16 agosto 2005


Todo está escrito; y estamos aquí para aprender a leer Editorial de Retorno
Entre la Tierra y el Cielo: el trabajo sagrado de los hombres


Queridos amigos:
solo nos resta verlo, y para ello hay que vivirlo
Los
días que van desde la segunda noche de Pésaj hasta Shavuót son llamados
"Sefirát HaOmer": la cuenta del Omer. A lo largo de 49 noches, contamos
el paso del tiempo y, a su través, avanzamos por un camino de
crecimiento espiritual. Cuarenta y nueve son los niveles de impureza en
que se arrumbó el pueblo de Israel durante su estancia en Mitsráim:
simétricamente, cuarenta y nueve serán los niveles de sacralidad y
entendimiento que atravesaremos al prepararnos, desde nuestra
liberación en Pésaj, para recibir la Toráh en Shavuót.

Cuentan
nuestros sabios que Rabí Akiva tenía doce mil parejas de alumnos. Era
la suya la mayor academia de Toráh de su tiempo; se estudiaban en ella
las enseñanzas que recibiera Moshéh en el monte Sinai, y predicaba Rabí
Akiva con su propio ejemplo la necesidad de adoptar vitalmente la
Toráh, hacerla parte de uno, encarnarla, "aterrizarla" en la vida real.
La tarea de in-corporar la Toráh es ardua: requiere, por un lado, la
completa anulación del ego frente a La Voluntad del Creador, y por
otro, una clara conciencia de la individualidad, del carácter único e
irrepetible de éste que hemos venido a ser desde que nacimos a la vida.
Pero sus alumnos, arrobados por la magnitud de la Verdad, llegaron a
tal punto extremo de "hitbatlút", de auto-anulación, que se tornaron
incapaces de seguir refiriéndose, unos a otros, como individuos dignos
de atención y capaces de determinación alguna. Disolvieron las raíces
que les mantenían atados a esta vida y se tornaron ajenos a ella; y un
año, durante los días que van desde Pésaj hasta Shavuót, dejaron este
mundo a manos de una peste que les ultimó súbitamente.

Durante
los días del Omer, guardamos luto por ellos. Veinticuatromil luminarias
de Toráh que desaparecen de este mundo en pocos días no pueden, más
allá del luto, no llamarnos a reflexión. Ante la pregunta inmediata,
nos respondía días atrás el Rav Azriel Tauber, en Banaij Tsión: "no
murieron como 'castigo' por haberse perdido el respeto, sino como
'consecuencia' directa de haber abandonado" todo punto de vista que
pudiera mantenerlos atados a la vida terrena. Trascendieron; antes de
su tiempo completaron el camino y se fueron. Y el luto que mantenemos
es porque sus almas no volvieron más hasta nosotros, y nos falta la
fuerza de su Toráh.

En las parashiót de esta semana, Ajarei
Mot-Kedoshím, volvemos a plantearnos el fallecimiento reciente de los
hijos de Aharon, el sumo sacerdote hermano de Moshéh. Nadáv y Avihú
ingresaron al área más sagrada del Templo, del Mishkán, y
quemaron un "ketóret", un incienso, que no había sido expresamente
dispuesto en el orden sagrado. El incienso, que muda el aroma y a
través de ello cambia por completo la comunicación del alma con el
Creador, está sujeto a reglas estrictas, cuya transgresión es penada
con la mayor severidad. Mas por fuera de las distintas explicaciones
que rastrean las bases del pecado cometido, que les hizo merecer la
muerte inmediata, el Or HaJaím explora el móvil que les llevó a exceder
su función sacerdotal. Y en su exploración, halla que sencillamente "no
pudieron evitar entregarse" a la belleza, la dulzura, el deseo, la
proximidad,... en el nivel espiritual al que habían arribado, ya no les
fue posible hallar reposo ni sosiego ni placer en la realidad material,
y corrieron apasionadamente rumbo a donde sabían que el más alto elixir
les aguardaba.

Nos cuenta el Talmud que "Cuatro ingresaron al
Pardés", al Prado de la Sabiduría. Uno murió; uno enloqueció; uno se
entregó a la herejía. Sólo Rabí Akiva, "entró y salió con shalóm". Los
otros tres, se vieron absorbidos por la fuerza del descubrimiento, por
el remolino vertiginoso de la verdad que muda todo de sitio
repentinamente y saca de quicio al deseo. Rabí Akiva entró con Shalóm,
con paz y completitud; entró sabiendo con qué propósito ingresaba,
sabiendo que uno no puede quedarse allí y seguir vivo. Preservó su
shalóm, y salió, para ser el más grande de nuestros sabios hasta hoy.

Hemos
relatado tres casos, que tienen una misma inquietud en su raíz, y que
caen en el mismo tropiezo. Leemos en nuestra parasháh (Vaikrá -Lev.-
XVI,8) que Aharón, el Sumo Sacerdote, toma dos chivos en Iom Kipúr, y
echa suertes sobre ellos: uno será consagrado a D's, y el otro, a
Azazél, al ángel que tiene por trabajo someter a prueba al Bien y a la
Verdad, intentar derrumbarlos, tentarlos, hacerlos fracasar. El que
sale sorteado para su consagración a D's, es sacrificado sobre el altar
del Templo en una ceremonia sagrada. Sobre el otro, extenderá Aharón
sus manos y confesará todos los pecados de Israel, y lo enviará con
ellos, vivo, al desierto, a que expíe y dé ocupación a Azazél, para que
éste no pueda sabotear el trabajo sagrado de Israel en el día de la
expiación (de este pasaje nace la expresión "chivo expiatorio"). Hecho
todo lo cual, se procede ya a la limpieza, a la purificación. Purgado
el mal, se da la bienvenida al Bien y a la luz con la mayor dedicación.

Así
funciona el trabajo espiritual de Israel: cada paso, cada obra, cada
instancia de crecimiento, debe contemplar el "arriba" y el "abajo".
Para que haya consagración del alma, se debe atender también al cuerpo,
porque hemos venido a vivir sobre la tierra y a lo largo del tiempo, y
no nos es propicio abandonar los requerimientos de quienes somos
"abajo" para atender solamente a la pasión por el "arriba". Nadáv y
Abihú, hijos de Aharón, se sienten compenetrados en su función
sacerdotal, en su proximidad al Creador, y olvidan que son hombres
sometidos al dictamen de la Toráh. Los discípulos de Rabí Akiva
aprenden toda la Toráh, y se anulan a sí mismos ante la magnificencia
de la Verdad. No se atreven a caminar otro paso hacia delante y recrear
la Toráh desde su propia vida: el éxtasis es más fuerte que la
compulsión a actuar, a hacer, que el recuerdo de la propia y humana
misión sobre la tierra. Otro tanto, los sabios que ingresan al Pardés,
que por vía de meditación sagrada acceden a que les sea develado el
enceguecedor brillo de la Verdad: olvidan por completo a qué llegaron
hasta allí, olvidan quiénes son, nada quieren saber ya de los zapatos
que dejaron allá abajo vistiendo aquellos pies.... y se pierden en su
viaje para siempre.

Sólo Rabí Akiva, de todos ellos, aprehende
para sí la verdad. Cada mínima porción de sabiduría que adquirimos,
tiene aplicación práctica en esta vida que hemos venido a redimir.
Comemos, alimentamos al cuerpo, para dar soporte al trabajo del alma.
Trabajamos por nuestro pan, para ser capaces del oficio sagrado.
Ejercemos el más profundo amor, uniéndonos en matrimonio para dar
cumplimiento a la re-unificación, consagrándonos en la Toráh. Todos los
oficios del cuerpo y de la mente hallan asidero en el crecimiento
espiritual, y nos dirigen hacia la más plena consagración. No; no es
por vía de anular quien cada uno es, sino de tornar sagrado cada
pensamiento, cada paso, cada acción, que daremos cumplimiento a la
verdadera y más completa redención.

"La cabeza en el cielo, y
los pies", caminando rumbo a donde la cabeza indica, "sobre la tierra",
es la fórmula del quehacer de la Toráh. Desde la más completa
autenticidad y sin desmayo, obreros de la Creación, haciendo propicia
la construcción del Mikdásh, del Templo que conectará por fin alma y
cuerpo, materia y espíritu, tiempo y verdad, en íntima e irrevocable
unión. En eso estamos trabajando durante estos días del Omer: en
consagrar la acción de cada instante, en tornarnos hábiles en el
ejercicio de la Verdad.

Con vosotros mis brajót, desde una Ierushalaim luminosa,


daniEl I. Ginerman, y todo el equipo de Ieshivah.Net editor@ieshivah.net




El verdadero sentido de participar de la Verdad


Todo está escrito; y estamos aquí para aprender a leer APRENDIMOS EN LA GUEMARA ESTA SEMANA


Shlujo shel Adam kemotó
El
"shelíaj", enviado o delegado, de alguien, es para la ley como el mismo
que lo envió. O sea, por ejemplo: si A solicita a B ir hasta donde se
encuentra la prometida de A y consagrarla en matrimonio para él y B lo
cumple, en ese preciso momento, A se transformará en un hombre casado,
aún si estuviera a miles de kilómetros de distancia.

Ein sheliaj lidvar aveirah
No
se contempla (a la hora del juicio) que una transgresión haya sido
cometida por uno, por delegación de otro. Para el cumplimiento de una
mitsváh (un precepto), un hombre puede designar un "shelíaj", un
enviado u delegado que lo haga por él. En ese caso, la mitsváh será de
quien la ordena, y no de quien la hace, que es delegado del primero.
Pero si uno solicita a otro la comisión de un delito, de una
transgresión, a la hora del juicio será culpable quien efectivamente
realizó la acción; porque nadie puede alegar haber recibido de un par
la orden de transgredir el mandato de la Toráh, que está por encima de
la voluntad de los hombres, y permanecer impune.





Todo está escrito; y estamos aquí para aprender a leerNADAMOS JUNTOS RUMBO A CASA
por Rav Dorón Rosilio

Hermanos amados!

Han
pasado largas semanas desde la última vez que les escribí, y estoy muy
feliz de retornar y contarles lo que siente mi corazón. Mi corazón se
llena de emoción y de vida intensa de saber que es el momento de
compartir con ustedes mi sentir y mis pensamientos, porque somos todos
un único cuerpo que late y vive y respira; y así lo podemos sentir
antes de toda comprensión intelectual: la maravilla del pueblo de
Israel, disperso en todo el mundo, chispazos de luz errante con
mentalidades distintas, distintos idiomas y hasta aspectos diversos....
y todas las diferencias se tornan insignificantes ante la magnitud de
la raíz común que nos une, que me permite escribir aquí, en la sagrada
Jerusalem plena del verdor primaveral con que nos bendice Hashém, y
hablarles en estos días de la nostalgia del Mikdásh, del Templo Sagrado
que añoramos, de la comunicación directa con el Creador, de cuanto
ansiamos recuperar en la hora de la GueUláh: la Redención.

Sé de
qué estoy hablando. Se trata de una vivencia muy intensa que se
encuentra dentro nuestro: el ansia de Redención, la añoranza del
Mikdásh implantada en el ADN espiritual de nuestro pueblo. Una vez
-recuerda- teníamos a los Cohaním, los sacerdotes que oficiaban, y los
profetas que veían y volcaban el sagrado saber y el "Ruaj HaKódesh"
sobre nosotros, y había una inmensa luz. Y luego vino la dolorosísima
caída. Y aún.... ahora, hay una añoranza que crece y renace en los
corazones y en las almas y nos llama al retorno. Y aún si no entiendes
plenamente a qué me refiero, aún si la falta de silencio te impide
pensar reposadamente, debes saber, hermano mío, hermana mía, que somos
como los salmones que comienzan a viajar contra la corriente,
remontando el río, rumbo a su raíz, rumbo a donde nacieron, para
devolverse al verdadero amor implantado en nuestros corazones. Hashém
quiere ésto de nosotros y por ello se hace propicio, y nuestras vidas,
si las miramos con atención, se revelan en una auténtica maravilla.




Todo está escrito; y estamos aquí para aprender a leerSEFIRAT HAOMER: PREPARANOS PARA RECIBIR LA TORAH por Rav Guido Muzykanski

Está
escrito en la Toráh: "Y contaréis para vosotros al otro día de Pésaj,
desde que traigáis la ofrenda del Omer siete semanas, hasta el día
siguiente a la séptima semana contaréis cincuenta días". Con estas
palabras recibimos la mitsváh de contar el Omer: desde el 15 del mes de
Nisán hasta la conmemoración de Shavuót, contamos el paso de los días.
Por cuanto está escrito "Y contaréis para vosotros", la obligación
recae sobre cada uno de modo individual, y no es redimible por parte de
terceros.

El tiempo definido para el cumplimiento de la mitsváh
es cada noche, desde el atardecer. Es conveniente hacerlo lo más
temprano posible; mas quien lo olvidó, puede realizar la cuenta aún
durante toda la noche, hasta que despunta el amanecer. Durante toda la
noche, la cuenta debe realizarse pronunciando la bendición
correspondiente; a continuación se pronuncia la cantidad de días que
corresponde y su correlato en semanas (por ejemplo: "hoy son veintidos
días, que son tres semanas y un día del Omer").

Quien advierte
recién tras el amanecer que olvidó contar el Omer por la noche, realiza
la cuenta pero omite la bendición, puesto que el cumplimiento de la
mitsváh no está siendo realizado de acuerdo a todos los detalles
pertinentes. De todos modos, a la noche, vuelve a realizar la cuenta
pronunciando la bendición. Quien se salteó uno o más días en la cuenta
del Omer, debe retomarla ni bien puede, mas no vuelve a pronunciar la
bendición en virtud de la interrupción pasada.

Hay varias
explicaciones de los motivos por los cuales contamos el Omer. Cuando
salimos de Mitsráim, Moshéh anunció al pueblo de Israel que era tiempo
de ir a servir a D's. Ante la pregunta de cuándo sucedería ello,
respondió Moshéh: "dentro de cincuenta días". Desde ese momento, todo
el pueblo contó con ansiedad y alegría el tiempo restante para el gran
momento.

Acaso, la sensación pueda ser más fácil de comprender
con un ejemplo cercano: Un hombre se encuentra atrapado en un pozo, y
desespera de salir. De pronto, pasa junto al pozo una persona rica y
bondadosa, y le promete que no sólo lo sacará del pozo, sino que
también le dará a su hija en matrimonio, y fija un plazo para ello.
Desde el momento en que esta persona cumple con su palabra de sacarlo
del pozo, viendo que se trata de alguien que cumple con su palabra,
nuestro hombre tendrá la certeza de que cumplirá también con su segunda
promesa, y contará con ansiedad el tiempo que falta para que su dicha
sea completa. Así, el pueblo de Israel sale de Mitsráim y se le anuncia
que cuarenta y nueve días más tarde recibirá la Toráh. Hay cuarenta y
nueve días para prepararse, purificarse, alistarse para el gran evento,
para recibir lo que nos cambiará vida y sino para siempre. ¡Cuánta
alegría, cuánta ansiedad!

Sefirát HaOmer, la cuenta del Omer, es
la preparación para Shavuót, para la fiesta en que recibimos la Toráh,
el regalo más preciado. Quien toma conciencia de ello, se prepara cada
día para crecer y estar más apto y más limpio y más puro, para llegar a
recibir la Toráh de la mejor manera posible.

Quiera Hashém que
tengamos la fuerza y la capacidad de prepararnos del mejor modo este
año, y recibamos la Toráh con el alma plena y la conciencia dispuesta a
la acción.

Shabát Shalóm para todos.





Todo está escrito; y estamos aquí para aprender a leer¿COMO SE TORNA SAGRADO UN HOMBRE?
por Rav Israel Meir

Al
principio de la parasháh "Kedoshím" (la segunda de las dos que leemos
esta semana) está escrito: "Seréis sagrados porque sagrado Soy D's,
vuestro Elokím". He aquí que nos ordena Hashém ser sagrados. A primera
vista, pareciera que se nos ordena la santidad del justo, del tsadík,
que camina por un sendero de rectitud sin mácula y cumple así con la
voluntad del Creador. Pareciera que se espera de nosotros algo que está
por encima de las posibilidades de casi todos.

En nuestros
libros sagrados, se nos dice que debemos asemejarnos al Creador puesto
que de acuerdo a su imagen fuimos creados. Que debemos fundirnos en El.
¿Y es posible, acaso, alcanzar tal cumbre? Si D's es, a nuestra visión,
un fuego inasible siquiera por el pensamiento, ¿cómo podríamos
fundirnos en El, o asemejarnos a El siquiera? Responden nuestros sabios
que hay un único camino para lograrlo, y consiste en asemejarnos a El
en la acción, en las cualidades que determinan el modo de actuar del
Creador respecto de sus creaturas. Así como El manifiesta misericordia,
nos cabe ser misericordiosos. Así como es espléndido, revelarnos en
esplendor. Así como hace Bien, hacer bien.

Explican nuestros
sabios que el Creador actúa incidiendo, entregando, brindando. Todo El
es, respecto de nosotros, "tov umeitív", bien que hace bien y brinda
bien. Nosotros, por naturaleza, somos esencialmente receptores.
Requerimos permanentemente, y recibimos, tomamos, "consumimos" sin
cesar. Esa voracidad de recibir, de consumir, de acumular para nosotros
mismos, nos aleja del Creador, de la esencia del bien, de la semejanza
de D's. Mas está en nosotros aprender a, sin dejar de recibir, hacerlo
por voluntad de dar. Ser para hacer. Tomar para brindar, aprender para
incidir, estudiar para enseñar.

Entonces, si se esfuerza el
hombre en trabajar sobre su naturaleza y aprende a recibir por voluntad
de dar, a desear bien para sí por fuerza de su deseo de hacer el bien
hacia fuera de sí, se estará aproximando a la imagen del Creador de
acuerdo a la cual hemos sido creados. Y entonces, recién, podrá
llamarse "sagrado", socio del Creador en la Creación, obrero de la
Verdad para la construcción de un nuevo Reinado del Bien y la Verdad
sobre la Tierra.

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