ofrenda de comida de origen vegetal. Este sacrificio y esta oblación, como todas las ulteriores, habrán de realizarlos los sacerdotes, que, por cierto, todos serán descendientes de Aarón, es decir, unidos entre ellos por un lazo de sangre. Ahora bien, los sacerdotes no podrán penetrar en el santuario, ni cumplir con el servicio divino sin haber revestido las prendas de ropa minuciosamente descritas en el capítulo anterior y que han de ser confeccionadas por los "sabios de corazón". Así como el santuario debe ser obra de la generosidad, de la nobleza de los hombres cuyo corazón late al compás de la bondad y de la sincera devoción, la vestimenta sacerdotal ha de ser obra de corazones sabios. ¿Qué es un corazón sabio? Es aquel que comprende el valor espiritual de la obra material, la necesidad de que sea perfecta para traspasar el umbral del alma y transformar en energía el trabajo bien hecho y acabado. El entender la autenticidad de esta transmutación es lo que permitirá a los insignes artesanos dotar al Sumo Sacerdote y a sus adláteres con ropa y ornamentos cargados del vivificante fluido que, concentrado en los nombres de las tribus de Israel, ascenderá desde el corazón del pontífice hasta las alturas donde mora la Benevolencia Suprema. Gozar de semejante bendición es ciertamente un privilegio incomparable y que nunca se perdería si los seres humanos se mantuvieran a la altura de la santidad. Pero los seres humanos, no sabemos mantenernos a esta altura, somos pecadores, nos gusta la facilidad con todas sus tentaciones, de las cuales regatear con la pureza y comportarnos como la gente que ignora los mandatos de la santidad, son ciertamente las dos más fuertes. Regatear con la pureza: esta tentación la conocemos hoy en día en un grado excepcionalmente alto, pero es muy vieja. Se suele presentar en términos de indulgente sabiduría: "Bueno, es cuestión de detalles insignificantes... total, un poco más, un poco menos, es igual, lo importante es la intención. D.os no es mezquino, no va a andar calibrando, etc..." Así es como baja cada día el nivel espiritual de la población. Al final, todo vale, y si el Eterno no se conforma es porque no es tan bueno como Lo presentan. Los buenos de verdad son los... los únicos que presentan el vicio como virtud (bueno, la palabra "virtud", en nuestra época, está terminantemente prohibida...; ¡a que no la oís nunca en los discursos oficiales o los debates televisivos!... se habla de "comprensión", de "tolerancia", de lo que sea, menos de virtud. Porque el vicio, que ya no existe, se llama "enfermedad" pero la virtud no se le llama "salud". Si hay gente que no entiende es porque carece de comprensión.) La segunda gran tentación es la que consiste en "hacer como todo el mundo". Aquí, las racionalizaciones perversas son innumerables y van desde: "¡Qué listos son ellos! A su lado somos unos retrasados mentales, presa de temores infantiles, de supersticiones oscurantistas y deformados por una educación alienante que nos lleva a creer en una Voz Divina que nos explica cómo son las cosas, mientras que "ellos", siempre sin creer en nada, adoran la todopoderosa casualidad y nos abruman con sus disquisiciones sobre el invencible determinismo que rige con mano de hierro el funcionamiento de todo cuanto existe. (Puede que entendáis de qué van estas chillonas contradicciones, pero en esto no os puedo ayudar porque yo tampoco lo entiendo). El caso es que cuando nos entregamos al disfrute de las tentaciones, nuestro nivel espiritual cae en picado y no tardamos en encontrarnos en una sociedad que nos veda toda posibilidad de vivir abiertamente según los dictados de la Torah. Entonces nos tenemos que disfrazar de materialistas que adoran el dinero, la comodidad, el desenfreno, etc... todos estos ídolos a los que se debe rendir a diario un tributo de abyección. Muy a menudo, nos asquea la situación en la que nos encontramos. Nos asquea y nos duele. Recuerdo una mañana... estábamos reunidas más de veinte mujeres para una entrevista de trabajo. Yo, como todas, me había puesto lo mejor que tenía, porque, como en todas estas cosas, la competencia era secundaria. El aspecto primaba. Una mujer dijo: "Lo que me he gastado en ropa y peluquería! ¡Con el poco dinero que tenemos en casa!" Se había disfrazado, como todas. El empleo no lo tuvimos ninguna porque no existía, era un enredo de la empresa. La reina Ester también se había tenido que disfrazar de pagana. Le costó unos esfuerzos ingentes volver a subir las gradas de la dignidad, pero con la ayuda de su tío, Mordejai, que en aquel momento asumió la función reservada al Sumo Sacerdote, pudo movilizar a todos los judíos y, con este corazón colectivo que siempre palpita entre todos los justos del mundo, sean o no sean judíos, alcanzó la victoria. Aquello fue y sigue siendo posible, porque, debajo de nuestros disfraces, conservamos intacto el recuerdo de la ropa santa que reviste el alma sacerdotal. De esto no hay quien nos despoje porque somos más tontos que malos y El Eternos nos ama ¡Bendito sea Él! |
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