03 agosto 2006

parashah: Parashát VaEtjanán, por Rav Daniel Oppenheimer - DIA DE LOS PADRES

Parashát VaEtjanán, por Rav Daniel Oppenheimer - DIA DE LOS PADRES
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Wednesday, 2 August 2006, 10:23 PM
  Parashát VaEtjanán
DÍA DE LOS PADRES

por Rav Daniel Oppenheimer

Desde pequeños se nos ha inculcado que hay dos días del año que se denominan uno el “día del padre” y el otro “día de la madre”. Esto existe en numerosos países y está instalado en la sociedad como una regla inamovible. Llegada esa fecha, los hijos deben: demostrar a sus progenitores que los aman, visitarlos y hacerles llegar alguna clase de atención.
A primera vista, esto parece ser una muy buena costumbre. Los comerciantes, incluso, esperan esta fecha - como muchas otras – para levantar un poco la venta y decoran sus vidrieras alusivamente. En las escuelas, los niños preparan en su taller algún obsequio para llevar a sus hogares. Por su lado, los padres – a veces olvidados en residencias para ancianos – aguardan con ansias ser recordados por sus hijos (que suelen tener tantas otras obligaciones....).
Se puede decir hasta que “queda muy mal” en nuestra sociedad, olvidar tan importante fecha. Al menos una vez por año, los hijos deben demostrar consideración y cariño a sus padres.

¿Qué podemos decir los judíos al respecto? ¿tiene este momento un significado especial?
En Parshat Va’etjanán, volvemos a leer los 10 mandamientos que Moshé reitera al pueblo antes de morir. Allí nuevamente encontramos que entre los primeros cinco, se halla el deber de honrar a los padres. En esta oportunidad, la Torá agrega ciertas palabras: “Honrarás a tu padre y a tu madre, tal como te lo ordenó D”s, para que se extiendan tus días...” (Devarim 5:16).
El mero hecho de que este precepto figure en los 10 mandamientos que el pueblo escuchó durante la Revelación Di-vina en Sinaí, le otorga una categoría especial. En realidad, toda la Torá es uniformemente importante. Sin embargo, D”s eligió colocar a esta ley en un marco exclusivo. ¿Por qué?
Es posible que, dado que este precepto posee un asentimiento superficialmente universal, la gente lo tomaría como una “buena costumbre” que corresponde “por lógica” humana. Esta lógica está basada en el agradecimiento que debería tener cada ser humano por todos los que lo favorecieron o socorrieron en alguna situación de apremio – cuánto más los padres quienes se preocuparon “mil y una veces” en su niñez y adolescencia e hicieron “todo por su hijo”. Si bien los comentaristas de la Torá mencionan también esta razón como sustento de este canon de la Torá – y efectivamente el sentimiento de agradecimiento es un valor sólido a través de toda la enseñanza del Judaísmo, el precepto no se reduce ni se limita a esta trascendental percepción. La Torá lo convierte en una ley. Una ley que no se reduce a ciertas ocasiones especiales, sino que abarca y se aplica en todos los días del año y se extiende mucho más que un obsequio o una visita. La Torá exige de cada hijo e hija, honrar a sus padres en pensamiento (considerarlos y estimarlos como personas célebres y notables), en palabra (hablarles de manera respetuosa) y acción.
La razón por la cual en la segunda lectura de los 10 mandamientos se agregan las palabras “tal como te lo ordenó D”s”, es precisamente para que no creamos que el aprecio que correspondemos se debe a nuestra gratitud por los favores recibidos o por la enseñanza que adquirimos de ellos. En el desierto, los judíos aprendimos la Torá de boca de Moshé y recibimos nuestro sustento diario de Manos de D”s. A pesar de ello, estamos obligados a honrara los padres “tal como te lo ordenó D”s” (por el solo hecho que D”s lo dispuso – aun si no existieran “razones” y argumentaciones adicionales).
Una ley tiene mucho más alcance que las sensiblerías. No obstante, los Sabios reflexionan acerca de un detalle particular, que nos permitirá comprender aun más el valor que otorga la Torá a esta norma: no hay Brajá para recitar antes de cumplir con esta Mitzvá.
¿Porqué no se bendice antes de cumplir con este deber, del mismo modo que se bendice con una Brajá antes de llevar a cabo otras Mitzvot (preceptos)?
Hay distintas opiniones al respecto. Quiero mencionar el criterio esbozado por ciertas autoridades: La razón por esta omisión se debe a que se puede bendecir por una Mitzvá que se estima podrá hacerse cabalmente. En el caso del honor a los padres – dada la exigencia de la Torá al respecto – es muy factible que nos “quedemos cortos”, y no obedezcamos tal como se nos exige. En el Talmud se describen ciertas situaciones extremas en las que los Sabios se esmeraron con gran dedicación y en escenarios muy difíciles para no faltar la consideración debida a sus padres. El Talmud dictamina que aun todo ello no alcanzaba para salir airoso con lo preceptuado.

Esto que decimos es independiente de otra leyes que la Torá menciona acerca del vínculo con los padres. En otros párrafos de la Torá, se habla del respeto reverencial que debemos a nuestros progenitores y ciertas obligaciones adicionales a las cuales no nos dedicaremos en este fascículo.

Una de las cosas que más llama la atención es el hecho que la Mitzvá de honrar a los padres está inserto en los diez mandamientos entre los primeros cinco, es decir entre aquellos que vinculan al ser humano con D”s (p.ej.: no idolatrar, no jurar en vano, respetar el Shabbat) en lugar de estar incorporado a las últimas leyes que lo relacionan con el semejante (no matar, cometer adulterio, robar, dar falso testimonio, codiciar). La respuesta a este enigma radica en que los padres son – o deben ser – un primer paso para el respeto de veneración y adhesión a D”s.

En este sentido, es importante entender que no les hacemos ningún favor a nuestros niños cuando los despojamos de oportunidades en honrarnos. El honor que brindan los hijos no es ni debe ser una necesidad del ego de los padres. Los padres representan frente a sus hijos toda su historia, la transmisión de la Torá y son la cara visible de su acervo. El hecho de que deban respetarlos es un medio de entrenamiento para aprender a respetar a la mayor de todas las autoridades: D”s mismo.

Existen numerosos factores que atentan en contra de tan elemental Mitzvá:
Uno de ellos – si bien pocos lo reconocerán como tal – es la renuncia voluntaria a la autoridad de padres. ¿Cómo sucede eso?

En primer lugar, desde el momento en que - como padres - se crea un vacío de vínculo, de mensaje y de afecto, automáticamente se está cediendo el espacio a otras “autoridades” (léase: compañeros, ídolos de los medios, etc.). Aun más grave es, cuando la concesión de mando e influencia se torna activa: se le presta credibilidad automática y casi ciega a todo lo que se expresa en los medios, se le brinda a la T.V. un lugar de honor en la casa y se calla sumisamente cuando dice algo de interés (un respeto al que - como miembros de la familia - frecuentemente no accedemos con facilidad).

Le sigue a este flagelo la falta de un modelo claro a seguir. Toda ausencia de un rumbo lúcido y admirado en el cual se crea sinceramente, presta lugar a que lo ocupen alguna de las tantas creencias que buscan adeptos.

Asimismo, perjudica la conducta “nivelada” de muchos hogares. Si bien la democracia es el menos perjudicial y atroz de los regímenes de gobierno que conocemos actualmente, en el sistema doméstico la total “horizontalidad” de opinión que se vive, no distingue entre la experiencia de vida de los padres, y la relativa ingenuidad e inocencia de los hijos. Obviamente, esto les impide no caer en los mismos errores en los cuales ya cayeron sus padres.

Uno de los momentos más críticos en que se siente la falta de respeto, es – habitualmente – la adolescencia de los hijos. Es correcto y sano que los hijos deban emanciparse de los padres paulatinamente. Sin embargo, en la sociedad “moderna” se supone que esta autonomía se logra únicamente contradiciendo la voluntad de los progenitores. De este modo, creen muchos jóvenes, o se lo hacen creer los demás – uno es “alguien” (= libre).

Es triste decirlo, pero el respeto a los padres, como un valor primordial, ha caído en desgracia a ojos de nuestra sociedad. Esto se debe a numerosos factores. Como padres, nos sentimos incongruentes al momento de “exigir” respeto de los hijos. Sentimos que el respeto debiera “venir solo” y que nuestro afecto por los hijos debiera ser reciprocado automáticamente por ellos. Pero - como dicen – “un padre mantiene a diez hijos, pero diez hijos no mantienen a un padre”.

¿Qué podemos hacer los padres para reforzar el respeto de los niños hacia nosotros? Si bien muy posiblemente nos sintamos solos en este emprendimiento, sugiero que en la medida que se respetan los padres mutuamente, que respetan a los abuelos (sus propios padres y suegros) y que respeten a los padres de los compañeros (en su carácter de autoridad de sus propios hijos), esto dará un ejemplo de tácito a lo que debe ser y se espera de ellos.

La autoridad de los padres debe ser natural, no forzada. La emancipación de los jóvenes puede y debe ser natural – sin necesidad de rechazo a los padres y a sus posturas. Si el modelo de los padres fuera lógico y creíble, y no se transmite con absolutismo y arrogancia (“porque yo lo dije”), permitirá a los hijos seguirlos con más confianza. La propia humildad de los padres – que no hacen más que cumplir con la autoridad máxima – D”s -, permite ver a sus padres como seres humanos “de carne y hueso”, quienes aspiran a crecer del mismo modo en que se lo exigen a sus hijos.
En ese sentido también, los Sabios nos advierten a no ser demasiado rigurosos en demandar respeto, si no es necesario. La idea es que no se convierta en una carga insoportable para los hijos.

Respecto a la diferencia en el trato asimétrico que existe entre padres e hijos a nivel afectuoso, no debemos olvidar las palabras del Mijtav Me’Eliahu (de Rav Eliahu Dessler sz”l en Kuntres haJesed) que dice que “dar abnegadamente - provoca a que uno ame a quien se está brindando” – y no a la inversa.

Por último, “Hakarat haTov” – gratitud, es un tema siempre difícil de digerir, pues la altanería humana hace creer que uno se humilla al aceptar ayuda ajena que demuestra – indirectamente - la limitación propia. Cuánto más grande y constante el favor – más la probabilidad que sea negado. Tanto más, cuando uno se acostumbró desde pequeño a recibir y se supone que todo lo que los padres hacen por sus hijos es “obvio”...

¿Día del padre? ¿día de la madre? ¿día del niño? Son los 365 días del año.

No hay comentarios.: